Seguimos argumentado, aun con premura, algunas nociones básicas para reconocer la indignidad en la vida y sobre todo en el arte, para la sección de Pensamiento, del blog Ancile, y todo bajo el título: Breve muestra de nociones varias de indignidad en el ejercicio del arte poética.
BREVE MUESTRA Y NOCIONES
VARIAS
DE INDIGNIDAD EN EL EJERCICIO DEL ARTE POÉTICA
Acaso
no debe olvidársenos que aquel narcisismo enunciado es un trastorno de la
personalidad que hoy parece gozar de una preminencia nunca lo suficientemente documentada
(seguramente porque no es menester hacerle algún caso), que jamás se siente satisfecho
su apetito de sí mismo, necesidades propias que se ven hartas siempre a
expensas de las ajenas. No es extraño que estos comportamientos erráticos,
dramáticos, trágicos, cuyos desordenes han de dar cuenta de megalomaníacos y pretenciosos
comportamientos, se manifiestan tantas veces en el mayor de los casos en
estrafalarias conductas propias del memo que suele encerrar su egocentrismo.
Explotador nato de las relaciones interpersonales, no tiene el menor empacho en
alcanzar notoriedad a través de cualquier ignominia, pero la insensibilidad del
que carece de dignidad responde, como a los asnos (con todo el respeto hacia el
noble animal rucio), a los golpes que la vida les da, como a tantos.
Por
todo lo ya dicho, cabe interrogarse muy razonablemente, si el que no se respeta
a sí mismo con indigno comportamiento, estará en su cabal juicio, o es imbécil de remate, que además no
debería ser admisible en una sociedad de hombres honrados. Sin querer cebarme sobre
tanta estulticia, recomendaría acudir a las Premáticas y aranceles generales,
centradas en el desengaño contra los poetas güeros,[1]
del genial Francisco de Quevedo, para reconocer la secta de los poetas chirles
y hebenes, de cuyo género de sabandijas, aunque sean nuestros prójimos y
cristianos, deberíamos prevenirnos por ventura de nuestra salud mental y aún
física.
Decía
el genio de Quevedo sus poetas contemporáneos que estaban condenados a
perpetuo concepto; triste era aquella semblanza, pero, ¿y hoy, se llega si
quiera a rumiar lo que exige un buen concepto en apunte de poema? Si casa con
aquella otra acepción: despedazadores y tahúres de vocablos, por ver cómo no
todo es nuevo en la indignidad a la que puede aspirar el quiere llegar a ser
poeta.
Para
terminar este brevísimo tratado sobre la indignidad, indagaremos sobre aquellas
divertidas premáticas poéticas quevedianas, por ver cuáles de ellas son
antiguas y cuales puedan incorporarse como novedosas, pero eso será ya en un próximo
capítulo de este blog Ancile.
Francisco Acuyo
Francisco que valiente eres. Estoy de acuerdo con tu tesis sobre los poetas actuales, salen como hongos, algunos no se le entiende lo que dicen pero ahí queda lo dicho. Enhorabuena por tu valentía. Un abrazo
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