Siguiendo las reflexiones del profesor Tomás Moreno sobre la mujer y su situación en la historia del pensamiento de la humanidad, traemos una nueva entrada para la sección, Microensayos, del blog Ancile, y todo bajo el título: Th. G. Von Hippel y su igualitario sobre el mejoramiento civil de las mujeres.
TH. G. VON HIPPEL Y SU IGUALITARIO SOBRE
EL MEJORAMIENTO CIVIL DE LAS MUJERES
Ahora bien, los intentos kantianos para dejar a las mujeres fuera de la ciencia y de la cultura
–además de excluirlas de la ética, como vimos- tuvieron su contrapunto en el
pensamiento pedagógico expresado por su coetáneo Th. G. Von Hippel en su tratado Sobre
el mejoramiento civil de las mujeres[1],
tal vez la obra más sobresaliente, en la Alemania de la época, dedicada a la
educación femenina y publicada en el año 1792. Amigo de Kant y partidario de la
igualdad de mujeres y hombres, no obtuvo al respecto apenas reconocimiento
alguno por la publicación de su libro por parte de la crítica oficial; ni
tampoco por parte de su amigo, el filósofo de Königsberg que necesariamente
tuvo que conocerlo, dadas sus divergencias al respecto.
María Luisa P. Cavana, experta en la
situación pedagógica femenina en la Alemania de finales del XVIII, ha puesto de
manifiesto[2]
cómo Von Hippel denuncia el desigual trato que reciben las mujeres por parte
del Estado en lo que se refiere a su educación y, en general, en todos los
aspectos de la vida, así como la despectiva consideración que reciben, por
parte de la sociedad, como “menores de edad hasta que se mueren”, y, en
consecuencia, carentes de cualquier tipo de responsabilidad. Y declara que ya
no es posible convencer a las mujeres de que sea más agradable y ventajoso para
ellas, y que les supondría menos problemas, el permanecer en estado de
dependencia, casi de esclavitud, que alcanzar su emancipación, ya que su logro las
sobrecargaría con las responsabilidades, problemas e incomodidades propias de
la vida burguesa.
Von Hippel
escribió su libro contra algunos pedagogos rousseaunianos de su tiempo -como E.
Brandes, Adolph von Knigge y J, Heinrich Campe- defensores de la inferioridad
natural de las mujeres y de su dependencia física y espiritual del hombre.
Nuestro autor partía, en su alegato en defensa de las mujeres, de la premisa de
la igualdad natural de hombres y mujeres, tanto física como espiritual e
intelectual, pues así los creó Dios en el estado de naturaleza igualitario del
Jardín del Edén. Han sido las leyes discriminatorias y opresivas –una cuestión
de “fuerza y de prejuicio”- dictadas por los hombres a lo largo de la historia,
las que redujeron a las mujeres a su estado de inferioridad y subordinación
física, intelectual, cívica y jurídica y las relegaron a convertirse en un mero
“animal doméstico”.
La tesis
defendida por Von Hippel a este respecto es, en resumen, que la supuesta
múltiple inferioridad de la mujer es aprendida y no innata. Y, en lo que se
refiere a la inferioridad intelectual, tal supuesta inferioridad se debe,
fundamentalmente, a la falta de educación. Las mujeres sólo podrán emanciparse
cuando la educación sea igual para niños y niñas, al menos hasta la edad de los
doce años. En esta primera etapa la educación estaría en manos de las mujeres.
Y en una clara alusión a las misóginas teorías de Rousseau sobre la mujer,
Hippel escribe. “Vosotros varones, ¿de verdad os creéis que la mitad del mundo
existe para vuestro ‘bon plaisir’, para vuestro egoísmo? […] ¿Por qué no va a
poder decir la mujer “yo”? ¿Por qué no pueden las mujeres ser personas?”[3].
Como señala María Luisa P. Cavana, Von Hippel hace referencia en su libro a la
figura de Olympe de Gouges, y al hecho de que no se tuvo en absoluto en cuenta
su Declaración de los derechos de la
mujer y de la ciudadana, cuando el 18 de marzo de 1792 tuvo a bien escribir
y recordar que no había ningún motivo para festejar ningún acontecimiento en un
país que había negado el estatuto de ciudadanas a la mitad de la población “en
un tiempo en el que los derechos humanos son proclamados a gritos desde los
tejados”[4].
En efecto, más
que favorecer los derechos a la cultura y a la educación de las mujeres, los
acontecimientos revolucionarios propiciaron todo lo contrario: avivaron los
temores de muchos antifeministas como explica, por ejemplo, el hecho de que en
1803, se presentara un proyecto de ley con el que se intentaba prohibir la
instrucción en escritura y lectura de las mujeres, el denominado Proyecto de ley para la prohibición de
enseñar a leer a las mujeres, cuyo autor fue el jurista de extrema izquierda Sylvain Maréchal, precursor del socialismo utópico. En efecto, en
dicho Proyecto, aunque parezca
increíble, se recoge en sus 113 considerandos y 80 artículos, como en una
compilación de dislates, todas las objeciones imaginables a la instrucción de
las niñas. Allí puede leerse:
Considerando que la intención de la buena
y sabia naturaleza ha sido que las mujeres, ocupadas exclusivamente de las
necesidades domésticas, se sintiesen honradas por tener en sus manos no un
libro ni una pluma sino más bien una rueca o un huso. […] Que las mujeres que
se ufanan de saber leer y de escribir bien no son las que mejor saben amar. […]
Que hay escándalo y discordia en un hogar cuando una mujer sabe tanto o más que
su marido[5].
Siguen algunas
sentencias de tono burdamente misógino, que no concuerdan demasiado bien con
los artículos que debiera contener una ley seria:
La Razón quiere que las mujeres no metan
jamás las narices en un libro, jamás la mano en la pluma. […] Al hombre la
espada y la pluma; a la mujer, la rueca de Órfale. Al hombre, los productos del
genio; a las mujeres, los sentimientos del corazón. [...] La Razón quiere que,
en adelante, solamente a las cortesanas les sea permitido ser mujeres de
letras, espíritus refinados y virtuosas. […] Una mujer poeta es una pequeña
monstruosidad moral y literaria, así como una mujer soberana es una
monstruosidad política[6].
A lo largo de
todo el siglo XIX se reitera la afirmación de que la instrucción es a la vez
contraria al rol de las mujeres y a su naturaleza: feminidad y saber se
excluyen. Una mujer instruida no es una mujer. Ya lo habían dicho Rousseau y
Kant en el siglo anterior; uno, en el cap. V del Emilio titulado “Sofía o la mujer”; el otro, en Antropología desde un punto de vista
pragmático y en Lo bello y lo sublime.
(Cont.)
TOMÁS MORENO
[1] Th. G. Von Hippel, Über die bürgerliche Verbesserung der Weiber, (1792), Franfurt,
1977. Publicada anónimamente en Berlín
en la fecha indicada, la obra es un análisis de la condición tanto física como
psicológica de las mujeres, de su opresión a lo largo de la historia, del
origen de tal opresión así como de su estatus jurídico.
[2] Maria Luisa P. Cavana, “Sobre el mejoramiento civil de las mujeres de Th. G. Hippel:
¿Ilustración verdadera o a destiempo?”, en Cinta Canterla (Coord.), VII
Encuentro De la Ilustración al
Romanticismo. Cádiz, América y Europa ante la modernidad. La mujer en los
siglos XVIII y XIX. Servicio de Publicaciones Universidad de Cádiz, 1993,
pp. 93-101.
[3] Ibid, p.
99.
[4] Idem.
[5] Sylvain Marechal, Project
d’une loi portant défense d’apprendre à lire aux femmes, suive des
reponses de Marie-Armande Gacon-Dufour
et Albertine Clément-Hémery. Textes presentés par Bernard Jolibert,
París, L’Hafrantatan, 2007.
[6] Idem.
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