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viernes, 20 de septiembre de 2024

MENTE Y MATERIA: PARA UNA ACEPCIÓN RACIONAL DE LA ENFERMEDAD

 Siguiendo con la temática de la terapéutica artística traemos un nuevo post para la sección de Ciencia del blog Ancile que lleva por título: Mente y materia: para una acepción racional de la enfermedad.


MENTE Y MATERIA: PARA UNA

ACEPCIÓN RACIONAL DE LA ENFERMEDAD

 

Mente y materia: para una acepción racional de la enfermedad. Francisco Acuyo

Recuerdo la lectura de algún que otro autor y supuesto investigador de lo que se suponen que son trastornos mentales y su no ya reticencia, sino negación manifiesta de que se traten de enfermedades. Juegan, por qué no decirlo, no ya a dilucidar problemas médicos o sanitarios, sino a ser filólogos de fuste, lexicógrafos de fundamento, lingüistas de referencia y egregios etimologistas. Así pues, su concepto de enfermedad, solo puede y debe de hacerse valer y atribuir a los desórdenes susceptibles de detectarse exclusivamente en el cuerpo, o lo que es lo mismo, a los procesos físico químicos que funciona anormalmente en la condición biológica del cuerpo[1].

                La infirmitas – atis latina (el prefijo in, negación de, el lexema firm, fuerte, y el sufijo itat, abstracción o cualidad) conforman una acepción unívoca para algunos sectores de la antisiquiatría, aplicable solo cuando afecta al cuerpo, relegando cualquier otro desorden o sufrimiento que no sea corporal, trasladando el resto al orden de mito, o, nada menos, que a un desorden que se entiende metafórico. Solo la literalidad del dolor y el malestar físico pueden ser considerados enfermedad, y por tanto, terminológicamente, apta en su definición para estos trastornos.

                Debo decir, que viendo la fecha de edición[2] de esta y otras publicaciones me siento embargado entre la estupefacción y el espanto; haciendo gala estas ediciones de un positivismo materialista no solo periclitado, sino fuera de toda realidad clínica. A fuer de no ser demasiado feroz en mis críticas, quiero creer que estos y otros autores afines a esta distinción disparatada, en realidad no entienden muy bien el lenguaje con el que se manejan para llevar a término sus juicios y mucho menos sus afirmaciones que se suponen científicas.

                Entienden estas corrientes que, si bien todo tratamiento ha de ser estrictamente corporal o físico o químico biológico, es claro que cualquier otro tipo de procedimiento curativo es mera retórica, por lo que la psicoterapia no pasa de ser un mito, una tropo persuasivo aplicado al paciente, enfatizando, para más inri, que el ejercicio elocutivo y retórico es algo trasnochado y poco o nada científico. Nos relegan al diálogo socrático como origen de tanto despropósito. Parece que el maestro y el propio discípulo (Platón, claro está) no hacía(n) más que desvariar en sus intentos de búsqueda de la aletheia (verdad), obviando el fundamento que supone aquella, la verdad, digo, para una óptica competente nada menos que de la epistemología.[3]

Mente y materia: para una acepción racional de la enfermedad. Francisco Acuyo

                En cualquier caso, parece evidente que la separación de mente y cuerpo es el sustrato teórico sobre el cual edifican el edificio de sus disparates estos dixit investigadores. La psicoterapia no es más que un juego retórico que atañe a la ficción de una enfermedad mental, que no existe como tal, por lo que el terapeuta no es más que un rétor sofista con intenciones inquietantes. Pero no contentos con estas afirmaciones indagan sobre la naturaleza lingüística de la propia palabra: therapeia, tratamiento.  Ciñen dicha acepción a la mera persuasión a través de la palabra apropiada y efectiva. Ignorando o cuando menos olvidando, que del sustantivo therapeia radica el verbo therapeuien, que significa: cuidar, aliviar, curar, por lo que su desidia hacia la retórica confirma la necedad de sus afirmaciones y el desconocimiento del significado del término.

                Insisten en que, si la terapia basa sus resultados curativos fundamentalmente en la palabra como phármakon, esta no puede llegar ser medicina por el hecho de no poder incidir en la verdadera enfermedad que siempre será física. Así las cosas, la terapia es palabra, retórica (según Aristóteles) y como tal no puede confundirse con la ciencia. La terapia está llena entimemas o singulares silogismos, según estos autores, que están sustentados en la capacidad de convencer, dejando de lado que el propio Aristóteles la establecía como ciencia: la ciencia del discurso. Por lo que, disciplinas como la literatura y todas sus derivadas en sus variadas sistematizaciones, cabe inferirse, no son más que pamplinas carentes de cualquier fundamento científico.

                Es claro que la confusión del concepto de retórica como fundamento del discurso coherente y lógico, a través del rigor de la inventio, la dispositio y la elocutio, no pueden ser propias de criterio científico, y la confusión, digo, proviene de trabucar y despistarse con una de las fases de la propia elocutio o estilo (que está compuesta por la puritas, la perspicuitas y el ornatus),[4] me refiero a la que atañe al ornatus y referida a los tropos y figuras literarias.

                Esta superficialidad de lo que supone la retórica es una de las causas de tanto disparate, mas también, el hecho de llevar lo estrictamente científico al ámbito de la materia y a lo que es meramente cuantificable. De todo hablaremos en la siguiente entrada del blog Ancile.

 

 

Francisco Acuyo

               



[1] Szasz, T.: El mito de la psicoterapia, Espaebook, 1978.

[2] 1978.

[3]Que estudia las circunstancias históricas, psicológicas y sociológicas que llevan a la obtención del conocimiento científico.

[4] Como si la lógica de la disposición gramatical y lingüística fuese tarea propia de artesanía, o hacer compresible el juicio razonable del discurso fuese labor de bárbaros iletrados, y hacer hermoso el discurso es trabajo de gañanes ignorantes de un rigurosísimo método (artístico, si, pero también científico).




Mente y materia: para una acepción racional de la enfermedad. Francisco Acuyo


martes, 17 de septiembre de 2024

LA LÓGICA ARTÍSTICA: MÁS ALLÁ DEL SILOGISMO. UN DINAMISMO ACTIVO PARA UNA TERAPIA COGNITIVO CREATIVA

 Con este nuevo post para la sección de Ciencia del blog Ancile, abrimos una nueva serie dedicada a la terapia cognitivo creativa, en este caso bajo el título: La lógica artística: Más allá del silogismo. Un dinamismo activo para una terapia cognitivo creativa.


LA LÓGICA ARTÍSTICA: MÁS ALLÁ DEL SILOGISMO.

UN DINAMISMO ACTIVO PARA UNA TERAPIA

 COGNITIVO CREATIVA


 

La lógica artística: Más allá del silogismo. Un dinamismo activo para una terapia cognitivo creativa. Francisco Acuyo

En la arcana (y enigmática, para occidente) tradición Zen se decía que la solución final a cualquier conflicto trascendente se hace posible o procede de dentro: si la pregunta sale del yo, debe regresar al yo, o lo que viene a ser lo mismo: el yo y el no yo deben identificarse[1]. En realidad, lo que está planteando es el ancestral problema de la disociación o dicotomía de la mente y la naturaleza, de la separación del objeto y del sujeto, o, para los místicos, la separación de Dios y el mundo.

                Uno de los grandes valores terapéuticos del budismo ha sido exponer abiertamente el anhelo del regreso al origen donde no hay división posible, el lugar donde se produce la alternancia de uno a otro: del sujeto al objeto, de la mente y la naturaleza o de Dios y el mundo: ese vacío en el que no cabe unión es el que propicia la comunión constante y la perpetua disparidad y diferencia.

La lógica artística: Más allá del silogismo. Un dinamismo activo para una terapia cognitivo creativa. Francisco Acuyo
                Los dos párrafos anteriores pueden parecer extraños en la disposición de sus presupuestos de razón para hacerse accesibles, al menos para nuestra cultura esencialmente silogística,[2] de hecho, este razonar fuera y dentro de nosotros mismos, de la mente y la naturaleza, de lo consciente y lo inconsciente ya son fuente inevitables y necesarias de conflicto. Pues bien, el ejercicio artístico, como actividad creativa e imaginativa es una vía terapéutica de enorme interés, en tanto que se ofrece como impulso activo singular que intermedia entre los opuestos descritos. El fracaso de la integración de lo exterior con el interior de nuestra psique una de las nefandas fuentes de muchos de los trastornos que inciden dramáticamente en la modernidad.

                El itinerario para una recuperación de aquellas alteraciones tiene que ser cognitivo, de entendimiento y comprensión de lo que le sucede. Otra vía será la de la creación, en tanto que esta accede a través de la imaginación hasta los recovecos mas profundos de nuestra mente para extraerlos y hacerlos reconocibles, expresivos, comunicables y ofrecerlos como mucho más que algo netamente personal, también transferible allende generaciones, progenies y culturas que emparentan artísticamente sus inquietudes más íntimas.

                Al moverse el arte entre lo material y espiritual, entre la abstracción y lo preciso, la perpetuidad y lo efímero, su lógica no es silogística, ya que le permite estar conjugando los opuestos, origen de los conflictos, desde donde, en fin, contemplar con serenidad el arsenal que acumula y hace provisión de todas aquellas espectrales entidades que acaban por conformar la taxonomía de no pocos trastornos del espíritu.

                Veremos que la oferta terapéutica que propone el arte se ve inmersa necesariamente en el ámbito que tanto denostaron los adeptos a la antisiquiatría, describiendo la enfermedad mental como un mero mito en tanto que se la consideraba nada menos que como una metáfora, como si esto no fuese poca cosa, por lo que la terapia, la psiquiatría y por ende la misma psicología, según estas tendencias antisiquiatricas, no pasaban de ser una medicina o inmersión sanitaria falsa de toda falsedad.

                Indagaremos sobre esta cuestión en siguientes entradas de este vuestro blog Ancile.

 

 

Francisco Acuyo



[1] Suzuki, D. T: El ámbito del Zen, Kairós, Barcelona, 1981, pág. 34.

[2] Razonamiento lógico silogístico que fundamenta la dinámica deductiva en occidente, desde su creación por Aristóteles: dos proposiciones serán las premisas mediante las que se acceda, en relación terminológica con otra que la concluye. El sujeto y el predicado establecen la conclusión de su juicio.





jueves, 12 de septiembre de 2024

NOCTURNAS SOLEDADES

Para la sección de Poesía del blog Ancile estas Nocturnas soledades, desde las cumbres de Sierra Nevada.

 

NOCTURNAS SOLEDADES

 

 

Nocturnas soledades, Francisco Acuyo

Canzone, io credo che saranno radi

Color che tua ragione intendan bene…

 

Canción, muy pocos creo que serán

los que tu razonar entiendan bien….

 

Dante Alighieri

 

Sierra Nevada.

Observando las estrellas

 

 

 

 

   Si por seguro azar el devenir en tu mano

de luz se sostuviera, yo te imploro, oh, instante

constelado, que eterna en la noche soberano

el paso no detengas, y mi alma semejante

marcha siga del terrenal al celeste plano.

 

   La aflicción en lo abstracto de la soledad, dura-

mente en el alma, piedra de dolor, nos golpea.

En la cumbre nocturno la noche el vuelo de un aura

imperceptible, en desamparo, apenas si idea

de ti tiene: será en mi ánima carnal figura.

 

    Amor, no sabes que en el mundo existo, sí, amor,

ni que me amas acaso tú sabes, pues, tu mente

dibujó en cada estrella el semblante interior

con el que miro ahora en el astro juntamente:

veo, sin conocerla, oh soledad, su esplendor.

 

    A elucidar no alcanza razón esta belleza

que contemplo en el rostro nunca visto, el aspecto

que soñar solo puede en soledad la firmeza

de un amor sin frontera y que no entiende intelecto,

de un amor que en el alma nos hiere con certeza.

 

 

 

 

Francisco Acuyo

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

martes, 10 de septiembre de 2024

NOCTURNO (AL REFLEJO DE LAS ESTRELLAS EN LAS LAGUNAS Y FUENTES DE SIERRA NEVADA)

 Para la sección de Poesía del blog Ancile, traemos un nuevo poema que lleva por título: Nocturno (al reflejo de las estrellas en las algunas y fuentes de Sierra Nevada).




NOCTURNO

(AL REFLEJO DE LAS ESTRELLAS

EN LAS LAGUNAS Y FUENTES DE SIERRA NEVADA)


 

A Manuel Titos,

en rara sextina.

 


Nocturno (al reflejo de las estrellas en las algunas y fuentes de Sierra Nevada). Francisco Acuyo


 

    Cómo asombra al girar tan constante el firmamento.

La luz que constelada apenas al ser da forma

en esta soledad ilusoria de sustancia

estimamos, será cuerpo, espíritu de un fruto

cierto: así, siempre efímero en la estrella el instante

avisa del delirio que conforma lo eterno.

 

   Del mismo modo, aquel segundo, soñó lo eterno

en la línea fugaz que al pensamiento dio forma

de criatura en la estrella y figura cual sustancia;

el trazo que, digamos, un cisne al firmamento

dibuja, y siendo leve semilla en un instante

para la eternidad fue conciencia que dio fruto.

 

    Si cada noche un árbol constelado su fruto

de luz sobre la fuente ofrece, del firmamento

escojo yo la rama más alta por dar forma

al ser que creo ser, vivido por un instante,

y veo tan fugaz esta quietud siendo eterno

sueño que la conciencia conspira a ser sustancia.

 

   Igual al tulipán la estrella ora se sustancia

en aromada luz que florece al firmamento,

ora crece en el agua y ora al cielo da forma

de flor que aquí, en la tierra, florece en luz eterno

fruto del movimiento, ¡ah!, esta quietud si fruto

de eternidad ya se sucede por un instante.

 

    Sabed que la constancia del astro es un instante

sucedido que vuela brisa sobre lo lo eterno.

Con estar bajo el cielo impasible sé la forma

que los sueños adquieren para yacer sustancia,

allí, donde la noche es semilla al firmamento

que florece estelar para contener el fruto.

 

   Veo cómo la noche vela el sueño y da forma

a una flor que en el alma apenas si se sustancia.

Cómo asombra al girar tan constante el firmamento.

 

 

 

Francisco Acuyo


 

Nocturno (al reflejo de las estrellas en las algunas y fuentes de Sierra Nevada). Francisco Acuyo

 

 

 

 

jueves, 5 de septiembre de 2024

LA CONCIENCIA EN EL ARTE. EL ARTE DE LA CONCIENCIA. LA GEOMETRÍA MATEMÁTICA EN EL ARTE (FRAGMENTO)

 Traemos para la sección de Pensamiento del blog Ancile, un fragmento del trabajo intitulado: La conciencia en el arte. El arte de la conciencia. La geometría en el arte, cuyas reflexiones abarcan el proceso creativo de determinados artistas en la actualidad.


LA CONCIENCIA EN EL ARTE. EL ARTE DE LA CONCIENCIA.

LA GEOMETRÍA MATEMÁTICA EN EL ARTE


 

Al albur de la obra del artista

 Martín Noguerol, en su serie 51

 

Nil conscire sibi[1]

Horacio



La conciencia en el arte. El arte de la conciencia. Francisco Acuyo

 

 

Nominar la palabra ¿revelada?: curiosidad, acaso sea nombrar el vigor, el carácter, el retrato particular marcado en unos pocos espíritus ya desde la más tierna infancia. En proclama de esa potencia inmarcesible para algunos, extraje unas pocas y muy humildes nociones sobre lo que la indagación de la curiosidad procura al que quiere saber algo de sí mismo y de lo que inopinadamente le rodea. Es el caso que, con esta suerte de impulso, incomprendido todavía, me interesé con sentida modestia y un anhelo palpitante sobre los dominios de la ciencia y del arte que misteriosamente embargan a la geometría, sobre todo porque aquella está inmersa en el dominio de la matemática, y siempre estuvo dispuesta para el arte.

                Nadie nos instruye en el negocio singular de ser curioso. Pero lo que será seguro es que se ofrece como una servidumbre que, a la vez, nos libera y nos embaraza. También es cierto que nadie se postula para ser avisado sobre esta o aquella familiar y esperada (o inesperada y rara) cosa. Ni que decir tiene que nunca de manera consciente, la persona curiosa, al menos al principio, entra en ninguna exacta pesquisición, más bien al contrario, pues, en la mayoría de los casos está motivado por una inquieta imaginación que lleva a la curiosidad a volar en derroteros bastantes inciertos, porque el entusiasmo y el ansia de entendimiento, ha de poner en jaque incluso al juicioso más prudente.

Así las cosas, anduve interesado desde siempre por el dominio de la geometría de manera especial (y de la matemática en su panoplia fascinante de ramificaciones que la componen), que, aun siendo un neófito o un simple fascinado en tales disciplinas, siempre hubo de maravillarme cómo el lenguaje matemático y su potente despliegue de abstracción podía (a priori, incluso) describir y descubrir la realidad física del mundo y calzarla en su idealización como un guante. Igualmente habría de suceder con ¿el fenómeno? de la conciencia, porque esta, no siendo un fenómeno medible físicamente, participa de la realidad, e incluso dícese que puede llegar a crearla[2].

La conciencia en el arte. El arte de la conciencia. Francisco Acuyo
No obstante, siempre puse en duda la acepción que acoge Locke (como insigne empirista) sobre la definición de conciencia (la conciencia es la percepción de lo que pasa en la propia mente del hombre), por que se me antojaba incompleta, no solo ante la propia e intrincada etimología que de ella se deriva en varios idiomas del término[3]. Si la definición (así como lo que sea realmente la conciencia) en sí misma es de complicada resolución (para la ciencia es el proverbial problema difícil), para el arte adquiere tintes no menos comprometidos y dificultosos. El mundo de las sensaciones (de la percepción medible y experimental) es de capital importancia en ciencia, pero en el arte (la vivencia subjetiva) de aquellas percepciones es uno de los fundamentos desde donde se edifica como fundamento para aquello que entendemos que puede ser considerado como arte. Mas, ¿qué hay de los
pensamientos, sobre todo si estos son el andamiaje nada menos que de las palabras, sin son los moldes que dan forma, así mismo, al pensamiento[4]?

La conciencia en el arte. El arte de la conciencia. Francisco Acuyo
                Estudiando e investigando el ámbito de la sinestesia[5], encontré una vía singular y al tiempo completa de entendimiento de lo que ya empezaba a considerar algo más que un fenómeno, me refiero a la conciencia que, de manera más o menos complicada, en virtud de aquel tropo (metafórico, o no) era capaz de establecer algo más que puentes entre lo sensorial (el mundo de los cualia) y las abstracciones más profundas (lo que algunos estudiosos de la retórica han denominado como proceso de abstracción sinestésica).

Decía en alguna ocasión: Realmente es alucinante, o al menos a mí en su momento hubo de parecérmelo, que a través de la teoría de números abstractos se pudiese conectar con ámbitos de la realidad como la trayectoria de la luz, ofreciendo explicaciones y, o, soluciones a la realidad física de la misma.[6] Así, también, indagando aquellas sinestesias especiales me di cuenta de que: las conexiones entre el mundo físico que la percepción ofrece y el orbe mental de dichas abstracciones, conectan con lo perceptivo en un asombroso continuum. Intuía que algo o mucho debía de tener que ver con el fenómeno no menos difícil de la conciencia compartiendo patrones organizativos[7]; y donde, finalmente infería que la sinestesia podía considerarse una expansión de la conciencia personal, pero también, una conciencia transpersonal que se ofrece como metaconsciencia, que acaso no puede explicarse como proceso cognitivo ordinariamente consciente. En el arte esta conciencia puede aparecer como una experiencia de carácter espiritual y que, no pocos, emparentan con el ejercicio creativo genuino, y si para el científico de la mente puede resultar un elemento perturbador, para el artista suele ser un ámbito familiar de convivencia.



[1] Consciente de sigo mismo de nada.

[2] Tan sólo haremos una breve referencia al mundo extraño de la física cuántica, donde el observador es imprescindible para la configuración física del mundo de lo infinitamente pequeño.

[3] Acuyo: F.: Sobre la conciencia, en prensa.

[4] Huxley, A.: Discurso, Faber and Faber, Londres, 1984.

[5] Adjunto las diferentes acepciones de la RAE para hacernos una idea de este extraordinario fenómeno que tiene su lugar en las taxonomías de la retórica.

 De sin-1 y el gr. ασθησις aísthēsis 'sensación'.

1. f. Biol. Sensación secundaria o asociada que se produce en una parte del cuerpo a consecuencia de un estímulo aplicado en otra parte de él.

2. f. Psicol. Imagen o sensación subjetiva, propia de un sentido, determinada por otra sensación que afecta a un sentido diferente.

3. f. Ret. Unión de dos imágenes o sensaciones procedentes de diferentes dominios sensoriales, como en soledad sonora o en verde chillón.

[6] Acuyo, F.: Materia, mundo fenoménico y abstracción: al albur de la sinestesia, Blog Ancile, 2 julio de 2024, https://franciscoacuyo.blogspot.com/2024/07/materia-mundo-fenomenico-y-abstraccion.html

[7] Ibidem.



La conciencia en el arte. El arte de la conciencia. Francisco Acuyo


martes, 3 de septiembre de 2024

BREVÍSIMA NOTA DE RECOMENDACIONES Y PRÉDICAS DE D. FRANCISCO DE QUEVEDO ADAPTADAS TORPEMENTE A LA MODERNA NECESIDAD DE NUESTROS DÍAS.

 Finalizamos la serie de reflexiones y divertimentos sobre la ridiculez y la infamia de la indignidad, para le sección de Pensamiento del blog Ancile, con un nuevo post que lleva por título, algo prolijo: Brevísima nota de recomendaciones y prédicas de D, Francisco de Quevedo, adaptadas a la moderna indignidad de nuestros días.



BREVÍSIMA NOTA DE RECOMENDACIONES Y PRÉDICAS DE

 D. FRANCISCO DE QUEVEDO ADAPTADAS  A LA

 MODERNA INDIGNIDAD DE NUESTROS DÍAS



 



Acaso porque la situación ha sido tan propicia como lo fuera entonces, la falta de dinero y de vergüenza, entonces de plata y oro, lo pone en evidencia: debiéranse quemar las coplas de poetas, así también que, como mentirosos y farsantes incorregibles, así se infiere por decir mal unos de otros (dixit), situación que nunca estuvo más de moda que en nuestro tiempo, por lo que debe tenerse como muestra muy apropósito  para la descripción de la pérdida de la dignidad de nuestros poetas.

                Otra premática de Quevedo muy digna de consideración para los poetas de antes y aun para los de ahora, será que se les trate como a enajenados (yo apuraría, como a imbéciles), y como privilegio del loco o del estólido gañán, que si son furiosos los aten (dixit), y si no, por piedad cristiana, que no se les castiguen, sino que se les agradezca no haber cometido aún más indignidad de la posible, actitud que los emparenta con buena parte de la casta de nuestros políticos, tomada por la mayoría en nuestros días de modo literal.

                Aunque para suerte de nuestros ganados ya no hay pastoral albergue de poetas (hoy ecologistas), debemos estar atentos por si decidieren tomar callado y pellico para volver a las andadas. Además, como no podemos ahora recomendar que dejen tal oficio, si inclinados a la soledad, habiten ermitas, y los sociables, por aún más temibles, se acomoden en cuadras como mozos de acémilas, que ahora son pocas y están al inescrutable recaudo de los actuales gobiernos.

                Aquello de intentar impedir trasladar las coplas de un sitio a otro, que recomendaba Quevedo, será hoy del todo imposible, que las redes (sociales, dicen) ya no son las de antes, cuyo útil era la de atrapar pescado, sino la de hacerlo circular sin medida por medio mundo, por lo que de hacerlo callar, cuando menos un mes por sus insolentes hurtos, será tarea de seguro perdida en cualquier caso, así son los tiempos que corren a día de hoy, que difieren notablemente con los de nuestro autor de tan graves premáticas.

                Hoy nada podemos decir, como entonces, de las mujeres que se casan con poetas, para que no se las entierre, como a suicidas, en sagrado, sobre todo porque el sacro sacramento apenas si se utiliza, amén de que hombres y mujeres avanzan a la irremediable extinción, sean  o no poetas, que abundan hoy con ímpetu inaudito, no ya el poeta, la poeta (o el feo poetisa)  sino el poete, la poeti o la poetu, según interese al asno que salvaguarde cualquier disparate del muy mal denominado género que habite el universo mundo.

                Pero, con cuánta razón nuestro admirado Quevedo, exige piedad cristiana hacia aquellos que creen que los que se dicen poetas son necesarios y vivir sin ellos será un imposible, que por ciegos, farsantes y sacristanes, se han de permitir los poetas oficiales de tal o cual singular régimen, reconocidos por carta de examen de cacique que fuere (dixit, muy acertadamente)  entonces, ahora muy de nuestro tiempo también, y aunque los Apolos, Júpiter y Saturnos han caído en desgracia a los que encomendarse, seguro que lo harán a su cuidado de los próceres más indeseables de la actual política, por convicción ideológica o sin ella, que eso procederá según el interés convenido por el peticionante, aunque después los tenga de abogados a la hora de su muerte.

                Cerraba el gran poeta con la recomendación de que estas prédicas han de guardarse a nuestras justicias (y dignidades) inviolablemente con el rigor acostumbrado.

 

Francisco Acuyo