EL ARTE DEL TIEMPO EN LA PINTURA:
CONCIENCIA DEL ESPACIO
Y DEL TIEMPO EN EL ARTE
Si
hasta el momento hemos indagado sobre la estructura y configuración de la
realidad y la conciencia desde la óptica de la física, casi en su totalidad, no
me parece inoportuno en este punto de nuestra exposición, hacer unas
consideraciones respecto de aquella en el ámbito del arte, así como sobre la conciencia artística respecto a la
realidad del mundo y de cómo nos engañan los sentidos en relación a la realidad
inmanente del mismo, así como los ecos de lo trascendente que resuena tantas
veces en lo más granado y misterioso de lo obra artística y su ordenación
conforme a lo que nos dictan los sentidos del mundo que nos rodea.
Si
desde la concinnitas[1]
renacentista de la representación artística de la realidad a la conformación de
realidades virtuales del arte moderno dentro de la realidad perceptible del
mundo, la conciencia del artista ha sabido conjugar con maestría singular las
relaciones sensoriales y las abstractas para las representaciones de los
objetos (así como de las sensaciones, inquietudes, emociones…). No debe despreciarse en modo
alguno la interacción por tanto de disciplinas científicas como las matemáticas en sus descripciones y plasmaciones pictóricas,
así se demuestra en el Renacimiento, desde donde se revolucionaron la pintura y la
arquitectura. Especial interés demuestra la importancia de la aplicación de las
matemáticas en el estudio de la perspectiva, donde todo es pura matemática[2]
(intuida o perfecta e industriosamente aprehendida); la función de la
conciencia del artista en sus representaciones en su perspectiva artificialis (o matemática) de Brunelleschi,
frente a la naturalis, supuso un hito
ineludible sobre la nueva concepción del arte, mas sus creaciones (imitatio, mímesis) de la realidad natural no serían un fin esencial en
el arte, más bien al contrario, la función simbólica y abstracta mantiene su
vigor indiscutible como una concepción (conciencia singular) del arte y de este en relación con la realidad material (y desde
luego espiritual del hombre con aquella-s-). Así fue como la perspectiva –según
Erwin Panofsky- se concebía como forma simbólica. La conciencia en el arte se
trascribe como una interpretación de la realidad que puede decirse sin miedo a
equívoco, que se emparenta a la de la misma ciencia, no en vano la pintura se nos muestra como una lente evidente del embeleco de los sentidos, todos sabemos que el arte en general (y la
pintura en particular) no se detiene en el verismo
Desde
De prospectiva pingendi de Piero de la Francesca (retomada de Alberti) en simplificada ejecución, pasando por el
método de la diagonal del propio del Francesca y asumido por Durero (que
influirían en su célebres máquinas de la perspectiva), hasta las vívidas y
dinámicas perspectivas temporales de Masaccio y los planos virtuales de
realidad en la obra (véase la Trinitá)
y otras posteriores de no menos genialidad, vemos que el observador de la obra
ya no es un mero espectador, nos incorpora, no como espectadores sino como
actores en la misma gracia de su geometría escalonada. Así la realidad pintada
pasa a la conciencia realidades virtuales que hacen real lo que no existe.
¿O en realidad, sí existen? Indagaremos sobre la cuestión en próximas entradas de este blog.
Francisco Acuyo
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