Para la sección de Ciencia del blog Ancile, traemos un nuevo post en el que se insiste sobre las muchas singularidades de la sinestesia, y todo bajo el título: El mundo más allá de la representación volitiva: la sinestesia.
EL MUNDO MÁS ALLA DE
LA REPRESENTACIÓN
VOLITIVA: LA SINESTESIA
Recuerdo que al inicio de mis
modestas investigaciones sobre el fenómeno sinestésico, hubo de venírseme a la
memoria una apreciación de uno de mis filósofos predilectos, Schopenhauer, que
advertía que lo apreciado como objeto (discreto) por nuestros sentidos (en lo
que hoy entendemos como continuo espacio tiempo), no era sino una
representación voluntaria y subjetiva de aquel que observaba; de lo puede inferirse, que la conciencia no solo se manifiesta de manera personal, sino que en el trasfondo original es transpersonal. Al margen
de que se pueda o no estar de acuerdo con esta singular apreciación del mundo,
es muy interesante caer en la cuenta de que las percepciones son realmente
paradójicas, sobre todo si las atendemos a través de la sinestesia, porque llegan incluso a fundirse o trasponerse con emociones o
estados similares que ya no se distinguen claramente en el dominio de lo netamente sensorial de los colores o de los
sonidos. Muchos pueden ser los ejemplos en poesía que identifican experiencias
profundamente abstractas (el amor, el miedo, el deseo...) con determinadas experiencias perceptivas
sensoriales.[1]
Por
todo esto, en cuanto vi lo que proporcionaba la sinestesia para el entendimiento
de la propia conciencia, pude darme cuenta que lo que exponía dicho fenómeno,
era algo insólito, al menos a primera vista, a saber: que el entorno
representado y que consideramos común, no era ni es tan sustancial como
imaginamos. La representación de nuestros signos convencionales no debe
considerarse como la realidad misma que representan. Esto no es nuevo. Pero sí
lo es, que sea una apreciación aparentemente caótica (como es la de la
sinestesia), la que nos ponga acaso en el lado más verídico de la realidad.
La
visón anteriormente referida, hubo de chocar, a mi juicio, frontalmente con la
fenomenología muy singular que ofrece la sinestesia, la cual, en su peculiar percepción y
asistencia para el entendimiento de nuestra propia conciencia y su lugar en el
mundo, expone que, en realidad aquella información no es una entidad en sí
misma, pues, eludir el elemento percibido (como mera proyección abstracta de información)
es sin duda una contradicción inconsistente: es como decir que hay olas pero no hay mar ni viento
que la consista. Las cualidades de nuestra experiencia son las que dan consistencia
y sentido y significado a aquellas percepciones que, no obstante, avisan no solo
de una mente personal del que observa y percibe, acaso de algo más, consciente o supraconsciente,
que interactúa en la percepción.
Todo
esto nos lleva a una necesaria interrogación: ¿cómo es que el razonamiento
lógico, matemático, se proyecta en el universo, en la naturaleza que
reconocemos y en la que vivimos? Esta interrogante, muy antigua, por cierto, se
presenta hoy a ¿la luz nueva? de una posible respuesta que conecta el mundo de
la abstracción y el de la percepción, y de la que da muy buena cuenta la sinestesia
en momentos estelares, por ejemplo, en ámbitos como el de la poesía.
De
esto iremos dando cuenta en próximas entregas de este blog Ancile.
Francisco Acuyo
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