Para la sección de Editoriales amigas, ofrecemos un nuevo post que lleva el mismo título que el libro de el escritor y amigo Manuel Vergara, título que reza como: Reglón Seguido. publicado por la editorial Alhulia en su colección Palabras Mayores, número 126. Mostramos la introducción de la publicación y los dos primeros textos del mismo para que el lector tenga una semblanza de su contenido. Lectura reflexiva y de gran interés (a mí especialmente me interesa, no en vano he escrito un tratado sobre el enigmático dominio del vacío y de la nada) que recomendamos vivamente desde nuestra plataforma digital.
SOBRE "REGLÓN SEGUIDO",
DE MANUEL VERGARA
«Quien piensa lo más hondo ama lo más vivo». El dicho de Platón sacado de aquel contexto (El Banquete), bien pudiera ser aplicado también aquí: ¿habrá nada más radicalmente profundo que las primeras preguntas? Aun siendo como son, puras raíces sin luz, sin apariencia, muestran en esperanza el fruto cierto. Y pues viene esperanza de esperar, ármate de paciencia, lector: pensar es lento; es lo que tiene volver a los principios ¿Suscribes lo que dice este amigo?:«no concibo el conocimiento sin saber de dónde nos viene» (Francisco Silvera). Amén, ya somos dos ¿o eran tres?
Grecia puso la pole al pensamiento; y en la primera línea de salida ya eran habas contadas. Aun así, lo que ningún bachiller sale sabiendo (mea mínima culpa) es leer, en la crónica de antiguas filosofías, lo crónico de las preguntas de siempre: Nadie rastrea su trazabilidad ¿No hubo acaso un cerril Parménides («lo que es, es; lo queno es, no es») tras de aquellos eternos forrenta años (Forges) de inmovilismo nacional-católico y «filosofía perenne»? ¿Y qué hay tras los actuales neuróticos enfermos de tiempo, sino la prisa nihilística (B. García Ferrer) de un Heráclito para el que «todo cambia, nada permanece»?
El realismo aristotélico —vimos ayer—, puso al tiempo
en su sitio; Péguy lo rebautizó (¿no
es de la misma
textura que lo eterno?), arrancándoselo a la engreída historiografía; ya es agua pasada ¿Quién profetiza ahora del espacio?
UN LUGAR EN EL ESPACIO
¿Quién profetiza ahora del espacio? Con- cédeme un instante, te pediría Aristóteles:
«¿Admites que
—como parece comúnmente aceptado—
cada cuerpo ocupa su lugar en el espacio? Pues bien, si fuera como dices, ocuparían la misma extensión el cuerpo y
ese supuesto espacio en el que aquel parece que
se «aloja»: ya me dirás
qué sentido tiene
semejante duplicación. Más tonto aún: para un cuerpo
en movimiento tendrías que postular
la existencia del correspondiente volumen de
vacío, «disponible» para ese móvil…,
en cada punto de su trayectoria. ¿Puede acaso pensarse un lugar (llámale «espacio») que no esté en un
lugar; un «algo»
que consiste en ser nada,
un puro hueco vacío? Eso es inentendible.
Conclusión del más elemental realismo: las cosas no «están» en un lugar, son ellas mismas los lugares; tanto como que los procesos —ya vimos—, no estaban en el tiempo: ellos mismos eran tiempo. Se acabó la clase, cortaría Aristóteles; trata ahora de acostumbrarte a pensar así.
Pero no resulta fácil ni siquiera para él. Conmueve verle
acercarse a estos
berenjenales con tan suma cautela:
Debemos naturalmente
esperar encontrar dificultades en determinar qué es
el lugar, pues parece algo importante y difícil
de captar (Aristóteles, Física libro
IV). Y tanto; estas dificultades siguen presentes, aun resueltas
por
él mismo esas
y otras aporías: ¿acaso la serie numérica existiría si entre
(¡ojo a ese «entre»!)
número y número no hubiera un intervalo, un «espacio» vacío? Entonces: ¿será que
al fin no tendremos más
remedio que lidiar con ese no-ser… que es? Pero: ¿cómo
se puede decir cándidamente: «el espacio es ocupado por un
cuerpo»…, y al instante
afirmar de esa «verdad»
que es sin embargo
enigmática? (Heidegger, «El arte y el espacio»).
Cierto que A no es B: no podemos decir lo contrario sin incurrir en contradicción; pero al enunciarlo ¿no estamos dejando entrar por la brecha de ese «no es» —la diferencia— a esa enigmática nada? Este es el lío: por más que los sentidos te intenten persuadir de lo contrario — decía Parménides —, pensar que haya un vacío entreverado en los intersticios de la diferencia entre cosa y cosa, es estar en «la vía del error»:
«Nunca se probará que sea lo no-ente
pues (en buena lógica,
añadimos…) sólo lo que puede decirse y pensarse, es»
EL ARTE Y EL ESPACIO
Eduardo Chillida aborreció esa idea de espacio propia de físicos y arquitectos, amén de todos nosotros ¿No será, apunta Heidegger en la obrita citada que, al adoptar las ideas de Galileo y Newton sobre un espacio eterno, infinito e idéntico en todas direcciones (¡correlato posible —aventura— de nuestra subjetividad moderna!), hemos sepultado en olvido otras más antiguas formas de abordar el tema?
En «El arte y el espacio» (sólo 150 ejemplares para bibliófilos, ilustrado por Chillida), expresa Heidegger su afinidad con las ideas del escultor vasco: Para empezar ambos están de acuerdo en la pérdida de tiempo que supone especular sobre el llamado «espacio artístico» sin haberse interrogado en serio sobre el enigmático espacio en sí.
Cualquier estudio sobre la obra de ese escultor; o, mejor, una visita a su museo al aire libre en Hernani (Chillida Leku), pueden dar pistas para salir del paso: Siempre habrá alguien, familiar o visitante, tocando las obras allí expuestas—no hay problema, dicen— como si la mano pudiera estarse cargando de certezas táctiles.
«Prueba con los nudillos», le pediría al tacto el oído:
Pero el hierro es macizo;
si no lo fuera tendría a su vez alojado un espacio.
Mas no, la obra
sólo remite a sí misma:
ni un pero, ni un poro; y lo bueno es que a la mano le encanta confirmar ese obvio y rotundo
«es» de aquello que es.
Pero al mismo tiempo (inclusión/exclusión)
admite sin problemas la
existencia del límite espacial
vacío: «hasta aquí sí; eso, ya no».
¿Habrá que aceptar —insistimos— que ese
algo que «no-es», es…precisamente
lo que deli- mita/contornea el objeto, pareciendo servir a éste como de molde y frontera?
Esto, que repetiremos
ad nauseam, lo expresa con
mucho arte Jorge Guillén.
(…) En el contorno del límite se complacen los objetos
y su propia desnudez los redondea: son ellos.
(El Aire)
En esto —un tanto a su pesar,
pues supone aceptar el hiato de la diferencia—, coincidirían Aristóteles, Tomás de Aquino
(«materia signata quantitate») y Antonio Carvajal («Nos diferencia el cuerpo»): en que «hay un punto en que una
cosa se convierte en otra» (E. Chillida). Ese principio de individuación, limite físico incluyente/excluyente, es el vacío
«entre» que resulta ser —nunca se dirá lo bastante—
tan sumamente enigmático.
De ese algo vacío, siempre
dado por supuesto, es de lo que Chillida y Heidegger creen im-
prescindible tomar conciencia: pues «mientras no experimentemos la peculiaridad del
espacio físico, el hablar de espacio artístico también seguirá siendo un asunto oscuro»
(Heidegger, ob. cit.)
Manuel Vergara
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