Para la sección, Pensamiento, del blog Ancile, traemos un nuevo post que lleva por título: Sobre el desvío trópico y la metáfora.
SOBRE EL DESVÍO TRÓPICO EN LA METÁFORA
La noción de desvío no es absoluta, ya que si partimos
de la lengua supuestamente más neutra (científica) y como paradigma más cierto
en referencia a esa neutralidad, es evidente que el propio estilo científico
es ya una desviación, y es que la neutralidad lingüística solo podrá quedar
reducida a semas esenciales.[1]
El discurso poético y su proverbial desvío espacial
deducible de sus características rítmicas, fónicas, las reiteraciones de rima…
invisten de corporeidad sensible al poema donde el sentido y el sonido
convergen, para ir después de la mano, por lo que se se puede inferir que la función poética
trasciende la referencial en pos de instaurar su propia realidad
incuestionable. El uso de la figura (de la metáfora) es de por sí una prueba
más y muy manifiesta del uso desviado de la lengua y, sobre todo, cuando se pone
en cuestión el código del mismo lenguaje. En este sentido el desvío está
imbricado en el centro mismo de la creatividad del ejercicio poético, si lo que
pretende es ofrecer una nueva congruencia (lógica poética) mediante la que
acceder a la realidad para construir otra nueva.
Pero veamos un instante las definiciones de metáfora y
su situación en el ámbito de las taxonomías retóricas hasta nuestros días. La
metáfora: Es un procedimiento lingüístico
y literario
consistente en designar una realidad con el nombre de otra con la
que mantiene alguna relación de semejanza.[2] Está integrada dentro de las licencias
semánticas o Metasememas.[3]
Se enmarca el ámbito del tropo, unas veces dirigido al exclusivo dominio de la
palabra y otros aplicado al campo de la oración o del discurso, estableciéndose
una síntesis que finalmente se acabarán diferenciando en tropos de palabra y de
pensamiento[4].
Siguiendo los criterios más actuales se ha acabado por
seguir la dirección ambivalente de los tropos en dos grandes divisiones
(anunciadas por Jakobson) en la que se distingue entre las que observan
relaciones de semejanza o bien de contigüidad, distinguiendo tropos metafóricos
y metonímicos.[5]
Herrera establecía la infinitud de posibilidades que
ofrece (sus posibilidades son
ilimitadas, y acaban estableciéndose una taxonomía que distingue varios tipos
de metáforas (nominales, verbales, adjetivales… y sus relaciones
semántico-referenciales: relación animado-inanimado, inanimado-inanimado,
animado-animado…), amén de las distinciones como las de metáfora pura (cuando
el término real es sustituido por la imagen), o impura (cuando el término real
es conservado junto a la imagen).
Es interesante apuntar para nuestros propósitos
expositivos, que la metáfora distingue (para algunos estudiosos, Jakobson) dos fenómenos distintos, a saber: un aspecto denotativo (estrictamente
semántico) y otro denotativo, este último exterior a la lógica del enunciado y
que se apoya en una connotación psicológica (asociada), y es la que afectará
al lector emocional y mentalmente y que
pone en evidencia el carácter dinámico de esta figura y que pone en evidencia
la organicidad de la misma que se asienta fundamentalmente en la imaginación y
que a diferencia de la metonimia, que sigue el orden de las cosas y es
analítica, la metáfora es sintética e intuitiva, y por tanto tiene la capacidad
de cambiar la comprensión del mismo discurso donde es utilizada, manifestando
una evidente impertinencia semántica, sobre todo en poesía.
Francisco Acuyo
[1] Ricoeur. P.: Ob. cit.
p. 193.
[2] Estébanez Calderón, D.:
Diccionario de términos literarios, Alianza Editorial, Madrid, 1996, p. 661.
[3] Plett, H.F.: Rhétorique
et Stylstique, Kibédi Varga, Théorie de la literatura, Paris, Picard, 1981, p.
164.
[4] Lausberg, H.: Manual de
retórica literaria, 3 vols. Gredos, Madrid, 1967, pgs. 552-598 y 893-910.
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