SOBRE
LA TRANSFIGURACIÓN DE LA LIRA
LA TRANSFIGURACIÓN DE LA LIRA
De igual modo que sucedió con otros dos libros anteriores (Los principios del tigre y Mal de lujo) sucede con La transfiguración de la lira, es un poemario prácticamente inencontrable (data de 1983, como mi primer libro publicado); atiendo la demanda de algunos curiosos lectores que querían conocer algún poema de este primer conjunto de versos concebido por vez primera como libro por quien suscribe estas líneas introductorias. Libro iniciático para quien, muy joven, tendría entre los 14 y 16 años cuando redactaba primerizamente los poemas que conforman este título, entraba en el mundo de la poesía; que así concibió la totalidad de esta obra, como un ejercicio de iniciación o ritual casi hermético donde habría de nacer a la vida verdadera (en sentido semejante al que diera Whiltman) que encierra y a la vez abre el espíritu del poeta.
Queden pues aquí, con no poco pudor, una muestra breve, en dos entregas, de esta iniciación que para mi fue al universo insondable de la poesía. Ofrezco en esta primera entrega el poema que dio título a la obra, La transfiguración de la Lira, algo más largo, y otro brevísimo, intitulado: Libre el el verso y...
LA TRANSFIGURACIÓN DE LA LIRA
El verso y la ribera
en par de las corolas se respira:
estrella, dulce esfera
del río que suspira
los lirios blandos de su blanca lira:
Esta luz reflexiva
está midiendo al sueño la armonía:
la yerba pensativa
trazó geometría,
y enlazaba su luz la poesía;
E indemne suscitaba
murmurando:
«Deshace candileja
mi voz, si en luz acaba
la cárcel que refleja
tu lira grave entre mi suave reja».
La fronda la paloma
nívea percutió del coro y lira
al canto del aroma:
Sonido le suspira
la cuerda leve que su vuelo inspira.
Y la yerba pagana
del místico reflejo se examina:
Toda invención hermana,
toda imagen divina
robada de su espejo y cristalina.
Sobre enhiesta e inerme,
no se alza con su nombre, si ora gime,
ni irisa, si se aduerme,
certeza donde imprime,
líneas de agua que efímeras redime.
Siempre deidad narcisa,
inmóvil si sensible, mariposa
retorna a dar en risa
la cristalina rosa,
claroscuro de plata decorosa.
¡Bebe amor, la primera
nieve de tu reflejo apenas, bebe
nieve de aquella esfera
sol de la misma nieve,
sol del espejo en su reflejo leve!
Nombrador se realiza,
belleza que sin nombre se recrea;
diamante de ceniza,
cendal que musiquea:
¡Hágase la poesía, torne, sea!
Libre el verso, y...
SU ave
al viento y silenciosa,
no expresa la voz su suave
rosa, que apenas si sabe
no más de su voz, la rosa.
Francisco Acuyo
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