jueves, 6 de febrero de 2020

DIOS Y LA LIBERTAD: LAS RAÍCES TEOLÓGICO-BÍBLICAS DE LA LIBERTAD HUMANA.


 Para la sección, Apuntes histórico teológicos, del blog Ancile, Traemos una nueva entrada de nuestro colaborador Alfredo Arrebola, bajo el título: Dios y la libertad: las raíces teológico-bíblicas de la libertad humana, quien hace unas interesantes aproximaciones al tema siempre vigente de la libertad y Dios. Siempre hemos seguido unas directrices en este soporte que ahora, lector, atiendes y por lo que te damos las gracias, donde se pueda expresar con total libertad sobre cuestiones de interés universal, con fundamento, aviso suficiente sobre el tema y razonando los juicios ofrecidos, condiciones cumplidas de sobra en estas entradas que ofrecemos bajo esta sección.


     DIOS Y LA LIBERTAD: 

LAS RAÍCES TEOLÓGICO-BÍBLICAS

 DE LA LIBERTAD HUMANA
                                        





      Me considero una persona abierta a todas las tendencias que buscan el bienestar común, la libertad y la paz universal, pero no soy ajeno de que vivimos tiempos de increencia, de modo especial marcados en nuestras sociedades europeas. Creer en Dios ya no se lleva en muchos ambientes que nos rodean. La euforia por lo científico, el desarrollo alocado  de la tecnología, el saber presuntuoso y engreído del propio pensar, hacen que el asunto de Dios sea tema de poco interés. Vengo notando que en muchas personas ha calado la sensación de que Dios es superfluo, como si la vida no lo necesitara. Aún más: hay quienes lo consideran peligroso, por lo que pretenden excluirlo de lo público, suprimirlo de lo visible, sacrificarlo en bien de una autonomía que va seduciéndose a sí misma.

   En esta misma línea se expresa el Abogado e Investigador de  Historia de las Religiones, don Eduardo Ortega Martín: “Con cierta inquietud recibo los acordes inmisericordes de guerra de algunas hordas de corte político, que quieren implantar en España el ateísmo por decreto en el BOE, y es más, presumen de ello, es decir, eliminar de un plumazo, entre otras medidas, la religión de la escuela”, cfr. IDEAL, 19/01/20, pág. 30.

   Vengo comprobando, asimismo, que no son pocos los cristianos que sienten hastío al hablar de situaciones complicadas a causa del mantenimiento de la fe. Todo lo cual es consecuencia de que estamos viviendo tiempos difíciles no sólo en el orden político, social, cultural, sino sobre todo en el ámbito religioso. Vivimos en un mundo digital en el que cada vez nos informamos sólo a través de Internet; se piensa poco y, menos aún, se reflexiona. Sin embargo, sigue vigente todavía la  evidencia de muchos filósofos y teólogos de considerar al hombre un “animal religiosum”.

  
   Según mi larga experiencia, los medios de comunicación de masas han cambiado la percepción que antes se tenía de la realidad. No se  olvide que el hombres es un ser que, por naturaleza, quiere saber qué sentido tiene la vida y qué relación guardan las cosas entre sí. Nada nuevo descubro si digo que la libertad – esa “inmunitas  a vinculo” - es el don más grande que Dios/Naturaleza ha concedido al hombre. El gran filósofo alemán Hegel (1770 – 1831) ya nos dejó dicho que “...El hombre vale porque es hombre y no porque sea judío, católico, protestante, alemán o italiano”. Y san Pablo nos dirá: “Hermanos habéis sido llamados a la libertad” (Gal 5,13), la cual, como concepto teológico en sentido estricto y dentro de la antropología teológica, “la libertad de los hijos de Dios” es el kerygma fundamental de Cristo” (Rom 8, 15).

   En él se trata de la libertad como fruto de la redención en Jesucristo y como desarrollo del espíritu dado por Él, cfr. “Diccionario Teológico”, pág. 388 (Herder).
   No debe extrañarnos, pues, que la libertad del hombre sea necesariamente objeto de la  Antropología, tanto de la filosofía como de la teología, así, al menos, me la enseñaron en las aulas universitarias.
   El ser humano se distingue fundamentalmente de todas las demás cosas en que no“existe” uncido a una conexión universal de la naturaleza, en una determinación general y total de su realización esencial, sino que está implantado en la “abertura”, en lo abierto. Por lo tanto se deja a su mano el realizar las diversas posibilidades históricas de sí mismo, para encontrar ahí la  acuñación de su esencia. Renunciar, pues, a esta libertad sería renunciar a ese constitutivo esencial del hombre, idest,  renunciar a  sí mismo. El hombre, pues, tiene que aceptar dicho imperativo de libertad  personal. Por eso, la misma libertad del hombre no puede quedar limitada, pero sí puede limitarse el ámbito de la libertad y así su objetivación.
     
  La Teología nos  dice que dicha libertad se ejercita incluso en la aceptación creyente y amorosa de la justificación y en todo acto salutífero. Tal importancia  tiene, en la doctrina católica, la libertad que es dogma de fe: la existencia de la libertad y su ejercicio en el pecado y en el acto salutífero, conforme leemos en el “Denzinger” 160ª, 348, 378, etc. El hombre puede, por su “libertas”, enfrentarse al mismo Dios.  Gracias a su libertad, el ser humano puede rebelarse contra Dios y rechazar, incluso, el cielo que le tiene prometido:
 
no me mueve, mi dios, para quererte
el cielo que me tienes  prometido,
ni me mueve el infierno tan metido
para dejar por eso de ofenderte,

como reza el famoso soneto anónimo: ¡Inmanente y eterno problema teológico y escatológico que conlleva todo ser humano, honesto y honrado consigo  mismo!. ¡Qué pocos, por desgracia, son!.

    No cabe la menor duda que el presupuesto ontológico del modo de concebir la realidad está ligado estrechamente al presupuesto teológico. Hablo, por supuesto, desde mi concepción cristiano-católica, ¡afortunadamente!. El  ateismo contemporáneo (de manera especial en Marx, Nietzsche, N. Hartman y Sartre) quiere ser una defensa del hombre, de su libertad en contra de Dios. Ante esta actitud,  cabría preguntarse si  semejante defensa vale contra Dios o contra la  alienación religiosa.

    Ahora bien, la forma diversa de concebir la relación de la libertad con la realidad total lleva también a concebir de una manera diversa  el valor de la persona y su relación con la sociedad. Es éste el aspecto ético-social del problema de la libertad, que atañe de manera especial a la sociedad civil, a la sociedad religiosa y a la relación entre  una y la otra. Pues bien, incluso en esos difíciles momentos de duda  e inquietud, Dios no nos deja solos, sino  que se hace presente para responder a las preguntas decisivas sobre el sentido de nuestra existencia: ¿Quién soy yo? ¿De dónde vengo? ¿Por qué nací en este momento? ¿Por qué  amo? ¿Por qué sufro?  ¿Por qué tengo que morir?. Para responder a estas preguntas, el cristiano creyente tiene ipso facto la respuesta: DIOS SE HIZO HOMBRE. Su  cercanía trae luz donde hay oscuridad e ilumina a cuantos atraviesan las tinieblas del sufrimiento (Lc 1,79).

    Jesús, el hijo de María, es la novedad en medio de  un viejo mundo, y que ha venido a devolver a nuestra vida  y al universo  su esplendor original. El ser humano, con su  inherente dilema de “ poder hacer o no hacer, hacer esto, aquello o su contrario” (Libertad)  se  enfrenta al mismo  omnipotente Dios, aunque quede sorprendido al ver  que Dios renuncia a su gloria para hacerse hombre como nosotros.

“La Vida se hizo visible”, que nos dirá Juan (1Jn 1,2). ¡Qué sorpresa ver a Dios que  asume nuestros propios comportamientos: dormir, comer, llorar...! Todos, pues, estamos llamados a reflexionar sobre la responsabilidad que cada cristiano tiene de ser “evangelizador”, dado que desde hace años se ha procurado colocar  la libertad enfrente de la religión, más propiamente, enfrente de la religión cristiana, que ha  imprimido en Occidente la marca más duradera y más decisiva, como escribe  el Profesor Remi Brague  en “Sobre la Religión”, pág. 157 (Madrid, 2019).

    Sin menoscabar lo más mínimo la libertad  humana, todo cristiano creyente debe  transformarse en “Testigo de Cristo”, esperanza de la humanidad, tal como  les recordaba el Papa  Juan Pablo II a los seminaristas de Moscú (1995).



                                              

                                         Villanueva  Mesía (Granada), Febrero de 2020
















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