Para la sección Microensayos, del blog Ancile, traemos la segunda parte dedicada a la figura de Antígona, de la mano del filósofo Tomás Moreno, esta vez bajo el título: Legado y vigencia de Antígona.
II. LEGADO Y VIGENCIA DE ANTÍGONA
Pocas obras han tenido tanto eco e influencia en la literatura occidental
como la Antígona de Sófocles. De ella se
han hecho innumerables versiones y su temática y protagonista(s) han dado
origen a las más diversas variaciones poéticas o dramáticas, siendo
representada en los más distintos lugares del mundo --tanto en Atenas como en
Berlín o París, en Granada como en Los Ángeles o Ciudad del Cabo-- y a lo largo
de todos los tiempos e interpretándose en cada uno de ellos desde un prisma
epocal y ambiental específico y concreto. De ahí el significativo título de la
obra a ella dedicada de George Steiner, Antigonas. Una
poética y una filosofía de la lectura, la más lúcida y penetrante
interpretación de esta tragedia que se haya escrito a lo largo del
siglo XX, en nuestra modesta opinión.
En dicho ensayo el pensador austriaco lleva a cabo
una minuciosa catalogación de las distintas Antígonas
representadas a lo largo de la bimilenaria historia de la cultura
occidental, así como un exhaustivo y sugestivo análisis de sus múltiples y
heterogéneas variaciones, versiones e interpretaciones, desde la Antigüedad
greco-latina y el Renacimiento, hasta el Barroco y la Ilustración, pasando por
el Idealismo filosófico alemán y el Romanticismo, tanto alemán como inglés y
francés. Las paradigmáticas obra y
figura de Antígona, han servido de modelo y fuente de inspiración a
grandes escritores (A. Gide, M. Yourcenar, H. Böll); dramaturgos (J.
Racine, J. Anouilh, B. Brecht); poetas (V. Alfieri, Matthew Arnold, Hölderlin,
Goethe, W. B. Yeats, E. Pound, Salvador Espriu); pensadores (Hegel, Kierkegaard, Heidegger, Lacan, María Zambrano); músicos (Mendelssohn,
Saint-Saëns, Honegger, Carl Orff, Mikos Theodorakis) de todos los tiempos
y lugares así como de diversas obras maestras de la iconografía, la ópera o el
ballet.
Merece
la pena que nos detengamos, aunque sea brevemente, en recordar alguna de esas
versiones literarias de la Antígona de Sófocles,
realizadas a lo largo del siglo XX, casi todas en clave política, que no
desmerecen por su valor literario, moral y aleccionador de las llevadas a cabo
durante los siglos anteriores desde otros códigos hermenéuticos. Y es que el
pasado siglo es especialmente apropiado para la más adecuada comprensión de la
tragedia. El gran escritor francés Roman Rolland fue el
primero que en su A l’Antigone eternelle de 1916, en
plena guerra europea, apela a las mujeres -las madres, las hermanas, las
esposas, las hijas de los muertos en combate-, las únicas que podían en esos
desdichados momentos salvar a la Humanidad de las manos de los hombres, detener
la matanza fratricida y llevar a cabo las debidas sepulturas: “Sed la paz
viviente en medio de la Guerra, Antígona eterna que se niega a odiar
y que cuando ellos sufren ya no sabe distinguir entre sus hermanos enemigos”,
escribía Rolland.
En Antígona,
la pieza de Jean Cocteau, representada en 1929, la joven tebana
aparece como símbolo de la libertad inconformista y rebelde. Marguerite
Yourcenar, en Antigone, de 1936, recordó también a la
adolescente heroína griega. Pero fue, sin duda, Jean Anouhil, el
gran dramaturgo francés, quien en 1944 durante la ocupación alemana estrena
su Antígona en París con enorme éxito, convirtiendo así
a la heroína griega, para una parte de su público, en todo un símbolo de la
resistencia. Otros, por el contrario, interpretarán la obra como una especie de
rehabilitación de la figura del mariscal Pétain, en la medida en
que el dramaturgo pretendía explicar su actuación en el gobierno de Vichy desde
una fría raison d'état, a la manera en que actuó el rey
Creonte en el gobierno de Tebas.
La
rebelión frente a la autoridad tiránica es también la interpretación que nos
ofrece Bertold Brecht en su Antígona (1948),
presentándonos una versión teatral con un comienzo intrigante, que se irá
desplegando -desde su peculiar "distanciamiento"- como todo un drama
de resistencia antifascista. En 1958 Rolf Hochhuth, en Die
Berliner Antigone, también utiliza el modelo femenino sofocleano para
una trama de rebelión política contra la opresión: Anne --la Antígona berlinesa--
se siente impulsada a dar sepultura al cadáver de su hermano, ahorcado por su
implicación en la conspiración contra Hitler de 1944 y destinado a la disección
en uno de los departamentos de anatomía de un hospital berlinés habilitado a tal
efecto. Tras una incursión aérea sobre el mismo, sus restos fueron retirados,
trasladados a través del fuego y las ruinas y amorosamente sepultados. Anne,
descubierta por haber enterrado a su hermano, será decapitada y su cuerpo
destinado a ocupar el lugar del hermano en el mismo hospital[1].
En
1967 se llevó a cabo una versión anarco-pacifista y feminista de la obra de
Sófocles, la representada en Berlín por el Living Theater de
New York. Basada en los textos de Sófocles, Hölderlin y Bertold
Brecht, la figura de Antígona se alza en ella valiente y decididamente
contra la barbarie masculina, contra el reino viril de la guerra y de la
muerte. La tesis de la obra venía a decir lo siguiente: es hora ya de que las
mujeres obren e impongan una cierta vida anárquica frente a las convenciones
masculinas expresadas en guerras, capitalismo y principio de realidad. Sólo
unas nuevas relaciones hombre-mujer fuera del orden social tradicional,
romperán el círculo infernal al que está sometida la mujer y
su persistente relegación al oikos y a la imbecilitas.
Más crítico contra
el establishment político se muestra Der Herbst in
Deutschland (Alemania en otoño, 1977), un film colectivo de
diversos cineastas alemanes en el que se trata de denunciar el clima de
represión institucional ejercido en un momento extremadamente conflictivo de la
República Federal Alemana, en circunstancias seriamente amenazadoras por un
inclemente y sangriento terrorismo. En uno de sus episodios, un grupo de
productores de televisión reflexiona sobre la pertinencia o no de emitir
una versión televisiva de Antígona, en adaptación
de Heinrich Böll (que interviene en el film interpretándose a
sí mismo). H. Böll y su personaje se enfrentarán a los
dirigentes televisivos que dudan en programar la obra. Antígona es presentada
en ella como una revolucionaria radical que se opone a las instituciones de la
comunidad y a la ley del Estado. En la parábola o versión de H. Böll, la
protagonista encarcelada y casi literalmente sepultada en su aislada celda,
encontrará trágicamente la manera de suicidarse. Su amante y compañero lo hará
un año después y el Estado se negará a entregar los cadáveres a sus familias[2].
Otra
versión cinematográfica memorable fue la llevada a cabo, siete años antes,
por Liliana Cavanni en I Cannibali (1970),
en donde nos presenta una Antígona agresiva, participativa,
liberada. Antígona hija de un "coronel" de estilo "griego"
o "latino-americano", que tiraniza al país, trata de promover una
insurrección popular. Junto a ella está el misterioso y casi asexuado hippie
que representa a Tiresias, pero Antígona está fatalmente adelantada
a su tiempo. Los "milaneses" --ciudadanos de la moderna metrópolis--
prefieren la seguridad del despotismo a los riesgos de la libertad[3].
Entre
las últimas versiones del mito sofocleo debemos destacar la obra teatral The
Island (1973), de Athol Fugard: la acción se sitúa en Robbens
Island, el particular infierno del estado policial de la Sudafrica
del apartheid, donde unos prisioneros preparan el escenario para la
representación de Antígona en el día de Navidad. Y, en segundo
lugar, la novela de Grete Weil, Mi hermana Antígona[4], testimonio en el otoño de su vida de una mujer que ha
vivido los horrores de la persecución nazi y que reflexiona sobre la
emblemática figura de Antígona.
En
España, el gran poeta catalán Salvador Espriu, Antígona (de
1939, aunque publicada en 1955), y la ilustre pensadora andaluza María
Zambrano, La Tumba de Antígona (1967) se unirán a
toda esa pléyade de grandes dramaturgos y novelistas, poetas y pensadores,
cineastas y músicos antes evocados, sirviéndose de esta figura mítica femenina
como expresión de la piedad religiosa debida a nuestros muertos –un
universal cultural antropológico presente, sin duda alguna, en todas las
civilizaciones conocidas-- y como símbolo de la aspiración a la libertad y a la
lucha por los derechos de la conciencia individual de todo ser humano frente a
todo tipo de leyes e imposiciones tiránicas del poder político que traten de
someterla, anularla o aherrojarla.
TOMÁS MORENO
[1] La sustitución del cuerpo de su hermano
por el suyo propio intensifica así el tema establecido en el original griego de
la sepultura conjunta, aunque en este caso no lo sea con el amado
Hemón como en el caso de Antígona, sino con su propio hermano.
[2] Sobre el affaire y
el enconado debate periodístico desencadenado en la Alemania Federal con motivo
de un artículo en Der Spiegel (1972) de Heinrich Böll en
defensa de Ulrike Meinhof –anterior, pues, a esta también polémica
representación televisiva de la versión de la trágica muerte de la heroína
griega, escrita por el premio Nobel de literatura alemán--, véase el
interesante dossier periodístico del mismo publicado y
seleccionado por Frank Grützbach en 1972: Heinrich Böll: Ulrike
Meinhof. Un artículo y sus consecuencias, Seix Barral, Barcelona, 1976.
[3] Para la presencia de este mito en el cine contemporáneo véase: Jordi
Balló y Xavier Pérez, La semilla inmortal. Los argumentos universales
en el cine, Anagrama, Barcelona, 1998, p. 104-114
[4] Existe traducción al
castellano en Seix Barral, Barcelona, 1992
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