lunes, 27 de agosto de 2012

LA LÍRICA TRADICIONAL EN LA SECCIÓN DE AMOR Y POESÍA (I)


Para la sección tan primorosamente escogida por quien suscribe estas líneas introductorias, y desde luego ya bien conocida por los habituales del blog, y para asombro de propios y extraños, interesados o no por la poesía (habida cuenta del interés despertado y expreso de forma concluyente en la ingente cantidad de visitas a esta sección), he decido presentarles una selección de la que muy bine puede considerarse uno de los influjos más importantes en la modesta trayectoria, como poeta, de quien con toda humildad les habla, me refiero a la denominada Lírica tradicional, incluida a la sazón en este apartado de Amor y poesía del blog Ancile. En cualquier caso será siempre hija del descontento esta antología (como ya muy bien advirtiese el que fue uno de mis maestros incuestionables: José Manuel Blecua, en labores mucho más significativas de elaboración antológica), pues parece ser el sino incuestionable de todo intento de selección poética. Por eso mismo la verteré a mis lectores queridos en varias entradas, seguro, no obstante, de que omitiré alguna composición estimada para muchos –e incluso para mismo- por mor de este o aquel poema que en el instante de la selección me pareció más oportuno, amen de por la conveniente exigencia de brevedad que reclama este medio y esta forma de divulgación siempre singular.

La lírica tradicional, amor y poesía 1, Ancile
            Los criterios, sin embargo, de esta recopilación, han querido guardar estrecha relación con aquellos que una vez empujaron, salvando las obvias e inalcanzables distancias, a dos de los grandes maestros (al menos lo fueron para quien suscribe estas líneas) y que vio la luz bajo el título de obligada referencia Poesía de tipo tradicional (Ed. Gredos, Madrid, 1964),  de Dámaso y Alonso y el ya mencionado y especialmente querido José Manuel Blecua, no en vano tuve la fortuna de mantener correspondencia epistolar con el gran profesor en los últimos años de su vida; me parecería, además injusto no mencionar al no menos estimado Francisco López Estrada). En un medio tan singular como es el informático y, sobre todo el que al blog se refiere, que exige unas condiciones que no voy a desbrozar ahora, pero que sí he de reconocer que pudo marcar en algún momento la selección. De todas formas verán como características muy generales de dichos poemas la forma particular –métrica- (delicadas composiciones en arte menor, casi todas ellas); la temática apropiada a la sección y que sigue rigurosamente sus principios, el amor; la gracia y espontaneidad expresiva tan característica de nuestra extraordinaria lírica tradicional, en muchos casos de origen claramente popular; y, por fin, la capacidad sintética de dichas composiciones que se manifiesta, de manera prodigiosa en algunos casos, con un solo par de versos.

            Así las cosas, les ofrezco esta primera entrega de Amor y poesía dedicada a la Lírica tradicional que tanta gloria poética ha supuesto para la historia de nuestra literatura y de la poesía universal. Ruego disculpen que me desprenda de todo aparataje de erudición y me remita a advertirles que todos los poemas están seleccionados de nuestra riquísima tradición recogida en múltiples y variados cancioneros, al fin y al cabo, estos poemas cumplen sobradamente su función en este medio, que no es otra que mostrar, en la sección que ocupan, la muestra mirífica y prodigiosa de nuestra nunca suficientemente ponderada tradición poética. En primer lugar, en esta primera entrega, aparecerán poemas de nuestro maravilloso acervo lírico que se caracterizan porque desconocemos su autoría. Acaso su anonimato las reviste de un carácter más bello, y cuyo origen sugestivo por desconocido, las hace también más enigmáticas.



La lírica tradicional, amor y poesía 1, Ancile




LA LÍRICA TRADICIONAL EN LA
 SECCIÓN DE AMOR  Y POESÍA(I)








¡Tanto amare, tanto amare,
habib, tanto amare!
Enfermeron olios nidios
e dolen tan male.


            ****


Ya cantan los gallos
amor mío y vete;
cata que amanece.

Vete, alma mía,
más tarde no esperes,
no descubra el día
los nuestros placeres.
Cata que los gallos,
según me parece,
dicen que amanece.


            ****



Dentro en el vergel
moriré;
dentro en el rosal
matarme han.
Yo me iba, mi madre,
las rosas coger;
hallé mis amores
dentro en el vergel.
Dentro en el rosal
matarme han.


            ****


A coger amapolas,
Madre, me perdí:
¡caras amapolas
fueron para mí!


            ****


Desde niña me casaron
por amores que no amé:
mal casadita me llamaré.



La lírica tradicional, amor y poesía 1, Ancile




            ****


Salga la luna, el caballero
salga la luna, y vámonos luego.

Caballero aventurero,
salga la luna por entero,
salga la luna, y vámonos luego.

Salga la luna, el caballero,
salga la luna, y vámonos luego.


            ****



Entra mayo y sale abril:
¡tan garridico le vi venir!

Entra mayo con sus flores,
sale abril con sus amores,
y los dulces amadores
comiencen a bien servir.


            ****


En el monte la pastora
me dejó:
¿dónde iré sin ella yo?


            ****


Que no dormiré sola, non,
sola y sin amor.


            ****



Enviárame mi madre
por agua a la fonte fría:
vengo del amor ferida.


            ****   




En la fuente del rosel,
lavan la niña y el doncel.

En la fuente de agua clara,
con sus manos lavan la cara
él a ella y ella a él:
lavan la niña y el doncel.
En la fuente del rosel,
lavan la niña y el doncel.





La lírica tradicional, amor y poesía 1, Ancile

            ****   



Malferida iba la garza
enamorada:
sola va y gritos daba.
Donde la garza hace su nido,
ribericas de aquel río,
sola va y gritos daba.


            ****


Al alba venid, buen amigo,
al alba venid.
Amigo el que yo más quería,
venid al alba del día.
Amigo el que yo más amaba,
venid a la luz del alba.
Venid a la luz del alba,
non traigáis compañía.
Venid a la luz del alba,
no traigáis gran compaña.


            ****


¡Ay cadenas de amar,
¡cuán malas sois de quebrar!


            ****


Queredme bien, caballero,
casada soy, aunque no quiero.



            ****


Al alba venid, buen amigo,
al alba venid.

Amigo el que yo más quería,
venid al alba del día.

Amigo el que yo más amaba,          
venid a la luz del alba.

Venid a la luz del día,
non traigáis compañía.

Venid a la luz del alba,
non traigáis gran compaña.      


            ****  

  Tres morillas me enamoran
en Jaén,
Axa y Fátima y Marién.

  Tres morillas tan garridas
iban a coger olivas,
y hallábanlas cogidas
en Jaén,
Axa y Fátima y Marién.

  Y hallábanlas cogidas,
y tornaban desmaídas                    
y las colores perdidas
en Jaén,
Axa y Fátima y Marién.

  Tres moricas tan lozanas,
tres moricas tan lozanas,               
iban a coger manzanas
a Jaén,
Axa y Fátima y Marién.



La lírica tradicional, amor y poesía 1, Ancile

            ****

Dentro en el vergel
moriré;
dentro en el rosal
matarme han.

Yo me iba, mi madre,
las rosas coger;
hallé mis amores
dentro en el vergel.
Dentro en el rosal
matarme han.




La lírica tradicional, amor y poesía 1, Ancile



Si la noche se hace escura
y tan corto es el camino,
¿cómo no venís, amigo?

La media noche es pasada
y el que me pena no viene:
mi desdicha lo detiene,
¡qué nascí tan desdichada!
Háceme venir penada
y muéstraseme enemigo.
¿Cómo no venís, amigo?


            ****


  De los álamos vengo, madre,
de ver cómo los menea el aire.

  De los álamos de Sevilla
de ver a mi linda amiga.

  De los álamos vengo, madre,              
de ver cómo los menea el aire.

              ****


¿Agora qué sé de amor
me metéis monja?
¡ay, dios, qué grave cosa!
Agora que sé de amor
de caballero,
agora me metéis monja
en el monasterio:
¡ay, dios, qué grave cosa!


            ****


Perdida traigo la color:
todos me dicen que lo he de amor.
Viniendo de romería
encontré a mi buen amor:
pidiérame tres besicos,
luego perdí la color.
Dicen que a mí lo he de amor.
perdida traigo la color,
todos me dicen que lo he de amor.

            ****


Quiero dormir y no puedo,
que el amor me quita el sueño.
Manda pregonar el rey
por Granada y por Sevilla
que todo hombre enamorado
que se case con su amiga:
que el amor me quita el sueño.
Que se case con su amiga.
¿Qué haré, triste, cuitado,
que era casada la mía?
Que el amor me quita el sueño.
Quiero dormir y no puedo,
que el amor me quita el sueño.


            ****

Mis arreos son las armas,
mi descanso es pelear,
mi cama las duras peñas,
mi dormir siempre velar.
Las manidas son escuras,
los caminos por usar,
el cielo con sus mudanzas
ha por bien de me dañar,
andando de sierra en sierra
por orillas de la mar,
por probar si mi ventura
hay lugar donde avadar.
Pero por vos, mi señora,
todo se ha de comportar.


            ****




Parióme mi madre
una noche escura,
cubrióme de luto,
faltome ventura.
Cuando yo nascí,
era hora menguada,
ni perro se oía,
ni gallo cantaba.
Ni gallo cantaba,
ni perro se oía,
sino mi ventura
que me maldecía.
Apartaos de mí,
bien afortunados,
que de sólo verme,
seréi desdichados.
Dixeron mis hados,
cuando fui nascido,
si damas amase
fuese aborrecido.
Fui engendrado
en signo nocturno,
reinaba Saturno
en curso menguado.
Mi lecho y la cuna
es la dura tierra;
crióme una perra,
mujer no, ninguna.
Muriendo, mi madre,
con voz de tristura,
púsome por nombre
hijo sin ventura.
Cupido enojado
con sus sofraganos
el arco en las manos
me tiene encarado.
Sobróme el amor
de vuestra hermosura,
sobróme el dolor,
faltóme ventura.




Poemas anónimos





La lírica tradicional, amor y poesía 1, Ancile



jueves, 23 de agosto de 2012

CUENTOS: DE JOSÉ PASTOR AGUIAR

Tenemos el inmenso placer de presentar en esta entrada de la sección de narrativa, en primicia para nuestro blog, uno de los cuentos que integran este prodigioso libro intitulado, precisamente, Cuentos, del excelente narrador y querido amigo José Pastor Aguiar, quien cuenta con una capacidad de relatar, detallar y finalmente expresar mediante un discurso narrativo privilegiado en un género tan singular como es el del relato corto. He aquí estos Cuentos, publicados con muy buen criterio por la Editorial Pelícano, de este autor de quien en modo alguno debemos perder la pista. Con el beneplácito de su creador, ofrecemos el cuento que abre este excepcional conjunto de relatos que porta el título de El globo. Con todos ustedes José Pastor Aguiar, y de su libro de cuentos esta narración inicial, y así  sirva para hacer boca y les instiga la muy sana curiosidad que les lleve a adquirir  este libro que, de seguro, hará las delicias de los paladares más exquisitos en la delectación de la buena literatura.


Cuentos, de Pastor Aguiar, Ancile
José Pastor Aguiar en faenas de pesca



CUENTOS *

DE JOSÉ PASTOR AGUIAR

EL GLOBO

Cuentos, de Pastor Aguiar, Ancile



Dicen que mi tía se volvió loca con lo del parto. Había estado toda la noche gritando sin que aquello se le saliera del cuerpo. A punto de cantar el manisero, le vino una gran diarrea y con ella el muchacho. Desde entonces, engordó mucho, a pesar de que cada día andaba más de quince kilómetros, teniendo en cuenta los caminos rectos hacia los brocales de los pozos y las tres vueltas que les  daba en uno y otro sentido, manteniendo los brazos en cruz y enseñándole al cielo los pellejos donde, según ella misma, cargaba con las maletas del eterno viaje.

Además de la obsesión con los pozos y de chupar caramelos escandalosamente, la mayor parte de su tarde la pasaba con el Moro y yo, jugando como un chiquillo. Cuando la hacíamos reír con alguna jugarreta, nos daba la mitad de sus golosinas, que tragábamos a la carrera,  ya que enseguida se arrepentía y se  nos encimaba con sus doscientas veinte libras.

Abuelo, con tanto  trabajo para mantenernos, no se ocupaba de ella hasta la noche. Por eso, su mayor delicia era seguirnos hasta la laguna.

Una mañana, cuando el Moro contaba con dos buenas truchas que daban saltos como chivas al pie de la ceiba, ella aprovechó el descuido y se las echó entre los senos, escapando por donde vino. El Moro acababa de decirme:

_ Pepín, ¿has visto un globo de verdad?_

_ ¡Cómo lo voy a ver…! Dice abuelo que mucho antes de que él naciera un hombre que se llamaba Matías Pérez se fue en uno_

_ De eso te iba a hablar; la maestra nos contó sobre ese tal Matías ayer mismo… ¿Y tú no crees que puede andar vivo entre las nubes, comiéndose los pájaros que vuelan más alto?_

_ Desde que lo supe, yo creo también que debe andar por allá arriba y no ha querido desinflar el globo porque debe ser muy bonito el cielo_

_  Dicen que el cielo es todo hueco y que tiene muchas lunas y soles que no podemos ver de lo lejos que están_

_ Mi abuelo me contó que el cielo está lleno con las almas de los muertos y Dios vive allí como un viento, o como una luz que no se puede tocar; aunque él lo vio en sueños_

Cualquiera que nos conociera, de ver interrumpir la pesca tan temprano, habría sabido que algo inusual nos empujaba. Volvimos hasta la ceiba para recoger las truchas.

_ ¡Se fueron, Pepín!_

_ No es posible… ¿con qué patas?_

_ Pues se fueron para el coño de mi madre_ Le vi los ojos aguados y golpeándose las piernas, impotente.

_ Vamos, Moro, tenemos que hablar de algo más importante_

Como  si estas palabras hubieran sido mágicas, saltó delante de mí y trabajo me costó alcanzarlo al llegar a casa. Tiré el anzuelo por la puerta de la cocina y cuando escapaba de los gritos de mi abuela, pude verlo zarandeando a la loca al borde del tanque de agua para los animales. Allí estaban las truchas. Una se movía cual flecha de un extremo al otro, sin dejarse atrapar. La otra, como un buque a la deriva, enseñaba parte de su vientre y la boca rígida de tan muerta que estaba. Lo halé hasta la salvadera, desde donde la tienda de su padre se veía a cincuenta pasos, después de unas zarzas.

_ Nos vamos al cielo_ le dije muy agitado y tratando de que olvidara las cabronas truchas.

_ ¡Claro, hombre!  He estado mirando un libro de la maestra y le pregunté toda la semana sobre lo que nos hace falta_

Al otro día muy temprano, el Moro me sorprendió tirando el buche de agua por la ventana.

Al pie de la salvadera repasamos la lona con la que su padre cubría el antiguo jeep. También tenía cordel, tijeras, cintas y pegamento del que usan los zapateros. Lo fuimos ordenando todo. Él cortaba la lona en  tiras y yo acarreaba tablas viejas del corralito del último puerco. La loca, guardando distancia, nos observaba.

Cuando teníamos el globo cosido, pegado con cintas en las costuras y colgándole una pequeña plataforma de tablas sostenidas por sogas finas a la parte inferior de la lona, el Moro trajo la bomba que usaba su padre para los ponches.


Colocamos todo detrás de la salvadera, de manera que no se viera desde mi casa. Lo amarramos a una estaca y comenzamos a inflar el enorme balón, que rozaba algunas ramas. Habíamos invertido una semana en la obra.

Nos tendimos boca arriba, asustados de aquello, y a la vez con una felicidad desbordante. Nos sentíamos realizados. En eso llegó ella, saltando entre las malvas blancas para darle tres vueltas en uno y otro sentido, mostrando desde sus brazos en cruz sus maletas del eterno viaje. El Moro la fue empujando hasta el otro lado del tronco. Colocamos el cartucho de galletas y un racimo de plátanos que él robó de la tienda. Comprobamos que con el peso de uno sólo de nosotros la plataforma se pegaba al suelo.

_ ¡No puede!_ Pateaba yo a lágrima batiente.

_ Espera, ¿no ves que tenemos que ir tirando los sacos de tierra?_ me señalaba al hablar, los cuatro medios sacos que ocupaban el piso.

Los dos nos recostamos en el tronco para ver desde cierta distancia el hongo maravilloso que se bamboleaba torpemente con los planazos del viento. Corrimos a  casa para traer el libro de geografía, algunos cordeles y sábanas de yute para la noche estelar. Íbamos dando tropezones, sin perder la risa extraviada de vernos sobre los cirros palmoteando las garzas. Imaginaba los trozos de nubes humeantes entre mis dedos, tratando de escapar como gelatinas sin peso.

El globo marcharía al cielo con las corrientes del aire y entre los nubarrones,  la tierra apareciendo en un solo golpe de vista, y los mares con tiburones desesperados por alcanzarnos. La noche cundida de luces nos haría tapar los ojos y los gritos nuestros en el espacio sin fin, amontonando a los seres del cosmos, que tal vez nos trajeran alguna desgracia.

A todas éstas, mi abuela, al sorprenderme arrollando una sábana quiso alcanzarme rengueando.

_  ¡Qué diablos vas a hacer, muchacho,  trae eso acá!_

Estuve en pocos segundos junto a la ceiba y al Moro.

No podíamos creer lo que estábamos viendo. La loca había echado todos los sacos de lastre y picado los cordeles que sujetaban al globo. Éste fue empujado por una fuerte corriente de aire hacia adelante y hacia arriba, rozando las zarzas que ocultaban la tienda.

Así fue elevándosela nave, ahora más lentamente, con un movimiento peculiar por los saltos jocosos que daba mi tía, gritando adiós a todos los habitantes de la tierra y mostrando con los brazos en cruz, las maletas del eterno viaje, como si las lavara  en el océano de lágrimas de nuestros ojos.


José Pastor Aguiar


* Cuentos, José Pastor Aguiar, Editorial Pelícano, Miami, 2012.


Cuentos, de Pastor Aguiar, Ancile

miércoles, 22 de agosto de 2012

DEBATES SOBRE EL HINDUISMO (IV), POR TOMÁS MORENO


Cuarta y última entrada sobre el hinduismo en la sección de microensayos del blog Ancile, por parte del profesor y catedrático de filosofía Tomás Moreno. Broche excelente para temática de tanto interés. Quienes deseen adentrarse en el universo del pensamiento hinduista estas cuatro entradas son de obligada referencia. Muy recomendables.


Sobre el hinduismo. Debate en el café filosófico Zetesis 4



DEBATES SOBRE EL HINDUISMO (Sesión IV)


ANTROPÓLOGO.- Es evidente que la doctrina ética y sociopolítica que se derive de esta peculiarísima cosmovisión hinduista que Vd. acaba de exponer, tiene que ser en extremo “teocrática” y “ritualista”. ¿No es así? ¿Podría hablarnos de este aspecto tan importante y determinante para su evolución social?
Sobre el hinduismo. Debate en el café filosófico Zetesis 4
SWAMI.- Es evidente que, como Vd. dice, esta cosmovisión ha pesado de manera más que onerosa en la configuración sociopolítica de la India -actualmente como saben, la democracia numéricamente más extensa del mundo- a lo largo de su milenaria historia.    Para entenderlo hemos de remontarnos al tratado ético-jurídico más antiguo de la India, y que recoge todo el pensamiento político y ético de la tradición hindú, contemporáneo del Mahabarata, del siglo II a. C. Me refiero al Código de las leyes de Manú[1]. Constituye este Código lo que se llama un “dharma- sutra” (de dharma -ley cósmica, ley moral que se manifiesta en el mundo natural y en el moral, social y político- y de sutra, que significa trama, tejido, recopilación de sentencias, aforismos, máximas, tratados sapienciales, doctrinales etc.). En esencia, este código es un tratado doctrinal-sacerdotal, destinado a glorificar la casta de los sacerdotes brahmanes y asegurarles la dirección efectiva de la sociedad, su posición hegemónica en ella. Toda la sociedad está impregnada de religiosidad: no se distingue lo sagrado de lo profano, en la India hinduista todo es sagrado.
Sobre el hinduismo. Debate en el café filosófico Zetesis 4
            El Código contiene, pues, el conjunto de preceptos, rituales y sacrificios que debe regir la vida del hombre en sus aspectos familiar, social, moral, jurídico y religioso; ya que todo es sagrado y está ritualizado: comer, lavarse, dormir, hacer el amor (recuérdese el “popular” Kamasutra) etc., toda la existencia cotidiana está dominada o presidida por el poder sacro. Y son, precisamente, los sacerdotes brahmanes, los encargados de conservar, custodiar, transmitir, enseñar y aplicar el ritual debido en cada caso “estrictamente”, con lo cual se autoerigen en depositarios monopolizadores del saber y del poder de la sociedad. Por eso el poder tradicional en la sociedad india siempre fue una teocracia indirecta de los brahmanes, fundada en un sistema de castas muy elaborado y rígido, esto es: de grupos sociales o formas hereditarias de vida social estratificada, separadas entre sí por prescripciones de pureza y limpieza ritual, de tal forma que se impedía cualquier forma de movilidad social[2].
ANTROPÓLOGO.- Me interesa mucho que amplíe un poco la significación y funcionalidad de este sistema de castas.
SWAMI.- Lo intentaré. Este sistema de castas comportaba no sólo una rígida división del trabajo social sino, sobre todo, una forma de vida específica impuesta por el dharma de cada casta e individuo.
            Cada uno tiene su dharma intransferible, la actividad para la que ha nacido, sus propios deberes, que deben ser obedecidos ritualmente para no romper el orden cósmico (Rta[3]). No hay más ética que la práctica del dharma: de la tarea de cada uno, de su misión en esta vida, derivada de su naturaleza propia. Si no lo cumple y se transgrede el dharma, sobrevendrán el pecado, la enfermedad, la desdicha, ya que hay una estrecha vinculación entre el orden cósmico-natural, el jurídico-social y el personal-familiar. Si lo cumple, realiza un “acto de verdad”, como enseña la leyenda de las “Preguntas del rey a Milinda” (“Milindapañha”):
“Estando Asoka a orillas del Ganges en su capital de Pataliputra preguntó a sus ministros si sería posible correr hacia arriba las aguas del río, respondiéndole unánimes que tal cosa parece inconcebible; oyó la conversación una refinada prostituta llamada Bindumati, quien disintió, y en prueba se ofreció a cumplir el milagro mediante la realización de un ‘acto de verdad’; para ello cumplió enteramente su oficio en un ‘acto de verdad’, esto es, plena y efectivamente, y el río remontó al instante su corriente”.
Sobre el hinduismo. Debate en el café filosófico Zetesis 4
            Las castas en su origen eran numerosísimas[4], con el tiempo se redujeron a cuatro castas o “coloraciones” básicas (aunque subdivididas en múltiples “jati” o categorías en función de los nacimientos y profesiones): 1ª, la casta de los Brahmanes, clase sacerdotal, jefes religiosos, procedentes de la boca de Purusha (el Hombre Primordial), dedicados al estudio de los Vedas y a los sacrificios y ceremonias. Tienen su propio dharma, su código de actividades propias e incluso su propio tipo de alimentación.; la 2ª, es la de Los Chatriyas, el estamento guerrero (“rajás”: protectores del pueblo) y gobernante que rige benevolentemente al pueblo; proceden del brazo de Purusha; 3ª los Vaisyas o casta trabajadora, labradores, artesanos, ganaderos, comerciantes, todos los que trabajan con sus manos; proceden del muslo de Purusha; 4ª, los Sudras la casta inferior que desempeña los oficios más inferiores y sirven a las castas anteriores.
            Y por debajo de todas las anteriores, y fuera del sistema, se encontrarían los Parias, intocables (Gandhi los llamaba afectuosamente “harijans”, “hijos de Dios”)[5].
SOCIÓLOGO.- De todo lo que nuestro ilustre Swami nos ha enseñado de la civilización india, y ha sido mucho -su sublime espiritualidad, su pluralismo, su tolerancia y liberalidad, su antifanatismo y antidogmatismo, su doctrina de la no violencia, su pacifismo-, es este aspecto de la civilización hinduista (el sistema de castas, sin olvidar el de la absoluta subordinación y sometimiento de la mujer)[6] en su milenaria cultura, de la que no hemos podido hablar en estas sesiones, el que más hiere nuestra sensibilidad occidental y el que más se aparta de nuestra concepción de la igualdad y de la dignidad humanas y del respeto por los derechos humanos de todos. ¿Cómo es posible que el hinduismo justifique y legitime, santificándolo, un sistema social tan injusto como éste?

Sobre el hinduismo. Debate en el café filosófico Zetesis 4
            Quiero recordaros que Max Weber, y otros sociólogos de la religión, historiadores o economistas[7], ya repararon en esta injusticia y que, en su opinión, fueron, en efecto, las especiales características de la cosmovisión india e hinduista de la vida -con su énfasis en la reencarnación y en el karma inexorable de cada individuo, el desapego del mundo y de la vida social que comportaban, la constante apelación a la contemplación mística, la mortificación y la ascesis, la imposibilidad de cambiar las condiciones presentes de vida y las exigencias del propio dharma, además de este rígido sistema de castas- las que impidieron durante milenios el establecimiento en la India de un sistema político y económico racional y las que han llegado a configurar su civilización -en expresión del propio Weber- como extramundana, transcósmica y mística.
            Por su parte, el gran escritor indio Vidiadhar. S. Naipul, premio Nobel de Literatura en el 2001, en su ensayo India. La civilización herida[8], ha calificado las castas -santificadas por la tradición hinduista- como una plaga, un lastre o rémora que ha impedido durante milenios el crecimiento individual, social y económico de la India, llegando a afirmar que:
Sobre el hinduismo. Debate en el café filosófico Zetesis 4
Vidiadhar. S. Naipul
“La pobreza india es más deshumanizadora que cualquier máquina. Más que en cualquier civilización de la máquina, los hombres, en la India, son unidades encerradas en una estrecha obediencia por su ideal del dharma […] Lo que hace de la casta una plaga no es sólo la intocabilidad y la consiguiente divinización de la suciedad en la India; la plaga, en una India que trata de crecer, es también la general obediencia que impone, como satisfacciones disponibles, la disminución del espíritu de aventura, el alejamiento de la individualidad humana y la posibilidad de sobresalir”.
            Después de escuchar este duro testimonio del escritor V. S. Naipaul, mi respetado Swami, ¿qué podría decirnos de todo ello?
SWAMI.- Afortunadamente la democratización de la India tras su descolonización e independencia abolió formalmente el sistema de castas (artículo 17 de la Constitución de 1947). Y aunque los cambios sociales tardan en fructificar en las mentalidades humanas, la sociedad India, la India moderna, va liberándose de semejantes prejuicios y creencias irracionales. Nuestra joven y mundialmente conocida escritora, Arundhati Roy[9], recordaba por eso en una reciente entrevista que “en este país vivimos en varios siglos y al mismo tiempo” y que la actual situación del subcontinente indio es “la de un país viejo intentando vivir en uno reciente”. Es seguro que el impacto de la globalización irá erradicando progresivamente todos esos tabúes ancestrales, que tanto han lastrado su desarrollo humano y social.
Sobre el hinduismo. Debate en el café filosófico Zetesis 4
Arundhati Roy
            El Hinduismo, como cualquier otra ideología, religión o filosofía, puede albergar en su historia palmarias injusticias, situaciones inaceptables y lesivas para la dignidad humana. Pero también es verdad que hay pocas concepciones del mundo, pocas religiosidades tan tolerantes, tan permeables, tan abiertas al cambio y a incluir en su seno sus propias contradicciones. Ningún hindú puede convertir en absoluto un único y exclusivo camino.
            El hinduismo asumió, en su momento, el “liberalismo político” y la “democracia”, y estoy seguro que podrá asumir también, que lo está asumiendo desde hace tiempo[10], la igualdad de hombres y mujeres, la erradicación de la pobreza y de la injusticias sociales[11], así como la  progresiva aplicación, en sus instituciones políticas y sociales, de la “Declaración Universal de los Derechos Humanos”.


                                                                                                          Tomás Moreno



Bibliografía. Se han consultado (además de los libros referenciados en las notas):
J. Roger Riviere, El pensamiento filosófico de Asia, B. H. F., Gredos, Madrid, 1960
J. G. F. Hegel, Lecciones sobre Historia de la Filosofía, FCE, México, 1966.
Alan Watts, Psicoterapia del Este, Psicoterapia  del Oeste, Kairós, Barcelona, 1968.
Heinrich Zimmer, Filosofías de la India, Eudeba, Buenos Aires, 1979.
J. Mosterin, El pensamiento de la India, Salvat, Barcelona, 1982.
T. P. M. Mahadevan, Invitación a la filosofía de la India, F. C. E., México, 1991.
Ana Agud, Pensamiento y cultura en la Antigua India, Akal, Barcelona, 1996.
R. Pánikker, El silencio del dios, Trotta, Madrid, 2001.


[1] El término Manú procede de la raíz “mana” (inteligencia); el hombre es, por eso, “manava”.
[2] El sistema de castas comienza a formarse hacia el año mil a.C. La palabra sánscrita que las designa es “jâti” que significa “nacimiento” (actualmente indica un grupo social). El término “casta” procede de los portugueses, los primeros europeos que se establecieron en la India (Vasco de Gama llegó en 1498) y procede del latín “castum” (casto).
[3] La “Rta es un concepto que procede del Zend Avesta irano-persa (“asha”, “arta”) y significa también orden cósmico y moral.
[4] Aún en la actualidad los expertos hablan de la imposibilidad de determinar su número exacto. En los años sesenta los especialistas señalaban la existencia de cerca de tres mil castas (¡).
[5] Tanto en el mito de los metales de Platón, como en la postulada ideología indoeuropea del historiador Georges Dumezil (cfr. Los dioses indoeuropeos) nos encontramos con esta parecida estratificación social y funcional: clase gobernante, clase guerrera y clase trabajadora. Con la diferencia de que no eran castas cerradas, sino con posibilidades de una cierta movilidad social.
[6] En el Código de Manú se prescribe: “nada debe ser hecho independientemente por una niña, ni por una joven, ni siquiera por una anciana; incluso en su propia casa. En la infancia debe estar sujeta a su padre, en la juventud a su esposo, cuando su señor ha muerto, a sus hijos”.
[7] Gunnar Myrdal, en su gran estudio sobre la pobreza de Asia Meridional (Asian Drama: An Inquiry into the Poverty of Nation, Nueva York, 1968) llegó a la conclusión de que la religión india constituye “una tremenda fuerza de inercia social” y que en ninguna parte actuaba como un agente positivo de cambio, como lo hicieron el calvinismo o el Jodo Shinshu. Aparte del torpor espiritual inducido por el hinduismo, Myrdal puso de relieve que la prohibición hindú de matar vacas era por sí misma un obstáculo mayor al crecimiento económico, en un país donde el número de vacas improductivas igualaba la mitad de la población, ya de por sí muy considerable. (Sobre el origen del tabú y de la veneración a las vacas, cfr.: Marvin Harris. Vacas, cerdos guerras y brujas. Los enigmas de la cultura, Alianza, 1980).
[8] India: A Wounded Civilización, Nueva York, Vintage Books, 1978, pp. 187-188. La Dalit and Tribal People’s Electronics Resource Site, de la India, denunciaba hace apenas unos decenios la exclusión social de aproximadamente 250 millones de personas, pertenecientes a las castas bajas.
[9] Novelista, autora de El dios de las pequeñas cosas, Anagrama, Barcelona, 1991.
[10] La ley de 1976 sobre protección de los derechos civiles trata de establecer una mayor igualdad entre los ciudadanos indios.
[11] Gracias a un impresionante despegue económico que, si bien todavía no alcanza a la mayoría de su población -el boom económico indio está siendo llevado a cabo por no más del 25 % de una población de más de 1. 100 millones de habitantes- ha hecho de la India la cuarta potencia del mundo en lo que se refiere a la tasa de crecimiento de su economía (de un 7% a un 9% de promedio en ésta década) y uno de los líderes mundiales en sectores como el informático, el telemático y el nuclear, sin olvidar su mayor industria, la cinematográfica de Bollywood, que mete diariamente  a más de catorce millones de indios en las salas de cine del país. Si a ello añadimos que el 70% de su población tiene menos de 35 años y que alguna de sus Universidades de elite se codean con las mejores del mundo en ciencias puras y en tecnologías punta, sus expectativas de progreso material son verdaderamente esperanzadoras.
Sobre el hinduismo. Debate en el café filosófico Zetesis 4