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martes, 5 de octubre de 2021

“VUELVE DENTRO DE TI…”, ¡ AMIGO LECTOR!, POR ALFREDO ARREBOLA

 Para la sección Apuntes histórico teológicos traemos un nuevo post de nuestro amigo y colaborador Alfredo Arrebola, esta vez bajo el título: Vuelve dentro de ti, !amigo lector¡

           

                 

VUELVE  DENTRO  DE TI…”, ¡ AMIGO  LECTOR!

                                           


Vuelve dentro de ti, !amigo lector¡  Alfredo Arrebola

 

    

    Jamás he intentado imponer a nadie mis ideas; me agrada más la persuasión y, sobre todo, aceptar  el pensamiento de cualquiera  que opine diferente  a mí. Pero  el ser humano está obligado a  obrar conforme a los principios fundamentales e inmanentes del recto y ortodoxo proceder. Estamos, pues, en el terreno de “ lo natural”, independiente de toda creencia religiosa, siempre posterior a la ley natural. Sin embargo, la historia de las religiones nos hacen ver que las hierofanías, las teofanías son el modo de manifestarse la divinidad.

   En mis largas y objetivas reflexiones he visto claramente que hay otra posibilidad: situar la revelación en uno mismo. Es el camino que han seguido las religiones de  la inmanencia, de la interioridad. Según mi modesto criterio – hablo con el máximo respeto a todo ser humano – pienso que Dios está en el interior del hombre y sólo hay que volverse allí, abandonando las realidades  exteriores, para encontrarle. Es fácil reconocer que estamos hablando de una evidencia de lo divino, pero posiblemente más íntima y recatada. El apóstol Pablo – columna vertebral del cristianismo – nos lo  dijo bien claro: “Dios lo llena todo”. La filosofía “racionalista” de Benito Spinoza (1632 – 1677), a pesar de su panteísmo, está  basada en esos principios inmanentes de la divinidad.

   Se sabe perfectamente que las experiencias místicas están en esa misma línea. España puede sentirse bien orgullosa de su rica y amplia literatura mística y ascética, que sirvieron – increíble, pero cierto - de fundamento metafísico  para admitir  la “prueba de la existencia de Dios” (Henri  Bergson, 1859 - 1941. Premio  Nobel  de Literatura 1927).  Muchas religiones - afirma el filósofo José Antonio Marina (Toledo, 1939) -, entre ellas la cristiana, han ido evolucionando hacia  grados cada vez mayores de intensidad. He aquí, pues, el porqué de esta breve reflexión “Vuelve dentro de ti.  La verdad habita en el interior del hombre”, que nos regaló uno de los más grandes  teólogos  y filósofos de todo el  Occidente, San Agustín (354 – 430). Los Vedas y los Upanisad hablan del Ser supremo como  situado en la cueva del corazón. Y así en “Katha Upanisad  I, 2, 12 leemos: “La persona inteligente que  medita en su ser reconoce al Ser divino y eterno que habita en la cueva  del  corazón”. Nuestra Santa Teresa de Jesús (1515 – 1582), la más famosa escritora mística, llamaba a  esa cueva “morada interior”.

   Quien replegado en sí mismo, liberado de los deseos, logra mediante la concentración  unirse al Uno (Dios), ve claramente la falta de realidad de los seres. Como gotas de agua, las cosas desaparecen cuando brilla el gran sol. Idea que, desde lejanos tiempos, ha fascinado siempre a la  inteligencia humana: adentrarse en lo más profundo de su espíritu. Ya el divino Platón (c. 427 – 347 a.C) decía algo parecido en su mito de la caverna: Lo que consideramos como seres no son más que  sombras evanescentes proyectadas en la pared de la cueva.  Fuera, al aire libre, luce el sol, el Bien, el único. Ciertos filósofos medievales ya hablaban del “infierno de las diferencias”. Si el ser humano fuera capaz de mirar todas las cosas en Dios, las vería hermanadas, pero la soberbia, el  pecado, la discordia  las independizan. Esta ha sido, sin duda, la trayectoria del ser humano.

   ¡Oh! ¡Si nos pudiéramos dar exacta cuenta de lo que es ese mundo interior que llevamos en el alma! ¡Si pudiéramos comprender cómo el Espíritu Divino habita en nosotros y, además, nos posee!. Verdaderamente, el  Espíritu es el alma de nuestra alma y la la vida de  nuestra  vida; ¡causa pena saber que el hombre con frecuencia olvida ese mundo que lleva dentro! ¡Lástima que, fascinados por las cosas de la tierra, muchas veces perdamos la noción de las cosas  divinas!

¡Ah! A cada uno de nosotros se nos pudiera decir lo que Jesús de Nazaret dijo a la Samaritana junto al brocal del  pozo de Jacob: ¡Si conocieras el Don de Dios! (Jn  4,10). ¡No salgas de tí, benévolo lector!. Ignoras, posiblemente, lo que llevas dentro de tu alma: riquezas sobrenaturales, riquezas 

divinas que puedes maravillosamente explotar. Pues, al fin y al cabo, el hombre está llamado a ser plenamente feliz. Reflexiona y experimenta en tu propio interior porque , nos dice Consuelo Martín, “la  experiencia aporta la única verificación  posible a la verdad trascendente que puede dar total  sentido a la  existencia” (cfr. “Introducción”  a  UPANISAD…, pág. 23 (Madrid,2001).

Vuelve dentro de ti, !amigo lector¡  Alfredo Arrebola
     También en el budismo podemos observar cómo considera que el mundo es una ilusión  mantenida
por el apego, como también  sabemos que toda la  enseñanza de su fundador, Buda (ss. VI-V a.C.), se reducía a las “cuatro nobles verdades”: la verdad de que existe la infelicidad; la verdad de que hay una causa de esa infelicidad; la verdad de que la infelicidad puede cesar; la verdad del camino  que conduce al cese de la infelicidad. El mítico eremita defiende una especie de empirismo espiritual: “Aceptar mis palabras, repetía, con relativa frecuencia, sólo y después de  haberlas comprobado vosotros mismos; no las aceptéis simplemente por la veneración que me  profesáis (…), los Budas sólo indican el camino”. Ese camino se reduce a aniquilar el deseo y alcanzar un nivel diferente de existencia: el nirvana. No lo niego - ¡tampoco me vanaglorio! - de haber estudiado medianamente bien el Budismo.

   Sin embargo, quienes seguimos a Cristo, el Unigénito de Dios, sabemos  cuál es nuestro  camino, que está perfectamente descrito en el Evangelio de Lucas:  “Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os calumnian (…). A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. Pues, si amáis a los que os aman, ¿qué mérito  tenéis?  También los pecadores aman a los que los aman (…) Amad a vuestros  enemigos, haced  el bien y prestad  sin esperar nada; será grande vuestra recompensa y seréis hijos del Altísimo, porque él es buenos con los malvados y desagradecidos; no juzguéis, y no seréis  juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterá una medida generosa, colmada, remecida, rebosante, pues con la medida con que  midiereis se os medirá a  vosotros” (Lc 6, 27- 38).

  Larga cita, es cierto; pero no me quedaba otro remedio que servirme del propio Evangelio que nos enseña que sólo en Cristo - “Camino, Verdad y Vida”, Juan 14,6 – puede el ser humano encontrar la razón última de su existencia y su final. Es posible que no alcancemos a comprender esta doctrina sublime; pero aunque no la comprendamos, ahí están  testigos mayores de toda excepción que nos están indicando que es posible encontrar, partiendo de uno  mismo, en los múltiples y variados “dolores vitales”, la  alegría, y no cualquiera alegría, sino la “perfecta alegría”, siguiendo la senda del divino Jesús de Nazaret, que “pasó por este mundo haciendo el bien”.



Alfredo Arrebola

Villanueva  Mesía-  Granada, Septiembre de 2021

 



Vuelve dentro de ti, !amigo lector¡  Alfredo Arrebola


 

 

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