Esta (muy irónica) reflexión sobre Los principios del tigre (1997) surgió con motivo de algunas consideraciones que se hicieron en su momento (equívocas, a mi modesto entender) sobre su situación en el panorama poético actual, y de cómo se trataba de incorporarlo a las directrices del postmodernismo literario.
EN LOS LÍMITES DE LO POSIBLE:
EL ESPEJO POSTMODERNO
Así aconteció cuando me propusieron, abierta y desenfadadamente por otra parte, al autor de las valoraciones que nos ocupa, es decir a mí mismo, dar claves de lectura de este libro en virtud de sus influjos (si los hubiere) con supuestos rasgos posmodernos. Tengo que confesar que cuando se me hizo esta indecente proposición, lo que más me preocupaba era caer en el uso -inevitable- de la convencional práctica de los principios que abundan en la teoría que alimenta la crítica de la posmodernidad. Cuando le dije que no le garantizaba encontrar señas identitarias que fuesen de su satisfacción, noté demudar la color de sus facciones, normalmente bien aderezadas, y la expresión habitual de amable complacencia hubo de tornarse en visaje algo mohíno, e hizo gestos intraducibles a mi negativa demanda, los cuales quise interpretar para la ocasión, como de curiosidad o expectación, aunque, en confianza, creo que era más patente la suspicacia y la perplejidad, a la vista de los posteriores y enigmáticos comentarios al respecto del por qué un examen tan riguroso (el suyo, aun siendo del todo favorable), a una obra (la mía), no mereciese un grado tal de austera introspección y rechazo por mi parte. Dicho lo cual, con la benevolencia que caracteriza a las almas candorosas, también quiero creer que por la amistad con la que tiene a bien en regalarme de forma inmerecida en tantas ocasiones, y a pesar de mi proceder impertinente y tantas veces inoportuno, me pidió que defendiese mi rechazo por escrito. Quise acceder -a regañadientes- a su inusitada demanda por la devoción a la excelencia de su persona, y empecé a relatar de esta atropellada y muy breve pero no menos amable manera:
«Querido amigo: No sé si acertaré a dar satisfacción completa a tu exigente requerimiento, de cualquier modo, de la obra que creo más atinada para establecer características que muestren inclinación a aquellos principios, aun siendo mi naturaleza muy reacia a tales circunscripciones y posterior catalogamiento, será la que muy a propósito se intitula: «Los Principios del Tigre».
Diría que en la totalidad de su conjunto tuve siempre muy claro que la tradición, el pasado, como designabas en la relación que me ofrecías como caracteres propios de la posmodernidad, iba a transcurrir muy naturalmente, con una aceptación muy acorde del que sabe certeramente que dicha tradición no puede (acaso no debe) ser destruida, y esto porque no es ninguna cosa vanal colegir que con ella se recurre a un saber universal. Tal es así que me permití, entre otros collages con valor de intertextualidad el del poema titulado La soledad y el tiempo: [...] de estos días azules[...] del verso tercero, o [...] de ese sol de la infancia, retrato en verdad ostensible de los célebres versos de Antonio Machado.
En cuanto a la ironía, que también se encontrará, y en cantidad notable en no pocos versos, acaso vea su marca más reconocible en las líneas que conforman este particularísimo comentario, que no pierde mantenerse sino con grado importante de fe en el disparate más sincero, pues es producto del más profundo escepticismo; no obstante quede aquí la estrofa cuarta del fragmento cuarto del poema que da título al libro: Los principios del Tigre, que de por sí bien puede tenerse como auténtico sarcasmo: Sabe el tigre que mirar // no es un arte cultivado, // no cuentan tanto los siglos // como el saber instantáneo. Presta atención, y observa que subyace en estos versos (idea también perfectamente deducible en otros momentos del libro) quizá no la debilitación de la historia, acaso la nulidad de la misma.
En este instante no puedo menos que hacer una reflexión sobre la concepción espacio temporal que discurre a lo largo del poemario, y hacer notar que los modos espacio temporales que se muestran, no son en absoluto los que priman al sentido común de los mortales sensatos. Mira si no cuando dicen los versos del mismo poema: Entre el discurso del tiempo // la eternidad sensitiva, concepto non grato a cualquier entendimiento medianamente enjuiciado; o estos otros de A la sombra del álamo blanco cuando dicen: Puedo tocar el pasado, // puedo escuchar si crepita // el ascua desde el futuro// que regresa a su ceniza».
También se me antoja como bastante claro y pertinente al caso: el manifiesto declive de cualquier mito de modernidad y progreso y su consecuente rango de superioridad en poemas como el que da título al libro, por su contenido evidente, por otra parte ya fácilmente deducible del sentido ambiguo o ambivalente del mismo: ¿cabe acaso la sofisticación intelectual expresa en esos principios para una fiera que, además, se supone tan irreverente como iletrada?
La alegoría es cosa de veras digna de reseñar a estas alturas de este apresurado análisis, no sólo en el poema último, pues incluso puede verse cierto sentido alegórico en la totalidad del poemario.
Que hay una fuerte propensión ecléctica, me parece de bulto, las fuentes que hacen aparición a cada paso de los poemas, es del todo compleja por abundante, señalaba a Antonio Machado, mas también cabe detectarse a Rubén Darío, a Vicente Aleixandre, a Góngora, a Juan Ramón Jiménez, a Lorca, y un larguísimo etcétera, y todo ello vertido en una, creo que digna hibridación que da fe de un importante sincretismo de estilos, pero también de pensamiento, veremos circular desde Platón a N.A.Witthead, pasando por Epicuro y Kant... De esto puede lógicamente deducirse el posicionamiento antitotalitario radical, el cual marcharía desde la visión estética hasta cualquier posicionamiento moral y filosófico, deducible por el singular desfile de ideas, filosofías y poses estéticas del todo muy variadas.
La congruencia, en esa curiosa acepción postmoderna, es también un rasgo perfectamente constatable: hacen desigual desfile en estas páginas poetas, filósofos o científicos, certificando una clara afinidad entre poesía, literatura, filosofía, ciencia, ética, estética... De todo lo cual cabrá deducirse el auténtico desafío para la habilidad interpretativa del lector potencial en el manejo coordinado o parataxis de todo este material.
Tengo también que reconocer de seguro, no sin cierto pudor, que este tipo de confesiones llevarán a malinterpretaciones tanto literarias como personales, aunque me es grato referirlo, no sé si hasta el punto de haber manifestado celebración alguna, sin ser tampoco demasiado consciente de haber mantenido algún grado de befa hacia alguno de los valores establecidos, nunca quise herir la sensibilidad de nadie en modo y momento alguno...».
De esta guisa fui despachándome respecto a las convenciones postmodernas vistas por el crítico, autor y amigo de mi libro. Ahora con más seriedad, atención, circunspección y desde luego menos vehemencia, me siento en notable confusión, sabiéndome menos discreto, reservado, reflexivo, cómo menos dueño de mí mismo; más exento de pudor y con más responsabilidad por apuntar presuntos despropósitos, aunque también más señor de un aire de desafío, porque tal vez le hiciera parecer por momentos más ajeno, despegado a su amistad, por lo que encarecidamente ruego su disculpa, mas acaso más libre con aquello que en un principio me hiciera mostrarme, por mor de la amistad y de las buenas costumbres, del todo tan pusilánime.
Bueno, bueno, amigo. Entiendo tu discurso, pues el nivel de Los principios del Tigre merece todo intento, El caso, gracias a mi ignorancia de las artes de la crítica literaria, es que nada que se diga, o pretenda analizarse como si se tratara de una autopsia, afecta la calidad, el poder de transformación de tu obra. De hecho los versos primeros que citas van más allá de la poesía y penetran con las mejores galas los terrenos de la metafísica. No me importa cómo se clasifique un estilo, de algo tienen que vivir los críticos, es más, deben justificar su razón de existir. Ni siquiera puedo asegurar si el post modernismo se relaciona cronológica y estilísticamente con el modernismo. De entrada el Modernismo, aunque ni se mencione, según mi profesora de literatura de grado doce, tuvo un precursor en José Martí...según ella "Ismaelillo", del cirtado autor, fue uno de los primeros poemas modernistas. En fin, un abrazo, amigo.
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