Para la sección, Pensamiento, del blog Ancile, traemos el nuevo post que lleva por título: La realidad y la matemática: ¿Es ficción la poesía? (Es real la realidad matemática - y la poética?), que iremos aumentando con otras entradas posteriores.
LA REALIDAD Y LA MATEMÁTICA:
¿ES
FICCIÓN LA POESÍA?
(¿ES REAL LA REALIDAD MATEMÁTICA –Y LA
POÉTICA?)
(Si la realitas es la cualidad relativa a la cosa verdadera (res, cosa, alis, relativo a, dad,
cualidad), el sentido común parece indicarnos que todo aquello que es
perceptible y experimentable sensorialmente, tiene el carácter indubitable de
real. La fenomenología física susceptible de comprobación empírica nos resulta
incuestionablemente real, no solo por su percepción sino por su comprobación
experimental en el ámbito de la ciencia (física), que nos habla de su realidad
a través de su materialidad y de sus posibles cambios de estado. Hasta aquí,
todo nos parece indicar que no hay dudas sobre lo que es (real) o no es, en
virtud de aquellas cualidades que hemos expuesto en esta brevísima y apresurada
introducción. Es así que la realidad es algo que tiene existencia real y
efectiva (RAE), o lo que es lo mismo aquello que ocurre verdaderamente
(nuevamente la RAE), y por tanto en franca y flagrante contradicción con lo que
es ficticio e ilusorio (finaliza sus acepciones también la RAE).
Los
problemas comienzan cuando atendemos a aquello que ilusorio, es decir sustentando
por la ilusión (illusio-onis, engaño,
proviene a su vez de illúdere,
mofarse de), o por la ficción (fictio,
accióny efecto de pretender que algo es cierto, cuando en verdad no lo es;
fictio que a su vez proviene de fingere,
aparentar, simular), la problemática surge, sobre todo, cuando comprendemos que los
sentidos nos engañan continuamente, y
que la realidad no es lo que parece, ni siquiera lo es la materia (supuesto incontestable de realidad), así nos lo hace
ver la física de partículas, que rebate la supuesta compactación y solidez de
la materia, que en realidad está sustentada por enormes vacíos y campos de
fuerza que hacen interaccionar sus componentes íntimos (partículas minúsculas)
en distancias inmensas en relación al tamaño de aquellas.
¿Dicho
esto, hasta qué punto la realidad que nosotros compartimos no es sino una
suerte de fingere o simulación de lo
que en verdad es la misma realidad de la materia? Y, si esto es así, ¿cómo podemos
delimitar, fijar, saber lo que la realidad sea? O lo que es mucho más inquietante
(sobre todo para la óptica netamente positivo materialista), ¿cómo distinguir
lo que es real de lo que una mera simulación –o convención- creada por los
sentidos y las capacidades intelectuales de la mente? Se agrava aún más la cuestión si atendemos a
las extrañas cuando no enigmáticas admoniciones de la física cuántica, que
plantea la realidad de lo que sustenta el mundo (el ámbito de las partículas
que interaccionan en el dominio de lo infinitamente pequeño) depende del
observador, o de la mente que lo contempla, y que inevitablemente nos lleva a
una nueva y no menos inquietante cuestión, a saber: e¿s la realidad un producto
de la mente? El dios einsteniano que no puede jugar a los dados con la realidad
es puesto seriamente en duda.
Pero
la verdad es que esta interrogante no es solo susceptible de ser tenida en
cuenta en le ámbito de lo estrictamente empírico, como es el caso de la física –cuantica,
en este caso, que demuestra la realidad de la interacción del observador en la
constitución de lo material- sino que también es puesto en cuestión desde
ámbitos no tan estrictamente materiales. ¿Acaso podemos dudar de la realidad
del mundo –inmaterial- de las ideas y de cómo estas cambian y conforman incluso
el mundo de lo existencialmente verificable? Apuntaremos al territorio de las
matemáticas (no solo a las que son aplicables a la realidad materia del mundo
para extraer cálculos y medidas del mismo, también de aquellas denominadas
puras y que se mueven en un ámbito supuestamente abstracto ), también de la
poesía, como fenómeno singular de contacto y creación de mundos. Pero esto será
en próximas entradas de este blog Ancile.
Francisco Acuyo
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