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jueves, 9 de agosto de 2018

DE LA SOLEDAD O LA MUERTE (PRIMERA PARTE: DE LA SOLEDAD Y LA AUSENCIA DEL AMIGO)


Para la sección, Pensamiento, del blog Ancile, traigo una nueva entrada que lleva por título; De la soledad y la muerte. Es un breve fragmento de una serie de reflexiones que tuvieron lugar a raíz de la muerte de mi padre y de la singular situación vivida en tan amargo trance.




De la soledad y la muerte. Francisco Acuyo




DE LA SOLEDAD Y LA MUERTE

(PRIMERA PARTE: DE LA SOLEDAD 

Y LA AUSENCIA  DEL AMIGO)





A la memoria de mi querido padre








La muerte  no es asunto nuestro

 Boris Pasternak

Los funerales son grandiosos y la muerte es un ratón

Proverbio árabe






 Si es milagro (y misterio) el trasegado discurso de la vida, bien estrecho a ella se anuda, se articula vívido no menos, el extraño, inevitable sufrimiento en nuestra existencial  concurrencia. Que acaso nos provoque la pérdida de un ser querido el grande desconsuelo  de su extravío irreparable, nos parece muy normal y muy conexo al claro desconcierto de cualquiera que la haya soportado. El raro, sórdido sosiego del sentido comunica  directamente con el incognoscible  patetismo de la existencia nuestra.

                Siempre pensé que habría de encontrar, y sin querer en modo alguno el duro  momento  de la pérdida de un padre  excusar, un alivio en la compañía y aliento  del amigo en un trance tan amargo. No me cansé de ponderar un tiempo, con elogio sensato me parece,  la temida por tantos apremiante, indispensable decepción. Si es que de aquel elogio de la decepción[1] hubiera de tomarse el pulso  real a la franqueza, a  la lealtad, o, al menos  a alguna vaga inclinación respecto al sufrimiento del otro yo mismo, que no es sino el amigo verdadero. He de reconocer más inaudita la desventura,  más desguarnecido todavía el espíritu ante aquella soledad, ante aquella expatriación de  y genuina esperanza. Proscripción  y descuido inimaginables que inevitablemente me mostraban una ausencia que habría de sumirme  en angustia  y amargura desconocidas .

De la soledad y la muerte. Francisco Acuyo
                En duda nunca puse -ni tampoco la habría ahora de poner- aquella  alteridad sublime que el amigo verdadero en la vida representa. En la hospitalidad fraterna de los pocos  corazones que viven en concordia y en igualdad recíproca creí verme, si es que en verdad fuese común  todo lo del  amigo y lo que aquél  con su hermandad encarna. No aventuren de ningún modo que no siga, punto  por punto, sosteniendo mi habitual  convicción en la idea –necesaria-  y en la –muy rara- sustancialidad de la amistad.  Más bien será al contrario, por su prístino y precioso menester  en ella  me reafirmo, aunque en tan grave  caso como el que os cuento, en soledad y ayuno del alimento de su  necesaria comparecencia, tuve de vérmelas acompañado, sin  embargo, de la angustia y el desconsuelo.  Aun en este destierro todavía  con más certeza convalida mi intuición la verdad de su  exigencia. Digo más, que aun no habiendo un solo hombre que no me acompañara en la alegría  o la aflicción en este mundo, de seguro que la idea y la convicción siempre fértil de la amistad guiaría  los designios seguros o inciertos de mi vida.


Francisco Acuyo




[1] Acuyo, F.: Elogio de la decepción, Jizo ediciones, Granada, 2012.






De la soledad y la muerte. Francisco Acuyo

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