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domingo, 20 de enero de 2013

"CANTAR DE CANTARES", EN LA VERSIÓN DE FRAY LUIS DE LEÓN, EN AMOR Y POESÍA II

Recogemos los restantes versos del Cantar de cantares (versión extraordinaria de Fray Luis de León) en esta segunda entrada de Amor y poesía del blog Ancile, para completar el poema; composición paradigmática de la temática amorosa de la poesía universal que no podía faltar en esta sección tan apropósito en nuestro blog.




Cantar de cantares, en la versión de Fray Luis de León, Ancile




"CANTAR DE CANTARES", EN LA VERSIÓN  DE FRAY LUIS DE LEÓN, EN AMOR Y POESÍA II




Cantar de cantares, en la versión de Fray Luis de León, Ancile



Capítulo V



ESPOSO

Vine yo al mi huerto, hermana Esposa,
y ya cogí mi mirra, y mis olores,
comí el panal, y la miel sabrosa,
bebí mi vino, y leche, y mis licores:
venid, mis compañeros, que no es cosa,
que dejéis de gustar tales dulzores:
bebed hasta embriagaros, que es suave
mi vino: el que más bebe, más le sabe.

ESPOSA

Yo duermo, al parecer, muy sin cuidado,
mas el mi corazón está velando:
la voz de mi querido me ha llamado.

ESPOSO

Ábreme, amiga mía, que esperando
está la tu paloma este tu amado:
ábreme, que está el cielo lloviznando:
mi cabello, mi cabeza está mojada
de gotas de la noche, y rociada.

ESPOSA

Todas mis vestiduras me he quitado,
¿cómo me vestiré, que temo el frio?
y habiéndome también los pies lavado,
¿cómo me ensuciaré yo, amado mío?
Con su mano mi Esposo había probado
abrirme la mi puerta con gran brío,
por entre los resquicios la ha metido,
el corazón en mí ha estremecido. 

Levantéme yo a abrirle muy ligera,
de mis manos la mirra destilaba,
la mirra, que de mis manos cayera,
mojó la cerradura, y el aldaba:
abríle; mas mi amor ya ido era,
que el alma, cuando abría, me lo daba:
busquéle, mas hallarle no he podido;
llaméle, mas jamás me ha respondido.
Halláronme las guardas, que en lo obscuro
de la noche velaban con cuidado:
hiriéronme también los que en el muro
velaban, y aun el manto me han quitado.
O hijas de Sion, aquí os conjuro,
digáis, si acaso viéredes mi amado,
cuán enferma me tienen sus amores,
cuán triste, y cuán amarga, y con dolores.

COMPAÑERAS

¿Qué tal es ese, que tú tanto amaste,
ó hermosa sobre todas las mujeres,
aquel por quien así nos conjuraste?
Dinos las señas de él, si las supieres,
que aquel que con tal pena tú buscaste,
hermoso debe ser, pues tú le quieres.

ESPOSA

Mi amado es blanco, hermoso, y colorado:
bandera entre millares ha llevado. 

La su cabeza de oro es acendrado,
son crespos y muy negros sus cabellos,
los ojos de paloma á mi amado,
grandes, claros, graciosos, y muy bellos,
de paloma que en leche se ha bañado,
tan lindos que basta a herir con ellos,
en lo lleno del rostro están fijados,
del todo son hermosos, y acabados.

Son como eras de plantas olorosas
de confección suave sus mejillas,
sus labios son violetas muy hermosas,
que estilan mirra, y otras maravillas,
rehiletes de oro muy preciosas
sus manos, cuando él quiere descubrillas:
su vientre blanco de marfil labrado,
de zafiros muy ricos adornado. 

Columnas son de un mármol bien fundadas
en basas de oro fino muy polido,
sus piernas, fuertes, recias, y agraciadas;
y el su semblante grave, y muy erguido
como plantas de cedro, que plantadas
en el Líbano están, me ha parecido;
su paladar manando está dulzura,
y todo él es deseo, y hermosura. 

Tal es el mi querido, tal mi amado,
tales son sus riquezas, sus haberes,
por este tal os he yo conjurado,
porque en él solo están los mis placeres.

COMPAÑERAS

¿Dó fue ese amado tuyo tan preciado,
ó hermosa sobre todas las mujeres?
dinos, ¿dó fue? que todas nos iremos
juntas contigo, y te le buscaremos.



Capítulo VI



ESPOSA

Mi amado al huerto suyo ha descendido,
á las eras de plantas olorosas:
su ganado en mi huerto le ha metido,
á apacentarlo allí, y coger rosas,
á solo aquel mi amado he yo querido,
y el también a mí sola entre sus cosas:
el mi querido es solo entre pastores,
que el ganado apacienta entre mil flores

ESPOSO

Como Thirsa, mi amada, eres hermosa,
y como Jerusalén polida y bella,
como escuadrón de gente eres vistosa,
y fuerte, mil banderas hay en ella:
vuelve de mí tus ojos, dulce Esposa,
tu vista me hace fuerza solo en vella:
tu cabello parece a las manadas
de cabras, que de Galaad salen pintadas. 

Una manada, linda mía, de ovejas,
me han tus hermosos dientes parecido,
que trasquiladas ya las lanas viejas,
del rio de bañarse han subido,
tan blancas, tan lucientes, tan parejas,
cada cual dos corderos ha parido:
tus mejillas un casco de granada
entre esos tus copetes asentada. 

Sesenta reinas todas coronadas,
y ochenta concubinas me servían,
las doncellas no pueden ser contadas,
que número, ni cuento no tenían;
mas una es mi paloma, y humilladas
todas á mí perfecta obedecían:
y única á su madre aquesta fuera,
esta es sola, que otra no pariera. 

Las hijas que la vieron, la llamaron
la bienaventurada, y la dichosa,
reinas, y concubinas la loaron
entre todas por bella, y graciosa:
todos los que la vieron, se admiraron,
diciendo, ¿quién es esta tan hermosa,
que como el alba muestra su frescura,
y como luna clara su hermosura? 

Como el sol entre todas se ha escogido,
fuerte como escuadrón muy bien armado.
Al huerto del nogal he descendido,
por ver sí daba el fruto muy preciado,
mirando si la viña ha florecido,
y el granado me daba el fruto amado.

ESPOSA

No sé cómo me pude ir tan ligera,
que mí alma allá en un punto me pusiera.
Carros de Aminadab muy presurosos
los mis ligeros pasos parecían,
y los que me miraban deseosos
de verme, o Sunamita, me decían,
vuelve, vuelve esos ojos tan graciosos,
ten tus ligeros pies, que así corrían:
decían, Sunamita, ¿qué miraste,
que como un escuadrón os adornaste.


Capítulo VII



COMPAÑERAS

Cuán bellos son tus pasos, y el de tu andar,
los tus graciosos píes, y ese calzado,
los muslos una aljorca por collar,
de mano de maestro bien labrado:
tu ombligo es una taza circular 
llena de un licor dulce muy preciado,
montón de trigo es tu vientre hermoso,
cercado de violetas, y oloroso. 

Tus pechos son belleza y ternura,
dos cabritos mellizos y graciosos;
y torre de marfil de gran blancura
tu cuello, y los tus ojos tan hermosos
estanques de Esebón de agua pura,
que en puerta Batabim están vistosos:
tu nariz una torre muy preciada,
del Líbano a Damasco está encarada.

Tu cabeza al Carmelo, levantado
sobre todos los montes, parecía:
y el tu cabello rojo, y encrespado,
color de fina púrpura tenía:
el Rey en sus regueras está atado,
que desasirse de ahí ya no podía:
¡o cuán hermosa eres, y agraciada,
amiga, y en deleites muy preciada! 

Una muy bella palma, y muy crecida
parece tu presencia tan preciada,
de unos racimos dulces muy ceñida,
que son tus lindos pechos, desposada.
Dije, yo subiré en la palma erguida,
asiré los racimos de la amada,
racimos de la vid dulces, y hermosos
serán tus pechos lindos, y graciosos. 

Un olor de manzanas parecía
el huelgo de tu boca tan graciosa,
y como el suave vino bien olía:
tu lindo paladar, ó linda Esposa,
cual vino que al amado bien sabia,
y á las derechas era dulce cosa,
que despierta los labios ya caídos,
y gobierna la lengua y los sentidos.

ESPOSA

Yo soy enteramente de mi Esposo,
y él en mí sus deseos ha empleado:
ven pues, amado dulce, y muy gracioso,
salgamos por el campo, y por el prado,
moremos en las granjas, que es sabroso
lugar para gozar muy sin cuidado,
muy de mañana nos levantaremos,
y juntos por las viñas nos iremos. 

Veremos, si la vid ya florecía,
y al granado nos muestra ya sus flores,
si el dulce fruto ya se descubría:
allí te daré yo los mis amores,
la mandrágora allí su olor envía,
y allí las frutas tienen sus dulzores;
que yo todas las frutas, dulce amado,
allá en mi casa te las he guardado.



Capítulo VIII

Petit incarnationem



ESPOSA

¿Quién como hermano mío te me diese,
que el pecho de mi madre hayas mamado?
do quiera que yo hallarte pudiese,
mil besos, mil abrazos te habría dado,
sin que me despreciase el que me viese,
sabiendo que en un vientre hemos andado:
en casa de mi madre te entraría
y allá tu dulce amor me enseñaría. 

Del vino que adobado yo tenía,
haría que bebieses que es preciado,
y el mosto de granadas te daría;
la su mano siniestra del mi amado
bajo la mi cabeza la ponía,
y con la su derecha me ha abrazado.
O hijas de Sion, no hagáis ruido,
porque mi dulce amor está dormido.

COMPAÑERAS

¿Quién es esta, que sube recostada
del desierto, y echada la su mano
sobre su amado tiene, y delicada?

ESPOSA

Allí te desperté so aquel manzano,
adonde te parió tu madre amada;
allí sintió el dolor, que no fue vano.

ESPOSO

Sobre tu corazón me pon por sello,
amada, y sobre el brazo, y en tu cuello. 

Así como la muerte es el amor,
duros como el infierno son los celos,
las sus brasas son fuego abrasador,
que son brasas de Dios, y de sus cielos,
muchas aguas no pueden tal ardor
apagar los ríos con sus hielos;
el que este amor alcanza, ha despreciado
cuanto haber este mundo le ha enviado.

ESPOSA

Pequeña es nuestra hermana, aún no tenia
pechos; mientras le nascen ¿qué haremos,
cuando se hablare de ella, vida mía?

ESPOSO

Una pared muy fuerte labraremos,
y un palacio de plata yo le haría;
y las puertas de cedro le pondremos;
y dentro del palacio ella encerrada,
estará muy segura, y muy guardada.

ESPOSA

Yo soy bien fuerte muro, Esposo amado,
y mis pechos son torre bien fundada.

ESPOSO

Bien segura estará puesta á mi lado.

ESPOSA

No hay donde pueda estar mejor guardada:
que luego que á tus ojos he agradado,
quedé yo en paz, temida, y aceptada;
y así con tal Esposo estoy segura,
que no me enojará de hoy mas criatura. 

En Bal-hamon su gran viña tenia
Salomón, entregada a los renteros,
cada cual por los frutos que cogía,
de plata le traía mil dineros;
mas me rentará á mí la viña mía,
que me la labraré con mis obreros:
mil dan a Salomón, y ellos ganaban
doscientos, de los frutos que sacaban.

ESPOSO

Estando tú en el huerto, amada Esposa
y nuestros compañeros escuchando,
haz que oiga yo tu voz graciosa,
que al tu querido Esposo está llamando.

ESPOSA

Ven presto, amigo mío, que tu Esposa
te espera, ven corriendo, ven saltando,
como cabras, o corzos corredores,

sobre los montes altos y de olores.


Cantar de cantares, en la versión de Fray Luis de León, Ancile

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