lunes, 15 de abril de 2019

INTERPRETACIONES MEDIÁTICAS DEL MITO DE LA CAVERNA


Abundando sobre el mito de la caverna de Platón, y siguiendo la brillante exposición del profesor Tomás Moreno, para la sección, Microensayos, del blog Ancile, traemos el siguiente trabajo que lleva por título: Interpretaciones mediáticas del mito de la caverna.

 Interpretaciones mediáticas del mito de la caverna. Tomás Moreno

INTERPRETACIONES MEDIÁTICAS 

DEL MITO DE LA CAVERNA

 Interpretaciones mediáticas del mito de la caverna. Tomás Moreno

III. INTERPRETACIÓNES MEDIÁTICAS

A partir de la clásica obra de Peter L. Berger y Thomas Luckmann[1] sabemos cómo la realidad es pensada en la sociología actual como una construcción social que, en cuanto tal, expresa de algún modo la peculiar naturaleza de la sociedad que la realiza. La caverna platónica representa hoy, en realidad, el mundo  de la caverna mediática (el mundo de los "mass media", prensa, radio, televisión, cine, revistas, internet) el mundo de la pantalla mágica, cuyas apariencias, imágenes, sombras, simulacros ("ondas electromagnéticas" descodificadas por un aparato receptor) tratan  hacer pasar por la única y auténtica realidad, unos determinados intereses o poderes políticos, económicos, ideológicos que están, como los porteadores del mito, detrás de las "bambalinas", como los titiriteros "manejando los hilos” del teatro.
 Interpretaciones mediáticas del mito de la caverna. Tomás Moreno

            No debemos olvidar, por otra parte, que Grecia, como nos recordara Carlos París, era una cultura exaltadora de la visualidad: los prisioneros viven en el engaño porque aquello que se les ofrece a sus ojos no son sino meras “sombras”, contrapuestas a la contemplación o visión de la verdadera realidad: el mundo de las ideas. Y el término griego “idea” guarda relación con eídenai (“ver”) y con eidos, (“forma”). En la lengua griega clásica es de notar y resaltar la relación estrecha existente entre el conocimiento y la visión. Aristóteles consideraba en su Metafísica la vista como el más noble de nuestros sentidos. “Y aunque en la filosofía el logos juega un papel fundamental –como atinadamente señala Carlos París- no podemos olvidar el teatro, cuyo mismo nombre proviene de “theáomai”, contemplar, creación en que la visión juega una función fundamental. No es posible entender la cultura griega sin tener en cuenta lo que el teatro y, también, la escultura, centrada en la percepción visual de la forma supusieron en ella”[2].
            Esta clase de  interpretaciones presenta una serie de variantes específicas: la caverna cinematográfica, la televisiva y la  mediática en general[3]. Se ha dicho y escrito  por numerosos entendidos que la primera función de cine ocurrió en la caverna de Platón. Tal vez una de las primeras referencias a esa vinculación cine y alegoría de la caverna podemos encontrarla en la primera nota a pie de página que  dos ilustres helenistas españoles, José Manuel Pabón y Manuel Fernández Galiano, pusieron en su edición bilingüe (griego y español) de La República de Platón, editada por el Instituto de Estudios Políticos, en 1969. En ella sus citados anotadores dejaron escritas estas palabras: “La caverna –se ha repetido muchas veces- puede compararse a una especie de cinematógrafo subterráneo rectangular, en que los espectadores están sentados de espaldas a la puerta y de cara a una pared”[4].
            En efecto, el juego ilusorio de sombras, imágenes e iconos (“eikones”) que los prisioneros toman por la “realidad verdadera” -el más logrado epítome de la doctrina filosófica del filósofo ateniense- fue concebido por una mente filosófica genial, lógica y poética, la de Platón, que se atrevió a utilizar, con casi dos milenios y medio de anticipación a la invención del cine, un “montaje” y una precisa técnica cinematográfica, que en nada desmerecerían de las utilizadas por los más experimentados cineastas, para expresar a través de imágenes impactantes y enigmáticas y sirviéndose de medios icónicos y de un expresivo lenguaje mitopoético, no lógico-discursivo, conceptos y problemas filosóficos que apuntaban a experiencias fundamentales de la condición humana susceptibles de una comprensión “logo-pática”, racional y afectiva al mismo tiempo, por parte de sus lectores-espectadores. Platón trató con su alegoría de la caverna –la más bella, sin duda, de la literatura filosófica de todos los tiempos- y a través de cuatro precisas secuencias fílmicas [descripción de la caverna y de los prisioneros encadenados; salida de la caverna y conversión del prisionero liberado; ascensión hacia la luz del mundo exterior a la caverna, y retorno al interior de la misma para liberarlos de la ignorancia y de la oscuridad] de ilustrarnos acerca de los temas fundamentales de su filosofía y de la condición humana en general.
   
 Interpretaciones mediáticas del mito de la caverna. Tomás Moreno
         Nadie con tanta lucidez, profundidad y belleza ha logrado comentar, en esta clave cinematográfica y en otras muchas dimensiones hermenéuticas, el mito o alegoría de la caverna como lo ha hecho, en repetidas ocasiones, uno de nuestros filósofos más respetados e ilustres, Emilio Lledó. No sólo en uno de los capítulos de su celebrada  La memoria del Logos[5], sino en otras muchas páginas de su muy bella y extensa obra filosófica –como por ejemplo “Variaciones sobre el tema de la caverna[6]- nuestro pensador ha reflexionado sobre este mito o alegoría con sabias y esclarecedoras palabras, de manera verdaderamente insuperable. Su atenta lectura, que desarrolla las distintas maneras posibles de interpretar este mito o alegoría -antropológica, epistemológica, pedagógica, social, psicoanalítica, televisiva, política y trágica- pone de manifiesto la proteica riqueza de esa narración platónica. Baste aquí referirnos a su acertada asociación entre el mito de la caverna y el cinematógrafo. Según nuestro filósofo la narración del mito de la caverna representa “la descripción de la primera sala de cine de arte y ensayo que todos los historiadores del cine han olvidado, y con ello a Platón, como un adelantado de Louis Lumière”, dejando constancia, asimismo, de que ella constituye una de las partes menos atendidas por los historiadores del cine,  filólogos e historiadores de la filosofía “que, desde hace más de un siglo, nos han inundado con comentarios a la República de Platón”[7].
            Pero no sólo señala esa afinidad sorprendente entre el oscuro escenario del mito platónico y la sala del cinematógrafo, sino que se refiere además con precisión  y lucidez al rodaje mismo de la mítica proto-película platónica, a los planos que lo conforman, cuya enumeración es un auténtico epítome del relato socrático y de su significación última, a saber: “un prisionero que escapa; la dificultad de la ascensión hacia la luz, hacia la puerta de la caverna; el dolor de los ojos acostumbrados a la oscuridad, fraternalmente hechos a las tinieblas; el asombro de ir descubriendo el montaje de la caverna; los deseos de volver al punto de partida, tan cómodo en el fondo; la duda de si es mejor la luz cegadora y dolorosa que la apacible oscuridad; el deslumbramiento y la imposibilidad de ver, una vez salido de la caverna y enfrentado con el sol que ilumina árboles y montañas y casas; los recuerdos de su prisión; la felicidad; el regreso; la discusión con los que no lograron liberarse, la muerte”.
            El profesor Lledó termina su reflexión, algunas páginas más adelante, recordándonos: “No hay que hacer grandes sutilezas hermenéuticas para descubrir en el montaje de la caverna la esencia misma de lo que puede constituir la desinformación en la sociedad contemporánea y, concretamente, uno de sus medios más poderosos: la televisión”  [8].
 Interpretaciones mediáticas del mito de la caverna. Tomás Moreno

            La interpretación televisiva, ideada por Gustavo Bueno sostiene, por el contrario, que el mito de la caverna podría ser considerado como mito fundamental de la televisión (más que del cine) y, a pesar de reconocer cierta analogía entre  el cine y la televisión cuando se comparan a la luz de dicho relato platónico, argumenta que la televisión es la realización más puntual de dicho mito de la caverna,  y que debe entenderse como un análogo de la televisión formal y no del cinematográfico, en tanto las imágenes, proyectadas por el tubo catódico proceden de una luz situada “fuera del mundo de la caverna”, en el exterior. Y  señala además que “la televisión formal no es una reproducción más o menos fiel de la realidad, sino la realidad misma ante nuestros ojos, de la misma manera que la Luna que veo en una noche clara, o el avión suicida estrellándose contra la segunda torre de Nueva York, visto directamente por millones de personas gracias a la televisión formal, no es la reproducción que mi retina hace de los hechos, sino la realidad misma ante mis ojos”[9].
            Finalmente, otro distinguido filósofo español, J. Echevarría en “Cavernas virtuales y Cavernas reales[10], ha dedicado una brillante reflexión a la actualización de la alegoría de la caverna en el mundo en el que habitamos, de Internet y de la electrónica. Considera que la caverna platónica real es la naturaleza y está compuesta por una sucesión de microcuevas engarzadas en el espacio y en el tiempo, nuestros respectivos mundos vitales o Lebenswelten. El lugar específico del filósofo es la boca o entrada de la caverna, es decir, el lugar donde se proyectan los objetos artificiales, cuyas sombras son el Lebenswelt. El teatro, el cine, la televisión y, por supuesto, Internet son buenas representaciones de las diversas cuevas virtuales (tecno-cavernas) que los humanos construimos dentro de la caverna real para representar nuestra situación en el mundo, en nuestros ambientes o “mundos de vida”: la caverna sensorial, las cavernas mentales y las sociales. Las sombras de la caverna platónica sólo eran visuales. Si pensamos en una caverna audiovisual, también lo que decimos sería una ficción, un eco de palabras que otros proyectan sobre nosotros. Los recientes avances tecnológicos en digitalización de los sentidos (tacto electrónico, narices electrónicas, lengua electrónica) abren la posibilidad de construir cavernas pentasensoriales. En términos leibnizianos, éstas serían las mejores cavernas posibles[11].
 Interpretaciones mediáticas del mito de la caverna. Tomás Moreno            Apenas once años después de haberse escrito este ensayo (de Javier Echevarría) nadie puede cuestionar o dudar de que ya, hoy, nos encontramos, de hoz y coz, en ese macro-escenario cavernario audiovisual en el que, desde las televisiones, los teléfonos móviles, los Whatsapp, las tabletas, los ordenadores personales, los twitters, vídeos, facebook, wikipedias y youtubes –al menos entre los integrados en las redes sociales de Internet y en el Mundo Virtual Universal de esa subcultura mediática, que suelen ser los más jóvenes[12]- somos transportados inconsciente y pasivamente a un mundo ilusorio e irreal y bombardeados por una inflación informativa que no podemos asimilar ni controlar[13]. En él, en ese Ciber-Universo Global, como  los encadenados prisioneros de la caverna platónica, somos o podemos ser sistemáticamente encadenados, engañados y manipulados por las mentiras, las fake news, al interpretar, acrítica e ingenuamente, las sombras, imágenes y ficciones -que aparecen en nuestras múltiples e omnipresentes pantallas- como la realidad verdadera, la única realidad posible, en la que, lejos de sentirnos alienados o engañados por quienes manejan los hilos de esa monumental tramoya -esos manipuladores invisibles y persuasores/controladores ocultos como los porteadores platónicos o el Gran Hermano orwelliano- nos encontramos bien acomodados incluso agradecidos y llenos de bienestar y de felicidad.


TOMÁS MORENO



[1] Peter L. Berger y Thomas Luckmann, La construcción social de la realidad, Amorrortu, 1968, 2003.
[2] Cf. Carlos París, op. cit., p. 249-250.
[3] Incluso algunos incluyen entre ellas la “fotográfica”, apoyados en algún texto de Susan Sontag, en el que la pensadora aludiría al tema al señalar que “la humanidad persiste irredimiblemente en la caverna platónica, aun deleitada, por costumbre ancestral, con meras imágenes de la verdad”. De igual manera que los prisioneros de la caverna sólo podían ver los eikones o imágenes de las cosas u objetos reales, así los fotógrafos no podrán nunca mediante el arte de la fotografía captar o representar con sus cámaras la perfección de las cosas reales en sí mismas, sino meras copias imperfectas de ellas (Susan Sontag, Sobre la fotografía, Alfaguara, Buenos Aires, 2006).
[4] Ibid., p. 1.
[5] Emilio Lledó, La memoria del Logos, Taurus, Madrid, pp. 20 y ss.
[6] Emilio Lledó, Días y libros, Austral, Edición de Mauricio Jalón, Barcelona 2018, pp. 159-162. El texto citado apareció como artículo en El País, 1, VII, 1993. El tema es tratado también en su ensayo El epicureísmo y aparece como leit motiv en otros muchos de sus escritos.
[7] Ibid.
[8] Emilio Lledó, La memoria del Logos, op. cit., p.31.
[9] Gustavo Bueno, Telebasura y democracia, Punto de lectura, Madrid, 200, pp. 126-127 y 260.
[10]  Javier, Echevarría, “Cavernas virtuales y Cavernas reales”, Ontology Studios, 8, 2008, 81
[11] Toda esta apasionante temática fue, cinco años después, completada y revisada por una obra del mismo autor Javier Echevarría -de mayor extensión que el ensayo que acabamos de resumir- cuyo título es Entre Cavernas. De Platón al cerebro, pasando por Internet, Editorial Triacastela, Madrid, 2013.
[12] Cf. Giovanni Sartori, Homo videns. La sociedad teledirigida, Taurus, 1998; Umberto Eco, Apocalípticos e integrados ante la cultura de masas, Editorial Lumen, Barcelona, 1968 y el ensayo excelente de Fernando Sáez Vacas, “La Sociedad Informatizada, Apuntes para una patología de la técnica”, Claves de la Razón Práctica, Nº 10, marzo, 1991.
[13] Es muy  interesante al respecto el  artículo de Alejandro Chaverra: “El exceso de información: Platón y su caverna”, Revista Esfinge, 12, 2, 2020.



 Interpretaciones mediáticas del mito de la caverna. Tomás Moreno

1 comentario:

  1. La alegoría de la caverna es una metáfora muy sugerente, pienso que interpretable, muy acertada, muy valida también para los tiempos actuales.

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