lunes, 10 de febrero de 2020

ANTES DE LA RENUNCIA, DE JOSÉ GUTIÉRREZ


Nos complace compartir con nuestros lectores de Ancile la primicia editorial de Mirto Academia (editada por la Academia de Buenas Letras de Granada), en su número 84, Antes de la renuncia (Antologia poética 1976-1980), de José Gutiérrez, con prólogo del crítico y también académico, José Ignacio Fernández Dougnac. Publicación que recomendamos vivamente a los amantes de la buena y verdadera poesía, así como a los enamorados de las ediciones pulcras y bien cuidadas como las que nos acostumbras Mirto Academia. Introducimos el post con una breve reseña biobibliográfica del autor, un par de fragmentos esclarecedores del prólogo y algunos poemas de la antología, todo ello para que sirvan de aperitivo a la totalidad de la edición a la que invitamos a adquirir y para conocer, a quien no haya tenido ocasión de tener entre las manos este producto editorial exquisito, estas publicaciones tan primorosamente publicadas.
Apuntamos este enlace para acceder a todas las publicaciones de Mirto Academia.



Antes de la renuncia (Antologia poética 1976-1980), José Gutiérrez


NOTA BIOBIBLIOGRÁFICA





 José Gutiérrez, Académico de Buenas Letras de Granada. Nació en Nigüelas (Granada) en 1955. Es autor de los libros de poemas Ofrenda en la memoria (1976), El cerco de la luz (1978), Espejo y laberinto (1978), La armadura de sal (1980), De la renuncia (1989, 2.ª ed. 2010; existe edición bilingüe en Francia: Du renoncement, 2010), La tempestad serena (2006), y las antologías Poemas 1976-1996 (1997) e Islas de claridad (Ed. Renacimiento, 2015; con Prólogo de Antonio Muñoz Molina). Ha sido incluido en algunas de las antologías más representativas de la poesía española contemporánea: Las voces y los ecos (Júcar, 1980), Florilegium. Poesía última española (Espasa-Calpe, Colección Austral, 1982), Postnovísimos (Visor, 1986), Poesía española reciente –1980-2000– (Cátedra, 2001), y sus poemas han sido traducidos al griego, al italiano y al francés. Ha codirigido las colecciones «Silene» y «Ánade» de poesía. En el terreno ensayístico es autor de los libros Manual de nostalgias: invitación a la poesía de Elena Martín Vivaldi (1982), poeta de cuya obra preparó y prologó la edición de una Antología Poética: En plenitud de asombro (2002); Introducción a la pintura de José Hernández Quero (1986), y del volumen misceláneo Nueva luz sobre antiguos libros (2014), además del libro de artículos literarios La biblioteca del bosque (en prensa). Prepara la edición de la Obra reunida del poeta granadino Javier Jurado Molina y ha prologado el volumen que recoge la trilogía poética póstuma del poeta Fidel Villar Ribot, El humo de los labios (2015). 
Ha publicado numerosos artículos literarios en prensa (diarios Ideal, Diario de Granada, Informaciones, Pueblo, El País, Granada Hoy, etc.) y en revistas especializadas (Nueva Estafeta, Ínsula, Cuadernos del Norte, Extramuros, etc.). 
Creó y dirigió la revista cultural El Fingidor (34 números publicados entre 1999 y 2007) que editaba la Universidad de Granada, institución donde trabaja, desde 1976, en tareas editoriales, culturales y periodísticas.


Antes de la renuncia (Antologia poética 1976-1980), José Gutiérrez



FRAGMENTOS DEL PRÓLOGO A LA EDICIÓN



Hay poetas que escriben, e incluso actúan, mirando de reojo su posteridad. Nuestro autor, en cambio, lo hace mirando de frente su única y desnuda realidad, a partir del inapelable «momento de la verdad», con un persistente y honesto sentido de «la renuncia», porque él se encuentra ocupando su lugar, en las antípodas de la afectación. Y ni mucho menos se esconde detrás de esa máscara de la vanidad que es la humildad exhibida. Estoy convencido de que en el barrio donde reside, como le sucedía a su admirado Claudio Rodríguez, aquel «ángel fieramente humano», nadie sabe que escribe versos y aún menos que su obra, respaldada por un importante reconocimiento de la crítica, es una de las más indispensables de su generación. Allá donde esté, José Gutiérrez es uno más. Desde los

primeros momentos que tuve ocasión de tratarlo pude comprobar que ciertos rasgos de su carácter están relacionados tanto con sus más preciadas constantes poéticas como con el singular ritmo editorial de sus textos. Pocas veces está tan imbricada la vida con el proceso creador, contemplado este desde todas sus dimensiones[…]

 […] La voz de Gutiérrez adquiere un acento más cercano, más sobrio, más depurado y más asido a la realidad. No busca tanto la belleza rutilante como la verdad vital y vivificadora. Se va despojando, pues, del lastre que implica el exceso de irracionalismo, o mejor, el poeta lo va controlando, lo va podando hasta alcanzar la justeza necesaria para orillar asimismo ese culturalismo temprano que muy bien puede reflejar «un frenesí de la mente académica» 18, si no se sitúa en su lugar. Esta actitud inicial se percibe con nitidez en «Destino», «Oscuro signo» 19 o muy especialmente en la tercera parte de El cerco de la luz, salvo en la composición «Noche de estío» 20. Su empuje llega incluso al poemario La armadura de sal, con composiciones tales como la dedicada a Safo, «Vestales», «El amor busca un cuerpo bajo la lluvia» o «Gehena infando» 21. También se detecta en el poema Telamón, publicado de forma autónoma como plaquette en 1980 22. Estas son las más palmarias muestras y las últimas de aquello que se va abandonando o transformando a lo largo del camino. El mismo poeta en «Tiempo adversario », de La tempestad serena 23, mira hacia atrás y hace balance de los libros de este «ciclo juvenil» en que perseguía una «belleza que deslumbra», pero no colma:

Yo soy aquel que ayer se entretenía
en confundir la vida con un libro,
y en ese puro afán de poesía
notas pinté con las que ya no vibro.
Armaduras, ofrendas, laberintos,
el cerco de la luz y su penumbra,
nacieron como símbolos distintos
de un ansia de belleza que deslumbra.

Al final del poema, por encima del culturalismo, de los libros y de la literatura, de la impostura,
se impone felizmente la limpia e ineludible verdad de la vida:

Del pasado impostor busqué la huida:
mi corazón errante ama la vida.





José Ignacio Fernández Dougnac


Notas


18 J. L. Borges, Historia de la eternidad, Madrid, Alianza
Editorial, 1994, p. 62. A la pregunta de si se considera poeta
«culturalista», José Gutiérrez responde: «En cierto modo,
sí. Pero sin llegar al culturalismo exacerbado que ha dado
nombre al movimiento»; aunque antes ha puntualizado: «La
mía es una poesía clásica, reflexiva, con dimensión cultural»
(Entrevista de J. A. G. al poeta: «José Gutiérrez: el tiempo pasa;
la pasión, nunca», p. II).
19 J. Gutiérrez, Ofrenda en la memoria, pp. 23-24 y 43,
respectivamente.
20 J. Gutiérrez, El cerco de la luz, pp. 35-64.
21 J. Gutiérrez, La armadura de sal, p. 32, 33 y 37, respectivamente.
Hay que precisar que estos poemas, junto con
«El elegido» y «Espejo de los días», son los únicos que están
escritos entre 1976 y 1978; los restantes fueron escritos «desde
enero a noviembre de 1979» (ibid., p.10).
22 J, Gutiérrez, Telamón, La Torre de las Palomas, 14,
Málaga, 1980.
23 J. Gutiérrez, La tempestad serena, p. 17.




Antes de la renuncia (Antologia poética 1976-1980), José Gutiérrez




POEMAS




AMANECER




Tras de la lámpara, con afán,
se nos viene la apacible llama.

El ruido, la prisa,
la misma gente de ayer
va a imponer su ley,
como cada mañana.

Ahora, olvidado de vosotros
—no hay lágrimas,
sí ademán de tristeza—,
al espacio venidero convoco,
a las viejas costumbres;
y soy lluvia,
queja sorda entre la multitud;
fruto, si el sol la desnuda.

La noche ha sido alegre,
inmersa estuvo en ella nuestra juventud
que perdura aún con el día,
fugaz
como la luz de este cielo
gris que me colma.




CADENCIA



(Jorge Guillén)



He amanecido a un nuevo día
y soy feliz como ave,
como pájaro al viento
ante el rumor de fuentes.
¿Quién podría arrebatarme
este paraíso donde renazco?

Ya se acortan las tardes,
presagio prematuro
de las noches suaves
donde se revelan los sueños
plenos de pureza, de soledad:
grato recuerdo que emerge.

Apenas un susurro resbala
aunque la lluvia arrecia;
el corazón sin estrépito late,
mas con fuerza —escuchad su aleteo—,
cadencia que no cesa
sin posible fatiga en el tiempo.

Trémula luz derrota
a la sombra —no muere aún el rayo—,
expandiendo difusa su presencia
por la estancia desnuda.
Tiende, viajero, la mano
y húndela en el Sur;
salva la distancia y su asedio
como joven amante que se entrega,
río por donde fluyo y respiro.

De su cauce una voz emerge
con temblor de ribera,
la dicha a mi cuerpo vuelve
y en sus aguas me reencuentro.





LLUVIA



Hiere la lluvia las calles que paseas
y podrías ser un río que se rebela y se alza
o un muerto lavando su sombra vencida.
¡Ay las lluvias sin fin horadando tu alma!
Porque tu alma es esa muchacha azul
que emerge de las oscuras noches —¿no adviertes
el eco de cenizas que despliega su mirada?—.
Así invocaste la enfebrecida brisa que un cuerpo
                                                                 [vistiera
o la mano capaz de abarcar espacios u océanos.
Así, encadenado a la ignorancia del mundo,
fuiste —trágico sueño— víctima
de tu propia quimera.
¡Ah las bellas palabras arrancadas de un labio,
la silenciosa música coronándote,
la despedida fugaz de la sangre primera!

¿Quién anuncia tu derrota
—prevés la catástrofe que sobre tu memoria
se cierne—, qué dedo maldito te señala?
Sabes que toda lluvia o diluvio pasa,
que no es posible alterar el destino
y que el tuyo es la isla
que aguarda hundirse
bajo las turbias aguas estancadas.

Ya se aproxima la noche y aún amas la vida:
¿puedes —a pesar de la lluvia— esperar el amor
que incendiaba los campos y vuelve manso
el tigre o la serpiente del odio?
Quisieras decir sí, pero sería engaño;
olvida este día y tiende un puente
que te sostenga, mientras surge de nuevo el sol
y su alabanza.






CENTINELA DEL SUEÑO



I



Tu juventud: un río
de nubes que levanta
el cuerpo como ofrenda.
Yo sé del sol que te alza,

de pájaros y fuentes
que por ti solo cantan.
Espejo eres del cielo,
cabellera del alba,

dulce brisa marina.
Mi canto vence el ansia,
la soledad más íntima
que impone la distancia.



I I



¡Oh días juveniles,
cuando la dicha alcanza
la cúpula suprema!

Al horizonte, luces
atisban lejanías:
es el amor quien vuelve.

Partícipe del fuego
mi pecho se enaltece,
júbilo eterno.

Ebrios dancen los cuerpos,
al dios del mar los frutos
mejores ofrezcamos.





POÉTICA




Un deseo de luz para las manos,
esta lira que suena en mi silencio,
cuchillada de sol entre los ojos,
alto vuelo de pájaros solemnes
sobre el dolor del mundo: denso olvido;
navaja cenicienta, la palabra,
es el arma que esgrimo.






LAS MANOS DEL POETA



(Vicente Aleixandre)



Las manos dicen lo que ocultan,
pues atesoran vida, calor, el brillo intacto
de otra piel que ardió secreta,
que cedió con ternura sus prodigios
antes de ser memoria, temblor solo.

Las manos dicen lo que ocultan;
dibujan una luz, y su reverso
que es la sombra sonora o es silencio.
Silencio, mas no olvido.
Olvidar es inercia, dejar que fluya el río.
El poeta horada el mar con su voz profunda.
Ved sus manos que esgrimen la espada de la luz:
empuñan un sonido.





A UN LECTOR FUTURO



Nacido para la luz, me sumerjo
en sombra interminable.

En el poema escribo mi epitafio:
—Sabe que la palabra ha sido en mí
también cansancio, duda en que la vida
me mantenía inmerso.
Y si en algún momento hubo temblor
en ella, la tristeza era su precio.
Única certidumbre fue la espera.
Lo demás solo sombras, vanos sueños,
imágenes en fuga
y versos que se queman a la luz de tu lámpara,
embriagado lector:
ya tu presencia niega la existencia
inútil de mi vida.


José Gutiérrez




Antes de la renuncia (Antologia poética 1976-1980), José Gutiérrez

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