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lunes, 29 de junio de 2015

JENARO TALENS, EL HOMBRE QUE MIRABA AL CIELO, EDICIONES EJEMPLARES

Ofrecemos otra muestra singular de nuestra labor de diseño y montaje de un libro excepcionalmente original, El hombre que miraba al cielo, de Jenaro Talens. Libro distinto en tanto que se da solución a una antología de poemas en cinco idiomas diferentes. La solución es verdaderamente impecable, aquí vertemos algunas páginas en las que podrán constatar el resultado ingenioso y bello en su disposición. Edición apaisada que contiene la versión en cuatro idiomas y un encarte, que contiene los textos en su idioma original. Añadimos las palabras liminares de la editorial hablando de la edición del libro.



Enlace al blog de Atticus Ediciones



Genaro Talens, El hombre que miraba al cielo, Ancile



JENARO TALENS, EL HOMBRE QUE MIRABA AL CIELO, 

EDICIONES EJEMPLARES


Genaro Talens, El hombre que miraba al cielo, Ancile


Nos ha parecido oportuno redactar esta nota editorial para los lectores del libro que ofrecemos en nuestro catálogo, intitulado El hombre que miraba el cielo, del poeta y profesor Jenaro Talens; y esto para resaltar los rasgos peculiares que ya advertirán del mismo así como para dar viabilidad a la exigencia de resoluciones razonables, elegantes y, desde luego, legibles, todo lo cual habría de incidir inevitablemente en la concepción inusual también del sustrato material del mismo, a saber: su diseño, maquetación, impresión y encuadernación. Al tratarse de una edición en cinco idiomas, nos hemos visto obligados a tener que cavilar no poco y hacer acopio de una dosis extra de imaginación hasta llegar al resultado que ahora tienen entre las manos. Nos pareció la solución más oportuna (entre otras también pensadas, menos ágiles y atractivas) para el caso, la de no repetir en cada versión lingüística los poemas originales en español, sería una reiteración que haría mucho más gravosa no solo la lectura, también el manejo de los poemas originales y de las diferentes lenguas en los que aparecen traducidos. Por eso, para la ocasión preferimos ofrecer la edición española de los poemas como un encarte dentro del libro mediante el que el lector podrá cotejar con mayor facilidad y soltura comparativa los textos en las diferentes lenguas con la original. Aunque será el lector quien, al final, autorice o desapruebe la opción aquí ofrecida, nos parece en cualquier caso que la alternativa manifiesta será la más idónea y diligente para la fruición y agilidad en su manejo y su lectura. Con este deseo se ha cuidado con esmero la edición, pues en ella han puesto lo más selecto de su acervo literario, lingüístico, poético (y editorial) su autor, traductores, editores y todos aquellos que, de un modo u otro, han ayudado a dar consistencia formal y material a este libro en el que con no poca ilusión tantos han trabajado, y todo para mejor goce de quienes gustan de lo más granado de la labor de traducción (y aunque en ella hayan aportado muchos su ciencia literaria, comparativa y lingüística), pero sobre todo para ofrecer con la mayor dignidad acaso uno de los productos más selectos del espíritu humano: la poesía.


Francisco Acuyo



Genaro Talens, El hombre que miraba al cielo, Ancile


Genaro Talens, El hombre que miraba al cielo, Ancile




Genaro Talens, El hombre que miraba al cielo, Ancile













CADÁVER, RELATO DE PASTOR AGUIAR

Otro nuevo y magnífico relato de Pastor Aguiar para la sección de Narrativa, del blog Ancile, esta vez bajo el título de Cadáver.



Cadáver, de Pastor Aguiar, Ancile




CADÁVER




Cadáver, de Pastor Aguiar, Ancile



No me preguntes cómo llegué al lugar, ni datos sobre el cadáver. Fue a partir de aquel resbalón del tiempo cuando las realidades se manifestaron igual que en una película.

El cadáver reposaba sobre una camilla metálica muy cerca del ángulo donde confluían los pasillos rumbo al cuerpo de guardia. Al centro la plazoleta cementada, gente merodeando, hasta llegar al muerto, junto al cual dos o tres señoras parecían familiares sin mucha emoción, simplemente allí, esperando resultados.

Yo estaba a cargo del caso, y no me preocupé por los antecedentes, la autopsia que debí haber presenciado. Ahora lo que fue fulanito de tal residía en decúbito supino sobre el frío metal, con el pecho y el abdomen abiertos, ya sin órganos.

Me asomé a la cavidad para descubrir gran cantidad de sangre violácea, entonces, con la mayor naturalidad del mundo metí un jarro de hojalata llenándolo casi. La sed era insoportable, así que tragué los coágulos con los ojos cerrados, catando el sabor dulzón, que al final me dejó un regusto a aceite de ricino.

Cuando abrí los párpados percibí los gestos espantados de los acompañantes que cuchicheaban sin decidirse a armar escándalo, momento que aprovechó mi amigo el camillero para anestesiarlos con su discurso.

Cadáver, de Pastor Aguiar, Ancile - No se preocupen, es la costumbre del doctor. De esa forma es capaz de penetrar en los secretos de la muerte, saborear las claves una tras otra; ya verán que no queda ni un detalle sin aclarar. Den gracias a su sacrificio para la tranquilidad de ustedes, además, mejor que esa sangre lo alimente a él y no a los gusanos. A gozar la vida, carajo. Les voy a contar unos chistes mientras llega el carro fúnebre.

Yo aproveché las carcajadas, los repuntes a abrazos y el sonido de una botella de ron escupiendo el corcho, para deslizarme hasta uno de los primeros cubículos del cuerpo de guardia, que estaba vacío para mi suerte, porque ya me dolía el hombro izquierdo con el peso de un bolso de correas larguísimas, el mismo que usaba en los países en el laboratorio de sueño. Lo deposité encima de una pequeña mesa y descorrí la cremallera para sacar una manzana azulina. Acto seguido cerré asustado, no podía exhibir una manzana capitalista allí.

Salí de regreso al pasillo, confundiéndome con la gente quejosa, arrastrando hernias inguinales retorcidas a propósito para que se las sacaran de urgencia. Otros gritaban que el corazón se les había parado a las doce en punto.

Tuve miedo de que alguien de medicina legal me viera y fuera con el chisme a la jefa doña vinagre, la que de seguro me pondría de guardia permanente, olvidándose de que mi presencia allí era un accidente de la memoria.

En algún lugar, a muchas cuadras de distancia debía estar mi madre esperándome con unos buñuelos ahogados en miel de abejorros, y mis cosas listas para el viaje al aeropuerto.
No iba a cobrar un centavo por este caso, por el muerto…ah, el muerto envenenado por uno de aquellos que se habían puesto a refunfuñar por mi banquete de sangre. ¡Dios mío, veneno! ¿Sería posible que en la sangres estuviera mi propia desgracia? ¡No! Me concentré hasta determinar que no había sido veneno; simplemente un infeliz desguazado al querer volar desde un quinto piso.

Ahora estaba yo en uno de los baños y el espejo me felicitaba guiñándome un ojo.



Pastor Aguiar
Dic. 23-2014






Cadáver, de Pastor Aguiar, Ancile



viernes, 26 de junio de 2015

DEL ODIO, ENTRE LA REALIDAD Y EL DESEO DEL MAL

 Para la sección De juicios, paradojas y apotegmas, del blog Ancile, mostramos el post titulado, Del odio; entre la realidad y el deseo del mal, a colación de acontecimientos recientemente vividos y que impregnan al individuo y la sociedad de nuestro tiempo.


Del odio, entre la realidad y el deseo del mal, Francisco Acuyo




DEL ODIO, ENTRE LA REALIDAD Y EL DESEO DEL MAL













El término odio (y sus diversas derivaciones -semánticamente relacionadas-) en nuestro idioma (del latín, odium),[1] si entendido como atribuible a la conducta odiosa (del latín, odiosus)[2], es muy conveniente diferenciarlo del término rencor,[3] (ya tratado en otra entrada de este blog y que recomendamos revisar),[4] a fuer de reconocer sus muchas analogías, aunque sea solo para describir correctamente su origen –y etimología-, además de para constatar algún que otro dato –lingüístico y literario muy peculiar-; así las cosas, veamos, por ejemplo, si lo referimos a su uso –literal- en nuestra escrita, póngase como ejemplo, una de las obras magnas de la literatura española -y universal-[5], nos referimos nada menos que a  El Quijote[6], en el cual, dicho término aparece en muy contadas ocasiones,[7] pero esta palabra, como acepción referida a la antipatía y aversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea[8], aparecen en el celebérrimo título cervantino un par de veces, aunque el derivado odioso (digno de odio), unas cuantas veces más, y en un contexto semántico e ideológico muy singular, que podría decirse alejado de su ubicación de significado más próximo hacia aquel mal deseado hacia alguien o hacia algo.[9] No obstante, en rico campo semántico lo identifican las autoridades de nuestra opima lengua en su fértil panoplia lingüístico-ideológica[10] muy relacionado con términos como: aborrecimiento, abominación, aversión, execración, encono y un largo etcétera más.

         No deja de resultar menos sorprendente que el odio, identificado con el aborrecimiento, en el Diccionario de Autoridades[11], también aporte pocas referencias en su uso literario (así como su derivado odioso). No obstante sabemos que el odio puede ser: acendrado, afilado, a flor de piel, atávico, ciego, contenido, declarado, encarnizado[12]… pudiendo encontrar franca relación con otros términos tales como: oposición, rechazo, sentimiento hostil[13]…

            Con esta breve y aquilatada semblanza inicial sobre la extraordinaria convocatoria de términos, locuciones, ideas, significados en potencial enlace, la palabra odio aparece con frecuencia tan escasa o digna de mención en textos de tanta preponderancia en nuestra literatura clásica que no deja de resultar cuando menos curioso, habida cuenta de lo que este nefasto sentimiento abunda en el espíritu y las sociedades de cualquier época. De todas formas, nuestra propuesta en esta exposición no trata de explicar este fenómeno lexicológico de una palabra de uso tan frecuente y de significado obvio para todo el mundo en los dominios de la literatura en determinada época, pero me parece, sin embargo, muy digno de reseñar, su aparición terminológica (no así sus envenenados  contenidos) sobre todo a la sazón de lo que sigue en los siguientes párrafos.

                Si el odio es pues, la antipatía y aversión hacia alguna cosa o persona cuyo mal se desea[14],  o lo que es lo mismo: sentimiento violento de repulsión hacia alguien, acompañado de deseo de causar daño[15], vemos que nos adentramos en el ámbito de una palabra -referida a un sentimiento o estado de ánimo- cuyo significado –controvertido y controvertible- tiene un uso –común- ampliamente reconocido en el habla y el entendimiento comunes. De las muchas definiciones propuestas por muy diferentes disciplinas del saber humano (psicoanálisis, filosofía, neurociencia…), llegaremos a la conclusión de la incidencia de una serie de factores que  hacen del odio algo común a cualquiera de ellas y que, también, se verán desfilar individualmente en las descripciones que han hecho de este sentimiento muy variadas personalidades a lo largo de la historia de la humanidad, unos veces buscando ciertas analogías por oposición al amor: (Buda: El odio no disminuye con el odio, lo hace con el amor; Nieztsche: El amor y el odio no son ciegos, sino que están cegados por el fuego que dentro llevan), siendo esta relación de opuestos –amor odio- a mi juicio harto discutible[16]; en otras ocasiones se pone en evidencia uno de los efectos más devastadores y peligrosos que conlleva casi siempre, cual es el de ser extremadamente contagioso (Jean Paul Sartre: Basta con que un hombre odie a otro para que el odio vaya corriendo hasta la humanidad entera); también su relación con emociones ajenas de toda razón e inteligencia –cuestión no menos controvertible, si se mira con cierta atención-, (Tennessee Williams: Creo que el odio es un sentimiento que sólo puede existir en ausencia de toda inteligencia); en otras situaciones, unido a la nefanda corrupción moral y social (Victor Hugo: Cuanto más pequeño es el corazón, más odio alberga; George Bernard Saw: El odio es la venganza de un cobarde intimidado; José Martí: Los bárbaros que todo lo confían a la fuerza y a la violencia, nada construyen, porque sus simientes son de odio; Charles Baudelaire: El odio es un borracho al fondo de una taberna, que constantemente renueva su sed con la bebida). 

Visto lo cual es asunto que, atendido con la discreción y vigilancia que merece, puede resultar nada sencillo de describir, indagar, definir y explicar, aun cuando es, por desgracia para el individuo y la sociedad, moneda de cambio bastante habitual en el discurrir de nuestras vidas. Veremos algunos detalles de esta emoción que, por cierto, puede llegar a cultivarse (Odgen Nash: Cualquier muchacho de escuela puede amar como un loco. Pero odiar, amigo mío, odiar es un arte), sin embargo, de manera tan extraordinariamente ordinaria como destructora, mas eso será en la próxima entrada a propósito de lo supuestamente cómico que pudiese contener un chiste henchido con el tósigo gravemente macerado en las guaridas del odio. 


                                                                                            Francisco Acuyo


[1] Corominas, J.: Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana, Gredos, Madrid, 1976, p.421.
[2] Ibidem.
[3] Procedente probablemente de un derivado germánico wrankjan –torcer-, aunque en lengua romance su procedencia e historia no está clara. También se le atribuye a Lucrecio su derivación del verbo rancere, del cual deriva el sustantivo rancere –olor desagradable-; véase la entrada anterior referida.
[4] Título y enlace a la entrada a la que se hace referencia.
[5] sobre todo si atendemos al desarrollo tanto cuantitativo como cualitativo de su acervo terminológico tan extraordinariamente impresionante,
[6] por otra parte empeñados por no pocos en no ver la excepcional riqueza léxica y lingüística de la obra siendo esta uno de los pilares de nuestra lengua, quieren hacer versiones adaptables a la paupérrima realidad de nuestros usos actuales, -así ofrecen su silencio cuando no su aquiescencia el estafermo de nuestras academias- en lugar de hacer lo contrario, es decir poner esta gigantesca obra al conocimiento y disposición de los hablantes –millones- de nuestra lengua excepcional. 
[7] Cejador y Frauca, La lengua de cervantes, Ediciones del Serbal, Madrid, 2001, p. 881.
[8] Ibidem.
[9] Copiar texto del Quijote.
[10] Casares, J.: Diccionario ideológico de la lengua española, ed. Gustavo Gili, Barcelona, 1984, p. 4.
[11] Diccionario de autoridades, tomo III, p. 18-19
[12] Redes, Diccionario combinatorio del español, SM, Madrid, 2005, p. 1368.
[13] Ibidem.
[14] Diccionario de la Real Academia: vigésima edición, Gredos, Madrid, 1984, II tomo, p. 971.
[15] Moliner, M.: Diccionario de la lengua, Gredos, Madrid, 1987, II tomo, p. 550. 
[16] Acuyo, F.: Elogio de la decepción, Jizo ediciones, 2013.





Del odio, entre la realidad y el deseo del mal, Francisco Acuyo

miércoles, 24 de junio de 2015

SOBRE ELOGIO DE LA DECEPCIÓN

Después de pedir autorización a mi muy entrañable amiga, poeta y escritora Jeniffer Moore, y obtenida por mor de su muy benévola aquiescencia, la publico en la sección Extractos críticos, del blog Ancile, aunque muy bien pudiere haber sido incluida en la de, Poesía y amistad, que así me sonaba, a verso, esta preciosa carta que tuvo a bien enviarme con motivo de la publicación del libro, Elogio de la decepción, y que yo tengo el gusto de editar, porque es modelo de elegancia, sensibilidad y, muestra de uno de las fuentes de virtud más inapreciables del que es capaz de ofrendar el ser humano, la amistad sentida y verdadera, y que yo guardo como singular tesoro y que aquí os ofrezco, para quien quiera gustar de tan deleitoso y sublime fruto nunca suficientemente ponderado.


Sobre Elogio de la decepción, Jeniffer Moore, Ancile



SOBRE ELOGIO DE LA DECEPCIÓN




Sobre Elogio de la decepción, Jeniffer Moore, Ancile




Querido y entrañable amigo:

No puedo más que regocijarme en la plenitud del espíritu por haber hallado en el concierto de la humanidad, los acordes singulares y llenos de sabiduría de tu generoso pensamiento expuesto en el Elogio de la decepción.

No pocas veces he meditado sobre la decepción, y más aún experimentado su influencia desde temprana edad y en diferentes momentos del desarrollo de mi ciclo vital, común a todos los humanos. Y en ese devenir convulso y personal  he descubierto que la amistad es el escenario donde con frecuencia se la ve desplegar sus mejores interpretaciones y de cuya comprensión inteligente depende que sea  una bendición para alcanzar la madurez, o un azote que nos empuje a la soledad sin remedio.
Hay un punto, una delgada línea donde pararnos para acceder a la comprensión más alta que las explicaciones corrientes. Y es, a mi modesto criterio, la opción de la humildad.

Como bien dices, en la sabiduría a la que has llegado por el camino del amor y la ciencia,  es por ella (la deceptio) que nuestros ojos descorren las cortinas de lo superfluo y ven lo verdadero, con los pies asentados firmemente sobre una realidad que nos disgusta. Y la amistad, en mi modesta opinión,   permanece en el tiempo cuando entendemos estos misterios. No esperar la perfección del amigo, no pretender de él más que el fruto de su humana condición, igual a la nuestra, factible de errores, desaciertos, omisiones y que es el fruto común que producimos como conjunto social, como civilización a través de los tiempos,  si es que tenemos un concepto sensato de quienes somos, más
Sobre Elogio de la decepción, Jeniffer Moore, Ancile
allá de toda singularidad, vanidad y egocentrismo.

Me ha conmovido profundamente la actitud que se percibe a lo largo del alegato que representa el Elogio de la Decepción. Las antiguas y sagradas Escrituras bíblicas hacen mención de las características del hombre sabio y una de ellas es que aprecia la reprensión del amigo, mucho más que las palabras de adulación de quienes no tienen la intención verdadera de beneficiar al otro.  Así es como el sabio Salomón dice: “Mejor es oír la reprensión de los sabios, que la canción de los necios” (Eclesiastés 7:5).

Pareciera ser que la deceptio forma parte de las lecciones necesarias de la vida y comprenderla permite trascender la mera existencia. Sin embargo, probablemente sea uno de los sentimientos de más impacto negativo y difícil retorno. Tal vez, porque infinitas conexiones íntimas se entrelazan en el complejo sentir que la constituye. Lo que parece más evidente es que todas esas conexiones se enraízan en el ego y como tal, toda decepción es vivida como una agresión directa a nuestra esencia, en ese plano de confianza que habíamos dispensado, y en el cual, sólo se colocan en la balanza las acciones del otro.
Me pregunto si es honesto el amigo decepcionado. La intensidad de la frustración ante lo inesperado  nubla la razón y anula la capacidad de observar hacia adentro con absoluta franqueza y humildad. Pero aún si lo fuera, si en el supuesto caso que se hallara una persona tan pura y recta, sin falla alguna, sufriendo una decepción: ¿No sería el perdón una cualidad  natural de tal individuo, conducta ética que pasa por alto la ofensa y da una nueva oportunidad al amigo?

Sobre Elogio de la decepción, Jeniffer Moore, Ancile       Por ello, entiendo, estimado Francisco, que cuando la maravillosa experiencia de la amistad  supera la decepción, el  ser alcanza una dimensión más humana,   que si pudiera extrapolarse a las diversas y multifacéticas relaciones sociales propias de la civilización contemporánea, sería posible vislumbrar  un tiempo nuevo de euritmia universal sobre la tierra.

Debo agradecerte nuevamente, querido amigo, la inmensa satisfacción que me produjo la lectura de tu texto Elogio de la Decepción, el alegato exhaustivo,  apasionado en defensa de la autenticidad de la amistad sin reservas, vapuleada por los embates de la envidia y la ignorancia, el razonamiento profundo y mesurado acerca de un concepto complejo para el lector desprevenido,  y especialmente, la posibilidad de descubrir esa actitud fraternal y amorosa del amigo (quien pudiera haber estado con justicia, igualmente decepcionado) que da razones expresas a quien debiera haber comprendido sin palabras, pero que vienen al fin, a dar fruto en todos nosotros, lectores ajenos a la situación específica que motivó el texto, brindándonos la oportunidad de injertarnos a través de la palabra, en ese tronco por donde fluye generosa la sabia perenne del entendimiento, la humildad  y la sabiduría.

Finalmente, me atrevo, con la certeza de la abundancia que habita en tu corazón, a rogarte que continúes en esta huella fecunda y nos alegres y beneficies con nuevos aportes sobre el tema, los cuales son tan necesarios para la noche que nos toca vivir como civilización que tropieza repetidamente en la misma piedra.

Con un abrazo fraterno, quien se siente honrada con tu amistad:

Jeniffer Moore
Miami, FL. USA



Sobre Elogio de la decepción, Jeniffer Moore, Ancile



martes, 23 de junio de 2015

DON QUIJOTE: DE LA UTOPÍA AL MITO

Presentamos un nuevo e interesantísimo trabajo sobre El Quijote, por el profesor y filósofo Tomás Moreno, para la sección habitual de Microensayos, del blog Ancile. Anunciamos que para finales de año saldrá, para los lectores interesados, a la luz de la imprenta una publicación (en Jizo Ediciones) que recogerá todos los estudios sobre esta obra magna de la literatura universal del genio cervantino, algunos de ellos ya publicados en este medio, otros aparecidos en revistas diversas y algunos otros inéditos, les tendremos al tanto de esta primicia. Sirva también esta publicación para conmemorar el centenario de su aparición.


Don quijote: de la utopía al mito, Tomás Moreno


DON QUIJOTE: DE LA UTOPÍA AL MITO


Don quijote: de la utopía al mito, Tomás Moreno



Si existe algún héroe utópico o eutópico ése es sin duda don Quijote. Aunque el Quijote no es, formalmente, una utopía stricto sensu,  nadie puede negar que a lo largo de la obra cervantina podemos encontrar numerosos episodios, pasajes, discursos que destilan temas, contenidos, intenciones y anhelos inequívocamente utópicos. Entre ellos recordemos, por ejemplo, episodios como el “Discurso a los cabreros” (capítulo XI de la Iª parte), la aventura de la “Liberación de los galeotes” (capítulo XXII de la Iª parte) o las peripecias de Sancho, gobernador de la “ínsula Barataria” (capítulos XLII  hasta el LIII, alternativos, de la IIª parte). Ejemplos, todos, de alguna de las diversas variantes temáticas que configuran y especifican convencionalmente el  género literario y de pensamiento que es la utopía: la variante  arcádico-pastoril o nostálgica de la Edad de Oro -el locus amoenus  o aetas aurea de los clásicos grecolatinos desde Hesíodo hasta Ovidio u Horacio -; la variante libertaria de la libertad y de la justicia absolutas y la variante utópica del buen gobierno.
            José Antonio Maravall en una obra ya clásica sobre el tema -“Utopía y contrautopía en el Quijote”- y refiriéndose al  anhelo quijotesco de retornar a la Edad Dorada, señala que este intento o sueño de vivificación del mundo caballeresco-pastoril a través del voluntarismo de la acción individual esforzada de don Quijote, según los cánones de la caballería como método, y en el contexto de una vida natural  al margen de la realidad social, política, económica y tecno-científica de su tiempo, estaba abocada al fracaso más estrepitoso.
Don quijote: de la utopía al mito, Tomás Moreno            En efecto, el proyecto quijotesco de la aurea aetas, (ese sueño de una sociedad caballeresco-pastoril) era la expresión anacrónica de un intento de refeudalización estamental y agrarista de la sociedad de su tiempo, reivindicado por la pequeña nobleza decadente en lucha frente a las nuevas clases en ascenso, la burguesía y la nobleza enriquecidas. Una ofensiva o reacción señorial que era un disparate total, y mucho más si trataba de realizarse en el preciso momento de cristalización de un nuevo modo de producción social, el capitalista, y de afianzamiento y consolidación del emergente estado moderno. Algo, pues, absolutamente estéril e imposible de realizar en las condiciones objetivas de su tiempo.
            Precisamente por eso, Cervantes refleja este ideal utópico arcádico-pastoril  en el espejo de la sutil y amarga ironía, tan suya, que se ha hecho acreedora del calificativo de “cervantina”. Esta ironía es la que da un carácter totalmente ridículo a esas aspiraciones utópicas, hasta el punto de convertirse en una utopía de evasión, o contrautopía, como la llama Maravall en el título de su libro. Pero hay que notar que no es una ironía cruel, sino compasiva, diríamos incluso que cristiana, y llena de simpatía por el personaje y por sus ideales.
            ¿Es, entonces, el “Quijote” un libro antiutópico, pesimista, cáustico y desesperanzado? No, de ninguna manera. Es un libro que expresa un gran desengaño, un gran desencanto, un gran escepticismo, sí. Pero también, un libro que alimenta, encarnada en la figura de su protagonista, una llama inextinguible de esperanza: que no entiende el fracaso, la desgracia o la lucha por los ideales como estériles o inútiles. Su canto a la libertad y a la igualdad, su apuesta por los menesterosos, por los débiles y desvalidos, por las mujeres indefensas, por los marginados, los apaleados, los que padecen persecución y agravios por causa de la justicia -que impregnan todas las páginas del libro- siguen, deben seguir, vigentes y actualizables.
            Y es que una cosa es la certera, consciente y desencantada propuesta crítica del autor de la obra, Cervantes, contra los desvaríos utópicos y quimeras ucrónicas e irrealizables de la España de su tiempo, y otra, muy distinta e inevitable, es la fascinación que su protagonista principal, don Quijote -desprendido de la obra literaria que le diera origen- va a ejercer en el presente, ejerció en el pasado y ejercerá sin duda en el futuro en las mentes y en la imaginación colectiva de sus lectores y también en el folclor y la iconografía popular, convertido o transformado en un auténtico mito extra o transliterario: “Cuando determinado ente de ficción creado por un poeta -escribe Francisco Ayala en “El mito de don Quijote”- salta de las páginas del libro […] para adquirir autonomía, instalándose en la imaginación colectiva, de manera que su figura llegue a ser familiar aún para quienes nunca han leído el libro […] e incluso para quienes acaso ni siquiera tengan noticia de que existe la obra literaria donde se originó” nos encontramos con un verdadero mito que ha adquirido existencia y personalidad propias.
            Por su parte, Vladimir Nabokov, en su polémico ensayo sobre “El Quijote”, al explicar este mismo proceso de personificación o encarnación extratextual de un mito -como el de don Quijote- coincide significativamente con lo indicado por el gran pensador granadino, al señalar lo siguiente:         “Estamos ante un fenómeno interesante: un héroe literario que poco a poco va perdiendo contacto con el libro que le hizo nacer […].  Lleva trecientos cincuenta años cabalgando por las junglas y las tundras del pensamiento humano, y ha crecido en vitalidad y en estatura. Ya no nos reímos de él. Su escudo es la compasión, su estandarte es la belleza. Representa todo lo amable, lo perdido, lo puro, lo generoso y lo gallardo. La parodia se ha hecho parangón”.

Don quijote: de la utopía al mito, Tomás Moreno            Pues bien, a pesar del fracaso de su utopía específica (la ensayada concretamente por Don Quijote en el inmortal libro) el proyecto utópico de su misión, o mejor, el “espíritu de utopía” que espíritu sigue presente en el horizonte humano como una estrella polar, como un punto cardinal de sentido, telos y orientación del caminar humano por la historia; y no se diluye, no desaparece, no muere, como no lo hace el personaje cervantino. Don Quijote personifica, trasciende las intenciones de su autor o artífice, Cervantes, alcanzando -como Ayala o Nabokov han mostrado y explicado- su plena autonomía y emancipación. Ese
            Renace siempre de sus cenizas, como el ave Fénix, y asume diversos nombres y personificaciones, que han cambiado realmente nuestro mundo, haciéndolo un poco mejor: quijote Francisco de Asís, quijote Teresa de Ávila, quijote Gandhi, quijote Martin Luther King, quijote Obispo Romero, quijote Ignacio Ellacuría,  quijote Teresa de Calcuta, quijote Nelson Mandela. Ese espíritu es inmortal: es la utopía mil veces anhelada de la aspiración a la libertad, a la justicia, a la paz y al amor que alienta inextinguible en lo más profundo de todos los seres humanos.
           
                                                                                                Tomás Moreno Fernández




Don quijote: de la utopía al mito, Tomás Moreno





lunes, 22 de junio de 2015

ELENO, CUENTO DE PASTOR AGUIAR

 Traemos nuevamente para la sección de Narrativa del blog Ancile, un excelente cuento de nuestro dilecto escritor Pastor Aguiar, esta vez bajo el título, Eleno.



Eleno, de Pastor Aguiar, Ancile




ELENO





Eleno, de Pastor Aguiar, Ancile


Entré a la cocina en busca de café, amanecía. Entonces se me apareció Eleno como tatuado sobre las penumbras, tan pálido que me asusté. Era la imagen de la muerte sonriendo a medias, las manos puros huesos a punto de desarmarse en vez de cumplir con el ritual de encender un cigarrillo.
_ ¿Dónde están mis fósforos?
_ Ahí hay una caja, al borde de la cafetera_ Le dije en un susurro, porque sospechaba que era un fantasma, a pesar de que la tarde anterior su hijo Paulo me había dicho lo de la enfermedad.
_ Acá la veo, gracias muchacho.
Con el primer buche de humo le vino la tos. Parecía tan débil que lo imaginé deshaciéndose como burbuja al explotar, ¡pum!, cero Eleno, jamás lo hubo. Era el miedo mío cuando me ponía a pensar en la fatalidad de haber venido al mundo. Sí, mucha cosa que ver, que sentir, pero al precio de estirar la pata alguna vez. No valía la pena, no haber vivido de seguro implicaba el desconocimiento de la vida, y lo que no se sabe no se extraña.
Pero allí estaba Eleno, cómo no iba a ser de carne y costillares si desde que tuve memoria lo vi desmochando palmas por toda la sitiería. Era el único que subía los troncos como si fuera un gato, sin aparejos, esos troncos lisos de las palmas reales. Lo veía con el cuchillo en la boca llegar a los racimos de palmiche, confundiéndose con las nubes, y con par de tajos cortarlos arrente al nacimiento. Era emocionante ver caer los racimos, desparramar los granos sobre la yerba, mordisquear algunos como si fuera un cerdo, duros que son los palmiches, carajo, solo a los puercos se les ocurre meterles el diente.
Allí estaba Eleno de color ceniza, un retazo de lo que había sido, mirándome con su risita jíbara, el cigarro en la derecha sin encontrarle la boca.
_ ¿Qué va a hacer ahora?
_ Me voy al arrozal, está enyerbándose y Paulo no le hace caso, ya sabes, lo de él son las mujeres, no tiene ojos para otra cosa.
_ Oiga, mire que ya no está para esos trajines, ¿por qué no se recuesta un rato hasta que el sol caliente?
_ Tiene que ser ahora mismo, tú no te das cuenta, es mejor que ni te lo imagines, al fin y al cabo es una sola vez, pura mierda, muchacho; pero no me queda tiempo, el arrozal me espera, quiero empaparme con el rocío; si lo vieras, ya me da por la cintura.
Yo sí sabía, al menos tenía la idea de que Eleno iba a morirse en cualquier momento. Me aterrorizaba pensar que cayera en medio de la cocina, que me pidiera algo tremendo, que me confesara un secreto fulminante. Nunca había visto al alguien morirse; muertos sí, pero los muertos son diferentes, están vacíos.
Lo dejé salir, se lo llevó una hilacha de viento mañanero, eso supuse, porque no quise voltearme para verlo dando tumbos de borracho. Ojalá tuviera tiempo para fumarse el resto de la caja de cigarrillos Competidora, que le gustaban tanto.



Pastor Aguiar

Mayo 27-2015



Eleno, de Pastor Aguiar, Ancile

viernes, 19 de junio de 2015

ELOGIO DE LA DECEPCIÓN, MODELO DE DISEÑO EDITORIAL.

Reproducimos del blog Atticus diseño gráfico, la entrada sobre el libro Elogio de la decepción, para la sección del blog Ancile dedicada a este espacio de diseño artístico y editorial.

Enlace a la página Atticus ediciones

atticusediciones@gmail.com




  El libro de reflexiones y pensamiento del poeta Francisco Acuyo titulado, Elogio de la decepción, del cual ofrecemos una muestra breve del contenido de unas meditaciones que, aún situadas a una distancia de la creación poética, siempre la poesía estará al fondo de todas ellas. Libro singular que desde aquí recomendamos vivamente y desde el que podrán constatar nuestra cuidadísima  labor de diseño editorial en un conjunto de textos realmente profundos y no menos aquilatados. 


Elogio de la decepción, Atticus ediciones, Ancile






ELOGIO DE LA DECEPCIÓN, 
MODELO DE EDICIONES EJEMPLARES




Elogio de la decepción, Atticus ediciones, Ancile




La soledad individual, tomada o tenida presente por virtud del engaño o la decepción, nos muestra con preclara y mayor clarividencia la dimensión extraordinaria de la amistad verdadera, en tanto que nos enfrenta a nosotros mismos en una singular reflexión del ser. La conciencia decepcionada, vuelta hacia sí misma por el desengaño, ve con total claridad la cierta dimensión de la soledad y de la imprescindible philía como afecto, mas también cómo la razón vive de solidaridad y plena y cálida convivencia.




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Qué gran bien, querido amigo, nos hace la visión de la verdad a través de la decepción, si nos muestra el engaño. La amenaza siniestra de la manipulación nos queda manifiesta y evidente la falsificación intencionada; mas la fórmula magistral del sabio queda patente en la bondad posible, si el hombre es la medida [sic] de todas las cosas, pues el juicio justo y la observación de la verdad serán así elementos sustanciales de la bondad misma. Me parece grande dignidad este reconocimiento: mediante el mismo aquella realidad de excelencia (areté) humana es posible. La inteligencia y la verdad aspiran a la finalidad acaso más legítima, pues al mirarse en ella, entiende sin asomo de ninguna duda el imperativo de mirar al otro, porque el otro, al fin y al cabo, en la amistad, no es sino otro yo mismo. Será por eso  que la estupidez se manifiesta siempre peligrosa. A tenor de ella olvidamos lo que somos y, por tanto, lo que el otro, potencialmente, representa para la realización de nosotros mismos: la memoria será, pues, fundamento solidario y de libertad recurso imprescindible para todo tipo de concordia y de sabiduría.




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Nunca hizo falta, caro hermano, si eres en verdad otro yo mismo, de más  razones que este corazón único que compartimos en su latir unánime para la comprensión de potenciales disensiones que, al fin,  no harían más que, si cabe, afianzar los lazos que nos unen, pues  bien sabemos lo íntimo de alegrías y penas  sin mediar siquiera una palabra. Por todo esto sé que tan insignificante falta en relación a las explicaciones que mereces por mi ausencia en este o aquel evento, no debiera ser motivo de disgusto; y porque veas que soy muy consciente de la rara y singular preeminencia del vínculo que tan estrecha y afectivamente nos hace uno, quisiera relatarte, en ligero y particular desfile, la razones por las que la amistad verdadera ha de mantenerse siempre muy lejos de cualquier sospecha. Así paso, en desordenado pero creo que entretenido y rápido cortejo, una suerte de consideraciones muy a propósito a tan estupendo asunto, y en relación con las razones sobre las que se funda la confianza más genuina, porque no puede ser  ninguna otra mejor que la amistad.






Elogio de la decepción, Atticus ediciones, Ancile