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jueves, 30 de julio de 2020

LA INUNDACIÓN, DE PASTOR AGUIAR


Para la sección de Narrativa, del blog Ancile, traemos una nueva entrada con el relato de nuestro colaborador y amigo Pastor Aguiar, y que lleva por título: Inundación.



Inundación. Pastor Aguiar


LA INUNDACIÓN






Un buen día el pueblo amaneció inundado. No fue por lluvia y nadie se explica cómo, quizás el agua vino desde abajo, vomitada. Es un líquido turbio, así que ves a la gente de la cintura hacia arriba.

La inundación vino hace medio año y solamente abarca el pueblo. Cuando llegas a él ves la pared de agua temblorosa, los medios cuerpos desnudos, tostados por la luz.

Las casas asoman sus techos y la parte superior de los marcos sin puertas. Supongo que duermen en camas flotantes, que comen peces crudos, porque los hay en gran cantidad, a veces saltando y dándose cabezazos al igual que toros.

De vez en cuando alguien escala la cumbre de su vivienda, sin ropa, mostrando caderas y extremidades inferiores con escamas. Los pies les han crecido, parecen de patos, por las membranas entre los dedos. Creo que se alegran, se contonean durante unos minutos al sol y brillan de tal manera que dañan la vista. Después se lanzan a la masa turbia de las aguas para merodear o reunirse. ¿De qué hablarán? No les debe interesar el mundo más allá del pueblo, ninguno se aventura hacia lo seco.

Primeramente, supuse que no tenían motivos para alegrarse; ahora creo que sí los tienen, pues no trabajan, y apuesto la cabeza a que atrapan los peces con facilidad y los mastican relamiéndose, exhibiendo una salud envidiable. Todo acontece allí, no necesitan televisión ni radio. Entonan ellos mismos un tarareo constante. Para colmo, no he visto cadáveres, puede que se los coman como acto de sanidad.

Estoy dándome cuenta de que paso la mayor parte de mi tiempo observándolos, e instintivamente me he desnudado. ¿Estaré a punto de penetrar esa pared alucinante?


Pastor Aguiar



Inundación. Pastor Aguiar


jueves, 23 de julio de 2020

DUODÉCIMO DÍA : ÁNGELES

Para la sección Poesía, del blog Ancile, publicamos el poema del día duodécimo de confinamiento que lleva por título Ángeles.




Ángeles. Francisco Acuyo




DUODÉCIMO DÍA



ÁNGELES




(Alemanda)




A la memoria de mi padre,
en esta cuarentena.



   ESPEJOS puros se elevan,
semejantes a los ángeles
en el cielo de la noche.
Constelaciones de imágenes

   suspendidas entre sombras.
De las cosas materiales
separadas, pura luz
no tocada, vigilante.

   Criaturas que más allá
pintan del tiempo un paisaje
que, ni aquí, ni allí, infinito,
está por sí en todas partes.

   Ángeles que no son ni esto
ni aquello, que a todo abren
sus alas en alto vuelo
y en total quietud, no obstante.

   A mí llegaron de noche
los enviados estelares,
con ellos nada en mí mismo
soy, y de todo inseparable.

   Sin palabras las palabras
que pronuncio son instantes
de eternidad que no dicen,
si del silencio inefables:

   El árbol, la luz, la estrella,
la solitud de la calle;
un halo en la ventana
en la oscuridad brillante;

   los miles de corazones
que pulsan las soledades
del alma perdidos para
siempre en oscuros parajes.

   Leí en las huellas de su paso
el constelado mensaje
donde nada permanece,
que anunció, entonces, el ángel.





Francisco Acuyo





Ángeles. Francisco Acuyo





martes, 21 de julio de 2020

CLAVES MÍTICAS PARA LA MENDACIDAD CONTEMPORÁNEA


Para la sección, De juicios, paradojas y apotegmas, del blog Ancile, traemos una nueva entrada que lleva por título: Claves míticas para la mendacidad contemporánea.




Claves míticas para la mendacidad contemporánea. Francisco Acuyo



CLAVES MÍTICAS PARA 

LA MENDACIDAD CONTEMPORÁNEA





 Cuando decía que los instintos más profundos que conturban el espíritu humano son racionalizados y sustituidos por las interesadas manifestaciones ideológicas de determinadas contemporaneidades, no sólo hablaba de algo que sucede en la actualidad; esto ya era algo manifiesto en las civilizaciones griegas y romanas, cuyas deidades eran intencionadamente domesticadas para propósitos y finalidades varias de su actualidad de su instrucción y cultura coetáneas.

                ¿Sucede hoy, acaso, lo mismo pero con una vestimenta intelectual más sofisticada? A mi juicio, creo, que todo lo contrario. Los avezados y curtidos criterios racionalistas son tan inconsistentes en la actualidad que resulta ridículo y grotesco contrastar el acervo especulativo o erudito que no llama sino a la vergüenza de aquel que tiene siquiera una chispa de inteligencia e ilustración con la compararse. La zafiedad de las ideologías son precisamente efectivas entre las sociedades anestesiadas culturalmente o con poca formación personal porque los valores en cuestión, algunas veces, nadan, sin embargo, como pez en el agua entre otros instintos mucho más vulgares que tratan de ocultarse entre las necesidad de subvenir necesidades básicas. En otras ocasiones en el odio cerval que anima las oscuras e interesadas inclinaciones de la tribu, o en los automatismos primordiales de la subsistencia y supervivencia, aderezados de una vestimenta ideológica que no esconde sino las vergüenzas de su realidad pringosa e inmoral que las fundamenta, disfrazadas siempre de buenas intenciones democráticas, solidarias y benevolentes.

                 Estas ideologías, falsamente amparadas en la ciencia y la historia tratan de poner en evidencia la profundad del mito sin intentar siquiera reinterpretar la razón profunda de su ser simbólico en el mundo. La exégesis trivial de sus principios no hace sino ponerse en evidencia a alejarla del pulso de la vida que es, en fin, donde nace y se nutre, la vida que nos sino creatividad que nos evocan lo más hondo y vivo de nuestro pasado, inspirado en el enigma de nuestra existencia y que nos invoca una realidad  que propiciará un verdadero y genuino y nuevo renacimiento, y  que se escenifica en el símbolo como muestra de la perpetua aventura de la conciencia y el espíritu que en ella habita.


                Francisco Acuyo




Claves míticas para la mendacidad contemporánea. Francisco Acuyo

               

jueves, 16 de julio de 2020

LA VOLUNTAD UNIVERSAL EN LA CONCIENCIA INDIVIDUAL


Ahondando y abundando sobre la intuición que trasciende cualquier convención e ideología, traemos una nueva entrada para la sección, De juicios, paradojas y apotegmas, del blog Ancile, y todo ello bajo el título: La voluntad universal en la conciencia individual.





La voluntad universal en la conciencia individual. Francisco Acuyo





LA VOLUNTAD  UNIVERSAL 

EN LA CONCIENCIA INDIVIDUAL




CADA vez parece más claro que la ingeniería social practicada por el ideólogo se nutre del yo, inconsciente de la temporalidad de todo fenómeno y de su pasajero devenir. Crear la ilusión de lo imperecedero  del ego es su cometido fundamental, en nombre de lo colectivo que ha de prevalecer gracias a la ideología de Estado. Intentar el olvido (aun con la manifiesta insatisfacción permanente en lo más honde del individuo) de lo perpetuo que con cada uno de nosotros vive y muere.

                La ideología impide desprendernos del atavío viejo de todos nuestros conocimientos adquiridos por mor de la experiencia personal y sobre todo de la creencia ideológica (sea ya investida de trazos religiosos o netamente de ideas políticas de la más variada índole). Nos impide trascender lo viejo manido, convencional,  sujeto al tránsito de lo temporal, de aquello que acaso no cambia, es siempre nuevo, y que aspira a ese Yo que quiere ser siempre el mismo yo para siempre.

                El ideólogo es el nigromante que prestidigita el ego impostado por las convenciones, las experiencias y el credo del conocimiento por la verdad inmarcesible de la nada que se pone en evidencia con la muerte de dicho ego, y que nunca podrá impedir, por mucho que se inhiba la realidad última de aquella (la nada), desde donde, nuevo, flamante, inédito, desconocido, ha de fundamentarse definitivo el Yo genuino e inocente de lo nunca imaginado, pero siempre misteriosamente intuido.




Francisco Acuyo






La voluntad universal en la conciencia individual. Francisco Acuyo

               

martes, 14 de julio de 2020

LA ENTREVISTA, DE PASTOR AGUIAR

Bajo el título de La entrevista, traemos una nueva entrada para la sección Narrativa, del blog Ancile, de nuestro amigo y colaborador Pastor Aguiar.



La entrevista, Pastor Aguiar



LA ENTREVISTA



En mis primeros tiempos, cuando era artista de reparto del teatro lírico de Guanacabuya, me despertaba soñando alguna entrevista, aunque fuera una pregunta brevísima que me hilvanara con los grandes.

Ahora huyo de los entrevistadores como de los resfriados, porque además de ser ladrones de tiempo y críticos sin noción de consecuencias, se dedican más al chisme de camerinos que al arte en sí.

Pero esta vez no pude evitarla, a la rotunda Bonifacia Trimigesta, pues estuvo de incógnita toda la tarde hasta que se me sentó enfrente, cuando me disponía a beber mi café con chocolate.

La mayoría de las mesas estaban desocupadas, por lo que sospeché la encerrona al instante.

_ Señor Eleotoro, por favor, unos minutos. Usted siga con su café…no gracias, estoy a dieta. Como le decía, un par de preguntas para la Universal de la Ópera, irá como primer artículo.

_ Mire, señorita, no tengo deseos de salir corriendo; ya el café está pagado y huele muy bien. Haré una excepción; no crea que es su hermosura la que me conquista. Soy célibe en sol mayor.

_ No me haga reír; bueno, empecemos por el centro: ¿Qué pieza, o qué ópera es la que prefiere cantar?

No negaré mi gusto por tal pregunta, pues mi convicción al respecto era definitiva.

_ Para mí no hay dudas, fue Amor a primera oída: Tristán e Isolda; no importa si Wagner enamorado gracias al exilio, si el filósofo Schopenhauer o si la tabla redonda, émulo de Lancelot cayendo en desgracia por un elixir innecesario, porque Isolda no necesitaba la asistencia de tales enjundias.

_ Así que Tristán e Isolda; yo había pensado en Aida, algo italiano como es costumbre.

La entrevista, Pastor Aguiar_ Me cago en la costumbre, con perdón de su fineza. Wagner es un reto no sólo para la orquesta que está obligada a romper con el acorde de Tristán para no caer en desgracia eterna. Yo gozo a mares cuando me voy envalentonando en esos himalayas, en ese caer de pronto entre las piedras fugitivas de los pizzicatos que sueño. Y es que imagino sonoridades extras que me catapultan al éxtasis. Gracias a Dios ningún registro me es ajeno. Hace mucho que domé los potros cerreros con que mi abuela solía desvelarme aquellas noches de fantasmas cayéndome desde el techo.

_ Pero mire que Wagner tiene un público muy selecto, casi nunca ha llenado salas.

_ Ja, eso me importa tres pitos, señorita Galatea…

_ Bonifacia.

_ Perdón. ¿Por qué Galatea? Como le iba a decir, tal parece que el intérprete tiene mucho que ver. Yo no necesito edulcorar el repertorio con el Ave María, con Mio Bambino Caro, o la Donna é Mobile, para que haya bronca en la taquilla.

_ Me consta, señor Eleotoro, me consta, que a duras penas he alcanzado una butaca de San Juan a corpus. Y mire que detesto a Wagner por sus mañas de boxeador.

_ Buena metáfora, chiquilla; digo, Bonifacia. Yo hago mía cada nota, reinvento la historia como si fuera la primera vez que se canta; por algo dicen algunos que siempre estreno. Anoche fue abuela y esta añoranza por sus pelotas de gofio con miel de abejas, las guayabas lanzando aletazos de entrepiernas de vírgenes, todo el tiempo irrecuperable de mi niñez en la finca, y un deseo de llorar ablandando los puñetazos de los cueros, las amenazas de ciclón de las trompetas…

_ Entiendo; pero déjeme preguntarle otra cosa… ¿sólo Wagner?

_ Claro que no. Un rato después de Wagner suelo jugar con A te o Cara, riéndome del fiato, sea re, o fa, o lo que se me ocurra, usted debe saber… Ahh, Ecco Ridente in Cielo, sin perderle un detalle, pero sin dejar el plato fuerte; ¿qué le parece la despedida de Tristán?
La entrevista, Pastor Aguiar

Me quedé pensando en Cielo e Mare, degustar el agudo final de Aida; pero abuela me tenía triste hasta amargarme el café. Para colmo, en un lugar de mis pesadillas eran muchos los salarios por cobrar, un Roger que se me aparecía de capataz en casi todos los sueños, ya fuera entre los surcos de yuca, o a cargo de recursos humanos allá donde los países. Ya mi padre había sido asesinado por el trueno, los comunistas intervenido la finca, no más guayabas, ni aquellos mangos criollos que ametrallaban el suelo con cada racha de viento.

Ahora Bonifacia, ahora la tarde con su dedo apuntándome a la frente y aquel gusto a Wagner masturbándome las cuerdas vocales, algo, quizás, de Godofredo de Estraburgo.

_ Westwarts
   schweift der blick;
   ostwarts
   streicht das schiff.
Carajo que se me va solita.

_ Ya veo, hasta el mesero aplaude.

_ No puedo evitarlo, si no, abuela otra vez en cualquier aeroplano aterrizando en Miami, para morirse doble, ahora del susto. ¿No le parece suficiente lo que le he contado?

_ Creo que sí, señor Eleotoro, ha sido un verdadero placer.

_ Puedo verla alguna vez, que no sea de periodista, para enseñarle la arboleda que he ido levantando entre el pedrerío del patio.

_ Esta misma noche estaré en primera fila, si me regala una de esas invitaciones a su nombre. Esa es mi condición.


Pastor Aguiar
Junio 27-12




La entrevista, Pastor Aguiar

jueves, 9 de julio de 2020

EL SUFRIMIENTO A LA LUZ DE LA FE, POR ALFREDO ARREBOLA


Para la sección Apuntes histórico teológicos, del blog Ancile, Traemos una nueva entrada de nuestro amigo y colaborador, Alfredo Arrebola, y bajo el título: El sufrimiento a la luz de la fe.



El sufrimiento a la luz de la fe. Alfredo Arrebola




EL SUFRIMIENTO  A  LA  LUZ DE  LA FE


                                   


Vivo sin vivir  en mí
y de tal manera espero
que muero porque no muero

 (San Juan de la Cruz, 1542-1591. Opera Omnia).


Por aquella  noche oscura
yo iba buscando a  Dios
sin saber que lo llevaba
dentro de mi corazón

 (Alfredo Arrebola: “Mi cante es una oración”. Caña. Málaga, 1988).


                                                                                                                                                                   
  Cada día que pasa, a pesar de mi larga existencia, son muchos los interrogantes  que me planteo.
Asimismo, ni un solo día transcurre – desde hace muchos años – que yo no dedique un tiempo a leer la Biblia, la Sagrada Escritura: “Palabra de Dios”. Y desde siempre me llamó la atención el salmo del Rey Profeta David: “Dice el necio en su corazón: no hay Dios” (S 14,1). Pero , me pregunto yo, si  “no hay Dios”, razonarán muchos filósofos - Platón, San Agustín, Duns Escoto, Descartes, Espinoza, etc -, ¿cómo es posible que yo tenga esta idea?. Porque, a la verdad, todo filósofo sabe que la Metafísica  comienza con una pregunta totalmente parecida a ésta.

Por otra parte, es lógico admitir que todos deseamos ser felices, es decir, queremos ver realizado en la práctica nuestro ideal de felicidad. Así venimos programados por naturaleza: el estrato más profundo y original de nuestro yo -conforme a los principios del psicoanálisi de  S.  Freud (1856 – 1939)- está gobernado por el principio del placer. No hay, pues, la menor duda en que todos aspiramos a realizar ese gozo y -¡cómo no! - a experimentar el contento o la alegría que se deriva de ello.

Sin embargo, nuestro entorno no nos pone la tarea nada fácil, al contrario: sentimos infinidad  de oposiciones a  nuestro impulso innato hacia el placer y la felicidad. La misma naturaleza, como se suele decir, es cruel y no tiene compasión con nosotros; las relaciones con los demás son, a menudo, fuente de  frustración e insatisfacción. “No solo son los agentes externos, escribe Marc Pepiol Martí en “Freud. Un viaje a los profundos del yo”, pág. 101 (Barcelona, 2015),  los que nos impiden realizar tranquilamente nuestro ideal de felicidad; también nuestra propia naturaleza nos  pone  obstáculos: el cuerpo degenera y enferma, nos sume en incontables dolores y frustraciones”. Ante todo esto, ¿qué posibilidades tenemos, pues, para ser felices? ¿Cómo podríamos evitar el dolor, el  sufrimiento, la angustia...?.
El sufrimiento a la luz de la fe. Alfredo Arrebola

     Porque, a la verdad,  nadie es ajeno a esta triste e insólita situación. La pandemia, que venimos  sufriendo a nivel mundial,  es posible que nos haya hecho más conscientes de nuestra debilidad y vulnerabilidad. El ser humano, por desgracia, cree que está por encima del bien y del mal. Pero  el “Coronavirus” nos tiene aún aterrorizados en todos los aspectos: sociales, políticos, humanos  y – aunque haya quien lo niegue – religiosos.  Hemos seguido, para hacer frente a esta situación, los consejos de los  expertos en materia de Sanidad: quedarnos en casa, meditando y dándole vueltas a cuestiones  que teníamos, posiblemente, olvidadas.
     Los creyentes hemos llorado y, también,  rezado por  nuestros muertos, que no son moneda de cambio ni armas  que arrojar a nadie. Son simple y llanamente “nuestros muertos” y sólo podemos honrarlos con respeto, humildad y oraciones. La vida, “humanamente considerada”, debiera ser sagrada, ya que hay cosas que no tienen repuesto.  Sin embargo, seguimos  profundamente angustiados, y  la  duda, que en Filosofía es imprescindible para llegar al conocimiento de las cosas,   se ha convertido hoy en arma  arrojadiza de terribles y perturbadores sufrimientos en los seres humanos. ¿Por  qué?. Misterio que sobrepasa la capacidad del ser pensante. Y esto no  es  un  problema, sino  un “misterio”, que  está  vedado  al hombre.

    Pero el creyente cristiano sabe muy bien que Jesús experimentó la tentación, el dolor y el sufrimiento en sus más variadas formas; tiene, además, plena certeza de proclamar con san Pablo “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece (Fil 1,6; 4,13). El cristiano es una persona que tiene  el corazón lleno de paz porque sabe centrar su alegría en el Señor, incluso cuando atraviesa momentos difíciles de la vida: Nunca más propicio que el largo tiempo que llevamos confinados. Porque tener fe – amigos lectores -  no significa no tener momentos difíciles, sino tener la fuerza de afrontarlos sabiendo que no estamos solos, como nos lo repite el Papa Francisco, cf. Evangelio 2020, pág. 185.

   Ya en el Antiguo Testamento podemos leer: “Sean fuertes y valientes. No teman ni se asusten ante  esas naciones, pues el Señor su Dios siempre los acompaña; nunca los dejará ni los abandonará” (Dt. 31,6). Sin embargo, el mundo en que vivimos parece con frecuencia muy lejos de lo que la fe nos  asegura; las experiencias del mal y del sufrimiento, de las injusticias y de la muerte parecen contradecir la buena nueva, pueden incluso estremecer la fe y llegar a ser para ella una verdadera y auténtica  tentación.
    Aún más: la fe en Dios Padre Todopoderoso puede ser puesta a prueba por la experiencia del mal y del sufrimiento. A veces Dios puede parecer ausente e incapaz de impedir el mal (cf. “Catecismo de la Iglesia Católica”, pág. 68 (Madrid, 1992). Pero el cristiano sabe que  Dios ha revelado  su  omnipotencia de la manera más “misteriosa” en el anonadamiento voluntario y en la  Resurrección de su Hijo, por los cuales ha vencido el mal. En la Resurrección y en la exaltación de Cristo  es donde el Padre “desplegó el vigor de su fuerza”  y manifestó “la soberana grandeza de su poder  para con nosotros, los creyentes” (Ef 1, 19-22).
   
El sufrimiento a la luz de la fe. Alfredo Arrebola
   A mi corto entendimiento, pienso que Dios ha dejado sus huellas en cada uno de nosotros a través de las variadas formas que nos viene atacando el inesperado y temible Coronavirus. Y es  el mismo Jesucristo quien  nos dirá: “ Os he hablado de esto, para que encontréis la paz en mí. En el mundo tendréis luchas; pero tened  valor: yo he vencido al mundo” (Jn 16, 33).  Cuando los creyentes decimos: “Dios de la esperanza” no es solo que Dios es algo que deseamos alcanzar en la vida eterna, sino que Dios es quien nos colma hoy – y en cualquier lugar – de su  alegría y de su paz. Por tanto, llenos de confianza, seremos capaces de afrontar cualquier tipo de sufrimiento y seremos, asimismo, sembradores de esperanza entre nuestros hermanos. ¿Qué más puede pedir el creyente?.

   El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que Dios concede a los hombres incluso poder participar libremente en su providencia confiándoles la responsabilidad de “someter” la tierra y dominarla (Gn 1,26-28). Los hombres, cooperadores a menudo inconscientes de la voluntad divina, pueden entrar  en el plan divino no sólo por sus acciones y sus oraciones, sino también por sus sufrimientos  (Col 1, 24). Entonces llegan a ser plenamente “colaboradores de Dios” (1Co 3,9) y de su Reino (Col 4,11).
 
El cristiano, seguidor de Jesús de Nazaret,  debe esforzarse en todo, en estos difíciles e inseguros momentos, soportando pacientemente los sufrimientos y las pruebas de toda clase y, llegado el día, enfrentarse serenamente  con la muerte, por aceptar como una gracia estas penas temporales del pecado; debe aplicarse – mediante obras de misericordia  y caridad -  a despojarse completamente del “hombre viejo” y  a revestirse del “hombre nuevo” (Ef 4,24). Estos son mis pensamientos que a nadie impongo. Si en algo pueden ayudar, esa sería  mi recompensa espiritual. Por eso me atrevo a poner aquí estos dos salmos de David:

- El  afligido invocó al Señor, y  él lo  escuchó ( 92).
- Sed valientes de corazón los que esperáis en el Señor (30).



                                                       Alfredo Arrebola

                                                          Villanueva Mesía-Granada, Junio de 2020.



El sufrimiento a la luz de la fe. Alfredo Arrebola


martes, 7 de julio de 2020

TODO A LA DERECHA, DE PASTOR AGUIAR



Para la sección Narrativa, del blog Ancile, traemos una suerte de microrelato de nuestro amigo y colaborador, Pastor Aguiar, bajo el título: Todo a la derecha.










TODO A LA DERECHA




Todo por la derecha, todo el mar a lo largo de la noche y mi hermano diciendo inteligencias como de cien personas.

Un edificio grande por darle una medida a tanta sombra. Los pájaros los puse de memoria donde faltaban puertas por abrirse; era un sábado venido para siempre.

Se me ocurrió decir.

_ Esta agua que sueño no me moja, ¿será de imaginarla tantas veces?_ Y fue posible mi hermano hacia la orilla.

_ Ven_ ¡Me dijo tan adulto!_ no te trabes ahora que la pesca…

No terminé de oírlo, las sardinas, los avíos allá donde otra noche se empataba a la nuestra.

Una ola errabunda desdecía los pasos en la arena de un Juanzote venido de mis cuentos; cuál escuela sería este edificio dando tumbos de borrachos ayeres.

_ Te llamarás Osvaldo; si es que ocurres_ Salvé a mi hermano con un golpe de letras.

_ Iremos a buscar retrocediendo, pues la derecha obliga. A buscar utensilios, las dos varas, un tabaco y los peces a la espera_ Seguí mientras Osvaldo se reía de un chiste impronunciable.

El olor a salmuera descorchaba un vino de otros sueños.

_ Necesitamos aire, algún mareo para hacer buena pesca_ Dijo él a plena marcha.

Lo seguí sin moverme, fue la tierra quien borró la distancia y nos miramos con el agua hasta el pecho.

_ Hay demasiada luna, quizás los tiburones saboreen allí donde estaremos. Voy a probar aquí.

Mi hermano le cantaba a gentes idas, a los muertos que hubo en la vigilia.

De repente una lluvia, las dos varas se fueron de las manos y fue lunes. El reloj no perdona.





Pastor Aguiar








jueves, 2 de julio de 2020

LA INTERPRETACIÓN IGNOMINIOSA DE LAS CATÁSTROFES COMO VÍA DE OBTENCIÓN DEL PODER, PARA OLVIDO DE LO PROFUNDO VERDADERO


Retomamos la sección, De juicios paradojas y apotegmas, del blog Ancile,  para seguir incidiendo sobre la inhibición de las intuiciones más profundas de nuestra consciencia (inconsciencia) y sus más burdas manipulaciones por la ignorancia (e ignorantes) de ellas; en esta ocasión bajo el título: La interpretación ignominiosa de las catástrofes como vía de obtención del poder, para olvido de lo profundo verdadero.




La interpretación ignominiosa de las catástrofes como vía de obtención del poder, para olvido de lo profundo verdadero. Francisco Acuyo





LA INTERPRETACIÓN IGNOMINIOSA

DE LAS CATÁSTROFES

(COMO VÍA PARA LA OBTENCIÓN DEL  PODER, 
Y OLVIDO DE LO PROFUNDO VERDADERO)



 .


Es indubitable que hay voluntades humanas que están decididas a interpretar, si lo hubiera, el significado de cualquiera catástrofe ofreciéndola como una visión apocalíptica, como el temido e inevitable final de todo. Serán precisamente los más interesados en mantener esta perspectiva aquellos que aspiran al dominio de los otros. A diferencia del sabio, que quiere ver tras la calamidad el símbolo esperanzador de la luz que le ha de iluminar, aunque sea dolorosamente, hacia la visión de aquello que muy bien pudiera estar por encima de los que los hombres  -no avisados-pudieran pensar.

                El miedo será la herramienta más útil para convencer (por vía de la creencia política, falsamente religiosa o positivamente científica) de la necesidad del sometimiento a la ley del imperio del más fuerte (el Estado  o la institución religiosa, o del designio metodológico del conocimiento positivo) que conecta con el único y poderoso, que mediante la llamada a la reafirmación  individual que, al final quiere ser el pueblo (de Dios  de la sociedad civil amparada en el mandato ideológico y político del partido, o del decurso del conocimiento mecánico de la ciencia, salvador de todas nuestras aspiraciones), que oculta la verdadera naturaleza de nuestro espíritu.

                En realidad, en virtud de los criterios antecedidos, que en realidad son creencias (religiosas, ideológicas y de conocimiento),  se pierde el sentido  más profundo que podemos abstraer de los sucesos calamitosos y del dolor inexplicables de este mundo, y que en modo alguno deben interpretarse  como el final de nada,  a saber: el significado de la necesidad de la entrega y de la renuncia, de cualquier temor y de cualquier anhelo; el alcance de los símbolos ancestrales que pueblan nuestro inconsciente colectivo en las calamidades, nos hablan de la necesidad última de entrega a lo que ha de ser, aunque esto signifique el anonimato imprescindible para la feliz unificación con lo conocido y sobre todo con lo incognoscible , que será la que realice en verdad al individuo.





Francisco Acuyo
               



La interpretación ignominiosa de las catástrofes como vía de obtención del poder, para olvido de lo profundo verdadero. Francisco Acuyo