Para la sección, Ciencia, del blog Ancile, traemos una nueva entrada que lleva por título: Irracionalidad de la nada, discernimiento y nanidad.
IRRACIONALIDAD DE LA NADA,
DISCERNIMIENTO Y NANIDAD
SIN DUDA una de las grandes
paradojas para la razón (occidental) será la (¿extraña?) relación entre el
discernimiento como capacidad de entendimiento (de lo que es) y el concepto de
la nada (cada día más necesario de tener en cuenta por la misma ciencia)[1]
o nanidad, como lo venimos
denominando en numerosos momentos de nuestra exposición sobre la temática. No
sucede de igual modo en el pensamiento oriental. La manera de afrontar nuestra
realidad existencial, y de todo lo que de ella podemos considerar como perteneciente
a nuestra capacidad de entendimiento, decimos que reside en nuestro yo, así el
conocimiento del mundo y de nosotros mismos, sujetos a la separación del que
observa y lo que es observado. Sin embargo, todo parece indicar (no solo para el pensamiento oriental), que
la aprehensión de lo que sea la realidad precisa una disolución de todo
condicionamiento (que, al fin y al cabo, es lo que conforma y configura nuestro
yo pensante), y que pone en cuestión precisamente esta dualidad, al menos,
cartesianamente[2]
entendida.
La
disolución de todo lo conocido implica la disolución del yo –corporal y mental-
y el enfrentamiento inevitable con la nada. Se dice en ciertas versiones muy
influyentes del budismo (zen, por ejemplo), que esa vía de desintegración o
destrucción del yo –racional- es la vía única de libertad y genuino entendimiento.
Ese acceder sin prejuicio a la realidad solo puede advenir de la nada que es la
disolución de todo condicionamiento personal, en el que se van adhiriendo todo
aquello que ha marcado nuestro ego (costumbres, educación, prejuicios,
condicionantes culturales….) a lo largo del tiempo. Hablamos nosotros aquí de
la nada como muerte de todo aquello sobre lo que ha construido el yo y que nos
impide ver lo que la realidad sea, cuanto mayor el ego, más imposibilitado está
cualquier entendimiento de inferir lo que la realidad sea. Cuando hablamos de
la muerte del yo, nos referimos a la nada, la nada o el vacío que se sitúa
fuera (anterior o después) del tiempo.
Pensar
la nada es ir contra toda lógica. Nos sitúa en la paradoja –racional- constante
y que adquiere carta de muy singular naturaleza, en tanto que esta nos remite
de manera inevitable al fin de la conciencia (relativa de nuestro ser pensante).
En cualquier caso, indagar en la nada es reconocer intuitivamente que esta, la
nada es la última y primera conciencia (absoluta más allá o más acá de
cualquier juicio egotista razonable).
Francisco Acuyo
[1] Ver
anteriores referencias al respecto en Ancile.
[2] Rex
cogitans y rex estensa cartersiana
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