De Joel Rea |
DE LAS PROPIEDADES DE
LO BELLO Y
LA REALIDAD DE LO OBSERVADO
El valor de lo bello es la
propiedad de un objeto (también de una idea) que para ser necesita de la
propiedad de ser observada (el ser en la belleza)[1],
decía en más de una ocasión, sin conocer entonces la inquietante afirmación
John Wheeler que se aproximaba inquietantemente[2]
a la que había tenido (muy humildemente) como una intuición necesaria para
indagar sobre lo que la belleza sea.
Más
allá (o más acá) de que la belleza sea verdad (como ideal del bien y de
perfección), es inevitable preguntarse cuál es la naturaleza de lo bello, lo
cual es como decir o preguntarse qué debe producirse para que esto o aquello
sea hermoso. Las causas físicas que producen dicha hermosura aparecen como
incuestionables, si se manifiestan reflejadas en la materia misma (como
objeto), recordamos en anteriores entradas[3],
siendo la conciencia algo accesorio y en modo alguno fundamental, ofreciendo un
ámbito de belleza carente de humanidad en una sociedad, no obstante, perfecta.
Lo más íntimo de las estructuras materiales de su organización, así como sus
propiedades habría sido insensible a cualquier cambio, sin el factor de la
conciencia el dominio mecánico del mundo haría inevitable la imposibilidad de
una valoración de lo supuestamente bello que requiere además de la observación
(de la consciencia), también el dictamen, la consideración, el aprecio y
valoración de lo hermoso.
De
lo inmediatamente antecedido se infiere que la conciencia (cartesiana)
mecánica, radicalmente separada del objeto de belleza, es imposible para su
valoración, no solo emocional, también intelectual de aquél. En cualquier caso
partimos de potencialidades e intuiciones sobre lo que la belleza sea en las
que la conciencia juega un papel capital para su realización y sobre el ámbito singular
en el que lo bello aspira a ser real. Así pues, la conciencia (la idea) de lo bello podemos
afirmar que tiene que ver con más que lo que podemos decir de la belleza (análogamente
decía Bohr[4]
en relación a lo que podíamos advertir de la propia naturaleza, por lo que
podíamos argumentar que el dominio en el que prevalece lo bello es el de las
ideas o las abstracciones que, sin embargo, se identifican admirablemente con lo
físico y que apreciamos sensorialmente. ¿La realidad de lo bello y la realidad
de lo material están sujetas a la previsión de la abstracción (ideación)
probabilística[5] y, por
tanto, dependientes de la conciencia del observador?
Hubo
quien en modo alguno se sentía cómodo con
esta visión extraña de la realidad atómica de todas las cosas que venían
a estar hechas con átomos. Es el caso de Schrödinger. Así pensaba que (véase la
metáfora del gato de Schrödinger)[6]
que la conclusión lógica extraíble de la visión cuántica tenía que ser absurda
o extravagantemente verdadera. La contemplación y valoración de la belleza me
hace muchas veces sentirme como el observador del pobre gato sujeto al ser o no
ser en virtud de si es o no observado. Parece que la cuestión de qué es o no
bello puede ser análoga a la cuestión de qué es o no real, y eso nos lleva
inevitablemente a entender qué es la belleza lo mismo que a qué nos referimos
cuando hablamos de realidad. Parece difícil eximirse, no obstante, de la
necesidad positivo materialista de que si una propiedad física (por qué no
estética) de un objeto puede conocerse sin observarse, entonces esa propiedad
no puede haber sido creada por su observación[7]
(es decir por la conciencia).
En
cualquier caso, la cuestión de las propiedades de lo bello y de lo real para su
objetivación necesita un punto original desde el que partir para obtener la
condición de bello y, por qué, de real. Estas cuestiones fascinantes las iremos
desgranando en posteriores entregas de este blog.
Francisco Acuyo
[1] Acuyo,
F. Fisiología de un espejismo,
Artecittà ediciones, Granada, 2010. Elogio
de la decepción, Jizo ediciones, Granada 2012.
[2] Decía: Ninguna propiedad microscópica (material)
es una propiedad hasta que es una propiedad observada.
[3] Ancile: Cuando la realidad es belleza y la belleza
realidad: http://franciscoacuyo.blogspot.com.es/2017/06/cuando-la-realidad-es-belleza-y-la.html
[4] Niels
Henrik David Bohr, padre de la denominada escuela de Copenhague y uno de los
físicos fundamentales de la teoría mecanicocuántica.
[5] De hecho
no son pocos los físicos de partículas que piensan que los objetos
(microscópicos) no son reales, sino que son meras potencialidades.
[6] O
paradoja del gato de Schrödinger, cuyo experimento imaginario consistía en
introducir un gato en una caja cerrada y opaca de tal suerte que un dispositivo
de gas se activa en virtud de que una partícula radiactiva lo active y el gato
muera (o no) según las probabilidades, del 50%, de que esto suceda o no, por lo
que se dice que hay una superposición de estados sucederá que en virtud del
paso de unos instantes el gato estará al mismo tiempo vivo y muerto.
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