Para la sección, Pensamiento, del blog Ancile, traigo una nueva entrada que lleva por título; De la soledad y la muerte. Es un breve fragmento de una serie de reflexiones que tuvieron lugar a raíz de la muerte de mi padre y de la singular situación vivida en tan amargo trance.
DE LA SOLEDAD Y LA MUERTE
(PRIMERA PARTE: DE LA SOLEDAD
Y LA AUSENCIA DEL AMIGO)
Y LA AUSENCIA DEL AMIGO)
A la memoria de mi
querido padre
La muerte no es asunto nuestro
Boris Pasternak
Los funerales son grandiosos y la muerte es un ratón
Proverbio árabe
Si es milagro (y misterio) el
trasegado discurso de la vida, bien estrecho a ella se anuda, se articula
vívido no menos, el extraño, inevitable sufrimiento en nuestra existencial concurrencia. Que acaso nos provoque la
pérdida de un ser querido el grande desconsuelo
de su extravío irreparable, nos parece muy normal y muy conexo al claro
desconcierto de cualquiera que la haya soportado. El raro, sórdido sosiego del
sentido comunica directamente con el
incognoscible patetismo de la existencia
nuestra.
Siempre
pensé que habría de encontrar, y sin querer en modo alguno el duro momento
de la pérdida de un padre
excusar, un alivio en la compañía y aliento del amigo en un trance tan amargo. No me cansé
de ponderar un tiempo, con elogio sensato me parece, la temida por tantos apremiante, indispensable
decepción. Si es que de aquel elogio de
la decepción[1]
hubiera de tomarse el pulso real a la
franqueza, a la lealtad, o, al menos a alguna vaga inclinación respecto al
sufrimiento del otro yo mismo, que no
es sino el amigo verdadero. He de reconocer más inaudita la desventura, más desguarnecido todavía el espíritu ante
aquella soledad, ante aquella expatriación de y genuina esperanza. Proscripción y descuido inimaginables que inevitablemente
me mostraban una ausencia que habría de sumirme
en angustia y amargura
desconocidas .
En
duda nunca puse -ni tampoco la habría ahora de poner- aquella alteridad sublime que el amigo verdadero en la
vida representa. En la hospitalidad fraterna de los pocos corazones que viven en concordia y en igualdad
recíproca creí verme, si es que en verdad fuese común todo lo del
amigo y lo que aquél con su
hermandad encarna. No aventuren de ningún modo que no siga, punto por punto, sosteniendo mi habitual convicción en la idea –necesaria- y en la –muy rara- sustancialidad de la
amistad. Más bien será al contrario, por
su prístino y precioso menester en
ella me reafirmo, aunque en tan grave caso como el que os cuento, en soledad y ayuno
del alimento de su necesaria
comparecencia, tuve de vérmelas acompañado, sin embargo, de la angustia y el desconsuelo. Aun en este destierro todavía con más certeza convalida mi intuición la
verdad de su exigencia. Digo más, que aun
no habiendo un solo hombre que no me acompañara en la alegría o la aflicción en este mundo, de seguro que la
idea y la convicción siempre fértil de la amistad guiaría los designios seguros o inciertos de mi vida.
Francisco Acuyo
No hay comentarios:
Publicar un comentario