Para la sección de Ciencia del blog Ancile, traemos un nuevo post que insiste sobre el arte como terapia, bajo el título: El arte como autorreflelxión terapéutica y como crítica de la realidad convencional o adquirida.
EL ARTE COMO AUTORREFLEXIÓN TERAPÉUTICA
Y COMO CRÍTICA DE LA REALIDAD
CONVENCIONAL O ADQUIRIDA
En el ejercicio de creación artístico, pongamos como ejemplo, el poético,
siempre me pareció un tránsito creativo en el que se dinamiza no solo la
conciencia autorreflexiva (la conciencia al uso en la que reconocemos nuestro
yo), sino una suerte de conciencia mucho más amplia en la que deberíamos de
incluir lo que denominamos inconsciente, y que trae a colación elementos de una
realidad mucho más profunda, diría, que integradora, uniabarcadora,
que ciñe de manera similar a como lo hacen los mitos, un mundo plenamente
consciente. Esta capacidad de reconocimiento interior conectado con la realidad
de lo que es o puede ser consciente, tiene un efecto terapéutico realmente
extraordinario, pues a través de este se participa de todos los procesos
dinámicos de los que la mente es potencialmente capaz.
En
cierto modo, eso que denominamos inspiración artística, poética en este caso,
no es más que caer en la cuenta que no hay ningún mundo fuera de la conciencia.
La teoría materialista de la verdad se pone en seria cuestión, ya que la visión
subjetiva es la prevalente, pero por ser subjetiva no es menos real. O lo que viene
a ser igual, solo la experiencia
subjetiva es real, y toda experiencia subjetiva por lo tanto lo es.[1]
El arte nos enseña
que la realidad es ambivalente en tanto que es personal y colectiva, y que una
y otra tienen nexos comunes que son validadas por la conciencia. Es así que los
instrumentos del poeta (la metáfora, por ejemplo) sirven para acceder a aquella
realidad que trasciende lo consciente para indagar lo inconsciente y conciliar a
ambas. En la percepción atenta de este fenómeno conciliatorio podemos
contemplar. para una evaluación crítica nuestros propios pensamientos, siendo
esta acción terapéutica en grado extremo para reconciliarnos con nosotros
mismos a través del autoconocimiento.
La
poesía, el arte, nos enseña algo esencial para no enfermar ante las potenciales
confusiones y contrastes que se nos ofrece aquella realidad colectiva
convencionalmente aceptada, que no hay ni puede haber nada fuera de la realidad
de la mente, de la conciencia misma. Lo que llamamos objetos de referencia
objetiva, están implicados íntimamente con la conciencia. Saber esto es
contemplar la herramienta, el útil imprescindible del impulso creativo que
mueve cualquier tipo de arte para hacernos entender que no somos iguales, pero
tampoco tan distintos, nos ayudará a reconciliarnos con el mundo de lo real
colectivo con el nuestro propio.
Lo
que entendemos como movimientos de la mente que nos conectan con el mundo y
acaban conformando nuestra subjetividad, nuestra experiencia, a través del impulso
creativo del arte, se sitúa en el lugar de lo nunca visto, de lo nuevo, que no
es sino el vacío, la nada desde la cual ha de crearse el singular producto
artístico que, paradójicamente (ya lo advertía en relación a la poesía como
ciencia de la paradoja), trasciende cualquier conocimiento o experiencia.
Indagaremos
sobre estas y otras cuestiones que pueden considerarse como fundamentos para
cualquier arteterapia que pretenda afrontar trastornos a través de la creación
artística, esto será en próximas entradas del blog Ancile.
Francisco Acuyo
[1] Kastrup,
B.: ¿Por qué el materialismo es un
embuste? Atalanta ediciones, Gerona, 2021, pág. 167.
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