lunes, 10 de octubre de 2011

EINSTEIN, FOTONES, NEUTRINOS Y EL HORIZONTE COSMOLÓGICO

Me he permitido el atrevimiento de verter en Ancile una suerte de versión, o mejor, de paráfrasis dialogada de una intervención mía (conferencia, primero, mesa redonda después) sobre un asunto, a la sazón  de candente actualidad, sobre todo debido al experimento con neutrinos llevado a cabo por el CERN del que se deduce violación de la constante de la velocidad de la luz,  y que no deja indiferente a la comunidad científica debido a las extraordinarias consecuencias que puede traer consigo, de resultar cierto y de mantenerse en posteriores comprobaciones experimentales. Así pues, verán en singular desfile (y con anotaciones a pie de página para su mejor entendimiento) una serie de reflexiones que, aun y a pesar de la dificultad que pueden encerrar en su tratamiento para un público no iniciado, seguro que actuarán de singular estímulo para los espíritus curiosos e inquietos, y hará las delicias para aquellos proclives a dejar volar la imaginación por parajes harto sugestivos como el  que de consuno ofrece la cosmología desde sus inicios, que empezaron de seguro cuando el primer hombre miró en la oscuridad de la noche el espectáculo mirífico de las estrellas.

Einstein, fotones, neutrinos y el horizonte cosmológico, Francisco Acuyo




EINSTEIN, FOTONES, NEUTRINOS Y EL
HORIZONTE COSMOLÓGICO



Cipión, hermano, oyote hablar y sé que te hablo,
y no puedo  creerlo, por parecerme que el hablar
nosotros pasa de los términos de naturaleza.

Miguel de Cervantes
El coloquio de los perros




SÚPELO –le dije a mi estupefacto y, no obstante, muy atento interlocutor-  y al mismo tiempo que lo supe, embargó mi ánimo una exaltación, un delirio, una vehemencia acompañada de tanto vigor y entusiasmo que habría de extraerme, y aun suspender, del común percibir las cosas. Así se me antojaba la comprensión y entendimiento últimos que habrían de flanquear y escoltar, singularmente,  la impronta o impulso creativo que, al fin, acompañaría el producto de mis desvelos, el cual no era otro (con toda modestia) que la resolución de este o aquel  poema, en su meridiana y rigurosa exigencia de ser trascrito en pos, claro está, de la consecución y reconocimiento de aquella aspiración humana proverbial vertida en alcanzar la verdad y la belleza. Ante tal embeleso y subido anhelo, y una vez resuelto en el constructo especial poemático, caía en la cuenta de que debía ser algo muy similar al éxtasis que hubiera de sobrecoger en su momento al físico (Einstein, que era quien venía al caso en nuestra conversación y controversia) o al matemático que, arrobado en la resolución definitiva de esta o aquella incógnita, conjetura o controversia, establece un teorema acorde por verdadero y hermoso en su consecución, producto y resolución final.

Einstein, fotones, neutrinos y el horizonte cosmológico, Francisco Acuyo
                -No es comparable una aproximación a la verdad –interpelaba mi contertulio- por el arte, poética en este caso, siempre subjetiva, y la pretendida por el criterio riguroso y exigente de toda suerte de comprobaciones, a las que apetece y ambiciona el rigor científico.

No quise en este punto nutrir  mayor polémica en un asunto que, a mi juicio, estaba bastante claro, por lo que quise centrarme sólo en la sensación y arrebato casi místico de una y otra alternativa ante el alumbramiento excepcional que supone el conocimiento del mundo. Además, nuestra conversación, ya polémica y acaso irresoluta, iba por otros derroteros bien distintos, pues la discusión se centraba en la cuestión de la presunta conculcación de una ley o principio básico de la física en la actualidad, a saber: la constante de la velocidad de la luz,[1] establecida por la Relatividad Especial[2] de Albert Einstein,[3] y que sin duda hubo de producir en el espíritu del genio físico un arrebatamiento del todo extraordinario, y que ahora se veía ¿amenazado? por esta no menos extraordinaria aportación experimental. En cualquier caso –le insistía- no es en modo alguno la primera vez que se pone en cuestión este principio, de hecho el mismo Einstein tuvo que tener en consideración esta posibilidad en los momentos de la preparación de la que habría de ser la Teoría de la Relatividad General.[4] En estos términos, y aprovechando tan excepcional ocasión, interpelaba a mi entrañable amigo sobre la génesis de la verdad y la belleza, idénticas a mi entender, en su origen especial, indiferentemente de que su advocación provenga del arte o de las ciencias: ora que, una provenga de la genuina y verdadera intuición  que aspira a la verdad en la búsqueda de la belleza materializada en el objeto de su arte y que, no obstante, se encuentre al albur de diversas –pero avisadas- interpretaciones;  ora que, otra permanezca en el énfasis resolutivo que la habría de concebir elegante, precisa y demostrable, e incluso sujeta al método singular de la ciencia y por tanto a la necesaria refutación[5]

Einstein, fotones, neutrinos y el horizonte cosmológico, Francisco Acuyo
En el caso que nos ocupa barajamos que, no obstante de su demostración o refutación, permanece como monumento de inspiración único esta visionaria teoría, pues se constituye como eslabón esencial para la construcción de la cadena extraordinaria del saber científico, aunque, como ahora, nada menos hable de la conculcación de uno de aquellos  fundamentos de la física moderna referidos y que parece atentar contra dicha teoría, postulada, decíamos, nada menos que por Albert Einstein, y que puede ser objeto de seria resistencia para el avance en la investigación y resolución de incógnitas que precisan de soluciones inmediatas; en este caso nos referimos al principio de la constante de la velocidad de la luz, que tantas y extraordinarias consecuencias habría e acarrear no sólo al ámbito de la física, también en los más íntimos entresijos del pensamiento moderno.

En relación al experimento anunciado,[6] no deja de resultar como mínimo llamativo que, algunos de los gigantes vivos de la física y las matemáticas (por ejemplo, Stephen Hawking o Roger Penrouse) hasta la fecha mantengan un absoluto  y desde luego muy prudente silencio, tal es la importancia que supone su aceptación o error del mismo.

-O puede que sea simplemente una muestra de total escepticismo al respecto–espetó con cierto desasosiego mi  ya intranquilo amigo-

Einstein, fotones, neutrinos y el horizonte cosmológico, Francisco Acuyo
-No me parece tal cosa (respondí, tratando de seguir manteniendo la conversación por cauces sensatamente pacíficos), ellos también han mostrado su convicción sobre determinadas  insuficiencias que afectan a teorías consideradas básicas para la comprensión, entre otros variados aspectos, del origen del universo, y  que, a su vez, se sustentan sobre este principio básico de la denominada constante de la velocidad de la luz, véase así: la célebre teoría del Big Bang [7] e incluso  la sugestiva teoría de la inflación del universo.[8]

Al margen de todas las sugestivas consecuencias de la violación de la constante de la velocidad de la luz (roturas del tejido espacio temporal, que supuestamente posibilitaría los viajes en el tiempo y demás consecuencias que, inevitablemente, atentarían contra las leyes de la causalidad tal y como ahora las entendemos), quisiera centrarme, querido amigo, en que teóricamente, el cuestionamiento del principio de la constante de la velocidad de la luz, fue cuestionado desde hace ya bastante tiempo por científicos no del todo satisfechos con las explicaciones del origen, desarrollo y actualidad del cosmos, insisto en ello (exponiendo la insuficiencia de las dos teorías anteriormente expuestas –Big bang y teoría Inflacionaria- , en este sentido y situación se encuentran científicos como Andy Albrecht, John Barrow, John Moffat, Joao Mageijo, Stephen Alexander, Lee Smoolin, entre otros.

Si se demuestra posteriormente que no hay error en las mediciones del experimento llevado a cabo con neutrinos, pasaremos nuevamente a constatar en la historia de la ciencia que, lo que una vez fueron herejías, pasarán a formar parte de un nuevo paradigma[9] científico y reconocido como fundamento ineludible para su comunidad. Por eso es por lo que pongo como ejemplo las teorías del Big Bang y  la del universo inflacionario, porque a la luz de estas nuevas perspectivas, necesitarán una profunda y necesaria revisión, y ya no sólo por su imposibilidad de dar solución a los problemas cosmológicos mencionados,[10] sino porque no se adaptarían a los nuevos presupuestos inferidos de la ruptura de la constante de la velocidad de la luz, no sabiendo hasta qué punto  experimentos que apoyaron la  Relatividad  (Michelson y Morley, uno de los más célebres)[11] deberán ser, así mismo, reinterpretados, o bien revisar hasta qué razonamiento estamos dispuestos a apoyar el límite cósmico que supone la constante de la velocidad de la luz.

-No me parece con suficiente peso lógico (y ya se verá que experimental) tú razonamiento, la Relatividad se ha mantenido firme durante mucho tiempo y demostrada en virtud de experimentaciones de la más diversa índole, apoyadas además por el juicio y autoridad de representantes ilustres de la física y las matemáticas… -seguía interpelándome mi amigo y contertulio-, máxime teniendo en cuenta que el propio Einstein revisó y completó su teoría cosmológica precisamente con su impresionante Relatividad General[12].

-Pero convendrás conmigo, que acaso sería el propio Einstein quien, al constatar los límites de su Relatividad especial restringida, contempló también la posibilidad de la variabilidad de la velocidad de la luz, asunto que debate precisamente en pleno desarrollo de la Relatividad General, cuestión que, entre otras consecuencias, tuvo la concepción de un universo estático (lo cual acabó por convertirse en el mayor error de su vida), -respondí rápidamente.-

-Pero era totalmente imposible adaptar y aceptar la variable de la velocidad de la luz, habida cuenta de que entraría en flagrante contradicción con la propia Relatividad General –insistía, y con razón, en principio, mi estimado contertulio-, recuerda que a mayor velocidad mayor es la masa a mover y mucho mayor la energía para movilizar cualquier objeto.

Einstein, fotones, neutrinos y el horizonte cosmológico, Francisco Acuyo
-Justamente, querido amigo –contesté ciertamente complacido-, pero también debemos decir y precisar que la gravedad (aparte de mantenernos anclados en donde estamos) no es en realidad una potencia de contacto, se diría que actúa a distancia y de manera instantánea, todo lo cual nos hace entender que la gravedad, en realidad, no debe entenderse como fuerza, sino como una distorsión de la constante espacio temporal, por lo que será la materia la que afecta a la forma del espacio curvándola, propiciando que la luz misma se vea afectada (curvándose) ante la proximidad de objetos con una gran masa. No era ilegítimo ni disparatado pensar en este punto sobre la variabilidad de la velocidad de la luz, pero no deja de ser curioso que, a pesar de que la Relatividad General apuntaba hacia dicha variabilidad, optó por un universo estático al amparo de su celebérrima constante cosmológica,[13]  deducida de la ecuación de campo lambda,[14] mediante la que se pretendía dar masa al vacío; en definitiva un constructo farragoso que, en mi opinión, contrasta con la gran belleza de la teoría en su concepción inicial, y todo por tratar de mostrar un universo estático –estacionario- y no en expansión como después evidentemente se demostrara.[15]

-Ya, ya, ya –contestó algo airado mi estimado contertulio-, pero si no hubiese un límite universal de la velocidad de la luz (y un origen derivado de la gran explosión), y si esta se desplazase a velocidad infinita, no sería posible el efecto horizonte[16] que a todas luces parece constatarse….
-Bien, así es, pero el problema, insisto en esto, surge cuando tratamos de acercarnos al momento o momentos iniciales de la gran explosión, donde dicho horizonte se hace más exiguo e imperceptible y, lo más importante, no encuentra explicación satisfactoria al por qué el universo es tan uniforme y homogéneo como se manifiesta en la actualidad. De todo lo cual puede colegirse razonablemente que la comunicación entre las diversas partes del universo, por muy alejadas que ahora estén, tuvo que ser inmediata e instantánea, para lo cual el principio del límite de la velocidad no puede en modo alguno concordar en lo establecido en la actualidad. He aquí que, diríase responder más a un principio de la física cuántica que a uno netamente relativista, me refiero al principio de no localidad.[17]  Además, si aceptamos –como no puede ser de otra manera- la expansión del universo como un hecho, no podemos dejar de exponer adjunto al problema del horizonte, el no menos complejo de la planitud,[18] que no parece que pueda resolver tampoco la Teoría Inflacionaria. Por lo que todo parece indicar en los orígenes del universo que la velocidad de la luz tuvo que ser superior a la constante expuesta por la Relatividad.

Einstein, fotones, neutrinos y el horizonte cosmológico, Francisco Acuyo
-En fin no creo que eso suponga prueba suficiente para rebatir esta constante universal –apostilló mi querido amigo-, ni teórica ni experimentalmente,pues hay toda una batería ingente de pruebas experimentales que lo corroboran, amén de que la teoría y la matemática que lo sustenta no parece ofrecer resquicios que propicien una duda si quiera razonable.

-No me lo parece así –contesté inmediatamente-, en cualquier caso, no es que yo defienda como imperiosa necesidad científica cuestionar la Relatividad, tan solo pretendo aportar una óptica (además, ampliamente compartida)[19] apropiada para completar los resquicios que deja abierta esta teoría, en tanto que no ha podido ser completa para ofrecer una visión y explicación únicas del universo (te recuerdo la necesidad de una Teoría del todo –unificada- que tanta ansiedad ha producido y, de hecho produce, por encontrar soluciones en la actualidad, y que, atendiendo a esta novedad extraordinaria, pueda encontrarse vías para esta precisa unificación; además, de también completar todos aquellos reductos y aquellas dudas que no acaban de cerrarse con las teorías del Big Bang y del universo inflacionario.

-Parece que insistes en no ver la constancia de una verdad científica ampliamente aceptada por la comunidad científica –proseguía interpelándome con singular vehemencia- y en interpretar muy subjetivamente aspectos de un monumento de la ciencia que resulta en nuestros días incontestable.

-Más bien creo que eres tú el que yerra insistentemente con una postura inamovible que no concuerda con el dinamismo que caracteriza al método científico –contesté algo desolado por su insistencia-, y también uno de los principios epistemológicos que hacen verdadera una hipótesis científica, y que no es otra que la necesidad de su refutación para que lo sea.[20] Pero lo peor es no querer ver ya la realidad material (física) de un hecho tan sugerente como necesario de considerar, a saber, la peculiaridad de determinadas partículas (entre ellas el mismo fotón), como es el neutrino (o el mismo gravitón) que no tienen masa, y cuyo comportamiento todavía está por describir, y lo que es más curioso, habida cuenta de que las hipótesis que tratan de describirla se deducen de la misma Relatividad,[21] por lo que en modo alguno trato de desacreditarla, más bien al contrario, es preciso reconocer su monumental importancia, pero también la necesidad urgente de completarla.

En cualquier caso, sí que me gustaría hacer otra mención, siempre en relación directa con lo que debatimos, la constante de la velocidad de la luz y su necesaria revisión, atendiendo  a una de las teorías que aspiran a la unidad de la física, me refiero a la Teoría de Cuerdas,[22] la cual también tiene algo que decir al respecto. Haré mención a ella aunque sea de forma breve, pues ofrece también una muy interesante descripción al respecto. Entiende esta hipótesis que las cuerdas cósmicas actúan como corredores rápidos (Fast Tracks) donde la luz marcha a velocidades superiores a la constante deducida de la Relatividad, te recuerdo que dichas cuerdas son concebidas como hilos, hebras, cuerdas de energía que se extienden por el universo y que fueron inferidas lógicamente en virtud de teorías que encuentran su origen en la física de partículas, que observa como muy razonable la cuantización del espacio-tiempo y, por tanto, de la gravedad, siendo por todo esto una muy razonable candidata a una Teoría del todo, ofreciendo una puerta muy razonable para la unificación de partículas y fuerzas.[23] Y lo más interesante es que no niega la Relatividad a excepción de los momentos y lugares donde se manifiestan altas energías.

Todavía ceñudo, aquel querido amigo, adusto varón, no obstante atildado, de delicadas manos y cándido gesto, de medidas palabras y voz severa, todo de ingenuidad en el porte compuesto, guarnecido el semblante de un cierto candor infantil  y templado de un aire distante, movía negativamente la cabeza, como solazándose del saber superior que prescribe y suscribe la tradición académica.


                                                                                           
                                                                                                                    Francisco Acuyo


[1] La velocidad de la luz se dice que es una constante universal cuyo valor es 299.792.458 m/s2 3  y está incluido en el Sistema internacional de unidades como constante.
[2] O teoría de la relatividad restringida (1905), acaso deducida del principio de relatividad de Galileo, según el cual cualquier experimento realizado en un sistema referencia inercial, habrá de darse o desarrollarse en cualquier otro y de dónde deduce que la velocidad (en el vacío) de la luz tiene que ser constante en cualquier sistema referencial.
[3] Esta deliberación y posterior controversia expuesta en estas páginas, vino a colación del experimento (denominado Ópera) llevado a cabo por el CERN y relatado en posterior exposición en Ginebra por Darío Autiero (uno de los 160 firmantes del artículo recogido en arxiv.org), en el que los neutrinos parecían viajar a velocidad superior a la de la luz.
[4] La relatividad general (1916) surge como necesidad de completar la relatividad espacial, que no contempla la gravedad en sus cálculos, se trata pues de una hipótesis del campo gravitatorio aplicada a los sistemas de referencia generales, para lo cual introduce el Principio  de equivalencia (es el que hace que veamos un objeto caer de manera (velocidad) constante, tal y como si no hubiera un campo gravitario que nos hace caer), mediante el que se distingue la aceleración de la misma gravedad, así como aportando la noción geométrica (curvatura) de la constante espacio tiempo, además del principio de covarianza general (que dice que las leyes de la física tomarán la misma forma en cualquier marco de referencia.
[5] Popper, K.: La lógica de la investigación científica, Tecnos, Madrid, 1999.  Recordemos que en la epistemología de Popper cualquier proposición sólo sería considerada científica cuando pudiese ser refutada, y que el conocimiento científico no avanza no confirmando, sino descartando leyes que ponen en entredicho la experiencia precisando pues de la falsación.
[6] Ver la nota en relación al experimento con neutrinos llevado a cabo por el CERN.
[7] Modelo cosmológico (teoría de la gran explosión) que trata de explicar el origen del universo y su posterior desarrollo en virtud de una singularidad inicial (espacio-temporal) descrita como una gran explosión que describe dicho proceso de inicio y generación del cosmos, y que se basa en las ecuaciones de la Relatividad descritas por Einstein.
[8] Alan Guth y Andrei Linde establecieron una hipótesis mediante la cual describen los primeros momentos del universo en razón de estudios sobre la gravedad, de los cuales infieren que tras la singularidad inicial (Big Bang, o gran explosión) que dio origen a la materia y la energía tuvo origen una fuerza inflacionaria que tuvo lugar en un tiempo prácticamente inapreciable y dio lugar a las interacciones fundamentales (o campos cuánticos por los que interactúan las partículas) y de su violencia originaria el universo continúa expandiéndose en la actualidad (se dice que 15 x 10-33 segundos ese universo primigenio multiplicó sus medidas por 100).
[9] Khun, T.: La estructura de las revoluciones científicas, Fondos de cultura económica, México, 1980. Recuerden que el término paradigma acuñado por Kuhn se refiere al compromiso que adquieren los científicos respecto a una determinada teoría, por lo que dichos paradigmas tienen que ser algo más que axiomas; la búsqueda de nuevas teorías y herramientas en pos de sustituir las que han dejado de tener la eficacia científica requerida por otras que muestran eficacia producen las revoluciones científicas.
[10] El punto inicial de la gran explosión y sus condiciones iniciales, el equilibrio que conocemos en la actualidad, y la superación del carácter especulativo (no experimental) de la Teoría de la inflación.
[11] Experimento realizado en 1887 es considerada la primera prueba en contra de la existencia del éter interestelar, y que habría de confirmar la veracidad de la Relatividad especial de Einstein.
[12] Ver nota 3.
[13] Fue propuesta como una modificación de la ecuación original del campo gravitatoria para justificar un universo estático o estacionario.
[14] Así son también conocidas las ecuaciones de campo de Einstein (Lambda).
[15] Así lo constatarían Hubble, E., en el campo de la astronomía, y Friedman A.; en el ámbito de las matemáticas.
[16] Es el límite en el espacio tiempo más allá del cual no pueden afectar a un observador externo, y que de la relatividad abría de aplicarse a los agujeros negros (horizonte de sucesos).
[17] O principio de acción total, mediante el que se dice que dos objetos alejados entre sí no pueden interactuar, por lo que sólo pueden verse afectados por el entorno inmediato.
[18] Es en verdad enigmático el por qué el cosmos sigue expandiéndose de manera constante con un valor W que es muy cercano a la unidad, y que no haya colapsado o que su energía cinética haya superado la atracción gravitatoria por varias potencias de 10. El impulso inicial de nuestro universo fue determinado para llegar a la situación actual, tuvo que tener el impulso justo para equilibrar la desaceleración gravitatoria. Así es denominado problema de la planitud que, junto al del horizonte y el de los monopolos, conforman los tres problemas de la inflación cósmica.
[19] Andy Albrecht, John Barrow, John Moffat, Joao Mageijo, Stephen Alexander, Lee Smoolin entre otros.
[20] Ver nota 4.
[21] Moffat y Clayton distinguían entre partículas materiales  y de gravedad, y estas últimas, al ser deducidas de la Relatividad pueden considerarse partículas de curvatura (geométricas) y que necesariamente deben responder a una velocidad variable y no universalmente constante.
[22] La Teoría de cuerdas (o supercuerdas –Kaluza-Klein) – anteriormente: Jöel Scherk y John Swarz- establece un modelo fundamental (que aspira a explicar todos los fenómenos de la física –Teoría del todo-) que describe el mundo subatómico las partículas elementales en realidad son estados vibracionales en un espacio tiempo de más de cuatro dimensiones de objetos básicos denominados cuerdas o filamentos.
[23] Quizá, para la unificación de la Teoría cuántica y la Relatividad, sería necesario admitir que a energía muy altas, la velocidad de la luz no es constante (Joao Magueijo, Más rápido que la velocidad de la luz, Fondo de cultura económica, México, 2006)




Einstein, fotones, neutrinos y el horizonte cosmológico, Francisco Acuyo

jueves, 6 de octubre de 2011

PENSAR MEDITATIVO VERSUS PENSAR CALCULADOR, DE TOMÁS MORENO

PENSAR MEDITATIVO VERSUS PENSAR CALCULADOR

Pensar meditativo versus pensar calculador
Galileo Galilei



II. Pensar meditativo versus Pensar calculador
                “Cuando para la nueva mirada tuya / todas las cosas por inmortal poder / próximas o lejanas, / ocultamente / unas a        otras encadenadas están / de modo que no puedes perturbar una flor / sin trastornar una estrella…” (Francis       Thompson, Poems, 1893).

Pensar meditativo versus pensar calculador, Tomás Moreno
Afirmaba el gran poeta británico Rudyard Kipling en su Balada de Oriente y Occidente, de manera pesimista y tautológica, que Oriente es Oriente y Occidente es Occidente y nunca jamás se encontrarán. En efecto, desde el alborear mismo de ambas civilizaciones puede apreciarse ese distanciamiento esencial: mientras que los occidentales (los griegos y los herederos de su legado, filósofos y científicos europeos desde Francis Bacon y Galileo hasta Descartes y Newton) orientaron su saber como episteme, conocimiento universal y necesario de la Physis, esto es: como matemáticas, física, cosmología o astronomía, y encaminado hacia una dominación científico-técnica de la realidad natural -no olvidemos que los primeros filósofos griegos se calificaban a sí mismos como physiologoi, los físicos-, los orientales, por el contrario, dirigieron su reflexión ético-sapiencial, al margen de la experiencia científico-técnica, como sabidurías soteriológicas y catárticas o como caminos de liberación ultrarracional, orientadas a la profundización en el conocimiento transempírico y al control de la interioridad y la espiritualidad humanas.  O. Weggel, señalaba por ello  que la auténtica diferencia entre Oriente y Occidente consistía en el sentido Oriental de la totalidad y de la armonía de todo lo existente, que exigía una delicada  sintonía e integración entre el medio humano, la naturaleza y lo metasensorial[1].
Pensar meditativo versus pensar calculador, Tomás Moreno
Rudyard Kipling 
            Dos paradigmas, pues, heterogéneos, antitéticos de pensar lo real; dos formas diferentes de entender el conocimiento humano y de conceptualizar la realidad natural: si los primeros concebían la Naturaleza como máquina, (constituida por partes o fragmentos separables y manipulables) susceptible de ser utilizada e instrumentalizada a su servicio para fines prácticos y operativos, los segundos, la sentían como organismo vivo, holístico e indivisible, con el que solo cabía empatía y sentimiento de identificación[2].
            Surgieron, así, los dos caminos del pensar humano que han caracterizado la tradición intelectual de estas  dos grandes civilizaciones: 1º. El camino lógico-crítico-analítico, propio de la racionalidad filosófico-científica greco-occidental, que concibe el “pensar” como instrumento de poder (saber es poder, diría Francis Bacon) y la “sabiduría” como conocimiento instrumental del señorío y de la dominación humana sobre la naturaleza (Herrwissenchaften) y 2º. El camino místico-contemplativo, característico de las sabidurías orientales, que concibe el “saber” como un vehículo de armonización, fusión extática con la Naturaleza o con lo Absoluto.
Pensar meditativo versus pensar calculador, Tomás Moreno
Isaac Newton
            Ha sido, sin duda, el filósofo alemán Martin Heidegger -tal vez, el mayor pensador del siglo XX-  quien de manera más lúcida e insistente ha distinguido y analizado en diversos escritos[3] estos dos caminos opuestos e irreductibles del pensar humano: por una parte el Pensar Calculador (das rechnende Denken), computante, planificador, investigador, analítico, instrumental, que es el característico de la ciencia y de la tecnociencia occidentales, erigido en Occidente desde los siglos XVII y XVIII como el único válido y digno de tal nombre. Es el modo de pensar responsable del desarrollo económico y del progreso material pero también del deterioro y contaminación ecológico-ambiental, de la depredación y extinción de las especies, del agotamiento de los recursos naturales, y de una forma de vida que cosifica o reifica las relaciones humanas, que aliena, robotiza y deshumaniza al hombre haciendo de él un esclavo o un mero instrumento. Un tipo de pensamiento, en fin, que investiga los hechos y sus relaciones causales aprovechando su eficacia técnica y su eficiencia en la utilización de los medios necesarios para sus objetivos de dominación (racionalidad instrumental) sin tener en cuenta sus fines y que valora el conocimiento únicamente por su productividad material y por su rentabilidad económica.
            Por la otra, el Pensar Meditativo (das besinnliche Nachdenken), reflexivo, cogitativo, contemplativo, poetizante, que no se detiene en el análisis de los meros hechos, ni en sus relaciones causales para sacar provecho o rentabilidad (material o económica) de ello, sino que trata de penetrar en el sentido último de los mismos, en su finalidad y significado, desde una actitud de des-apego, des-asimiento, desinterés o desprendimiento, Heidegger utilizará para categorizarlo el término Gelassenheit: Serenidad [4]. Es el modo de pensar de Oriente, y también de la mística, de la poesía, de la contemplación estética universales.
Pensar meditativo versus pensar calculador, Tomás Moreno
            El gran pensador budista D. T. Suzuki, en un libro escrito en colaboración con Erich From, Budismo zen y psicoanálisis[5], ilustra el antagonismo entre ambos modos de pensar con dos poemas de dos grandes poetas, representativos de la actitud del hombre occidental y del hombre oriental ante la realidad natural,: Alfred Tennyson, poeta inglés del XIX del período de la revolución industrial, encarnación del espíritu cultural de Occidente y Matsuo Basho, un poeta japonés tradicional del siglo XVII, figura paradigmática de la cultura zen. Ambos poemas tratan de describir una misma experiencia vital: el encuentro entre el hombre y la naturaleza, entre el poeta y una flor silvestre encontrada al azar, pero su acercamiento a la misma y su actitud ante esa experiencia es diametralmente opuesta tanto desde el punto de vista emocional como estético.
            El poema del inglés dice así:
“Flor en el muro agrietado / Te arranco de las grietas; / Te tomo, con todo y raíces, en mis manos, / Florecilla - pero si pudiera entender / Lo que eres, con todo y tus raíces y, todo en todo, / Sabría qué es Dios y qué es el hombre”.
Pensar meditativo versus pensar calculador, Tomás Moreno
            El poema oriental -un precioso haiku  (hokku) en el que se describe de manera impresionista y emotiva una sencilla experiencia cotidiana- nos transmite esta vivencia de Matsuo Basho:
“Cuando miro con cuidado / ¡Veo florecer la nazuna / Junto al seto!”[6].
            Ambas experiencias poéticas revelan, efectivamente, dos maneras de pensar y de sentir absolutamente diferentes, y ambas son representativas de dos perspectivas epistémicas y emocionales distintas: las representadas por el camino crítico-lógico propio del Pensar calculador y por el camino místico-contemplativo, propio del Pensar meditativo. Ante la florecilla silvestre que se topa en su camino el poeta inglés se muestra activo, analítico, inquisitivo, individualista: su distanciamiento de la realidad –de la flor- refleja el desdoblamiento, la separación sujeto-objeto, que preside su visión del mundo natural, característica del pensar occidental. El poeta oriental se muestra, por el contrario, frente a la nazuna, esa humilde flor pasivo y contemplativo en una actitud respetuosa y venerativa ante esa epifanía natural; no se distancia de ella, como el occidental, sino que trata de penetrar directamente en su misma esencia, hacerse uno con ella, fundirse en ella disolviendo toda oposición sujeto-objeto: conocer la flor es convertirse en flor.
            El poeta inglés es todo intelecto, afán investigador -de ahí sus preguntas e interrogaciones, su obsesión por entender y entenderla-, analítico-destructivo (para conocer hay que analizar, diseccionar, matar la vida). Su actitud ante la florecilla es fría e interesada: no hay en él empatía, sentimiento ni emoción: por eso, despiadadamente, la arranca de la grieta del muro -con todo y sus raíces y todo en todo- y la destruye. El poeta japonés es todo sentimiento y emoción, ni siquiera toca la nazuna, sólo la contempla y la acepta; no quiere entender sino sentir el propio fluir vital de la nazuna y se esmera en cuidarla para que no perezca.
            La actitud del occidental es científica: objetiva, abstractiva, intelectualista, conceptualizadora de lo real, y su intención última está presidida por un interés técnico-instrumental de dominación[7] de la realidad natural que se le ofrece, es pragmático, utilitarista, interesada.  La actitud del poeta oriental es estético-mística y contemplativa: subjetiva, intuitiva, antiintelectualista, empática ante esa hierofanía o revelación gratuita de la naturaleza. Su intención o finalidad es desinteresada: simplemente desea entrar en comunión con esa vida y gozar de esa experiencia plena e inefable.
            Si estas dos formas de pensar o de conocer fuesen excluyentes y se erigieran a sí mismas como únicos modos legítimos de acceso a lo real, la predicción de Kipling, sin duda, se cumpliría ineluctablemente y el alejamiento entre ambas sería insalvable, amputando al conocimiento humano la posibilidad de acceder a dimensiones de la realidad inaccesibles para cada una de ellas por separado. Ante tal cuestión, las preguntas filosóficas que se nos imponen serían obvias: ¿Son absolutamente irreductibles entre sí? ¿Existe alguna manera de conciliarlas? ¿Es posible una alianza entre ambas? A estos interrogantes deberemos dedicar otras reflexiones.


                                                                                                    Tomás Moreno

    






[1] Die Asiaten, Munich, 1989.
[2] Esta es la misma actitud y el mismo sentimiento que expresan también místicos, artistas y poetas occidentales ante la naturaleza como todos sabemos y como se pone de manifiesto, por ejemplo, en el poema del poeta británico Francis Thompson que preside este microensayo, en el cual el poeta trata de comunicar, además de su plena vivencia estética, su privilegiada intuición cognitiva de que existe una conexión profunda, mística entre todas las cosas del universo, un eslabón que lo enlaza todo, y ese atisbo es la constatación de una visión orgánica y holística del mundo natural. Véase al respecto: Harold Gomes Cassidy, Las ciencias y las artes, Madrid, Taurus, 1964, en donde se nos ofrece un ejemplo sumamente atractivo del  contraste entre esas dos formas de afrontar el misterio del mundo y de la realidad -representadas respectivamente por el modo de comprensión de la poesía y por el modo de conocer de la ciencia-, poniendo lúcidamente de manifiesto sus diferentes modos de proceder y sus distintas finalidades.
[3] Martin Heidegger, La pregunta por la Técnica, (Die Frage nach der Technik, 1953) y Serenidad (Gelassenheit, 1959), en M. H., Conferencias y artículos, Ediciones del Serbal, Barcelona, 1989.
[4] El término Gelassenheit  (del verbo lassen, dejar) significa Serenidad, Abandono, Desasimiento. Se trata de un tipo de reflexión meditativa o de meditación reflexiva que nada tiene que ver con alguna técnica de vaciamiento de la mente o con el intento de no pensar budistas. Es cogitar, rumiar el pensamiento, pensar a fondo acerca de, es decir: una disposición de nuestro pensar que comporta un camino o proceso y una actividad o movimiento; es un pensar en pos del sentido que impera en todo cuanto es. Entrar en el sentido (Sinn): ése es el ser de la Meditación (Besinnung) en oposición al saber de dominación (Wissenschaft) y al pensar calculador o al simple calcular (rechnen). Entiende, así, Heidegger que  el pensar (Denken) tiene un doble acceso a la verdad: la Serenidad o abandono que deja ser a las cosas, que deja que las cosas sean (Gelassenheit zu den Dingen) respetando su ocultación (una actitud cercana al Taoísmo); y la decisión (Ent-schlossenheit) que, sin violentar la ocultación la pone en estado de desocultación. La primera es la forma de la suavidad (Milde); la segunda, la del rigor (Strenge). La verdad total es el “suave rigor” y la “rigurosa suavidad”.  
[5] D. T. Suzuki y Erch Fromm, Budismo zen y psicoanálisis, Fondo de Cultura Económica, Madrid, 1974, pp. 9-19.
[6] El poemita original  revela su gracia y musicalidad aún sin conocer ese milenario idioma: “Yoku mireba / Nazuna hana saku / Kakine kana”, (Psicoanálisis y budismo zen, op. cit.). Sobre este tipo de composición poética -el haiku- tan característico de la tradición cultural japonesa budista zen, recomiendo las lúcidas consideraciones y reflexiones del poeta Francisco Acuyo en este mismo Blog, del que es titular y que tan generosamente acoge mis modestos microensayos. Merece la pena también leer sus haikusgranadinos”.
[7] Sobre la cuestión de los intereses del conocimiento humano (emancipatorio, comprensivo-comunicativo y técnico-instrumental) cfr. Jürgen Habermas, Conocimiento e interés, Taurus, Madrid, 1982.



Pensar meditativo versus pensar calculador, Tomás Moreno

miércoles, 5 de octubre de 2011

PASTOR JOSÉ AGUIAR, O LA FIRME RESOLUCIÓN DE VIVIR II

Presentamos en esta ocasión otro relato de Pastor José Aguiar, poeta y escritor de excepción del que esperamos su pronto e imprescindible reconocimiento. Ofrecemos un relato titulado, Rabo  de nube, de su libro Cuentos de Pastor Aguiar, de próxima aparición en Miami, que dará cuenta de su extraordinario potencial narrativo y que nos hace ya anhelar con ansiedad la aparición de una segura fuente de fruición literaria y artística.



Pastor Aguiar o la firme resolución de vivir 2, Pastor Aguiar




RABO DE NUBE



Aquella mitad de mundo que le quedaba en frente estaba limpia y como para freír huevos. La  harina humeante lo repletó, pesándole en el fondo del estómago como una piedra y halándolo por los párpados a su vez. El piso del portal, sin embargo, estaba fresco y la brisa ligera que llegaba desde la arboleda del batey, lo tumbaba en el hondo sueño de los mediodías. Presentamos
Una cerca de tres hilos de alambre rodeaba la casa de tablas y techo de hojas de palmera, donde los postes de zarzafrá, árbol vestido y almácigo echaban raíces y lanzaban arriba nuevos postes. A pocos pasos de la cerca, el callejón era como una gran culebra que se perdía entre los cañaverales. Los bueyes rumiaban debajo de la güira donde antes hubo una casa.
En estos días de Agosto descansaban después del almuerzo hasta eso de las dos y media. Pero al Moro no le importaba el tiempo. Lo habían levantado a las cinco para ayudar en el ordeño, después mudar los animales, la comida de los puercos, y a las ocho caminar hasta la escuela, en el batey del mangal. Esa tarde regresó cansado y tan pronto se comió la harina fue al portal, hasta que lo llamaran para la guataquea. 
Pastor Aguiar o la firme resolución de vivir 2, Pastor Aguiar
Tan pesado era el bochorno, que la gente esperó hasta las tres. Los enjuagues de boca se oyeron por la puerta de la cocina, junto al apretarse de las polainas, algunas frases malhumoradas y los encargos para las mujeres. Su abuelo, que pasaba de los setenta, tuvo intención de llamarlo; pero cuando se asomó al portal y lo vio roncando boca arriba, se sonrió, continuando hasta el jardincillo.
Repentinamente el sol se había escondido y  algunos celajes se desprendieron de las nubes que crecían por el poniente y ensombrecían la tarde. La masa, aún lejana, se fue abultando por arriba como un gran hongo. Después se adelantó hacia el batey. El viento desmenuzaba su borde anterior gris negro y los ripios iban más de prisa ocultando el sol.
_ Se está poniendo fea la tarde_ dijo el viejo a media voz, rascándose la calva con la misma mano que sujetaba el sombrero de yarey.
El Moro, lagañoso, se acercaba para mirar también.
_ Creo que se jodió la guataquea, hay que esperar a ver si pasa la refregoná.
Entonces sobrevolaron todos los pájaros. Primeros las auras planeando muy altas, casi mojándose en los cúmulos. Después tomando la delantera, palomas, pitirres, totíes y cuanta cosa vuela.
El primer viento llegó arrollando a la mansa brisita de la arboleda y con él trajo rodando por el callejón latas vacías, hojas, pedazos de papel y mucho polvo rojizo que se fue levantando sobre las casas hasta cegarlos. El abuelo se encasquetó el sombrero sobre los ojos mientras el Moro se agazapaba detrás de su  cuerpo nudoso.  Cuando no quedaron polvo ni basuras en el batey, un viento limpio batió las ramas rebotando en las cobijas.
El abuelo se despescuezaba revisando la nube, cuyo frente empezaba a cubrir la arboleda. Así fue que vio el rabo de nube bajando como un brazo gigantesco y delgado, agitándose un poco en la punta; a veces deshilachándose y amenazando con recogerse sobre sí mismo, para más tarde descolgarse a tirones hacia los cañaverales cercanos. En su base, allá en la nube, se iba haciendo más  grueso y negro.
_ ¡Corre y tráeme el hacha y las tijeras. Anda carajo!_

El Moro se lanzó a la cocina, se le oyó pelear con la vieja que no quería soltar la tijera, y al fin regresó arañando las losas del portal con el hacha. No había un segundo que perder.
El viejo apartó unas piedras del extremo del jardín, trazó una cruz con el filo y se apartó un poco.
_ Arriba, ven acá, que tú eres el único que puedes cortar el rabo de nube_
El Moro tomó el hacha con ambas manos, volvió a dar un pase sobre la cruz que apuntaba a la nube, y alzándola en medio vuelo sobre su cabeza, la impulsó hasta donde se cruzaban las dos rayas. Así respiró aliviado confiando en su poder. Algo grande sentía en tales momentos, como si el mundo estuviera a su merced. Varios años antes se lo dijo el abuelo, aquella vez en que cortó a la manga de viento con el machete, siendo aún muy chico. Él le había ayudado envolviendo sus manitas con las suyas sobre el mango del arma y diciéndole.
_ Tienes la suerte de ser primerizo_ Y le explicó que el hijo mayor tiene el poder de cortar rabos de nubes, mangas de viento y aplacar a las tormentas con rezos.
El viento pareció aquietarse, pero se oía como si en el cielo rodaran enormes baúles. A veces parecía que el rabo se acortaba engrosándose un poco, pero volvía a estirarse y ya era tan largo que rozaba las cañas del otro lado de la arboleda.
El viejo le pasó las tijeras al Moro que empezó a cortar apuntando hacia allá, moviendo siempre en cruz sus manos, mirando fijamente al remolino que bajaba, seguro de poder pararlo. Diríase que le gustaba  dejarlo casi  tocar la tierra, para después  furioso como Zeus, lanzarle un tajo, un insulto y volverlo polvo azul. Así soñaba en medio de la tarde cuando la tía Angela pasó a la carrera hacia su casa gritando:
_ ¡Qué Dios nos proteja, va a partirnos por el medio!_
De pronto el Moro se vio sin instrumento y sintió que lo arrastraban hacia la culata de la casa. Las puertas sonaron cerrándose, los clavos chirriaron al pasar por los orificios de los parales y los tres se detuvieron debajo del alero, mirando al rabo de nube que ya tocaba el cañaveral a cinco cordeles escasos de los frutales.
Se oyó como un pitar de locomotora en la lejanía, sobre el ruido sordo que lo estremecía todo. Allí dentro del batey la calma era total. Las hojas colgaban de las ramas sin un mínimo temblor.
Entonces vieron la paja de caña subir girando. Los bueyes  empezaron a darse vuelta halando las estacas para soltarse. Pero estaban muy hondas y se quedaron de culo al remolino, que  ya abarcaba cuatro cordeles de lado a lado. La tarde era oscura como cuando va a anochecer y faltaba el aire. Las gallinas habían corrido para subir a las matas, y se oyeron a los puercos gruñir por allá, entre los matojos.
Ahora la tromba salió del cañaveral donde dejó una franja  en la tierra viva. Al llegar al pasto, antes de la arboleda, giró con más fuerza, bufó arrancando los pequeños tallos, alzando las piedras, demoliendo los terrones y lanzándolo todo en espiral hacia arriba, muy alto, hasta perderse en la nube que parecía a punto de derrumbarse.
Pastor Aguiar o la firme resolución de vivir 2, Pastor Aguiar
El abuelo temblaba, la vieja no quería mirar mucho aquello y de hito en hito se estrujaba el delantal. El Moro era todo ojos, hechizado ante la fuerza. Por allá torcía los gajos del caimito de la esquina como si fueran pelusas y después arrancaba de cuajo el enorme tronco con raíces de veinte varas de largo, para arrojarlo dando tumbos un poco más adelante.
En aquel momento al Moro le pareció que empezaba a desarrollar toda su potencia, pues agrandaba el paso, se ennegrecía y llenaba todo su cono de tierra roja y pedazos  de matas, cañas, piedras y animales desnucados.  La gente había corrido al otro lado del batey, por casa de tía Angela, que ahora le gritaba al abuelo para que se les uniera. Pero nada se oía y el viejo estaba paralizado.
El Moro no se percataba del peligro ni de sí mismo, se quiso mover al centro del patio para ver mejor y la vieja le torció la oreja. Pero no perdió un detalle. Un bandazo de viento había juntado a los dos bueyes que rodaron patas arriba mujiendo desgarradoramente. Las estacas se desclavaron y los animales saltaron como pelotas para elevarse con la espiral. Al Moro le pareció oír el grito de los brutos cayendo a pedazos sobre el techo de la casa.
El frente del torbellino arañaba el callejón y pudieron ver detrás de lo que quedaba de arboleda, un ancho y profundo canal salpicado de despojos.
Ahora les tocaba a ellos. Primero sintieron que eran rechazados contra la pared y atraídos hacia el remolino. El polvo empezaba a cegarlos. El abuelo gritó algo y se movió por primera vez, la vieja lo siguió pero en la baraúnda de los primeros golpes de viento el Moro se les fue de entre las manos. Se había movido en el sentido opuesto, un poco fuera de la casa, para ver cómo el holcón del portal que daba al callejón se arqueaba, el techo se despegaba por allí y la casa crujía en un hervidero de chirridos.
Primero resistió, el viento la lamió en redondo, le alisó las junturas, arrancó el caballete y la canal y entonces se coló por el hueco del techo. En ese momento el Moro oyó una gran explosión sobre el ruido de la tormenta. En lugar de la casa sólo vio el piso. Quiso agarrarse de las malvas blancas pero le resbalaron de las manos, y por último se abrazó a la batea de cemento que aún tenía un poco de agua oliendo a jabonadura. Entonces se sintió ligero, como una pluma de gallina en el aire, tragando polvo y hojas secas. Cerró los ojos y  sintió el golpe. No dolía, más bien estaba muy mareado y soñaba. Pujó para gritar pero la presión de afuera le hizo tragar el grito con tierra y bibijaguas. Fue cuando se soltó como un trapo y no supo más, la última sensación había sido contra la masa fofa de los bueyes.
La gente, que se agitaba llorando a gritos en el alero de la casa de tía Ángela, vio como la tromba silvó interminablemente, se afinó como un lápiz en su punta y se fue elevando sobre la cerca de árbol vestido al fondo del batey. Tras de sí se desplomaban sobre la tierra pelada gajos partidos, gallinas y pájaros. Más allá, al otro lado de la cerca uno de los bueyes rebotó descoyuntado.
Después del lindero había un cañaveral, y más allá, a unos quince cordeles el potrero de los Calderines con su laguna donde la gente pescaba durante los domingos y días de temporal. Exactamente después del cañaveral el rabo de nube comenzó a bajar como un enorme dedo. Estaba muy oscuro. Giró sobre la laguna y según bajaba, casi tocándola, caían sobre el agua muebles rotos, paja de caña, caimitos verdes, vestidos ripeados y un cuerpo de muchacho desnudo, rojo de tierra que estalló como un planazo sobre el agua y se hundió entre las malanguetas cercanas a la orilla. Al fin, la punta del fenómeno tocó el agua y comenzó a aspirarla.
El Moro había vuelto en sí a causa del choque contra el líquido, pero al abrir la boca buscando aire, tragó el agua llena de renacuajos. Lo que atinó después fue agarrarse de las raíces del fondo mientras la masa se iba al cielo.  Truchas y biajacas, como maná cubrían el potrero, sacudiéndose los rojizos resplandores del sol que comenzaba a asomar por donde la nube se había rasgado.
Y él, sentado, asomó la cabeza entre un rollo de malanguetas cañas y linos. Estaba viendo por primera vez en su vida el fondo repelado de la laguna, en el que tantos misterios pensó que se escondían.


Pastor Aguiar

Extraído de Cuentos de Pastor Aguiar.  Editorial Pelícano, USA  2011 (en proceso de publicación).








Pastor Aguiar o la firme resolución de vivir 2, Pastor Aguiar

martes, 4 de octubre de 2011

DEL CANON Y SUS EXTRAVAGANCIAS: EL SONETO Y SUS VARIANTES

Después de haber publicado en un grupo de amigos una par de sonetos (Sonetos en Face, de Facebook), algunos amigos e interesados me pidieron que se publicaran en el blog Ancile, por ser de más fácil acceso a quienes recomendaban su lectura. Así las cosas, y accediendo a la petición que se me hacía ofrezco estos dos  sonetos (uno de ellos -raro- con versos de nueve sílabas), y ambos en el marco de la magia tutelar y constelada de la noche.


Del canon y sus extravagancias: El soneto y sus variantes, Francisco Acuyo




LA NOCHE



(La noche constelada, uniendo los diferentes
 Asterismos y construyendo las figuras estelares)





   ÁUREO factor del equilibrio
que, en depurada línea, ley
transcribe en celestial ludibrio:
signo de la divina grey

   que al astro muestra ya concorde
raza de formas regulares,
pues traza  imaginado borde
luz de sus puntos tutelares.

   Para enmarcar la proporción
de oro en quieta cuadratura
arde concreta su abstracción.

  Cierra la noche franca esfera
el alma en singular clausura,
si  es infinita su frontera.



Francisco Acuyo,
del libro inédito: Poemas herméticos





Del canon y sus extravagancias: El soneto y sus variantes, Francisco Acuyo







DESPUÉS DEL TRAYECTO:
CAPRICORNIO




(Anochece en Sierra Nevada,
 durante un trayecto en motocicleta)



   ENTRE gráciles breñas un murmullo
y una lluvia de sueños perezosa;
entre la desvelada brisa, cuyo
vuelo en distancia colma luminosa

    el horizonte, y, en flor, adormecida
para el astro proyecta su visaje.
Anochece: la luz estremecida
breve violeta se abre en el paisaje.

   Detengo mi rumor flabelicornio
al margen del camino. Encaramado
saluda desde el cielo Capricornio.

   Se oye, si fluye fugitivo instante,
un río que va en luces constelado
de ánimas de viajeros abundante.



Francisco Acuyo,
del libro inédito: Poemas herméticos





Del canon y sus extravagancias: El soneto y sus variantes, Francisco Acuyo

sábado, 1 de octubre de 2011

PASTOR JOSÉ AGUIAR, O LA FIRME RESOLUCIÓN DE VIVIR

Pastor Aguiar, o la firme resolución de vivir, Ancile


Aprovechamos esta entrada nueva para ofrecer una semblanza del polifacético escritor y poeta cubano, Pastor Jose Aguiar (Matanzas, Cuba, 1950), para lo cual,en esta primera entrada mostraremos uno de sus magníficos cuentos costumbristas titulado La trilladora. Podrán constatar en él la facilidad para contar, mas con la  precisión narradora no exenta de un manejo del lenguaje excepcionalmente ajustado a los ritmos de sucesión de los hechos que, con tanta gracilidad como amena exposición y disposición  nos deleita y  relata. 
Como nota biográfica y de aproximación humana[1] a nuestro autor podemos decir que su poética está permeada por la literatura costumbrista cubana, la vida en el campo, en los internados ("becas") de la universidad, como atleta olímpico (fue campeón de Levantamiento de Pesas en Olimpíadas Nacionales),  las experiencias como médico en Tanzania, África , en un campo de refugiados de Naciones Unidas y, posteriormente, como médico forense de Medicina Legal en la Habana. A fines de esa década,  logra emigrar a Estados Unidos a través de peligrosas travesías por el mar Caribe y el estrecho de la Florida, infestado de tiburones, en una pequeña y precaria balsa casera,  junto a varios compatriotas que arriesgaron su vida por alcanzar la libertad del régimen castrista. 
Después de dos intentos fallidos en que fue devuelto a Cuba, el tercer viaje fue realizado con éxito y pisó las costas norteamericanas donde inició una lenta  reconstrucción de su vida diezmada por la influencia del comunismo. Nunca volvió a su tierra, donde quedaron su madre y sus hermanos, hasta hoy. 
La literatura ha sido desde niño, su escudo y el medio más terapéutico para canalizar una experiencia de vida compleja y dolorosa, pero gracias a su férrea fortaleza interior, transformó y capitalizó en una sabia y mansa actitud de entendimiento universal y perdón a tanto abuso de los derechos humanos que debió padecer en su tierra natal. 
Ha publicado cuentos y poesías en varias Antologías en España y Estados Unidos, en castellano y en Inglés. Próximamente Editorial Pelícano publicará sus Cuentos costumbristas y se encuentra en proceso una novela autobiográfica con relatos de sus viajes por el mar. Participa activamente de las redes sociales y se desempeña en el campo de la Salud.




LA TRILLADORA


Pastor Aguiar, o la firme resolución de vivir, Ancile


Como en lo de Quico tenían refrigerador, abuelo me dio un peso para traer una jarra de refresco. Iba comiendo un boniato crudo encontrado mientras cortaba las últimas espigas. Ahora el arrozal yacía en pilas reverberantes y su gris moribundo nos apretaba, como si de un momento a otro fuera a incendiarse. Tirados y apoyando la espalda contra una de las pilas cercanas a la guardarraya, por donde iba a llegar la máquina, tres hombres me esperaban. Desde más allá vino el Moro bailando y azotándose las canillas. Los demás se corrieron al extremo de la pila aplastando primero los tallos para no hincarse el fondillo. Eran las hormigas bravas. Nada peor a esa hora. Juano, muchacho de unos quince años y más espigado que yo, llegó volando para arrebatarme la jarra y de no ser por abuelo, se la hubiera tomado.
_No seas hartón, muchacho_ Le gritó, dándole primero al Moro. Yo miraba con odio a Juano unas veces; otras con miedo, porque con sus brazos largos era temible; además de atrevido. Por ello me gustaba andar cerca de abuelo. El Moro trataba de matar a un ratón semejante a una mangosta; pero lo dejó al oír el ruido asmático de la trilladora, que enfilaba la guardarraya por su nacimiento en el Crucero Hondo. A veinte cordeles era una máquina infernal, halando la nube de polvo rojiza. Así, arrastrándose hizo retemblar a las pilas de arroz y calló a los grillos del mediodía. Las garzas que moteaban el campo segado se alzaron como una gran tela. Después se arrollaron hacia la máquina, confundiéndola con un tractor y su estela de gusanos, lanzándose en picada, en la que algunas se desnucaban. Ahora reculó hasta la pila, justo sobre el hormiguero.
_ El ayudante se me enfermó, uno de ustedes tiene que llenar los sacos_ Nos dijo, sin apagar el motor, el mismo Tino de todos los años.
_ Pues va a estar dura la cosa, porque si uno llena los sacos, quedamos tres, para alcanzarte los puñados y para cargar desde la pila acá. Nos vamos a reventar_ Le replicó abuelo.
Ya estaban poniendo las correas para arrancar el mecanismo de la trilla. Juano se fue a llenar los sacos, un poco a la izquierda de donde el Moro y yo le alcanzábamos brazadas de espigas a abuelo.
Cuando la trilladora comienza su faena, no se puede detener, los brazos tienen que ser continuos , y si no hay gente de repuesto, pues ni tiempo para tomar agua o matarse las hormigas , ni menos para sacudirse ese polvillo reseco y picante. Todo ello a las doce de un Agosto.
No se oyó palabra, cada cual se tragaba sus ofensas y le mentaba la madre a la máquina, al enfermo, al calor, y sobre todo a las hormigas cuando encontraban los testículos.
Pastor Aguiar, o la firme resolución de vivir, Ancile
El rezongar del aparato, estremeciéndose como si fuera a derrumbarse sobre nosotros, cerraba la hora espectral. Entonces, en una de las brazadas, Juano me lanzó un puñado de arroz y por la boca desparramada por el jadeo, entró una buena parte. Medio ahogado, seguí cargando con toda la rapidez y la fuerza que me invadieron. A veces llegué a doblar al Moro con los viajes a la pila. Lo vi reírse con las fauces llenas de paja, mientras retiraba un saco, y sacar otro puñado. Lo hizo lentamente y de nuevo contra mi cara, pero esta vez apreté los labios y cerré los ojos. El siguió riendo, lo supe aún de espaldas. Sentí deseos de que la máquina le cayera encima. Pero lo peor era el miedo de pegarle.
La trilladora iba a dirigirse a la próxima pila y nos quedamos cogiendo un respiro, sin ánimos de despegar los pies. El Moro se tumbó a la larga, boca arriba y abuelo rascándose sin mucha prisa. Juano me llenó el pelo ahora, y después por la oreja derecha. Eran como municiones seguidas de un estampido de carcajadas. Yo miré a los demás. La trilladora reculaba de nuevo dos cordeles más allá y el dueño nos hizo señas. Esta vez abuelo se quedó midiéndome de pies a cabeza con una severidad acusadora, antes del siguiente puñado en el cuello. El Moro también se detuvo, andados unos pasos hacia la otra pila. Yo tuve más miedo cuando su risa se acercaba al decirme:
_Te gusta que te lo haga, eh?
Sentí las piernas flojas, dudé de las fuerzas de mis brazos y pensé que debía estar muy pálido, casi verde. Fue repulsión contra mí. Pero abuelo continuaba como queriendo hacerme crecer y ofendiéndome a la vez. El Moro, de un momento a otro iba a reírse y todo igualmente. Hasta la máquina se detuvo. El dolor me aguó los ojos. Entre los cristales de las lágrimas vi a Juano parado en frente, tirándome su aliento a la cara, apretando un puñado de arroz en cada mano y reventando en una carcajada silenciosa, repiqueteándole en los dientes y en un hilillo de baba. Nada se oyó en cien cordeles a la redonda. Ya no pude mirar a abuelo ni al Moro, solamente una masa grande babeándose de risa. Supe que al momento iban a estrellarse contra mí los dos puñados y nada podía pasar después de ello. Entonces le golpeé el rostro con fuerzas ignoradas. Lo golpeaba y enseguida lo abracé por el pecho cayéndole encima para seguir golpeándole aquella cara enorme hasta sentir sus dientes hincándome. Sus huesos me inflamaban los puños. Después lo dejé así, tan sorprendido y asustado,  más asustado que yo, sin valor para levantarse. El de la máquina ya se retiraba gritando como si también  fuera a golpear a  alguien.
_ Arriba, a trabajar, o que se piensan?

Pastor Aguiar



[1] El mismo nos entrega esta breve  nota personal de su biografía  que dice: Nací en una finca de Matanzas, Cuba, hacen sesenta y un años. Desde mi primera juventud comencé a escribir poesías y cuentos, que no mostré hasta los tiempos de la Universidad. Recibí varios premios en encuentros de talleres literarios en Cuba, así como en concursos de narrativa. Emigré hacia los Estados Unidos durante la década de los noventa, y en Miami he participado en foros literarios y Tertulias y publicado algunos cuentos y poemas en antologías españolas como Azahares y Calíope, además de poemas en inglés en la Antología The international Who’s Who in Poetry.Estudié Medicina en La Habana y continúo trabajando en el campo de la Salud.


Pastor Aguiar, o la firme resolución de vivir, Ancile