Para la sección, Microensayos, del blog Ancile, traemos una nueva entrada sobre el fenómeno de la misoginia del filósofo Tomás Moreno, bajo el título: De Max Scheler a Ortega y Gasset. La debilidad femenina como resentimiento y rango vital
inferior.
DE MAX SCHELER A ORTEGA Y GASSET.
LA DEBILIDAD FEMENINA COMO RESENTIMIENTO
Y RANGO VITAL INFERIOR
Reflexiones y argumentos como los expuestos hasta ahora llegarán
al siglo XX y encontrarán eco, en cierta manera, en filósofos tan importantes
como Max Scheler, Georg Simmel e incluso Ortega y Gasset (1883-1955).
Fijémonos, por ejemplo, en el autor de El
resentimiento en la moral[1].
En dicha obra, Max Scheler analiza tres de las deficiencias morales que aquejan
a la mujer en cuanto tal que, en su opinión, se vinculan con su
“debilidad”: la venganza, el resentimiento y la gazmoñería. En primer lugar la
mujer es vengativa: al ser más débil que el hombre es más vengativa. Por
encontrarse además en situación de
competencia o conflicto “de continuo con sus compañeras de sexo por obtener el
favor del hombre”[2],
su habitual inclinación al chisme
detractor sería a un mismo tiempo expresión
y terapia de semejante situación. De los agravios infligidos al
sentimiento del propio valor por la repulsa erótico-sexual de la otra parte (la
masculina), nacen sus impulsos de venganza, que son objeto de represión en
medida mucho mayor que otros de índole diferente.
En segundo lugar,
la mujer
es resentida, porque desde su debilidad se siente potencial víctima de la lucha contra las otras
mujeres por la protección masculina. El peligro del resentimiento[3]en
la mujer, apunta Scheler, viene acrecentado especialmente por la circunstancia
de que la naturaleza y las costumbres le atribuyen, justamente en el terreno del
amor al hombre –“su máximo interés vital”- elpapel reactivo y pasivo de conquistada. Finalmente, la mujer
es gazmoña. Scheler se refiere concretamente a la solterona, cuyos impulsos sexuales de
reproducción y de ternura han sido reprimidos, por lo que está raras veces
libre del veneno del resentimiento. Lo que llamamos gazmoñería –en oposición al genuino pudor-, no es, en realidad,
sino una forma particular del resentimiento sexual. La continua inquisición de
sucesos con sentido sexual, para hacer recaer sobre ellos juicios negativos de
valor, esa caza de lo pecaminoso que se convierte en obsesión de muchas
solteronas, no es sino una última forma de satisfacción sexual, que se ha
transmutado en satisfacción del resentimiento. Pese
a esta conceptualización negativa de la mujer, encarnación de lo débil “oscuro,
pasional e instintivo”, secularmente sometida a la dominación androcéntrica y
patriarcal del más fuerte –el varón-, un filósofo tan profundo y “personalista”
como Max Scheler, no podía quedarse anclado en semejante negatividad
antifemenina. En un sugestivo y profundo estudio sobre el pensamiento
“feminista” del filósofo de los valores, Marta Albert Márquez[4]
ha puesto de manifiesto cómo para Max Scheler
-como ya anunciara el filósofo germano en una famosa conferencia
pronunciada en 1927 en la Escuela Superior Alemana de Política[5]-
el movimiento feminista ofrecía la posibilidad de alcanzar un tiempo o etapa de
“nivelación” entre el hombre y la mujer, de igualación y complementariedad
entre los sexos. Se trataba, pues, un movimiento necesario en tanto tendencialmente conducente u orientado a inaugurar una Nueva Etapa de la historia
universal, en la que el ideal antropológico habrá dejado de medirse por valores
exclusivamente masculinos (unilateralmente
espirituales o intelectivos). La emergencia y revalorización de los valores
típicamente femeninos (vitales, pero no unilateralmente
vitales) lograrán un armónico equilibrio y complementariedad entre los
principios de la mujer y los del hombre, cuya fusión resultará imprescindible
para la formación de un nuevo ideal antropológico de la Humanidad: el Hombre
Total[6].
Por
lo que se refiere a nuestro primer filósofo, José Ortega y Gasset, también la debilidad congénita o natural asignada a
las mujeres constituirá un rasgo específico de su ser femenino. Es más,
considera incluso que la debilidad de la
mujer delata su rango vital inferior.
Y, cosa muy singular, el filósofo madrileño se admira de ello, pues resulta que
“no existe ningún otro ser que [como la mujer] posea esta doble condición: ser
humano y serlo menos que el varón”[7]:
En este carácter patente de
debilidad se funda su inferior rango vital. Pero, como no podía menos de ser,
esta inferioridad es fuente y origen del valor peculiar que la mujer posee
referida al hombre. Porque, gracias a ella, la mujer nos hace felices y es
feliz ella misma; es feliz sintiéndose débil. En efecto, sólo un ser inferior
al varón puede afirmar radicalmente el ser básico de éste, no sus talentos, ni
sus triunfos, ni sus logros, sino la condición elemental de su persona[8].
Esa debilidad esencial de la mujer es
asociada habitualmente por Ortega a la blandura,
cualidad femenina “distante del autodominio disciplinado del varón señero”. En
la obra de Ortega, como ha señalado Manuel Burón González, “la mujer ofrece la
imagen concreta y cercana de la naturaleza
sometida, y por sus propias peculiaridades, anuda en su seno la dualidad
ambigua del espíritu dominador respecto a la naturaleza”[9].
Según Ortega la entrada en la civilización para ella se produjo a través del
sometimiento –esto es mediante un “acto de violencia”- bien en forma de rapto ejecutado por los jóvenes de la
horda primigenia o como una presa,
como un trofeo conquistado mediante la faena venatoria del hombre cazador:
La caza sin
dejar de ser caza, se convierte en la forma germinal del amor. Y, por lo
pronto, nace la institución matrimonial en su forma primigenia. El rapto, que
va a quedar como símbolo perenne del amor; porque amor, si lo es de verdad, es
para la mujer sentirse arrebatada, raptada[10].
Para nuestro
filósofo, la imagen de la mujer como “naturaleza domesticada” - pasiva, débil,
sometida, indiferenciada, desindividualizada, marginada de la historia- y objeto de la opresión civilizadora, que
representa la actividad viril, dominadora y depredadora del hombre, es más real
y verdadera que cualquier otra visión de la mujer concebida como lo que
verdaderamente es: un ser humano libre, dotado de igual dignidad,
individualidad y personalidad que cualquier otro congénere, y reconocido como
sujeto de derechos y deberes iguales a los que históricamente ha disfrutado y
disfruta el hombre varón.
TOMÁS
MORENO.
[1] Max Scheler, El
resentimiento en la moral, ed. y tr. de J.M. Vegas, ed. Caparrós, 1992.
[2] Ibíd., p.42
[3] Para Max Scheler el resentimiento es uno de los factores más poderosos de deformación
en la construcción de la moral y en la estimativa de los valores, una auténtica
“intoxicación psíquica”.
[4] Marta Albert Márquez, “La mujer en la ‘etapa de la
nivelación’. El feminismo en el pensamiento de Max Scheler”. Comunicación
presentada en las XVIII Jornadas de la Sociedad Española de Filosofía Jurídica
y Política, El feminismo en la filosofía
jurídica y política contemporánea, Granada, 5 y 6 de abril de 2001, pp.
181-203. Para el tema del amor y la sexualidad en Max Scheler véase Leonardo
Rodríguez Duplé, “El amor y el instinto sexual en la antropología de Max
Scheler”, Anales del Seminario de Historia de la Filosofía, Vol. 30 Núm 1
(2013), pp. 169-190.
[5] Conferencia titulada “El hombre en la etapa de la
nivelación”, en Metafísica de la libertad
(traducción de Curt Hacker). Una versión resumida de la misma en El porvenir del hombre, Madrid,
Espasa-Calpe, 1942.
[6] Ibid., p.
202.
[7] J. Ortega y Gasset, El hombre y la gente, El Arquero, Revista de Occidente,
Madrid, 1970, p. 179
[8] Ibid., p. 184.
[9] Manuel Burón González, La Historia y la naturaleza. Ensayo sobre Ortega, Akal, Madrid,
1992, p. 232 y ss.
[10] José Ortega y Gasset, Sobre la caza, los toros y el toreo, Alianza Editorial, 1986, p. 114. La cursiva es nuestra. Ortega conecta
significativamente dos imágenes o metáforas para situar a la mujer en la
historia y en su relación con el varón, la imagen de la mujer objeto
de rapto y rapiña y la imagen de la corza como pieza de caza,
que desarrolla en sendos ensayos. “El origen del Estado” y “Meditación de la criolla”. “Ambas –dice
Burón González- nos presentan a la mujer como objeto de la actividad predatoria
del hombre respecto a la naturaleza” (La
Historia y la naturaleza, op. cit., p. 232).
cual es el titulo de la primera obra?
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