Para la sección de métrica del blog Ancile, De la métrica celeste, traemos un trabajo interesantísimo del gran poeta, insigne profesor de métrica y amigo entrañable, Antonio Carvajal, que lleva por título Variaciones ahiladas sobre un verso errado (hallado entre poemas de María Victoria Atencia), que seguro resultará de segura predilección para los amantes de las sutilezas del vasto dominio de la métrica.
VARIACIONES AHILADAS
SOBRE UN VERSO ERRADO *
hallado entre poemas de María Victoria Atencia
[Una luz imprevista, p 225]
BORRADORES CAMPESTRES
1
del crepúsculo dorado
a desperezos del alba.
creba los amaneceres,
hilvana espumas y sombras.
quedó abierta a las arañas
jardineras del silencio?
2
y que las tinieblas fuesen
te tuvo un dios en sus dedos
y te pensó y en los rotos
castellares sin murmullo
te dejó suspensa y ciega,
pendiente de un hilo sobre
la mar, ay flor de un instante
que las aves pespuntean
con purísimo aleteo,
luna araña, no diluyas
tus laboriosos primores
en el fragor de los yerros.
[Motril, 29 junio 2023]
Síguense estas
cuyo primer verso sería de María Victoria Atencia
si no ostentara una variación por errata.
El autor las dedica a José Antonio Ruiz Reina
por los motivos que se exponen a pie de estrofas.
Por la alacena rota teje luna araña el hilo
donde aturda la sombra breve insecto incauto y frágil;
hila lenta y urde sabia la silente mortaja
de taimada textura o ágil lazo en seda untuosa.
y en flor muda se trueca la trémula trampa inmóvil.
Luna la araña, parda la mosca, la tarde súbita,
pasan las horas y queda roto todo el prodigio.
Motivos para
la ofrenda
No sé de muchos estudiosos que lo sean por vocación, entendiendo por tal la llamada interior que pide más conocimiento tras de lo ya sabido suficiente, cuyo es el caso de José Antonio Ruiz Reina, que ha trocado su situación administrativa de jubilado en jubilante y ha escogido mi obra para llenarme de júbilo el corazón por una doble vía, la del gusto por mis poemas y la del respeto a mis opiniones métricas. Sabe por teoría y por práctica el estudioso amigo que es una mera convención hablar de pies métricos romances equivalentes a los heredados modelos griegos y latinos. Sabe, porque hemos hecho las cuentas, que si la cantidad silábica no se percibe, los hexámetros clásicos suenan en los oídos románicos con duración entre 13 y 17 sílabas y que si escandimos con la intensidad mayor como hito no obtenemos pies sino cláusulas. Y así, el famoso verso del diario maestro Rubén Darío:
Ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda
parece um hexámetro porque consta de cinco cláusulas dedales más una espondea, pero concuerda con una línea melódica que Federico García (digno de una emperatriz) escribió como dos octosílabos en un su romance y que ofrezco en renglón para que se compruebe su ajuste con el de Darío:
voces antiguas que cercan voz de clavel varonil
Con nuestras convenciones métricas el verso de Darío y el de García miden 16 sílabas y son tan hexámetros romances como quizá este de “Venus”, rubeniano soneto:
En el oscuro cielo Venus bella temblando lucía
que tiene seis acentos también,
pero… para desclasificarlo como “hexámetro” basta señalar que las cinco sílabas
finales no forman un adónico.
Españoleó Miguel Agustín Príncipe nuestra métrica, introdujo el concepto de compás, estableció que nuestros segmentos versales son binarios (troqueos), ternarios (dáctilos) o dobles (cuatro sílabas, la 3ª tónica), llamó antecompás a lo que don Tomás Navarro Tomás dijo anacrusa, redujo nuestros ritmos a uniforme o simétrico o mixto, y nadie le hizo caso, estaban las cabezas como ollas hirviendo mientras se cantaba “Abajo los borbones” (letra de Antonio García Gutiérrez, música de Emilio Arrieta) y se cumplía el dictado de otro español, Rafael Pérez del Álamo, desatendido porque además de albéitar era levantisco: “En este país de los viceversas todo es posible menos tener memoria”, a lo que se suman los delitos de omisión cultural del poder y sus lacayos, entiéndanse en este caso un ejército que no podía con los bereberes y una academia que no admitía mujeres porque no estaba contemplado en sus estatutos, y más desgracias, y más disgustos y más desdichas, y así aumentaban el descrédito del pensamiento y la acracia moral y el aborregamiento colectivo hasta llegar a hoy, métricamente representable este largo periodo con los tercetos encadenados.
Pues bien, sedía yo una vez como tranquilo, leyendo Una luz imprevista, título de una reciente edición de la poesía completa de María Victoria Atencia, cuando me interrumpió la llamada del cartero y, oh maravilla, recibo el libro que me envía con dedicatoria autógrafa mi admirado y querido Jesús Munárriz. Abro al azar, huelo el ejemplar según vieja costumbre, miro y leo “Las erratas”, tres páginas de poema que hay que sorber como un buen vaso de agua fresca en estos días de verano. “Hay trastrueques respetables / inventivos, aceptables” y con esta música vuelvo al libro de mi prima María Victoria y encuentro esta errata estimulante: “luna araña”. ¿Un pez, una planta, una travesura de la imprenta, un cambio descerebrado impuesto por el corrector automático del ordenador? La fantasía admira el verso errado e impulsa a una glosa variada, y rauda la métrica lo corrige, se lee
Por la alacena rota teje luna araña el hilo
mas
donde dice luna diga una, que así lo piden los versos entre los
que se inserta.
Un verso suelto no es tal verso hasta que no responde ajustado a
un molde mental en que encaja y lo dota de los elemento susceptibles de
repetirse en otras dicciones semejantes. Dicho
de otra manera,
en la prosa no atendemos
habitualmente a la escansión de su compás y en el verso esa atención le imprime
carácter. No hay que tener el oído muy educado para percatarse de que en el
verso errado hay cinco pies trocaicos seguidos: *rota / teje / lunaa
/rañael / hilo* que marcan un compás uniforme muy apropiado para
sugerir el laborioso oficio del bichejo, y el oído percibe una longitud sonora
que desborda lo habitual, no es el muy sabiamente usado alejandrino de la poeta,
es un pentadecasílabo poderosamente rítmico que permite su acoplamiento con otros enunciados de igual número
de sílabas y que reclaman su ejecución como un tema con
variaciones, de manera que se oigan los grupos 7+8 u 8+7, el hemistiquio
octosílabo siempre de compás binario pero que al realizarse con esquema
simétrico en quiasmo evita la monotonía por la unión con el heptasílabo
variable y por el desplazamiento de las cesuras. Compás binario se
tituló el libro en que la doctora Atencia incluyó como primer poema el que
contiene este verso entonces sin errata. Con la marca de tal compás binario he
construido mis cinco primeros versos y luego he cambiado a unos juegos caprichosos con adonios (y no) en los tres versos finales
para evitar el aire de nana en esta siesta del 30 de junio en Motril,
tandis que Midi l’ìnjuste y compose de feux la
mer.
Y concluyen el 1
de julio en
MUDANZA CON EL DÍA
¿Teje la luna araña con hilillos de sal la red de las nostalgias?
Arriza el sol columnas de mercurio sobre las azoteas colonizadas por las gaviotas. La saliva de un ruiseñor se cuaja entre frondas de eucaliptos, resbalan aguas (des)atendidas hacia el origen del deseo, hacia arriba, hacia arriba, y reducido a las sombras, recluso en su silencio, el cuerpo rememora nieves, padecidas tormentas, trampas de la sed y la lascivia. Y el hilo fluye de las blancas mandíbulas de la luna sobre el afilado perfil de la azucena, la ruborosa grieta de la granada, lo que el recuerdo desmenuza en el crepúsculo.
En la cálida noche, inmerso en un salino sudor denso, el torso desatiende la caricia. Si fuera flor la luna araña, si cáliz de misterios, si saco roto de las promesas, si araña luna o recobrada estrella, qué silenciosa calma, qué lentitud de yemas, qué (in)soluble hastío.
Como un dorado
y divino jazmín
incrustado en ébano, Venus traspasa
su horizonte y se lleva los hilos para tejer la alfombra de
la aurora y su oreo.
Antonio Carvajal
* Poema de Mª Victoria Atencia
CASTELLAR
Fuiste ya como ahora desde antes de la luz
y las tinieblas fuesen, cuando Dios un instante
nos tuvo entre sus dedos y me pensó aquí mismo
-mi morada suspensa, mi castellar cegado-
camino de esta última estancia que me llama.
Por la alacena rota teje luna araña el hilo
dorado del crepúsculo, Mas al fondo del cuarto
un ventano se abre al vacío que asientan
allá bajo las aguas, y el aire purísimo
me suspenden las aves que cruzan en el silencio.
Cabezas podridas, llenas de ignorante guantera.
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