Ofrecemos la segunda parte de La soledad y su hallazgo, incluida en este blog, para su custodia y benevolente consideración.
DE LA SOLEDAD Y SU HALLAZGO II
III
INSTRUIDO
ESTE PROCESO CON EL SILENCIO de nuestro juicio, sin darle más resonancia que
aquella introvertida siempre en el estudio y en la soledad de su hallazgo. Por
todo lo cual vinimos a convenir en nuestras pesquisaciones algunas referencias,
ya por su carácter tantas veces enigmático, ya por nuestra sugestionada
disposición para entender lo que quizá no estuviese sino en nuestra
imaginación, no dar cuenta expresa, sino que, basándonos en algunos de sus
fragmentos, nos pareció más oportuno establecer una guía de perplejos con la
que aproximar lo que nos pareció un intento descriptivo de género literario,
cuya naturaleza parecía navegar procelosas aguas aún indescriptibles.
Se
hacían afirmaciones tales como que «su esencia no podía conocerse», pues
«aquello que se conoce es del tiempo»; o que aquella enigmática forma de
expresión se movía allende cualquier
momento, con plenitud instantánea, sin un antes o un después, sin sujeto u
objeto verificables por distinguibles; donde escuchar es oír el silencio, es
ver en lo oculto. No puede conocerse totalmente porque para conocer hay que
retener el recuerdo, y la memoria de su instante es imposible, sólo puede
retenerse lo que ha muerto, y «aquello» que es vida es invitación a lo
desconocido.
Transcribiremos
un fragmento que, si bien no dará con exactitud crédito con el que seguir un
criterio de rigor fidedigno a ese peculiar género del que quería darnos atisbos
de noticia, y que pudiese así mismo, orientarnos de manera intuitiva en sus
singulares referencias, sobre todo cuando
nuestro autor pretende indagar
teóricamente en la naturaleza de la que parece concebir como propia y
distintiva disciplina artística; dice:
«Cualquier
cuestionamiento, adaptación o incertidumbre con la que el autor de este arte
pretenda hacer (en tantas ocasiones ingenuamente) suscripción, refrendo,
garantía, caución de juicios, arbitraje, litigio, veredicto o razonamiento, y
todo ello al margen de las eximias diligencias que le son propias en el
ejercicio de su arte, están, de forma inexorable, destinados, si no a la
proscripción, sí sujetas a un grado de importante escepticismo, según estén
próximos o distantes sus bulliciosos criterios al severo rigor que exige la
academia. Tal es la prescripción que atañe al estudioso prudente que, casi
siempre, ve más proclive el espíritu de este artista a la ensoñación, e incluso
al delirio, y siempre en respuesta de su proverbial melancolía o al arrebato de
su genio, que a la reflexión adusta, razonable y exigente».(16)
Cabe
colegirse de fragmentos como este que, como adelantábamos, anhelara barajarse
una polémica de orden genérico, donde no se muestra del todo claro una realidad
admisible en la cuestión de un canon estructural de géneros con los que
dilucidar las diferentes manifestaciones literarias, pero, sobre todo, en
referencia a esta expresión literario artística (¿del todo literaria?) a la que
nos referíamos hace apenas unas líneas atrás; máxime, cuando parece existir ya
una manifiesta conflictividad entre el concepto de género y las subsiguientes
manifestaciones literarias que pretende considerar, ordenar y clasificar.
Pero
esta cuestión se nos antoja, si cabe, harto más compleja si tenemos en cuenta,
por un lado; la falta de material contrastable, y por otro: porque parece
colegirse de estos y y otros escritos, que este arte (¿plenamente literario?)
pueda situarse como entidad independiente de la disciplina de la literatura
misma que lo estudia.
Si
seguimos los dictados de algunos de estos documentos fragmentados, nos
encontraremos con una «conceptualización» especialmente vaga que diríase,
pretende usurpar el ámbito enigmático de este arte singular, así encontraremos
términos que la mantienen en un grado de indefinición tales como el de
«inefabilidad».(17)
No
obstante de todas las dificultades, cabe señalarse elementos discursivos que
sitúan este arte más allá de conceptos fundamentales de la disciplina literaria
como la propia retórica,(18) situándola en la dinámica de un arte inspirado,
ofreciendo una dimensión contemplativa del mismo, no ya como «poiesis», sino
como acción puramente creativa y estrechamente ligada a la búsqueda de la
verdad.
También
se vierte la idea de una especie de clasificación de este «presunto género» y
otros literarios específicos, en razón de aspectos puramente formales y que
atañen a cuestiones de distinción que denominan como «métricas»(19),
y otros conceptos que atañen al «decoro» del propio discurso.(20)
Otro
rasgo de distinción de aquella «arte singular» cabe deducirse de aquellos otros
fragmentos en los que se avisa de este arte expresivo como una forma
indiscutible de conocimiento; como fundamento singular para la comprensión de
la realidad: Interviene en la dialéctica del conocimiento(21) como «antitesis»
que, aunque representativa del mundo subjetivo, no parece obviarse su total
capacidad para reconocer y reconocerse en la realidad. El mundo de lo mental y
psicológico esplende en este arte, precisamente por su estrecha vinculación con
lo objetivo.
De
cualquier forma, nos parece útil tener presente aquella opinión interpretativa
deducible de lo contrastado en todos y cada uno de los fragmentos encontrados,
señalando que el «arte especial» al que hacen referencia es propio de un
conocimiento intuitivo, evidenciando otra forma de conocer alternativa al
razonamiento genuino y la lógica esencial, muy propia y valorada en esta
civilización inconfundible.
Nos
llamó poderosamente la atención otro juicio por el cual se proclamaba que este
«arte», en los significados de sus enunciados, trasciende en muchos casos el
carácter verbal que, en principio, lo situaba, desde lo que denomina una
«perspectiva semiótica», cercano a otros enunciados de especie visual y
musical.
Conviene,
finalmente, advertir que la aspiración a la verdad de este «arte», «debe acusar
la insuficiencia de la palabra para su íntegra transcripción», según narraba
otro párrafo de otro interesante fragmento; y añade que: « si la verdad no
puede ser descrita, el ejercicio de este arte, como la belleza, no puede ser
desgajado en modo alguno de la acción, del móvil mismo de la vida...» «dicha
acción es la armonía del ser que anima esa consciencia enigmática que nos hace
reconocer en este modo de expresión artístico, que la verdad es la realidad que
subsite en una plenitud constante en la acción que supone y presupone dicho
arte».(22)
IV
A estas alturas de nuestra
vertiginosa exposición,
consideramos que es extremadamente importante caer en la cuenta de la quimérica
apreciación que admite como premisa esencial, que el
registro fósil que puedan suponer estos fragmentos no exhibe (en él mismo o en
otros potenciales) un cambio gradual y
uniforme a cualquier escala temporal..(23)
Consideramos
también los textos, no obstante de su fragmentalidad, como sistemas que tienen
un elemento de realidad propio. Siendo esta apreciación nota importante para un
estudio historiográfico evolutivo. Todo esto con el fin de poder contrastar
estos hallazgos con otros potenciales que pudiesen ir apareciendo y que se
mostrasen con rasgos de temporalidad distintos o con puntos de confluencia o de
difracción.
Sin
embargo, y constatando algunos otros hallazgos aparecidos, debemos reconocer
ante la presencia de los textos analizados que, efectivamente, debemos esperar
transiciones súbitas, incluso en el registro fósil más perfecto,(24)
por lo que no debieramos dejarnos engañar por los largos períodos de éxtasis
que denotan algunos de los muchos hallazgos literarios encontrados, pues de
forma súbita pueden aparecer, como de hecho así ha sucedido, textos que pueden
poner en cuestionamiento esa visión evolutiva equilibrada que, dentro de una
dinámica clásica, debieran verterse de forma falaz como prácticamente
inmutables.
No
debieramos, al menos en principio, sino observar con la misma perplejidad, la
complejísima evolución que marcha inexorable desde los trilobites a los
nautiloideos gigantes, los grandes saurios, osos de las cavernas, hasta esta
misma raza humana, cuyas huellas, en forma de peculiares escritos ahora
analizamos. Precisamente de las muestras más genuinas de su sensibilidad
intelectual, situamos las diferentes manifestaciones literarias que a lo largo
de su corta historia evolutiva, participan, en cierto modo, al igual que sus
creadores biológicos, como organismos de una ascendencia común.
Quizá
sea también lógica la consideración por la que las mutaciones observables en
estos y otros textos, no obedezcan a una dinámica totalmente aleatoria, acaso
como una variación heredable,
tal vez similar a la que acontece en el ámbito de
los seres vivos, en una cierta simbiogénesis literaria, fruto tal vez, de una
convivencia no detectada a largo plazo. Así puede que no debamos descartar que
los textos hallados tengan en cierto modo un carácter «simbionte»(25)
en tanto en cuanto que organizan una enorme cantidad de conocimiento que se
proyecta hacia atrás en el tiempo, y posiblemente también hacia adelante.
Cabría
plantearse cuales han sido los criterios de pensamiento, linguísticos,
literarios, etc, que se han mantenido a través del transcurso del tiempo como
unidades elementales detectables en estos fragmentos; como fracciones lógicas
de información, átomos inteligentes, que en términos biológicos, actuaran como
un gen en lucha por la supervivencia de la entidad expresiva que, más tarde, se
vería integrante del canon genérico. En muchos aspectos, los escritos hallados
serían «fenotipos» (26) singulares literarios que garantizan una
durabilidad en el marco espacio temporal donde se desarrollan, diríase que
procurando a través de su éxito evolutivo la supervivencia de una fructífera
herencia cultural y literaria.
No
sabríamos decir si, de forma totalmente clara, encontramos en estos fragmentos
rasgos que puedan tenerse como auténticamente replicables, o acaso como
vehículos idóneos para propiciar una jerarquía de «individuos» que garanticen
su perdurabilidad. No obstante, debemos manifestar algunos reparos hacia este
mismo concepto de «meme»(27) con el que hemos intentado explicar
algunos de los aspectos sustanciales de nuestros fragmentos. No sabemos si hubo
consciencia por parte de los presuntos divulgadores de los textos, ni del
propio autor, si estos podrían formar parte de aquellas unidades primarias y a
su vez, si estos mismos textos serían portadores de aquellas, con su capacidad
de transmitir copias y variaciones de dichas copias.
No
queremos mostrarnos excesivamente reduccionistas para caer en la insalvable
herejía de extraer la fuerza vital de los fragmentos (así como de los que
pudieron servir de apoyo) para relacionarlos; desde una posición mucho más
ecléctica nos situamos para poder explicar algunos de sus misterios, más allá
de una perspectiva selectivo evolucionista.
Así
pues, no podemos sino poner en duda las morfologías y sus variantes, e incluso
afinar sobre las filogenias en la selección de un linaje de esas morfologías,
pero creemos que desarraigados tanto del mundo natural como del cultural origen
de los textos. Nos parece así, por entrañar una complejidad mucho mayor de lo
que estas perspectivas estarían dispuestas a admitir, y que no exaltan en
absoluto la desenfrenada creatividad de la vida; razón por la que sus
manifestaciones entendidas como culturales, acaso debieran atender más a su ser
que a su potencial funcionalidad.
A
pesar de su fragmentalización y dispersión, los textos hallados nos muestran un
orden singular y una organización que subyace en el ser de estos escritos, y
que los manifiesta tanto por una
competencia clara, como también por una evidente cooperación en la expresión de
su propio ser, de su propia naturaleza. (28)
V
CONSIDEREMOS EN ESTE PUNTO QUE NUESTRO
ANÁLISIS textual, quizá no alcanzase sino a dar sólo una semblanza aproximada
de todo lo que de verdad contiene la realidad de la obra. No obstante,
requeriremos de un potencial lector interesado; su atención, supone la
aceptación del hecho de que no podemos valorar como criptografía los fragmentos
encontrados, por lo que no nos parecen motivo de controversia en este aspecto,
pues incluso pensamos totalmente lógico que a través de su consideración
minuciosa se vea que, si son en buena parte comprensibles, responde su
conservación a este hecho, aunque no podamos hacer dictamen definitivo de su
sentido último, si es que necesariamente hubiera de tenerlo.
De
cualquier forma, se nos ofrece de interés el cosmos reflejado en sugestivo
acervo por los escritos, de los cuales no caben deducirse propiedades
intrínsecas,(29) más bien proyectan propiedades relacionales.(30)
Los
posibles adláteres de nuestro autor (los deducimos de varios textos posteriores
hallados cerca de los que comentamos) diríasen reflejar en su voz, también en
sus presupuestos y explicaciones, una suerte de literatura estructurada en
descripción espacio temporal en forma de urdimbre, de bucles, hermosamente
entretejidos. Podemos apreciar que las propiedades de cualquier punto de su
estructura está determinada por su ligazón con el resto de la propia obra, y
acaso también con la ajena.
Puede
que contagiados por la enfebrecida imaginación de esta civilización, expongamos
ahora un presupuesto acaso disparatado del origen de sus concepciones. Mas no
se nos vierte del todo peregrina la afirmación de que estos fragmentos
participan en buena parte de una visión «antrópica» del mundo: la idea de que
las propiedades de su universo son tales, en virtud de que explican por qué
puede existir vida consciente capaz de apercibirse de que lo que es, y que será
tal y como es y no de otra forma. No nos deja de parecer irónico en nuestras
conjeturas el efecto que hubiera producido a su visión del mundo saber de la
existencia de otras inteligencias con apreciaciones en muchos casos muy
diferentes a la suya.
Sería
recomendable en la observación, estudio y posterior análisis de estos
extraordinarios fragmentos, la consideración fundamental de los mismos en la
necesidad de la existencia de observadores, analistas y escrutadores capaces de
considerar cualquier problemática que pueda plantearse; cosa que por otra parte
no deja de parecernos paradójica, habida cuenta que estamos hablando de una
civilización extinta y que no cuidó demasiado hacer perdurable su progenie.
A
tenor de los avances llevados a cabo en la investigación de los escritos,
debemos decir que creímos en principio
conveniente abandonar una línea excesivamente reduccionista en la
investigación, pero a la vista de la complejidad de los asuntos tratados, así
como a la estructura no menos difícil de los mismos, optamos por una dirección
sintética en nuestras indagaciones.
Estimamos que al margen de la expresión
literariay de sus aspectos lingüísticos, semánticos... se iba a imponer la
necesidad de una conjunción de sistemas varios, no precisamente simples, sino a
su vez en extremo muy complejos.
Que
escogiésemos una vía «holística» en los criterios de investigación, responde al
hecho perfectamente constatable, de que en muchos momentos no vimos claras las
posibles cesuras o fronteras en nuestra senda de investigación entre las
diferentes disciplinas de estudio.
Constatamos
también que conceptos como el de «pléctica»,(31) pueden aproximarnos
a la intención de este autor (y probablemente a otros muchos) que estimaba
pautas básicas en sus estudios con las que contemplar la complejidad de los
sistemas, portando reglas sencillas en un orden inicial, teniendo presente la
necesaria interacción con el azar. Esta «pléctica» (denominación cuyo origen es
mucho más antiguo -cultura griega- que significa «trenzado») en los manuales
que nos ocupan implican el estudio de la simplicidad en la propia complejidad
como método de indagación y estudio.
Podemos
entender a la luz de afirmaciones anteriores, la necesidad de considerar el
fenómeno literario y lingüístico como un sistema complejo adaptativo,(32)
capaz de de evolucionar aprendiendo, pero teniendo esta ciencia como
característica peculiar el hecho de no ser completamente determinista.
También,
a raíz de estas y otras reflexiones, nos planteamos sobre el pensamiento
literario y lingüístico, donde cabe reseñarse, aunque en principio se plantee
como mera conjetura, si aquellos elementos supuestamente colectivos deducidos
de los textos son, en realidad, un subconjunto de la complejidad anteriormente
referida, y si su sistema lingüístico literario, cuando intensamente complejo
en sus pautas de interacción, conduce de forma súbita a ese orden y equilibrio
que le caracterizan como cómputo.
Tampoco
estimamos descabellado en aquel instante plantearse la posibilidad de hallar
algún «algoritmo»(33) capaz de dar cuenta de la diversidad enorme
del fenómeno literario, así lo inferimos observando singularmente estos
fragmentos; y también, interrogándonos sobre dicho mecanismo y, si con su
procedimiento, seríamos capaces de generar un sistema virtual de análisis de su
fenomenología.
La
predicción algorítmica, como sabemos, no es tan predecible como en principio
hubo de plantearse, y bien pudiera emparentar con ese mundo aleatorio y borroso
que muestran nuestros fragmentos. No obstante,
sigue fascinándonos no ya la presencia del caos en mayor o menor grado
en nuestras predicciones, origen de la falta de información por los fragmentos
no encontrados, sino porque, aun así, es posible un orden del todo manifiesto a
pesar de su fragmentación, donde barajamos la posibilidad de la existencia de
una fuerza motora autoorganizativa,(34) que se muestre como
propiedad de este o de otro cualquier sistema abstracto y complejo, desde donde
poder deducir que el orden parece cosa totalmente natural, participando esta
civilización de un concepto gramatical del universo.(35)
Notas.-
(16) Francisco Acuyo: Lo Inefable Traducido:
Fisiología de un espejismo.
(17) B.Croce: Ver nota 5
18) Platón.
«Ión». Obras Completas. Aguilar Madrid 1977.
(19) Aristóteles: «Arte Poética»: Espasa Calpe
-Austral- Madrid 1970.
(20) Horacio: Ver nota 11.
21) Hegel: «Lecciones de estética. De lo
bello y sus formas»: Espasa Calpe - Austral Madrid 1958.
(22) Francisco
Acuyo: Ver nota nº15
(23)
Niles Eldredge: Fossils, Harry N. Abrahams, Nueva York. 1991. La tercera
cultura. Tusquets. Barcelona 1995
(24)
Lynn Margulís: Early Life. Jones & Bartlett. Bostón 1981. La tercera
cultura. Tusquets. Barcelona 1995.
(25)
Richard Dawkins: The Extended Phenotype. Oxford University Press. Nueva York
1986. El relojero ciego. Labor.
Barcelona 1988. El gen egoista. Salvat. Barcelona 1993.
26) Richard
Dawkins: Ver nota 15
(27) Brian Goodwin: How the Leopard Changed its
Spots. London 1994. La tercera cultura. Tusquets. Barcelo- na 1995
(28)Lee
Smolin: «The Life of The Cosmos»: «A New
View of Cosmology, Particle Phycis, and the Meaning of Quantum Physics. Crow. Nueva York. 1995. La
tercera cultura. Tusquets. Barcelona 1995.
(29)
Leibniz
(30) Murray Gell-Man: «El Quark y el Jaguar».
Tusquets. Barcelona 1985.
(31) Idem.
(32)
Christopher G. Langton: Artificial Life. Reading MA. Addison-Wesley. 1989.
(33) J.Doyne Farmer, Tomaso
Toffoli y Stephen Wolfram eds: «Cellular Automata» Physica. Amsterdan 1984.
(34) Jeremy Campbell: «El hombre gramatical»:
FCE. México 1989.
(35) Claude F. Shannon: «A Mathematical Theory
of Information». Bell System Technical Journal. 1948.
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