Segunda y fascinante entrada del profesor Tomás
Moreno en torno al pensamiento Taoísta en el blog Ancile, esta vez centrando su
segundo diálogo en la ética. Muy recomendable para una introducción avisada
sobre el profundo y complejo universo de la filosofía del Tao.
SOBRE EL PENSAMIENTO TAOÍSTA.
(SEGUNDO DIÁLOGO: LA
ÉTICA) (IIº)
Sobre el
pensamiento Taoísta. (Segundo diálogo: la ética) (IIº)
La segunda
sesión estuvo dedicada a la ética
taoísta. Esta vez inicié la clase con una somera exposición del principio
fundamental que la inspiraba y fundamentaba y que podría formularse así:
“Seguir al Tao, vivir con arreglo al Tao es la sabiduría”. Les leí algunos
fragmentos que así lo atestiguaban; uno decía: “Así, para los que obran con Tao (sabiduría) su camino es el camino
del Tao. Si ganan, lo ganan con Tao. Si pierden, lo pierden con Tao. Caminan con Tao. Ganan con Tao,
contentos de ganar. Pierden con Tao,
contentos de perder” (Tao, 23c). El
más conciso prescribía como norma de conducta: “Hablar poco y seguir a la
Naturaleza” (Tao, 23a); otro
aconsejaba: “El hombre superior, que oye el Tao,
lo practica con diligencia. El mediocre, que oye el Tao, lo practica con titubeos y lánguidamente” (Tao, 41ª); el último sentenciaba: “Así,
el que está cerca del Tao mora en la
bondad. Su corazón ama la profundidad y la caridad. Sus palabras aman la sinceridad.
Su gobierno ama el orden. Su trabajo ama la competencia. Su actuación ama la
oportunidad. Nada se tiene contra él. Porque el con nadie riñe” (Tao, 8c).
Hice
notar a los alumnos la semejanza entre este principio taoísta y el que
inspiraba las éticas clásicas de un Heráclito o de los Estoicos, para los
cuales seguir al Logos o a la Naturaleza
era también condición necesaria para alcanzar la virtud y la felicidad[1].
Para el Taoísmo, en efecto, la Naturaleza nos impulsa siempre hacia el bien; el
mal resulta del menosprecio de sus exigencias. El hombre es bueno por
naturaleza y todo en la naturaleza es perfecto. Hay que discurrir por ella como
por un tranquilo río, dejándose llevar por su corriente para alcanzar la paz,
la calma, la felicidad (que se representan en chino clásico con un ideograma
peculiar que reúne dos signos o pictogramas: uno que representa “techo” -el
hogar- y otro que dibuja la silueta de una “mujer”).
Esa
sintonía con la normatividad de la
naturaleza, implica y exige purificarse de toda “artificiosidad” y renunciar al
egoísmo, a la gloria, a los placeres, a los deseos, al yo y a toda voluntad de
dominio o posesión: “Renuncia a lo
mucho, rechaza lo grande”, dice el sabio. El sabio taoísta asume “el espíritu
del valle” (que todo lo recibe y acoge pasivamente, sin rechazarlo)
Acabada
mi exposición, el Dr. Cheng quiso aclarar alguna de las ideas expresadas en la
misma:
-
“Seguir a la sabia Naturaleza, al Tao”, comenzó diciendo, “como muy bien ha
dicho vuestro profesor, no sólo nos encamina hacia la virtud y la felicidad,
sino que nos proporciona también la salud, condición indispensable para lograr
aquellas. Y es que, para el sabio, la enfermedad no es más que una falta de
armonía, de equilibrio, consecuencia de nuestra inadecuación al Tao. Existe una
especie de sistema circular de energía (Ch’i)
semejante al de la sangre. En una persona sana, el Ch’i fluye por el cuerpo sin obstáculos: la enfermedad resulta de
un bloqueo de ese sistema y el arte que restablece el incesante flujo es la acupuntura (medicina natural
tradicional china), alcanzando así de
nuevo la armonía perdida de nuestro cuerpo: la salud…”
En ese momento una alumna levantó el brazo para
formular una pregunta:
-
“Profesor Cheng, aunque sé muy poco del pensamiento oriental en general, en las
clases introductorias anteriores hemos tratado por encima el Confucianismo y observo que tiene muy
poca semejanza con el Taoísmo,
siendo como son las dos, las grandes escuelas más representativas del
pensamiento chino. La doctrina de Confucio parece más política o social, el
Taoísmo, al contrario, más espiritual o místico ¿Es ello así?”
-
“En cierto modo esta alumna tiene razón”, respondió nuestro invitado chino, “Taoísmo
y Confucianismo son aspectos diferentes de una misma visión o concepción del
mundo, pero enfocados hacia dos ámbitos de realidad distintos: el cosmos y la
naturaleza, en un caso; el hombre, la familia y la sociedad, en el otro. Sin
embargo, no son tan diferentes como aparentan; ambos tienen como punto de
partida la misma necesidad de superar un desorden o una desarmonía
insoportables: de carácter socio-político, en el caso del Confucianismo, de
índole cósmico-natural, en el del Taoísmo, y de encontrar el equilibrio.
En
el caso del Taoísmo, como hemos dicho, el punto de partida de su reflexión
sapiencial fue la constatación o vivencia del desorden Cósmico-Natural,
originado o introducido por el hombre, la sociedad y la cultura, que debilita
el teh,
la fuerza vital. Se trata de una experiencia derivada de una situación de
“hastío cultural” que, frente a la actitud confuciana, no fomentará la
intensificación y reforzamiento de las estructuras sociales convencionales o
rituales, sino, al contrario, propugnará el retorno a la simplicidad natural,
primigenia, como ocurrió en vuestra tradición cultural en el caso de los cínicos griegos, de Rousseau o en el caso de la generación
de los hippies y de la contracultura en la década de los sesenta del pasado
siglo e incluso hoy día, en los distintos movimientos Ecologistas[2].
No olvidéis que toda cultura es “artificio” y que el cuidado por un orden
social artificial, impuesto por la fuerza, violenta de alguna manera la armonía
de los ritmos naturales[3].
El
Taoísmo reivindica y revaloriza, por tanto, la concepción arcaica china de la Armonía
natural. Tanto Lao zi (intelectual
desengañado, os lo aseguro) como sus discípulos (Liu Tsieu, entre ellos) buscaron una “liberación pacífica” de todo
lo “artificial” mediante un retorno a la naturaleza original. Para el sabio
taoísta, dominado por una nostalgia del
origen, “el regreso es progreso”[4],
y su actitud de fondo responde a una especie de intento de un superar un
trauma, de restañar una herida o escisión causadas por su alejamiento y
extrañamiento del origen.
En
el Canon del vacío perfecto, el
maestro Li Tsieu, su autor, expresa
de esta manera su experiencia “desconsolada de la vida”: “El Mundo entero se
halla sin domicilio: ¿cómo no va a tener nadie algo que reclamarle?” Lo que,
traducido a nuestro lenguaje, quiere decir, ni más ni menos, que el hombre en
la sociedad y en la cultura se encuentra fuera de sí, descentrado, perdido,
desarraigado, alienado. Uno de vuestros grandes maestros de sabiduría, Sigmund Freud, ya diagnosticó esa misma
situación existencial en un famoso libro titulado El malestar en la civilización.”
Tras
esta extensa pero clarísima explicación tuve la necesidad de intervenir con una
-un poco sofisticada- digresión acerca de la actualidad y vigencia de la ontología
taoísta, posición que está a la base de toda esa mística concepción del mundo y
que, sorprendentemente, la física moderna -la física cuántica- de Erwin Schrödinger, Niels Bohr, Werner
Heisenberg o Paul Dirac y otros
muchos, habían puesto de actualidad a mediados del siglo XX. Había leído además,
recientemente, un famoso libro de Fritjof
Capra, El Tao de la Física[5],
en el que las coincidencias y similitudes sorprendentes entre la mística
taoísta y la concepción cuántica de la realidad cósmico-física se exponían con
absoluta claridad. Utilizando un esquema de mi invención traté de mostrar en la
pizarra electrónica ese paralelismo. Para no cansarles: venía a señalar, sucintamente,
que tanto en la física cuántica como en la ontología taoísta la realidad
cósmica, el ser, el Tao, la realidad fundante o como queramos llamarla, es algo
unitario, una fuente de energía, una
gran mónada de energía (Ch’i) en perpetuo movimiento, en
donde todos los seres no son más que aspectos diferentes de esa única realidad.
Todas
las cosas, continué, están interrelacionadas y constituidas por dos principios
polares u opuestos que son la causa de su dinamismo y movimiento y que se
encuentran representadas gráficamente en el taoísmo en el famoso diagrama el T’ai
Ch’i (un círculo dividido por una línea sigmoidea, cuyo lado izquierdo
y claro representa el Yang, el
principio masculino, y su lado izquierdo y oscuro, el principio femenino o Yin. En la parte superior del Yang se
inscribe un pequeño circulo oscuro (Yin) y en la parte inferior del Yin se
inscribe un pequeño circulo claro (Yang) que representaría la coexistencia de
los contrarios, el dinamismo y rotación incesante de la realidad y, en tercer
lugar, la síntesis y superación de aquellos en una armonía superior.
Me
pareció oír carraspear a mi colega chino y entendí que quería intervenir, tal
vez para matizar mis “elucubraciones” o tal vez para refutar alguna de ellas.
No fue así, por suerte. Cogió el vaso de agua, bebió un sorbo y aclaró lo
siguiente:
-
“Efectivamente, para el taoísmo toda la realidad es como una permanente danza
de energía, una inmensa red en la que todas las cosas se hallan
interrelacionadas, interconectadas entre sí, y en la que todas las cosas son
aspectos diferentes de esa única realidad energética. En lo que se refiere al
conocido diagrama -que el profesor os
ha dibujado- representaba en su origen las dos laderas de una montaña, la
izquierda (Yang), la solana; y la derecha (Yin), la umbría. Como en el cuadro de los opuestos del
Pitagorismo, en el diagrama taoísta se representaban, efectivamente, los
contrarios u opuestos enfrentados: masculino/femenino, seco/húmedo,
caliente/frío, activo/pasivo, lógico/intuitivo, cielo/tierra etc. En su origen
pretaoísta, estos principios polares tenían un sentido de influencias cósmicas,
más adelante fue asumiendo un significado categorizador y clasificatorio, y
hasta valorativo, de orientación moral.
El Yang era considerado la fuente del hacer, de la acción, de la
operatividad; el Yin, el centro del ser, la pasión y receptividad. Usamos el
Yin, para recoger energía; usamos el Yang para hacer cosas con esa energía.”
Cuando
el Dr. Cheng iba a tomar el lapicero, para escribir algo en la pizarra
electrónica del aula, noté, algo preocupado, que sus manos -más arrugadas, por
cierto, de lo que correspondería a su edad aparente- estaban afectadas de un
ligero temblor, en ese preciso momento sonó el timbre: la clase había terminado.
(Continuará).
Tomás Moreno
[1] Sobre las similitudes entre el Tao y la
filosofía griega (Heráclito, la Stoa, Plotino, Hermetismo etc.) véase:
Eleuterio Elorduy, Estudio Preliminar,
en Carmelo Elorduy, La Gnosis taoísta del Tao Te Ching, op. cit. pp. XVII-XLV.
[2] Cfr. Salvador Pániker, La dificultad de ser taoísta, El País,
miércoles 23 de septiembre de 1987.
[3] Dice el Tao: “Con los talentos y los ingenios, vinieron los falsos
artificios” (Tao, 18a). “La solución
está en esta otra parte: mirar lo genuino y natural y abrazar el tronco bruto.
Menos egoísmo y poca ambición” (Tao,
19e).
[4] Para el Tao, en efecto, el sabio en vez de progresar regresa, en vez de trascender se enclaustra
embrionalmente en la matriz maternal de la naturaleza; se hace niño y alcanza
el “teh”. En el Tao se dice: “Para tener mucha virtud hay que ser como un niño
pequeño; las sierpes venenosas no le pican; las fieras salvajes no le agarran;
las aves rapaces no le arrebatan” (Tao,
55a); “Ser arroyo del mundo es no estar apartado de la Virtud eterna, es volver
a ser niño de pecho” (Tao, 28a) Jesús
lo dirá también:“Dejad que los niños se acerquen a mí”.
[5] Fritjof Capra, El tao de la física. Una exploración de los paralelos entre la Física
moderna y el misticismo oriental, Cárcano editor, Madrid, 1984. Como
muestra de todo ello destaquemos, entre otras muchas, esta cita de Heisenberg:
“La gran contribución científica en Física teórica que ha llegado de Japón
desde la última guerra puede ser indicativo de una cierta relación entre las
ideas filosóficas en la tradición del lejano Oriente y la substancia filosófica
de la teoría cuántica” (Ibid).
Soy un practicante del tao desde muy joven y suscribo lo acá escrito como cierto y valido pero no para todos ...hay gente que vive en un mundo de supersticiones o son muy incapaces de discernir ,Esos no pueden practicar el tao.
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