miércoles, 28 de marzo de 2018

LA FILOSOFÍA TOMA PARTIDO: INFERIORIDAD E IRRACIONALIDAD DE LA MUJER. ARTHUR SCHOPENHAUER Y OTTO WEININGER

Siguiendo con las reflexiones sobre la misoginia que, para la sección, Microensayos, del blog Ancile, se vienen publicando, y todo de la mano del profesor y filósofo Tomás Moreno, esta vez bajo el título: La filosofía toma partido: inferioridad e irracionalidad de la mujer. Arthur Schopenhauer y Otto Weninger.


 La filosofía toma partido: inferioridad e irracionalidad de la mujer. Arthur Schopenhauer y Otto Weninger. Tomás Moreno





LA FILOSOFÍA TOMA PARTIDO: INFERIORIDAD E 

IRRACIONALIDAD DE LA MUJER. 

ARTHUR SCHOPENHAUER Y OTTO WEININGER





 La filosofía toma partido: inferioridad e irracionalidad de la mujer. Arthur Schopenhauer y Otto Weninger. Tomás Moreno


Como vemos, por lo anteriormente señalado, no hemos salido aún en el siglo XIX del esquema misógino de la Antigüedad: a la mujer le toca en exclusiva la reproducción de los cuerpos materiales, al hombre, la producción de las ideas, parto mucho más doloroso, largo y complejo, nos decía el misógino Sócrates –hijo de una comadrona-, que el trabajo de la parturienta. Como preguntaba Joseph de Maistre (1753-1821) señalando a las mujeres:¿Entre los sabios de primer orden hay alguna mujer?”. Para responder, seguidamente, que no hay más que fiarse de la experiencia: “Las mujeres no han hecho ninguna obra de arte de ningún género[1].         
            Otros pensadores más conspicuos como Arthur Schopenhauer (1788-1860) también consideraron a la mujer como un ser inferior, pero complementario del hombre. La diferencia de la mujer con respecto al hombre, tal como es percibida por el filósofo germano, es consecuencia de “su inferioridad”. Pero la más aguda percepción de la diferencia femenina y de su inferioridad está presente en los pasajes en que Shopenhauer critica a las mujeres aduciendo su falta de objetividad o acusándolas de padecer de miopía intelectual. Las mujeres, sostenía el filósofo -solterón empedernido
 La filosofía toma partido: inferioridad e irracionalidad de la mujer. Arthur Schopenhauer y Otto Weninger. Tomás Moreno
pero enamoradizo- eran mentalmente retrasadas en todos los aspectos, deficitarias de razón y de verdadera moralidad por su infantilismo. Miopes mentales e incapaces de ver con claridad más que lo que está muy cerca de ellas, todo lo ausente, lo pasado y lo futuro, quedaría fuera de su estrecho campo visual o mental. Su horizonte mental es muy pequeño por lo que se le escapan las cosas lejanas, con inteligencia sólo para lo inmediato: “No ven más que lo que tienen delante de los ojos, se fijan sólo en el presente, toman las apariencias por la realidad y prefieren las fruslerías a las cosas más importantes” (AMM, 91) [2].
            A causa de sus, probadas, incapacidad de objetividad y de abstracción y restringido horizonte intelectual, no es equivocado pedir consejo a las mujeres en circunstancias difíciles, porque su visión es más concreta y más atenta a lo que tienen delante, más absorbidas por el presente: su entendimiento intuitivo ve agudamente lo cercano y en cambio no comprende las cosas lejanas. En este caso, sus deficiencias intelectuales vienen a ser paradójicamente una cualidad. Al estar más abiertas al presente que los hombres pueden disfrutarlo más y ése es el origen de su típica alegría, “que la hace tan apta para reconfortar al hombre cuando está agobiado por las preocupaciones” (ATM, 41-42).
            También puede calificarse de panfletaria en muchos aspectos la obra del vienés Otto Weininger (1880-1903)[3] Sexo y carácter[4]. Al abordar las diferencias intelectuales entre hombres y mujeres afirma que en ambos se presentan los mismos contenidos psíquicos, pero mientras que en ellos los pensamientos se articulan en representaciones claras y distintas, que le permiten separar los sentimientos de los demás contenidos psíquicos, las mujeres “piensan en hénides”, a través de datos psíquicos apenas articulados que todavía no constituyen representaciones claras y distintas. De ahí que para la mujer, a diferencia del hombre, sean inseparables “pensar”  y “sentir”[5]. En resumidas cuentas, el hombre vive conscientemente, mientras que la mujer vive inconscientemente.  Para Weininger la mujer conoce confusamente, en forma de hénide, cuando en el hombre se ha llegado ya a una notable clarificación. “Por esto, la mujer es sentimental y sólo conoce la emoción, no la conmoción. De esta forma, las mujeres dependen de los hombres para la clarificación de sus propias representaciones oscuras” (Weininger, SYC, 108). La ineptitud intelectual de la esencia femenina les impide a las mujeres alcanzar el grado del genio/genialidad (que es una especie de masculinidad superior, de la cual ningún varón está totalmente desprovisto, pero que falta en todas las mujeres (SYC, 119), están excluidas de ella. A la mujer le ha sido concedido, en todo caso, el talento, en cambio le está vedado el genio, que es la suprema expresión de la masculinidad. “¿Cómo podría ser genial sin alma?” -esto es: sin yo libre e inteligible, voluntad o carácter/personalidad o individualidad- ¿qué “significa una y la misma cosa que pertenece al hombre y que falta en la mujer”?, se pregunta Weininger. Y se responde: “Un genio femenino es, según esto, una contradictio in adjecto, ya que la genialidad es tan sólo masculinidad aumentada, completamente desarrollada, elevada al grado máximo y plenamente consciente” (SYC, 185).
 La filosofía toma partido: inferioridad e irracionalidad de la mujer. Arthur Schopenhauer y Otto Weninger. Tomás Moreno            El pensamiento en hénide impide que las mujeres lleven a cabo actividades donde es necesaria una vigorosa capacidad formadora y determina que carezcan de memoria continua, de memoria universal; (donde sea necesaria una vigorosa capacidad formadora, las mujeres no presentan la menor aptitud: tal ocurre con la música, la arquitectura, la plástica, la filosofía). Su vida psíquica se caracteriza por la “discontinuidad” de la memoria, sin ligazón, limita la memoria femenina estrictamente a los problemas de la sexualidad y de la vida de la especie; al sentimiento y emoción. Por eso el pensamiento en hénide hace que las mujeres jamás lleguen a tener conciencia de su destino y que sean ajenas por completo a la necesidad de la inmortalidad.
            Por carecer de esa necesaria  memoria continua –que es expresión psicológica del principio lógico de identidad- está incapacitada para las cuestiones lógicas, ya que le falta un centro de apercepción que constituya el núcleo de todo su pasado. No existe para ella ni el principio de  contradicción, ni el de exclusi tertii, ni tampoco existe para ella el principio de razón suficiente o causalidad. Por eso es crédula porque jamás llega a comprender que es necesario fundamentar todos los conceptos, y como no posee continuidad no siente necesidad alguna de fundar lógicamente su pensamiento. No se siente obligada a la lógica, le falta conciencia intelectual, está afectada de logical insanity (SYC, 150). (Cont.).

TOMÁS MORENO





[1] Citado por G, Fraisse en La musa de la razón, Cátedra, Madrid, 1991, p. 57.
[2] Todas las citas referidas a la mujer que siguen se hacen siguiendo la recopilación de ensayos de Schopenhauer titulada El amor, las mujeres y la muerte (abreviado AMM), edición de Biblioteca Edaf (tr. de Miguel Urquiola, prólogo y cronología de Dolores Castrillo), Madrid, 1993 (citamos con la sigla AMM, seguida de la página), y la más reciente antología de sus textos sobre la mujer: Arthur Schopenhauer, El arte de tratar a las mujeres, (tr. de Fabio Morales; introducción y notas de Franco Volpi), Alianza Editorial, Madrid, 2008 (abreviatura ATM, seguida de página). Ambas obras recogen los textos sobre la mujer procedentes de El mundo como voluntad y representación (Metafísica del amor sexual”, capítulo 44 de los Suplementos, 1844) y de Parerga y Paralipomena  (ensayo Sobre las mujeres, 1851). En la sigla ATM se incluyen, además, textos sobre la mujer procedentes de otros escritos de su obra póstuma.  
[3] Otto Weininger nace en Viena el 3 de abril de 1880 de padres judíos e ilustrados; filósofo y psicólogo judío pero antisemita. Políglota precoz, aprendió de manera autodidacta ocho lenguas antes de dejar la universidad. A los 18 años dominaba el latín y el griego, se había iniciado en el español y el noruego y hablaba francés, inglés e italiano. Seguidamente pasó a interesarse por el estudio de las matemáticas y las ciencias naturales. En la Universidad de Viena cursó distintas disciplinas  todas relacionadas con la psicología y la filosofía: lógica, psicología experimental, pedagogía e historia de la filosofía. El conocimiento de la filosofía, campo en el que experimentó de manera determinante la influencia del pensamiento kantiano, fue determinante en su formación intelectual. Se quitó la vida de un pistoletazo en Viena, tras comprobar el escaso éxito que alcanzaba la que creía su obra maestra Sexo y carácter (1903), que fue el tema de su tesis doctoral. Tenía 23 años. Póstumamente aparecieron sus otros ensayos: De las cosas últimas (1907) y Diario (1917).
[4] Otto Weininger, Sexo y carácter, traducción del alemán de Felipe Jiménez de Asúa y prólogo de Carlos Castilla del Pino, Península, Barcelona, 1985. A partir de ahora se cita como SYC, seguido del número de página.
[5] Las hénides son entidades nebulosas, como las experiencias de la primera infancia, en la que todavía no es posible el lenguaje; sin consciencia general, sin claridad, sin transparencia ni complejidad. Pensar en “hénides” comporta: menor grado de conciencia, ausencia de contornos, falta de un punto de vista en el campo visual: “En los seres más inferiores y quizá también en muchas plantas y animales, la vida de las sensaciones está constituida por hénides: desde la hénide, el ser humano puede desarrollar sensaciones y pensamientos plásticos completamente diferenciados, aun cuando nunca representen el ideal completo alcanzable” (SYC, pp. 107-108).  




 La filosofía toma partido: inferioridad e irracionalidad de la mujer. Arthur Schopenhauer y Otto Weninger. Tomás Moreno

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