miércoles, 28 de marzo de 2012

DON QUIJOTE EN EL NUEVO MUNDO (CLAVILEÑO EN AMÉRICA) III

Tercera y última entrega de: Don Quijote en el Nuevo Mundo, en nuestro blog Ancile, en la ya muy estimada sección de microensayos, de Tomás Moreno, nuestro profesor de filosofía y muy querido amigo, que nos regala con su erudición y magnífico tino intelectual en cada uno de sus trabajos.

Don Quijote en el nuevo mundo III, Clavileño en América, Tomás Moreno


DON QUIJOTE EN EL NUEVO MUNDO
 (CLAVILEÑO EN AMÉRICA) III


Don Quijote en el Nuevo Mundo (Clavileño en América) (y 3).
“Don Quijote y Sancho […]: esa pareja es inmortal y cuatro siglos después de venida al mundo en la pluma de Cervantes, sigue cabalgando […] En la Mancha, en Aragón, en Cataluña, en Europa, en América, en el mundo” (Mario Vargas Llosa)

(V)      - Ya lo entiendo mi señor: viajar y conocer América fue, pues, una de las grandes ilusiones no cumplidas de Don Miguel de Cervantes. Y América se perdió la oportunidad de conocerles, tanto a él como a vuestra merced en persona, ¡qué pena!
            - No fue así del todo, en verdad: América, como tú la llamas -para mí sigue siendo las Indias- tuvo muy pronto conocimiento de Cervantes a través de su libro, esto es, de la crónica de mis empresas, hazañas y aventuras. Y allí, nos conocieron, admiraron y quisieron tanto o más que en nuestros lares. Como buen viajero y aventurero que fui, y que aún soy, viajé a ultramar. Fresca todavía la tinta de la impresión del “Quijote”, en la primera mitad del 1605, salieron para América cientos de ejemplares de mi biografía[1].
               
            El equipo editor de la edición conmemorativa del Quijote (en el 2004)[2], cuyo Prólogo se debe a Mario Vargas Llosa, extraordinario escritor peruano de tu época -que con el tiempo lo verás, ¡seguro!, de Premio Nobel de Literatura[3]- nos recuerda en la “Presentación” de la obra -mi verdadera biografía- cómo doscientos sesenta y dos ejemplares del Quijote cervantino fueron, a bordo del “Espíritu Santo”, a México, y que un librero de Alcalá, Juan de Sarriá, remitió a un socio de Lima sesenta bultos de mercancía que viajaron en el Nuestra Señora del Rosario a Cartagena de Indias y de allí a Portobelo, Panamá y El Callao, hasta llegar a su destino. Se perdieron en todo el trayecto varios bultos, pero así comencé mi andadura americana. Lo que no había conseguido Cervantes en persona, lo lograba yo, su criatura, en el Nuevo Mundo.
            - Cuénteme vuestra merced algo más de su viaje.
Don Quijote en el nuevo mundo III, Clavileño en América, Tomás Moreno
            - A decir verdad que el viaje no fue todo lo cómodo que yo hubiera deseado, acabé más molido aún que en mi singular combate con los molinos de viento: aprisionado en los libros -burdamente pegados, cosidos, encolados- hacinados junto con las barricas de vino, vasijas de aceite y todo tipo de animales en las bodegas de la nao, salí de Palos de Moguer, en la compañía de toda una variopinta humanidad de andaluces, castellanos, extremeños, vascos y judíos (clandestinos). En Cartagena, Veracruz y Portobelo los libros tocaron puerto, y allí, comerciantes al por mayor lo compran, al lado del aceite y las telas, la pólvora y las gallinas. Luego en mula o a lomo de indio, entraré con el libro, claro, al interior del continente[4]
            Recuerdo, incluso, mi llegada mucho antes de 1615 a Lima, en donde en unos carnavales o juegos de sortija[5], vistieron los de una comparsa con trajes y figuras mías y de mi escudero, montados sobre unos remedos del Rocinante y del Rucio que causaron la hilaridad del público asistente. Los seguía la princesa Micomicona. Y en un pequeño pueblo del altiplano de “cuyo nombre no quiero acordarme”, en el que también se celebraba la fiesta de carnaval, ¡oh sorpresa o encantamiento! víme de nuevo en presencia de mi figura y de la de mi fiel Sancho, caracterizados en forma de gigantes y cabezudos.
            Me han contado que, incluso, hay ciudades de locos, como Popayán en Colombia, donde todo el mundo jura que estoy enterrado; en Guanajuato, México, se celebra todos los años un multitudinario festival cervantino: el pueblo llena las plazas cada noche que se anuncia mi llegada y la de mi escudero en efigie y compra en las tiendas de juguetes lindas reproducciones nuestras. Hasta este punto había calado mi historia y hazañas en las entrañas de América.
            He sabido, por otra parte, por un erudito hispanista de tu tiempo[6] que la difusión de la novela de mi vida en América fue espectacular, que se difundía por ésta, mi segunda patria, con más rapidez que Rocinante por las llanuras de Castilla. El propio año de 1605, Juan de La Cuesta despachó tres Quijotes a Juan de Guevara, a Cartagena; y doscientos sesenta y dos a Clemente Valdés, a San Juan de Ulúa; y el mismo año, cien Quijotes a Diego Correa y a Antonio del Toro, a Cartagena de nuevo. Esto sigue en progresión continua para esas ciudades y para Santa Marta, Río Acha, Puerto Rico, Santo Domingo, Panamá, La Habana etc. Portobelo, en fin, era el centro a donde llegaban los comerciantes de Lima que distribuían para el resto de Sur América Quijotes y Quijotes y Quijotes[7].
            - Pero vuestra merced -intervine yo- sabe que su presencia y su legado en América han continuado cada vez con más fuerza, forjando con el tiempo un linaje espiritual y cultural que se resume en la lengua y en la literatura hispanoamericana.
            - Dices bien, mi gentil niña, Y ¿cómo es que tú sabes de ello?, me asombra y me admira sobremanera.
            - Tengo buenos profes, mi señor, además he tratado de informarme, revisando diversos libros sobre su figura y unas cuantas historias de la literatura y anotando las diversas referencias y evocaciones cervantinas y quijotescas mencionadas en los mismos. Si quiere vuestra merced se las puedo ir leyendo.
            - Será, para mí, todo un honor.
            - La primera ficha que tengo es de Pedro Laín Entralgo. Se la leo: “hay un idioma, el “nuestro”, de españoles y americanos: las gentes castellanas de Burgos y Segovia y las gentes americanas de México, Paraguay o Colombia. En las cortes virreinales del XVII en donde lopizaba la limeña Amarili y gongorizaba la mexicana Sor Juana Inés de la Cruz…”[8].
            Otras de mis fichas me indican que en ese idioma, mi señor Don Quijote, escribieron también como sabes, poetas y prosistas tan ilustres como tu contemporáneo el Inca Garcilaso (1539-1616), con sus Comentarios reales de los Incas y su Historia general del Perú; como José Hernández, con su Martín Fierro o Ascasubí con su Santos Vega, por citar las primeras epopeyas de la vida americana autóctona. Es el idioma del argentino Manuel José de Albarden, con su Oda al Paraná, del ecuatorianao Juan Montalvo y del cubano José Martí, sabiamente utilizado por ellos para autoafirmarse y emanciparse de la metrópoli europea. Lingüistas y gramáticos, como Sarmiento, Andrés Bello, Miguel Antonio Caro, Rufino J. Cuervo, Marcos Fidel Suarez, fieles herederos de Elio Antonio de Lebrija, pulieron, fijaron y adaptaron a la fonética suramericana los vocablos, expresiones y sintaxis de nuestra lengua. En castellano cervantino y quijotesco, se expresaron los primeros modernistas, Santos Chocano, Leopoldo Lugones, Guillermo Valencia, José Enrique Rodó y, a la cabeza de todos ellos, el sin par Rubén Darío: su Letanía de Nuestro Señor Don Quijote es, como sabe vuestra merced, uno de los más bellos y emocionantes poemas dedicados a ensalzar su egregia figura, mi querido amigo… Recordadlo: “Rey de los hidalgos, señor de los tristes…”.
Don Quijote en el nuevo mundo III, Clavileño en América, Tomás Moreno
            - Cuando lo conocí me emocioné, en verdad, dijo Don Quijote, que estaba asombrado por la aplicación y erudición que mostraba la joven estudiante.
            - Ya lo creo, a mí también me paso, es uno de mis poemas favoritos. Me sé algunos versos de memoria… Pero sigamos con el recuento: en castellano nos han hablado del amor, de la vida, de la muerte, de la libertad, de la justicia (tus temas predilectos ¿no es así?) poetas excelsos como Gabriela Mistral, Amado Nervo, Pablo Neruda, V. Huidobro, Cesar Vallejo, Octavio Paz, Ernesto Cardenal, Nicanor Parra; en castellano de América han pensado y meditado filósofos como J. E. Rodó, J. Ingenieros, J. Vasconcelos, Henríquez Ureña, Alfonso Reyes, Francisco Romero…            Desde los llanos del Orinoco, la sombra del Aconcagua, la Pampa argentina o la Tierra de Fuego los sonidos y la música de nuestros vocablos (y de otros autóctonos de esas tierras tan bellos y musicales como: canoa, piragua, hamaca, huracán, chocolate, jícara, petaca, tomate, cóndor, quina, coca, etc. etc.) han servido para que millones y millones de seres humanos urdieran vínculos de afecto, de comprensión y de comunicación y desarrollaran así la trama de sus vidas y de su historia. Y en todo ello, mi señor, algo tuvieron que ver vuestra merced y Cervantes.
            - Verdaderamente me estás sonrojando, tal vez sea ésta una de mis más grandes hazañas. Gracias por revelármela.
            - Ese idioma es la lengua de Cervantes, tu lengua señor Don Quijote, que tan donosamente manejabas en tus diatribas, consejos y discursos… Pero no quiero terminar sin referirme a la gran aportación que ha significado para la cultura hispana y europea contemporáneas la eclosión del (mal) llamado boom de la literatura hispanoamericana de nuestros días, con la irrupción, a partir de los años sesenta del pasado siglo, de escritores y poetas que están a la altura de las más grandes cimas de la literatura universal y, además, todos ellos fervientes seguidores e imitadores del maestro de maestros -Don Miguel de Cervantes y Saavedra-. Anotemos aleatoriamente sólo éstos: Miguel Ángel Asturias, G. García Márquez, M. Vargas Llosa, J. Cortázar, J. C. Onneti, A. Carpentier, J. Rulfo, Octavio Paz, Carlos Fuentes, E. Sábato, A. Monterroso, Múgica Laínez, Lezama Lima, y como colofón: el gran Jorge Luis Borges[9]. Todos ellos cervantinos, todos enamorados de vuestras hazañas y discursos, mi señor; todos ellos en algún escrito, discurso, poema, ensayo u obra comentadores o glosadores de su empresa heroica y de su sublime figura[10].
Don Quijote en el nuevo mundo III, Clavileño en América, Tomás Moreno
            Permítame, señor Don Quijote, para finalizar mi justa loa a su insigne figura, que le lea algunos fragmentos del bellísimo y emotivo Discurso pronunciado en Alcalá de Henares por el cervantista y gran escritor mexicano Carlos Fuentes con motivo de su Premio Cervantes de Literatura de 1987:
            “Pero si la poética de la Mancha es la del mundo contemporáneo, también es la del Nuevo Mundo americano (…) ¿Y dónde está el Nuevo Mundo? ¿En un lugar de Macondo, de cuyo nombre no quiero acordarme? ¿En un lugar de Comala, en un lugar de Canaima, en las alturas de Macchu Picchu? ¿Existen realmente esos lugares, son ciertos sus nombres? ¿Qué quiere decir América? ¿A quién le pertenece ese nombre? ¿Qué quiere decir el Nuevo Mundo? ¿Cómo pudo transformarse la dulce Cuaunnáhuac azteca en la dura Cuernavaca española? ¿Cómo bautizar el río, la montaña, la selva, vistos por primera vez? Y sobre todo, ¿cómo nombrar el vasto anonimato humano -indio, criollo, mestizo y negro- de la cultura multirracial de las Américas? Darle nombre, voz y nombre, a quienes no lo tienen: la aventura quijotesca aún no termina en el Nuevo Mundo […] Gracias, entonces, por darle a mi pasaporte mexicano y manchego e sello de vuestra calidad espiritual. Ahora abro el pasaporte y leo: Profesión: escritor, es decir, escudero de Don Quijote. Y lengua: española, no lengua del imperio, sino lengua de la imaginación, del amor y de la justicia: lengua de Cervantes, lengua del Quijote”.

VI. Cuando desperté me dolía la cabeza, a la mañana siguiente tenía clase y debía descansar. No sé cuanto duró mi sueño, no debió ser mucho tiempo porque la tele seguía emitiendo el mismo programa que cuando entré en mi estudio. Noté algo raro en mi mesa de trabajo: las notas y apuntes que había estado tomando para mi trabajo sobre Cervantes estaban desordenadas y dispersas por doquier y yo estaba segura de haberlas dejado ordenadas antes de dormirme. Cuando iba a levantarme noté que mi cartera estaba abierta y dentro de ella había una especie de extraño manuscrito como apergaminado y escrito en un castellano del siglo XVI o XVII. Lo tomé en mis manos con perplejidad y traté de leer el título que aparecía grabado en su inicio: “Don Quijote en el Nuevo Mundo (Clavileño en América)”, se leía en el mismo. Entonces comprendí todo, y, aplicándolas a mi fantástica experiencia, recordé las palabras con que Cervantes concluye la aventura de Clavileño, en el capítulo XLI de la segunda parte del Quijote: El ínclito don Quijote de la Mancha feneció y acabó la aventura (…) con sólo intentarla.         


                                                     (Por la transcripción)   Tomás Moreno




[1] Según Rodríguez Marín los primeros volúmenes del Quijote desembarcaron, en efecto, en América apenas unos meses después de publicada la edición de 1605: “Pero los trescientos cuarenta y seis ejemplares del que hallé registrados en 1605 no son, ni con mucho, todos los que se llevaron allá en el dicho año; porque es de advertir que la colección de registros de ida de naos correspondientes a aquel tiempo está muy incompleta; tanto, que de flotas en que fueron treinta y más naves, apenas si quedan los registros de ocho o diez. Para calcular el número de ejemplares del Quijote que se enviaron a las Indias en 1605, no me parece, pues, exagerado multiplicar por cuatro el número de los que se averigua que allá fueron; y, hecho así, adquiérese el convencimiento de que antes de terminar el año en que salió a luz la mejor y más donosa de las novelas del mundo, y muy a comienzos del siguiente, había en tierras americanas cerca de mil quinientos ejemplares de ella” ( Cfr. Marcela Ochoa Penroz, Reescrituras del Quijote,  LOM ediciones, Santiago de Chile, 1997 pp.103-104).
[2] Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, Alfaguara, Madrid, 2004,
[3] Cuando se escribe este trabajo (en 2004) todavía Mario Vargas Llosa no lo ha obtenido aún (lo recibirá en el 2010). Don Quijote lo sabe porque trasciende los límites de todo tiempo.
[4] Cfr. Juan Gustavo Cobo Borda, Un guión para la lengua. Don Quijote, de España a América, en Julio Ortega editor, La Cervantiada, Ediciones Libertarias, Madrid, 1993, pp. 216-217. Véase también: Jose Luis Martínez, Pasajeros de Indias, Alianza, Madrid.
[5] Sostiene Rodriguez Marín que si el Quijote era conocido por los cultos americanos que lo leían y que también el pueblo lo conoció en las fiestas y mascaradas que se celebraban en el Nuevo Mundo. Y ubica esta anécdota en 1607 en Pausa, Perú, donde se celebró una fiesta de sortija en honor al nuevo virrey del Perú, don Juan Mendoza y Luna, marqués de Montesclaros. Entre los personajes que entran en escena figura don Quijote: “A esta hora asomó por la placa el Caballero de la Triste Figura don Quixotte de la Mancha, tan al natural y propio como le pintan en su libro, que dio grandíssimo gusto berle. Benia caballero en vn caballo flaco muy parecido a su rocinante, con vnas calcitas del año de vno, y vna cota muy mohoza, morion con mucha plumaria de gallos, cuello del dozabo, y una máscara muy al propósito de lo que representaba. Acompañábanle el cura y el barbero con los trajes propios de escudero e ynfanta Micomicona que su corónica quenta, y su leal escudero Sancho Panza, graciosamente bestido, caballero en su asno albardado y con sus alforjas bien proueydas y el yelmo de Mambrino…(p. 125). Cit en Marcela Ochoa Penroz Reescrituras del Quijote, LOM ediciones, Santiago de Chile, 1997.
[6] Irving Leonard, Los libros del Conquistador, FCE, México, 1979.
7] G. Arciniegas, op. cit., p. 93. Según investigaciones de Marcela Ochoa Penroz,  a la altura, pues, de 1605, Don Quijote ya era conocido por todos los estratos sociales americanos. A partir de entonces se inicia una verdadera proliferación de hipertextos derivados de esta novela. En el siglo XIX, la imitación más relevante es el libro de Juan Montalvo, titulado Capítulos que se le olvidaron a Cervantes (1859). Emilia Carilla en su libro Cervantes y América, cita a Luis Otero Pimentel, cubano, Semblanzas caballerescas o Las nuevas aventuras de Don Quijote de la Mancha, de1886; Tulio Febres Cordero, venezolano, Don Quijote en América, de 1905; en México José Joaquín Fernández de Lizardi imprime La Quijotita y su prima y Don Catrín de la Fachenda; Heriberto Frías, con la novela El triunfo de Sancho Panza y Manuel José Othón, con su drama El último capítulo. El poeta nicaragüense Rubén Darío nos regala sus Letanía de Nuestro señor Don Quijote y los colombianos José Asunción Silva (Futura), Guillermo Valencia, (La razón de Don Quijote) y Ricardo Nieto (¡Oh Sancho!) nuevas recreaciones del libro. En el ensayo de G. Díaz-Plaja, Don Quijote en el país de Martín Fierro, no faltan autores argentinos como: Evaristo Carriego, con su poema El alma de Don Quijote, Juan Bautista Alberdi y su novela satírica Peregrinación de la luz del día o Viaje y Aventuras de la Verdad en el Nuevo Mundo; Ventura de la Vega y sus dramas Los dos camaradas y Don Quijote de la Mancha (1861); Enrique Larreta, con La Gloria de Don Ramiro y La Naranja; Leopoldo Lugones con La divergencia universal (1918); Leonardo Castellani con El nuevo gobierno de Sancho (1944); Fryda Schultz Cazeneuve con  Los muñecos de Maese Pedro, (1934) y, sobre todo, la célebre obra de José Hernández titulado Martín Fierro, cuyo protagonista parece encarnar al Quijote americano (Cfr. Marcela Ochoa Penroz Reescrituras del Quijote, LOM ediciones, Santiago de Chile, 1997, pp. 23-173). A todos ellos habría que añadir obras argentinas como: La Isla de Don Quijote de Martinez Payva y Don Quijano de la Pampa de C. M. Pacheco. Sin embargo; la culminación de recreaciones del Quijote será sin duda la célebre: Pierre Menardautor del Quijote, de J. L. Borges.
[8] Cfr. Pedro Laín Entralgo, Lengua y ser de la Hispanidad, pp. 1169-1180, en Obras Selectas, editorial Plenitud, Madrid, 1965.
[9] A esta increíble nómina de grandes escritores habría que añadir los de A. Bioy CasaresDulce María LoynazJorge EdwarsAlvaro MutisGonzalo Rojas, J.DonosoM. Puig, G. Cabrera Infante, J. J. SaerGabriel ZaidJ. GelmanM. BenedettiE. GaleanoA. Roa BastosG. ArciniegasS. SarduyA. Uslar PietriFernando Vallejo, Bryce Echenique, Pedro Gómez Valderrama, Sergio Pitol etc. ¿Existe en el mundo otra tradición literaria que pueda presentar una pléyade de genios literarios como ésta, en apenas medio siglo?

[10] La literatura sobre Cervantes y Don Quijote en América es abundantísima, hasta tal punto que podemos hablar de una bibliografía de las bibliografías cervantinas americanas. Entre  los ensayos más importantes destacamos: El Quijote en el país de Martín Fierro de Guillermo Díaz-Plaja, Cervantes en Colombia de Eduardo Caballero Calderón, Cervantes y el Perú de Raúl Porras Barrenechea, Cervantes en las letras chilenas de José Toribio Medina, Bibliografía comentada sobre los escritos publicados en la Isla de Cuba, relativos al Quijote por Manuel Pérez Beato.


Don Quijote en el nuevo mundo III, Clavileño en América, Tomás Moreno

lunes, 26 de marzo de 2012

PRESENTACIÓN DE LA SEGUNDA EDICIÓN DE "LOS PRINCIPIOS DEL TIGRE"

Quiero aprovechar la ocasión para avisaros de un acto poético que pudiera interesar a los seguidores del blog Ancile. Este viernes, a las 19,30 horas, en la librería Picasso (Obispo Hurtado, 5) de Granada, presentamos la segunda edición de "Los principios del tigre" , publicada por la editorial Polibea (Madrid 2012). Intervendrán en el acto el Catedrático de la Universidad de Granada Antonio Sánchez Trigueros, el poeta José Gutiérrez, el responsable de la editorial Juan José Martín Ramos y el autor del libro Francisco Acuyo Donaire. Estáis todos invitados. Un fuerte abrazo.



PRESENTACIÓN DE LA SEGUNDA EDICIÓN 
DE "LOS PRINCIPIOS DEL TIGRE" 


Presentación de Los principios del tigre, Ancile






A L A S O M B R A
D E L Á L A M O B L A N C O



LA vida sube la cuesta
pendiente de la calima,
potencia la luz que en acto
alza el mirador arriba;

arriba donde se gesta
el aliento y la fatiga,
donde sofoca caliente
vaho el soplo de la brisa.

Sube. Con la imagen sube.
Sube el espejo el estigma
hasta el alto promontorio
donde verá su caída.

Calienta estío.
Crisol,
crisol en donde destilan
las rosas de los jardines
el cáliz de dulce alquimia.

El sudor desde la cuesta
precipitadas desliza
almas o luces al pozo
que las acopia y las cifra.

El cauce estival consume
magnolias y las codicia
gnóstico caudal:
   magnolias,

magnolias, aroma, enigma.

El aroma de la luz
sobre la rosa culmina
con fragancia que los astros
escancian de la pupila.

Aquí, algo en sí intolerable
pretendo hacer con mi vida.
Puedo masticar el tiempo,
puedo beber la canícula.

Puedo tocar el pasado,
puedo escuchar si crepita
el ascua desde el futuro
que regresa a su ceniza.



                                 Francisco Acuyo


Presentación de Los principios del tigre, Ancile


jueves, 22 de marzo de 2012

EXTRAMUROS EN LA RED: NÚMERO ESPECIAL A ELENA MARTÍN VIVALDI

Como ya anunciábamos anteriormente, la Revista Literaria Extramuros se encuentra ya en la red. En esta ocasión, vamos a ofrecerles un número de la revista agotado hace ya bastante tiempo y que  portaba un especial dedicado a la poeta Elena Martín Vivaldi. Nos referimos concretamente al número 41-42 y del cual mostramos aquí algunos detalles así como el enlace correspondiente para su observación y lectura. Quede pues, aquí, nuevo testimonio de esta revista de ineludible referencia en nuestra lengua.


EXTRAMUROS EN LA RED: NÚMERO ESPECIAL 41-42
 A ELENA MARTÍN VIVALDI


Extramuros: número especial a Elena Martín Vivaldi, Ancile


Extramuros: número especial a Elena Martín Vivaldi, Ancile





Extramuros: número especial a Elena Martín Vivaldi, Ancile
Extramuros: número especial a Elena Martín Vivaldi, Ancile





* Dado el formato especial de la Revista Extramuros, cuando accedan al lugar de la revista, y si no pueden pasar las páginas, pulsen el botón derecho del ratón, y donde dice mostrar todo, pinchar o dejar de pulsar dicho botón, y tendrán el formato adecuado para pasar las páginas, al fondo, a la derecha, bien arrastrando las páginas, o pulsando con el boton izquierdo en dicho lugar.

martes, 20 de marzo de 2012

DON QUIJOTE EN EL NUEVO MUNDO (CLAVILEÑO EN AMÉRICA) II

Segunda parte del espléndido trabajo presentado por el profesor Tomás Moreno para la sección de microensayos del blog Ancile, dedicada al inmortal Don Quijote, de nuestro universal Miguel de Cervantes.


Don Quijote en el nuevo mundo II, Clavileño en América, Tomás Moreno


DON QUIJOTE EN EL NUEVO MUNDO 
(CLAVILEÑO EN AMÉRICA) II


“Cervantes no pudo pasar a América, pero en ella vive en casa propia” (Rafael Heliodoro Valle)

(III) - En lo que se refiere al supuesto desconocimiento de los libros de caballerías en el Nuevo Mundo -prosiguió Don Quijote- he de decirte que el gran escenario de los primeros Quijotes vino a ser, precisamente, América. No es España sino el Nuevo Mundo donde enloquecen los hombres con la lectura de los libros de caballerías. Si Colón recurrió a unos pocos libros que, desde tiempos de Marco Polo, venían a poblar la hipotética tierra de monstruos, los conquistadores tuvieron en sus manos una biblioteca más abundante: la gran colección de caballería comienza a publicarse en España a partir de 1508, el año de Amadís de Gaula. El siglo de los libros de caballería se abre entonces, y entre ese año y el de 1602 hay, cuando menos, cuarenta y dos libros, que son el fondo en que vienen a hundirse las manos del cura y del barbero para explorar de dónde pudo salir mi supuesta locura.
            Todos esos libros salían para América en cantidades inmensas para la época[1]. Uno de los más grandes mercados era el de México, otro el de Lima. Los conquistadores llegaban a América graduados en caballería. Hernán Cortés envió a su pariente Francisco Cortés a buscar la isla de California, de que hablaban las Sergas de Esplandián, vecina al paraíso terrenal, poblada sólo por mujeres. El nombre de California vino a quedar en la geografía de América designando una península, un mar, un Estado, una bahía.
            - ¿Existieron más Quijotes, además de Don Cristóbal?, pregunté interesada cada vez más por la sabiduría libresca de Don Quijote.
            - Muchos más: buscadores de fortuna, aventureros, caballeros de capa y espada, soñadores de gloria y fama, misioneros, visionarios utópicos[2], desfacedores de tuertos[3] de toda laya y condición.

            - Hábleme de alguno de ellos, por favor.
            - Pues bien: tal vez el más quijotesco de los conquistadores fue don Gonzalo Jiménez de Quesada[4]
            - ¡Quesada!, como usted, como…vos.
            - Dígame mejor vuestra merced, mi gentil doncella.
            - Vuestra merced… le decía lo de su apellido “Quesada”, ¿recuerda?
Don Quijote en el nuevo mundo II, Clavileño en América, Tomás Moreno            - Sí, en verdad que tal era mi sobrenombre, el de Quijada o Quesada, que en este hay alguna diferencia en los autores que de mí han escrito -que, por cierto, Cervantes alude a tantos narradores de mi historia que incluso yo a veces me pierdo. Pero a lo que íbamos: ni yo mismo sé a ciencia cierta los orígenes de mi apellido -Quesada, Quijada o Quijana-; lo que sí sé es que llamándome antaño Alonso Quijano me vine después a llamar Don Quijote y con tal nombre, como sabes, mi fama y hazañas han traspasado los siglos…
            Te contaré una historia sobre este Quesada americano al que antes me referí y que tiene cierto interés: había muerto en tierras de Nueva Granada, la colonia por él descubierta y conquistada. Había hecho tres salidas fabulosas en busca de El Dorado, mostrando temerario valor, él que antes que soldado había sido hombre de letras, lector empedernido y dueño de una biblioteca que pudo ser la mejor en la naciente Santa Fe, de Bogotá. Sus mejores discursos fueron el que dirigió al pueblo convenciéndolo de que debía acompañarlo a la ciudad empedrada de oro -y lo logró llevándolo a la fatal conquista de Guayana- y el que dirigió al rey de España clamando por los indios, los humildes, los desamparados, víctimas de corregidores y encomenderos desalmados. Este Quesada o Quijada, pero más exactamente Quijote, como yo mismo, de la Nueva Granada, muere declarando que ya está curado de locuras… y lega a su sobrina el derecho de gobernación de El Dorado… ¿Te recuerda algo esta historia, mi gentil interlocutora?
            - ¡Claro que sí! Curarse de locura antes de morir… la sobrina heredera de su legado… De verdad, se parece mucho a la historia de vuestra merced.

IV       - Pero no creas -prosiguió Don Quijote- que acaba aquí la nómina de Quijotes españoles en América, fueron decenas: Pedro de Castañeda, al relatar el viaje de otro conquistador español Francisco Vázquez de Coronado, decía estas palabras que Lewis Hanke, un hispanista famoso, pone como pórtico a su libro sobre la lucha por la justicia en la conquista de América:
                “yo no estoy escribiendo fábulas, como algunas de las cosas que ahora leemos en los libros de caballerías. Si no fuese porque estas historias contenían encantamientos, hay algunas cosas que nuestros españoles han hecho en nuestros días en estas partes, en sus conquistas y encuentros con los indios, que como hechos dignos de admiración sobrepasan no sólo a los libros ya mencionados, sino también a lo que se ha escrito sobre los doce pares de Francia…”[5].
Don Quijote en el nuevo mundo II, Clavileño en América, Tomás Moreno
            - Señor Don Quijote, además de tener noticia de estos conquistadores -autores, ciertamente, de hechos de armas admirables y heroicos pero, digámoslo sin reparo, también responsables de tropelías y abusos sin cuento contra los nativos de dichas tierras- escuché el otro día a mi profesor de historia hablar de otros españoles que, por el contrario, los trataron con humanidad y consideración, como constataron en sus relatos los cronistas de Indias. Me refiero, en especial, a los religiosos misioneros y monjes franciscanos que allí fueron a cristianizar a los nativos, supongo que habría entre ellos  también algún que otro quijote. ¿No?
            - Ciertamente, pero no sólo franciscanos, sino también jesuitas, dominicos y de otras órdenes religiosas. Tal vez fueran ellos los que más merecieran ese apelativo de heroico, puesto que trataron de establecer en esas tierras una sociedad basada en la justicia… mi ideal, mi más anhelada meta, la razón de mi vida… Entre ellos, cómo no recordar al bueno de Fray Bartolomé de las Casas[6], apóstol de las Indias, desfacedor de tuertos e injusticias por excelencia. Encomendero en sus primeros tiempos y tras su conversión a la fe viva, se convertirá en máximo defensor de los indígenas contra la explotación a que les sometían los colonos y encomenderos españoles. Defendió a los débiles con pasión, denunciando ante la corte y ante los reyes de España los abusos cometidos contra ellos en numerosas obras como el Memorial de remedios para las Indias (1516), presentado en España ante el, por entonces, regente cardenal Cisneros, la Apologética Historia de las Indias (1527/1552), de carácter antropológico, en la que trató de demostrar que los indios eran hombres tan racionales como los españoles y, en fin, la Brevísima relación de la destrucción de Indias (1542), su obra de denuncia más famosa y significativa.
            Digno de semejante elogio y recuerdo es el otro gran defensor de los indios, Vasco de Quiroga[7], el obispo de Michoacán (México), quien trató de organizar en Santa Fe de la Laguna, hacia 1535, los famosos Hospitales-pueblos, una especie de utopía cristiana, igualitaria, inspirada en el modelo de la Utopía de santo Tomás Moro. Convencido de que la pureza de costumbres de los indios y su bondad natural les hacía merecedores de ejemplificar y recrear la mítica Edad de Oro, a la que aludo en aquel famoso discurso mío que comienza así: Dichosa Edad y siglos dichosos… y que tuve el honor de describir y pronunciar ante los cabreros… ¿Lo recuerdas?
            - ¿Cómo no?, es uno de mis favoritos, contesté alborozada.
Don Quijote en el nuevo mundo II, Clavileño en América, Tomás Moreno
            - Una sociedad, en fin, -prosiguió el caballero-  en el que la vida social estuviera presidida por otros valores que los que dominan en ésta malhadada Edad de Hierro, que a mí y, desgraciadamente, también a ti nos ha tocado vivir. Vasco de Quiroga evoca en sus escritos, casi con mis propias palabras, este ideal utópico de vida: “No en vano –dice- sino con mucha causa y razón este de acá se llama Nuevo-Mundo, y eslo Nuevo-Mundo no porque se halló de nuevo, sino porque es en gentes y en cuasi todo como fue aquél de la edad primera y de oro, que ya por nuestra malicia y gran codicia de nuestra nación ha venido a ser de hierro y peor”[8].
            La misma preocupación por la justicia guiará al padre franciscano Mendieta (Historia Eclesiástica Indiana, 1585) al proponer “la Nueva Jerusalém” en territorio americano, donde los hombres vivan virtuosa y pacíficamente desterrando la crueldad, la opresión y la rapacidad de los conquistadores. El mito de la edad de Oro estará también presente en la obra de Juan de Zumárraga (Doctrina breve, 1544) en la que alimenta la esperanza de fundar una nueva cristiandad con gentes nuevas en un mundo nuevo y, por supuesto, en las misiones en las Antillas de fray Toribio de Benavente (Motolinía), que quiso conciliar la visión “adánica” del indio aborigen con el mito de la edad aúrea. Pero, para acabar esta digresión, no puedo olvidarme tampoco de las llamadas Reducciones jesuíticas del Paraguay, la “república cristiana de los guaraníes”[9], inspiradas también directamente en Moro y, tiempo depués, en Campanella y que ofrecían en los siglos XVI y XVII una clara alternativa de vida cristiana e igualitaria a la decadente vida europea de la época… Todo esto, querida joven, constituye la utopía realizada por los quijotes españoles en América.
            En resolución, el gran pensador mexicano José de Vasconcelos, en su memorable Discurso del Quijote, tuvo a bien escribir, en mi honor y en el de los quijotes que me precedieron, estas bellas palabras:
Don Quijote en el nuevo mundo II, Clavileño en América, Tomás Moreno
                “Con el Quijote dio España a la humanidad uno de sus libros fundamentales. En cada hombre hay algo de Quijote, no importa cuál sea su raza; pero en el español se acentúan sus rasgos y en todo aquel cuya alma se ha forjado en el lenguaje de Castilla. Por eso puede afirmarse que el Quijote es tan hispanoamericano como español. […] El Quijote estaba ya en América […] vino aquí como adelantado de la raza y fue misionero y capitán; vino en la esforzada voluntad de Hernán Cortés, un Quijote al que le salió bien la osada aventura… Y aunque toda la obra colonial de España se perdió para la metrópoli en lo material, el Quijote que guió la conquista, el Quijote que después, durante la colonia, expidió las leyes de Indias, el momento jurídico más piadoso que vieron los siglos: el Quijote que más tarde hizo la independencia política, subsiste en nuestra historia” [10].
- Una cosa me extraña, buen caballero, y es el hecho de que, contando con tantos antecesores gloriosos en América, en vuestra afamada biografía  no hay apenas referencia alguna a estas paradisíacas tierras: todas vuestras memorables aventuras transcurren en España.
            - Ciertamente, ¡válgame el cielo que así es! La razón de ello es que mi cronista principal, y al que considero padre y autor de mi biografía, Don Miguel -y no el ficticio Cide Hamete Benengeli- tenía una espinita clavada en su corazón en lo tocante a las Indias[11]. No sé si sabes que Cervantes tuvo un gran sueño, un gran deseo frustrado: que el rey de España le concediese un empleo en el Nuevo Mundo. Solicitó un honroso cargo militar como proveedor de galeras y con las funciones de comisario de abastos en Cartagena y también el cargo de gobernador de la provincia de Soconuso en Guatemala y algún otro empleo que no recuerdo ahora… Tenía 43 años, había perdido en Lepanto el uso de su mano izquierda y, casado con Catalina, después de viajar por Italia, Portugal, estar cautivo en Argel y trabajar en Sevilla y Madrid en oficios varios, desanimado y empobrecido, presentó en Sevilla su currículo al Consejo de Indias el 21 de mayo de 1590. En él exponía su carrera, con todas las fechas y pruebas que poseía de su largo y fiel servicio a la corona, incluyendo el informe de sus años de cautiverio en Argel y el certificado que había obtenido su madre del duque de Sessa, en 1578, referente a su servicio militar… A pesar de todo, sus méritos, al parecer, no fueron suficientes y el 6 de junio el Consejo de Indias rechazó su solicitud con este lacónico y burocrático comentario garabateado al final de la misma: “Compruébese”.


                                                                                                      Tomás Moreno (continuará)





[1] Martín de Riquer nos informa de una real cédula que demuestra el conocimiento temprano de los libros de caballerías en estas tierras: “Nos somos informado que de llevarse a esas partes los libros de romance de materias profanas y fábulas, así como los libros de Amadís y otros desta calidad, de mentirosas historias, se siguen muchos inconvenientes; porque los indios que supieren leer, dándose a ellos, dejarán los libros de sancta y buena doctrina y, leyendo los de mentirosas historias, deprenderán en ellos malas costumbres y vicios y demás desto, de que sepan que aquellos libros de historias vanas han sido compuestos sin haber pasado ansí, podría ser que perdiesen el autoridad y crédito de la Sagrada Escritura y otros libros de doctores, creyendo, como gente no arraigada en la fe, que todos nuestros libros eran de una autoridad y manera” (Real cédula, dirigida a la Audiencia y Chancillería del Perú, 29 de septiempbre de 1543 (citado en Martín Riquer, Aproximación al Quijote, Barcelona, Teide, 1970, pp. 65-66).
[2] Sobre el carácter utópico de la aventura americana pueden consultarse las obras de: J. A. Maravall, Utopía y reformismo en la España de los Austrias, Madrid, 1982 y Utopía y contrautopía en el Quijote, Pico Sacro, Santiago de Compostela, 1976.
[3] Como sabiamente ha recordado Francisco Rico en El Quijote no aparece la expresión desfacer entuertos, sino desfacer tuertos. Leamos al ilustre profesor español al respecto, sin duda, uno de los mejores conocedores vivos del Quijote y de Cervantes.
[4] Para todo este apartado: cfr. German Arciniegas, op. cit. pp. pp. 91-92.
[5] Ibid, p. 92. El libro de Lewis Hanke es: Estudios sobre Fray Bartolomé de las Casas y sobre la lucha por la justicia en la conquista española de América, Universidad Central de Venezuela, Ediciones de la Biblioteca, Caracas, 1968.
[6] Cfr. Juan Gil-Bermejo-García, Fray Bartolomé de las Casas y el Quijote, en Anuarios de los estudios americanos, XXIII, 1966.
[7] Sobre Vasco de Quiroga y sus Hospitales-pueblos, véase: Vasco de Quiroga, La Utopía en América, edición de Paz Serrano Acosta, historia 16, Madrid, 1992.
[8] Vasco de Quiroga, Información en derecho (1535), en la Utopía en América, op. cit., pp. 65-248.
[9] Cfr. Tentación de la Utopía. La República de los jesuitas en el Paraguay, prólogo de Augusto Roa Bastos; introducción y edición de Rubén Bareiro Saguier y Jean-Paul Duviols; iconografía de Miguel Rojas Mix, Tusquets, Barcelona, 1992.
[10] José de Vasconcelos, Discurso del ‘Quijote’, en Discursos, 1920-1950, Ediciones Botas, México, 1950.
11] Cfr. Como fuentes principales de la personalidad, vida y circunstancias de Cervantes véanse: Jean Canavaggio, Cervantes, Espasa Universidad, Madrid, 1987; Melveena Mckendrick, Cervantes, Salvat, Madrid, 1986;  Jean Babelon, Miguel de Cervantes, Vitae ediciones, Barcelona, 2004; Andrés Trapiello, Las vidas de Miguel de Cervantes, Biblioteca ABC, Madrid, 2004; Manuel Fernández Álvarez, Cervantes visto por un historiador, Espasa, Madrid, 2005.[


Don Quijote en el nuevo mundo II, Clavileño en América, Tomás Moreno

lunes, 19 de marzo de 2012

DEL PINCEL EN LA ACUARELA: TÁRSILA JIMÉNEZ PEÑARRUBIA

Del pincel en la acuarela: Társila Jiménez Peñarrubia, Ancile


Nos complace ofreceros en esta nueva entrada de Ancile una especial y delicada referencia  a la pintura, esta vez en las acuarelas de nuestra muy querida artista y entrañable amiga Társila Jiménez Peñarrubia. La sensibilidad y exquisitez manifiestas en esta exigua muestra que hoy ofrecemos quieren, una vez más, enriquecer y dar crédito a estas modestas páginas de nuestro estimado blog Ancile.Una figura relevante en su vida y obra (inolvidable poeta y amigo nuestro): Mi padre,  Diego Jesús Jiménez, poeta y pintor, me transmitió toda su sensibilidad para este arte sin ser él consciente. He tenido la gran suerte, el gran privilegio de recibir de él las mejores clases. Mi sincera gratitud a su autora por dejarnos mostrar en nuestro medio la claridad y calidad de sus obras. Quieren ser muestra de este reconocimiento unos breves poemas inspirados en su deliciosa, pulcra y excelente obra.


Del pincel en la acuarela: Társila Jiménez Peñarrubia, Ancile



 NOTA BIOGRÁFICA DE LA AUTORA



Del pincel en la acuarela: Társila Jiménez Peñarrubia, Ancile

Nací en Madrid en febrero de 1968. Me licencié en Filología Hispánica en la Universidad Complutense de Madrid. Desde el año 1995 trabajo en la Biblioteca Nacional como documentalista, primero catalogando libros antiguos y actualmente catalogando dibujos y grabados de los ss. XVI-XIX en el Servicio de Bellas Artes.
Mi aficción por la pintura brota cuando yo tenía 18 años, hasta entonces no había cogido un pincel, excepto en el colegio. Digo brotar porque la forma en que comencé a pintar fue así, una noche después de estudiar para un exámen me entraron unas ganas enormes de pintar, yo no entendía  el por qué.... pero esa necesidad me hizo levantarme de la cama a las 4 de la mañana y buscar entre las cosas de mi padre,  encontré unas viejas y secas acuarelas que conservaba entre sus óleos, pinceles y trementinas. Así fueron mis comienzos en la pintura. Y desde entonces nunca dejé de pintar y siempre en acuarela.
Del pincel en la acuarela: Társila Jiménez Peñarrubia, Ancile
A lo largo de todos estos años se podría decir que mi formación ha sido "autodidacta" y digo autodidacta entre comillas pues desde niña he crecido entre versos y pinceles. Mi padre,  Diego Jesús Jiménez, poeta y pintor, me transmitió toda su sensibilidad para este arte sin ser él consciente. He tenido la gran suerte, el gran privilegio de recibir de él las mejores clases.
Al comenzar a trabajar en el Servicio de Bellas Artes de Dibujos y Grabados de la BN,  tuve que estudiar las diferentes técnicas de grabado para poder catalogarlos, lo que despertó en mí una gran curiosidad por el maravilloso e inmenso mundo de la obra seriada. Y quise no solo catalogarla sino ejecutarla. Así es como en el año 2007 me matriculé en el Taller de Grabado de la Real Casa de la Moneda en el que estuve 3 años aprendiendo las diferentes técnicas de estampación. En el año 2009 muere mi padre, dejandomé una profunda tristeza y en la más absoluta orfandad. Desde entonces la acuarela ha sido para mí una vía de escape y en cierta forma un lenguaje con en el que poder seguir comunicándome con él.
Hoy en día soy miembro de la Asociación Española de Acuarelistas y realizo mis grabados en el taller Sotanoart de Colmenar Viejo, pueblo de Madrid en el que vivo.
 En el año 2010 me presenté por primera vez a un concurso, ya que se celebra en la localidad en la que yo vivo:  Certámen de grabado y acuarela  "Francisco Revelles" de Colmenar Viejo, un concurso con bastante prestigio y en el que me concedieron una Mención de Honor;  en el año 2011 volví a presentarme con una acuarela y me concedieron un accésit. Estos dos premios han sido un gran estímulo para mí y una gran sorpresa pues únicamente me he presentado estas dos veces y las dos me concedieron un premio.
Nunca he realizado una exposición, creo que la razón ha sido que he tardado mucho en conformarme con lo que pintaba, pues siempre me parecía insuficiente. Realmente he mostrado mis trabajos hace un año y medio aproximadamente, he tenido suerte y me han comprado obra desde entonces. Me vi obligada a hacer un blog como medio para enseñar mis trabajos y este verano pasado me puse a ello. Todas las obras las acompaño con poemas de poetas de reconocido prestigio, para mí la poesía y la pintura son aguas de un mismo río. Como dijo Homero "La pintura es un poema sin palabras"
Estoy preparando obra para realizar mi primera exposición que seguramente sea en Colmenar Viejo.





Del pincel en la acuarela: Társila Jiménez Peñarrubia, Ancile



Del pincel en la acuarela: Társila Jiménez Peñarrubia, Ancile



Del pincel en la acuarela: Társila Jiménez Peñarrubia, Ancile



Del pincel en la acuarela: Társila Jiménez Peñarrubia, Ancile


DEL PINCEL EN LA ACUARELA




I


A Társila Jiménez Peñarrubia,
por sus delicadas acuarelas
y sensibilidad exquisita




SI libélula el pincel,
se suspende cristalino:
sobre el espíritu del
color, como halo genuino,
imprime etéreo el  papel
en cuyo vapor desliza
turquesa, amarillo, rosa,
tenue figura remisa
que traza, diluye, esboza
la decisión, indecisa.



II


EN el matiz transparente,
donde se inunda la vida,
se sumerge intermitente
en la luz, tallo, florida.
Espiga que sobre el viento
un regazo de amapolas
rasga dejando en la herida
el color que muestra exento,
en efímeras aureolas,
su inmortal mantenimiento.





Del pincel en la acuarela: Társila Jiménez Peñarrubia, Ancile





DÉCIMA ARROMANZADA A LA ACUARELA


(A las flores de estas acuarelas)

La línea del alhelí
un cisne níveo perfila
sobre el límite infinito
que le inscribió sucesiva;
 el círculo del jardín
inasible se adivina:
sublime esfinge se esboza
en jeroglífico enigma
cuando, prímula y jazmín,
lírico espíritu pintan.


Francisco Acuyo



Del pincel en la acuarela: Társila Jiménez Peñarrubia, Ancile


Del pincel en la acuarela: Társila Jiménez Peñarrubia, Ancile