Abundando en las cuestiones que atañen a la era de la IA y la propia producción literaria, proseguimos con la reflexión sobre sus paradojas, para la sección de Ciencia del blog Ancile, y todo bajo el título de: Paradojas de la IA y la literatura del absurdo.
PARADOJAS DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL
Y LA LITERATURA DEL ABSURDO
John Von
Neuman y su primera computadora (y su célebre arquitectura -de Von Neuman-) programable fue el
primer paso material positivo para hacer realidad lo que conocemos como
ordenador. Al fin, habría de hacer aparición la IA en sus dos vertientes, las
cuales habrían de revolucionar la información y sus capacidades lógicas para
resolver problemas y realizar tareas.[1]
Hasta qué punto la IA en la actualidad no se ha convertido en una estrategia narrativa para poner en jaque la realidad, puede observarse en el empuje y vigor la negación de sentido a todo aquello que no provenga de aquella, claro está, ya que se ofrece encubierto con el atavío de su lógica indiscutible. Lo cierto es que a través de su prisma singular se pretende ofrecer una óptica en la que el sentido único o derivables razonables, han de devenir de su lógica.
La paradoja de
esta forma de entender el mundo por la IA proviene de dos enfoques, por un lado, una forma de razonamiento o
pensamiento racional similar al humano (la IA clásica o simbólica); en contraste con la segunda, que basa su enfoque en base a los datos (en cantidades masivas) que maneja y las potenciales herramientas de aprendizaje de las máquinas que se rigen por este procedimiento estadístico (la IA estadística), que permiten
hallar patrones en aquellos datos manejados, todo lo cual que nos lleva a la previsión (según la IA) de que la
computación tendrá la misma potencia de cálculo que el cerebro humano. De esta derivada paradójica ha de devenir
forzosamente el absurdo.
Para una consideración del influjo de IA, por ejemplo, en el arte, tendríamos que atender a factores considerados clásicos en la historia del pensamiento. Véase los límites (kantianos) para el conocimiento pleno, y los límites de los sentidos para una
consideración estética adecuada, si esta excluye lo racional y lo sustituye por intuiciones puras con las que
superar los límites sensoriales (que nos llevan a intuir el tiempo y el espacio) y que, por cierto, y que la concepción mecánica de la IA elude en su emulación del funcionamiento
cerebro humano, llevándonos a una situación de absurdo
acaso no suficientemente ponderada por el pensamiento o la filosofía actual. La
pérdida de la noción del tiempo y del espacio en virtud de la ingente cantidad
de datos, puede llevarnos al absurdo por el embotamiento inevitable a los que puede llevar la
conciencia del que pretende asumir la cantidad inmensa de información
aquellos.
sujeto que la consulta o la refiere para cualquier tarea de resolución de problemas o en la ejecución de tareas. Podíamos reflexionar sobre esto con elementos de juicio más que suficientes atendiendo a la la utilización de la IA aplicada a la realidad virtual y el metaverso, y las consecuencias de su mala interpretación, que no marca o pretende no marcar diferencias entre la realidad vivida y la virtual.
[1] La IA
débil y la IA fuerte. La primera es capaz de realizar tareas específicas de la
más diversa índole siguiendo patrones de referencia para hacer cálculos
matemáticos, jugar muy diversos juegos, traducir, etc… La fuerte, sin embargo,
es la que se situará de manera equiparable a la humana y tendría conciencia,
con todo lo que ello implica desde una óptica legal, ética, filosófica…




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