viernes, 8 de octubre de 2010

DE LA SOLEDAD Y SU HALLAZGO: FRAGMENTOS Y APUNTES SOBRE TEXTOS VARIOS ¿DE TEORÍA DE LA LITERATURA? I

Presentamos algunos apuntes en los se que muestran reflexiones y consideraciones varias sobre la lectura de textos versados en Teoría de la Literatura en una ¿curiosa o rara? crónica (inventada) tras unos supuestos hallazgos sobre esta particular disciplina. Los ofrecemos en tres entregas para no cansar en exceso con la prolijidad original con la que este texto fuera concebido.







De la soledad y su hallazgo: fragmentos y apuntes sobre textos varios (¿de Teoría de la Literatura?), Francisco Acuyo



DE LA SOLEDAD Y SU HALLAZGO

(FRAGMENTOS Y APUNTES SOBRE
TEXTOS VARIOS DE TEORÍA
DE LA LITERATURA)






                                                                                I




SIEMPRE FUIMOS DEL TODO MUY CONSCIENTES (o acaso impertinentes) ante los alardes inusitados de la ficción, siempre sinuosa, sumisa tantas veces a toda suerte de insidiosos artificios, que se diría no goza sino de esa frugal inconsistencia que con el sueño halaga, cálido en su oficio y delectable, pero que, sin embargo, no ilumina casi nunca el hecho ni la verdad a la que necesariamente aspiramos y de este anhelo de lo vivido colegimos.

Por todo esto y por otras también muy legítimas razones que, si fuese pertinente expondríamos más adelante, quisimos cuando menos hacer alguna señal, signo o esbozo suficiente con el que auspiciar algún indicio del origen (y jalonar un tanto la finalidad y usos) de aquellos documentos enigmáticos, sin fecha ni autor precisos, encontrados, ahora hace justamente doce años.

No obstante, creemos de forma fehaciente que estarían señalando cardinales coordenadas que acreditarían una reflexiva y delicada civilización como dueña de su génesis, y de esto ya no nos cabe ninguna duda. También que, a nuestros ojos, con la perspectiva de otro tiempo y otro espacio, pueden ser motivo de muy diversa consideración: ora sustentados por un discurso en clave de mero divertimento, aparentemente de naturaleza ficticia; ora nutrido por abundantes elementos de juicio que diríase sostienen un parlamento teórico con el que bosquejar una cierta estructura disciplinar; ora como ingrediente singular y reflexivo que invita a la contemplación y a la deferencia filosófica...

Si optáramos, en este instante, por un manejo de todos y cada uno de los legajos, y lo hiciésemos según deducimos, adscritos a lo que en ellos pretendía considerarse como un criterio histórico literario, podemos, si no positiva, acaso aproximadamente, diseñar una conexión con la historia general de la civilización, para así acercarnos no sólo a los hechos literarios, también a los sociales y políticos, facilitando pues una observación interrelacional (de correspondencias y potenciales desajustes) entre las diferentes formas de conocimiento de la que, para nosotros, insistimos nos parece una enigmática cultura.

Para todo lo cual no nos parece nada desdeñable el cúmulo total y disperso de los textos encontrados para su posterior catalogación y, así, cotejar con expertos, si verdaderamente estamos en lo cierto cuando advertíamos en ellos el distingo (defendido en no pocos momentos con entusiasta convicción) entre el fenómeno artistico literario y los hechos históricos acontecidos durante su elaboración.

También nos parece oportuno señalar que, la mayoría de estos fragmentos vierten su memorable contenido dejando un rastro que advierte en no pocos momentos de la integridad de un corpus de síntesis gigantesco y, a nuestro entender, muy lejano de otros hallados recientemente, cuya finalidad sin criterio unificador mostraban una directriz inevitablemente fragmentada, tomando cuerpo en unos constructos yuxtapuestos e inorgánicos, propicios sólo para una obtención informativa de primera mano.

De la soledad y su hallazgo: fragmentos y apuntes sobre textos varios (¿de Teoría de la Literatura?), Francisco Acuyo
Se deduce, en otros momentos, la preocupación por las posibles facilidades para su estudio al establecer métodos adecuados y disciplinas específicas con las que establecer una jerarquía equiparable a cualquier ciencia experimental,(1)y(2) aunque no nos parece entender que sean para la integración de su disciplina requisitos positivos imprescindibles, por ejemplo véase el caso de: la verificabilidad.

Desde la que suponemos distante y distinta perspectiva nuestra, nos pareció especialmente emocionante constatar que los hechos literarios no comprobables apuraban la primitiva distinción entre ciencias naturales y del espíritu.(3) Las variantes cuantitativas y cualitativas entre una y otra ciencia, aunque a nuestro criterio se ofrecieran tan rudimentarias, nos serán especialmente útiles para una comprensión totalizadora de los documentos localizados y conservados actualmente, y como vía deductiva para una reducción razonable.

Es digno de reseñar también algo que tiene un carácter entrañable para nosotros, quienes suscribimos con toda modestia este hallazgo: las consideraciones sobre conceptos tales como el de intuición, indispensable por otra parte para la indagación sobre la naturaleza especial de su objeto de estudio.(4)

De cualquier modo, es necesario resaltar que en la tríada(5) disciplinar que distinguen los fragmentos encontrados, se describen posicionamientos francamente enfrentados respecto de la exégesis de su ciencia, pues se debate ante el único sentido(6) de los textos y la interpretación relativista de los mismos,(7) estimando como relevante el énfasis puesto en bastantes momentos por resaltar la independencia entre lo que denominan fenómeno artístico y las valoraciones de orden moral, tantas veces suplantadoras de las auténticas apreciaciones estéticas.

Al margen del carácter fragmentario de nuestro hallazgo, así como por las limitaciones obligadas ante la ausencia de textos completos y puntuales que, como lógicas lagunas, predisponen más que al rigor de lo que se sabe concretamente, a la conjetura, y cuyo vuelo será más o menos peregrino según el ánimo de quien interpreta, en nuestro caso, y a pesar, decía, de la fragmentación de nuestro compendio, no percibimos ruidos de importancia, antojándosenos en buena sincronía con la complejidad manifiesta en los conocimientos expuestos en lo conservado y, ahora tan apresuradamente, analizado por nosotros.

Tuvimos, eso sí, muy en cuenta las inevitables manipulaciones que pudieron afectar a la realidad intrínseca de los presentes documentos por presuntas anteriores ediciones; así, los potenciales desvíos del texto fueron tenidos en cuenta para evitar el peligro de deformaciones aún mayores de las que pudieran colegirse de los propios textos, intentando evitar en la medida de lo posible todos las accidentales interpretaciones que pudieran conculcar la voluntad inicial de su autor, y la intención de mantener inalterables dichos textos.

Aun así, nos sometemos a la comprensión y benevolencia de nuestros hipotéticos lectores, seguros de que, familiarizados con la labor arqueofilológica, sabrán lo a menudo que se divaga en este peregrinar a otros tiempos, civilizaciones o culturas.

Cabe resaltar, finalmente, en este inicio de nuestro trasegado viaje que, no nos encontramos en estos fragmentos bajo ningún concepto ante un ejercicio de análisis literario incipiente, por lo que, al margen de los lapsus abiertos por los fragmentos desaparecidos, no hubo necesidad de forzar la imaginación para considerar presuntas deturpaciones en los textos conservados, por lo que también es facilmente deducible que contaran en sus páginas con regalo suficiente para evitar la deriva de sus singulares interpretaciones.

Quisieramos, al fin, indagar en el usus scribendi del autor desconocido, por rastrear influjos o coincidencias con algunos de los otros textos encontrados posteriormente, no muy lejos del códice que nos ocupa, con el fin de hacer un análisis de influjos directos.

Aunque con resultado negativo, presumimos, y pese a su fragmentalidad, que estaríamos ante lo que los mismos documentos señalaban como tradición testimonial, pues no sabemos, momentáneamente, si esto que en principio observamos y anotamos rigurosamente, será posteriormente contrastado siquiera como un simulacro con un mínimo de dignididad ecdética. No obstante mantenemos aquellos criterios modales que gustaban al desconocido autor de nuestro análisis, al denominarlos como paleográfico-interpretativos, pues mantuvimos en su trascripción una escrupulosa fidelidad a los textos origen.

Consideramos en extremo interesante una edición crítica de nuestro hallazgo, pero en realidad valoramos harto dificultosa tal posibilidad. Difícilmente podríamos llevar a cabo una recensión(8) en dirección hacia la constitutio textus, pues apenas podemos establecer una filiación fiable del total de materiales incautados, tal es la excasez de los mismos, y tal el desorden de los encontrados. Así pues nos hallamos prácticamente sin árbol testimonial, pues su genealogía brilla precisamente por su ausencia, situándonos, según la terminología de algunos de aquellos fragmentos, con el stemma y su arquetipo, sin posibilidad, en principio, de reconstrucción alguna.



                                                                                II




QUISIMOS RASTREAR AQUELLAS CLAVES de lectura que fuesen más allá de la letra, y situar la presente originalidad de los textos enmarcándolos en una tradición que, momentáneamente, nos era del todo desconocida. No obstante, creímos descubrir un concepto de arte literario a través del cual muy bien pudiese contemplarse una realidad sin marcadas cesuras o fronteras espacio-temporales, pues a todas luces sus consideraciones se nutrían de la idea primordial de que la lengua no se alimenta de forma exclusiva de sí misma. De aquí podemos inferir la existencia de una ópima tradición con la que pudo enriquecer los textos propios, pensando, así también, en la existencia de una suerte de clásicos que influyeran considerablemente tanto en los rasgos de estilo como de pensamiento del autor de nuestros singulares escritos.

Queda, por tanto, patente una huella que nos hace pensar en un continuum literario que tiende a recuperar no tanto a ciertos universales, como a concretos particulares literarios; por todo lo cual no podemos dejar de conjeturar sobre cierta anatomía que emparenta presuntos rasgos que son evidentes con otros que, por desconocimiento de sus fuentes, ignoramos del todo, pero que estimamos como necesarios, aunque sólo sea para celebrar las excelencias de los textos que nos ocupan.

En esta redacción nuestra, limitada por su premura, no debe, sin embargo, aunque hija de su mercurial oficio, dejar de precisar las tensiones observables en su conciencia literaria, donde pugnan aparentemente en su discurso, aspectos generales y otros de marcado carácter particular.(9)

También entendemos como acontecimiento destacable, el hallazgo, entre los textos literarios apuntados, de algunas obras plásticas del momento, las cuales, nos hacen pensar en una suerte de iluminación recíproca de las artes(10) coetáneas, y que nos recuerda aquellos versos, aunque mucho más antiguos, también recientemente hallados: «Ut pictura poesis: erit quae, si propius stes, // te capiet magis et quaedam, si longius abstes //. (11)

De la soledad y su hallazgo: fragmentos y apuntes sobre textos varios (¿de Teoría de la Literatura?), Francisco Acuyo
Se nos antoja que tampoco será asunto baladí las apreciaciones de las que hace gala nuestro desconocido autor y que, acaso, se vierten como una ilación a nuestros ojos poco aceptable, y de la que no daríamos cuenta sino fuese por el inopinado ímpetu con el que, en algunos párrafos, pone tanto empeño; se trata de la idea de una especie de literatura universal, todo lo cual en su carácter utópico, no debe extrañarnos, habida cuenta del vasto campo del cual pretende hacer referencia y de las limitaciones seguras que debió encontrar en su propósito para las descripciones pertinentes y no encontradas, pero que seguro darían nociones de interés, al deducirse un conocimiento provechoso en puntuales y abundantes fuentes bibliográficas.

Muy atractivo también nos parece el panorama que nos ofrece en aquello que a nosotros se nos aparece como un dictamen poligenético, del que cabe colegirse la consciencia del autor respecto a la existencia de expresiones literarias concomitantes, puede que en una relación específica de dependencia.

Después, pretende verter en sus aproximaciones sobre la materia de la que trata, un nuevo paradigma(12) explicativo del fenómeno que lo ocupa, abandonando posicionamientos anteriores por una metafísica afecta a la literatura, donde los conceptos universales fuesen sustituidos por una tendencia hacia la particularidad literaria, por considerarla en este punto más acorde con la realidad de las letras y de las artes que pareció tocarle en suerte vivir.

Creemos poder concluir en este punto diciendo que: el autor de estos textos parece llegar a lo que, a nuestro criterio, supone un ofrecimiento hacia conclusiones bastante pertinentes y, aunque como decía, no se encuentren a nuestro alcance la totalidad de la obra, se advierte una falta de consenso(13) acerca de la posible fundamentación para establecer criterios fiables y, por tanto, exclusivamente científicos para aquellas disciplinas como las que nos ocupan a través de los textos motivo de estudio y que, desde luego, parecen haber sido reconocidas, literalmente, como ciencias humanas.


Así parece estar, desde muy antiguo en sus tradiciones científicas(14), reconocidas en el interés de clarificar sus disquisiciones. Pondrán, unas veces, mayor énfasis en la procura de inteligibilidad en la lógica del fenómeno, otras veces centrando su explicación científica en las relaciones causales. Finalmente deducimos de todo ello la implicación de concepciones sociológicas e históricas en las presentes diferenciaciones entre las distintas posturas o perspectivas de análisis y estudio, coligiéndose que, desde luego, no son sólo diferencias metodológicas.

Todo parece indicar que esta concepción primitiva de ciencia camina en pos de una flexibilización (no sólo causalista o teleológica) que la emparenta, aun muy lejanamente con el paradigma científico que nos es común a nosotros como civilización, obviamente y con mucho, más avanzada.

Así, aquellos campos de estudio que denominan historia y sociología, comienzan a actuar como móviles iniciales para reconstruir racionalmente una disciplina equiparable a las denominadas ciencias de la naturaleza.

Late, en fin, una sospecha fundamental: a saber, la evidencia de que no sean tan críticas las diferencias que separan una y otra ciencia y buena parte de otras actividades del pensamiento de estas civilizaciones humanas, y es que la filosofía de su ciencia parece transformarse en un vigor reflexivo que indaga sobre supuestos y presupuestos propios de la referida como general elaboración científica.(15)

Si las indagaciones que dieron lugar a la redacción de los hallazgos duraron meses, tal vez años, estas conclusiones, redactadas apenas en cuatro noches, vieron en seguida volar el tiempo como un sueño, pues dieron cuenta en la austeridad de nuestro trabajo de la vida solitaria que acompaña únicamente el triste séquito de alguna fantasía.

                                                                                                           Francisco Acuyo





(1) Ernst Elster: «Prinzipien des Literaturwissenschaft».
(2) E. Ermatinger: «Filosofía de la Ciencia Literaria», F.C.E., México, 1930.
(3) Wilhen Dilthey: «Introducción a las ciencias del espíritu», «Poética», Buenos Aires, Losada, 1961.
(4) H.G.Gadamer: «L’art de compredre. Herméneutique et tradition philosophique», Paris, 1982.
(5) Benedetto Croce: «Breviario de estética», Ed. Espasa Calpe, Buenos Aires, 1943.
(6) Ricardo Senabre: «Curso de Teoría de la Literatura», Taurus. Madrid,1996
(7) W.Dilthey: Ver nota 3
(8) Ricardo Senabre: «Sobre las reglas de Lachmann», Ver nota 6.
(9) Claudio Guillén: «Entre lo uno y lo diverso», Introducción a la literatura comparada, Edt. Crítica. Barcelona, 1985
(10) Oskar Walzel: «Wechelseitige Erhelluntg der Künste», 1917.
(11) Horacio: «Art poetica», Taurus, Madrid, 1987.
(11) Tomas S. Kuhn: «La estructura de las revoluciones científicas», F.C.E., México, 1975.
(12) J.L. Mardones: «Fiolosofía de las ciencias humanas y sociales. Materiales para la fundamentación científi ca», Barcelona,Anthropos, 1991.
(13) Aristóteles: «Obras Completas», Ed. Nueva Biblioteca Filosófica, Madrid, 1931.
(14) Galileo: «Diálogos sobre los sistemas del mundo», Ediciones Alcoma, Madrid,1946.
(15) J.L. Mardones: Ver nota 12.



De la soledad y su hallazgo: fragmentos y apuntes sobre textos varios (¿de Teoría de la Literatura?), Francisco Acuyo



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