domingo, 31 de enero de 2016

VALLE INCLÁN, AMOR Y POESÍA

 Traemos para la sección, Amor y poesía, del blog Ancile, una antología personal y sucinta del gran Ramón María del Valle Inclán, donde podrán constatar la concepción singular del amor del autor de las Sonatas: memorias del Marqués de Bradomín.





Valle Inclán, Amor y poesía, Ancile





VALLE INCLÁN, AMOR Y POESÍA



Valle Inclán, Amor y poesía, Ancile
Junto al pintor Romero de Torres y la actriz María Banquer














ROSA DE MELANCOLÍA





Era yo otro tiempo un pastor de estrellas,
y la vida, como luminoso canto.
Un símbolo eran las cosas más bellas
para mí: la rosa, la niña, el acanto.

Y era la armoniosa voz del mundo,
una onda azul que rompe en la playa de oro,
cantando el oculto poder de la luna
sobre los destinos del humano coro.

Me daba Epicuro sus ánforas llenas,
un fauno me daba su agreste alegría,
un pastor de Arcadia, miel de sus colmenas.

Pero hacia el ensueño navegando un día,
escuché lejano canto de sirenas
y enfermó mi alma de Melancolía.











¡Rosaleda de oro,
selva del sonoro
ruiseñor del coro!

¡Rosas inocentes,
formas transparentes
conceptos lucientes!

¡Sois en los vitrales
de las catedrales,
soles musicales!

¡Teologal diseño,
rosas del ensueño
de un cielo abrileño!

¡Voluntades bélicas!
¡Coyundas angélicas!
¡Paces evangélicas!

¡Rosas del anhelo,
voces del consuelo,
amores del Cielo!

¡Escalas por donde
al alma responde
el que se me esconde!

¡Mística oración!
¡Dulce posesión!
¡Tetragrámaton!





ROSA DE SAULO




Fue mi grito de amor brama guerrera,
fue de Heracles mi furia redentora.
¡Sobre los hombros pieles de pantera!
¡Sobre la frente rosas de la aurora!

Amé el gladio y el salto cuando era
en el comienzo de la vida.
Ahora el délfico laurel de mi cimera
bajo la tempestad se dobla y llora.

En mi frente era luz el áureo casco
helénico. Al vencido Prometeo
fui a dar la libertad sobre el peñasco,

y alzando sus cadenas por trofeo
vi a Cristo en el camino de Damasco.
¡Ego credebam et laudavi deo!





ROSA DE TURBULOS




E
ra una reina de raza maya,
era en un bosque de calisaya,
y era la aurora. Daba el bulbul,
sobre mi estrella su melodía,
y en los laureles que enciende el día
daba mi alma su grito azul.

Crepusculares moscas de oro
abren su vuelo como un tesoro,
bordoneando con el calor.
Aroma el árbol de la canela,
y en el potrero se desconsuela
una vihuela de payador.

Indios que el tiempo cuentan por lunas
guían su esquife por las lagunas,
y por las selvas profundas van
ciervos y tigres. Sobre las lomas
eran los toros, y las palomas
bajo los vuelos del alcotán.

El lago canta versos solares,
y ondula la onda con malabares
juegos de luces, su indo chaúl.
Arduos jinetes como centauros
riñen combates contra los sauros
en la armoniosa ribera azul.

Y las pirámides con escrituras
de arcanas lenguas, y signaturas
de rudos soles, su sombra dan.
Y va graznando con negro vuelo,
por la turquesa magna del cielo,
el zopilote de Yucatán.

Entre las grietas de la pirámide
deja la sierpe su verde clámide,
y se hipnotiza frente a la luz.
Sobre las piedras con jeroglíficos
hace sus largos sueños científicos:
en la cabeza tiene una cruz.

Vuela la hamaca con ritmo lento,
las rosas frescas se dan al viento,
suelto en la fronda vuela el faisán.
Se enciende el día, la selva aroma,
la hamaca vuela, la niña asoma
un pie de oro bajo el fustán.

Mi reina maya languidecía
sobre la hamaca. Dorando el día,
era dorada bajo el hipil,
se abanicaba con una rosa,
decía su hamaca, con cadenciosa
curva de opio, versos de Abril.

Rojos claveles prende en la rolla,
rojos corales al cuello enrolla,
rojo pecado sus labios son,
y sus caderas el anagrama
de la serpiente. Con roja llama
pintó su boca la tentación.

Era una reina de raza maya,
era en un bosque de calisaya,
y era la aurora. Daba el bulbul
sobre mi estrella su melodía,
y en los laureles que enciende el día
daba mi alma su grito azul.





ROSA DE ORIENTE





Tiene al andar la gracia del felino,
es toda llena de profundos ecos,
enlabia con moriscos embelecos
su boca obscura cuentos de Aladino.

Los ojos negros, cálidos, astutos,
triste de ciencia antigua la sonrisa,
y la falda de flores una brisa
de índicos y sagrados institutos.


Cortó su mano en un jardín de Oriente
la manzana del árbol prohibido,
y enroscada a sus senos, la Serpiente


decora la lujuria de un sentido
sagrado. En la tiniebla transparente
de sus ojos, la luz es un silbido.




ROSA DEL RELOJ






Es la hora de los enigmas,
cuando la tarde del verano,
de las nubes mandó un milano
sobre las palomas benignas.
¡Es la hora de los enigmas!

Es la hora de la paloma:
sigue los vuelos la mirada
de una niña. Tarde rosada,
musical y divina coma.
¡Es la hora de la paloma!

Es la hora de la culebra:
el diablo se arranca una cana,
cae del árbol la manzana
y el cristal de un sueño se quiebra.
¡Es la hora de la culebra!

Es la hora de la gallina:
el cementerio tiene luces,
se santiguan ante las cruces
las beatas, el viento agorina.
¡Es la hora de la gallina!

Es la hora de la doncella:
lágrimas, cartas y cantares,
el aire pleno de azahares,
la tarde azul, solo una estrella.
¡Es la hora de la doncella!

Es la hora de la lechuza:
descifra escrituras el viejo,
se quiebra de pronto el espejo,
sale la vieja con la alcuza.
¡Es la hora de la lechuza!

Es la hora de la raposa:
ronda la calle una vihuela,
porta la vieja a la mozuela
un anillo con una rosa.
¡Es la hora de la raposa!

Es la hora del alma en pena:
una bruja en la encrucijada,
con la oración excomulgada
le pide al muerto su cadena.
¡Es la hora del alma en pena!

Es la hora del lubricán:
acecha el mochuelo en el pino,
el bandolero en el camino,
y en el prostíbulo Satán.
¡Es la hora del lubrican!






ROSA DE PECADO





¡El gato que runfla! ¡La puerta que cruje!
¡La gotera glo-glo-glo!
¡Solos en la casa! A la puerta ruge
la bestia abortada cuando nací yo.

¡La Noche de Octubre! Dicen que de Luna,
con un viento recio y saltos de mar:
bajo sus estrellas se alzó mi fortuna,
mar y vientos recios me vieron llegar.

¡La Noche de Octubre! ¡Mi muerte anunciada!
¡Noche mía, abierta entre Tierra y Sal!
Revistióse el mago la veste estelada,
desnudo un gigante, sopló el caracol.

La bestia a la puerta brama estremecida,
en sus ojos queda la noche otoñal
y lejana, aquella noche de mi vida,
con sus dos caminos. ¡Y seguí el del mal!

¡Me llamó tu carne, rosa del pecado!
Solos en la casa, desvelado yo,
la Noche de Octubre, el mar levantado...
¡La gotera glo-glo-glo!







ROSA DE BELIAL




Soy aquel amante
que nunca se muestra,
muda en cada instante
mi sombra siniestra.

Con el viento llego,
y paso con él.
Soy rojo lostrego
del ángel Luzbel.

Mi sombra nocturna
hace en ti guarida,
mi larva soturna
te goza dormida.

A tu lindo ceño
llevo la obsesión,
en tu blanco sueño
soy la Tentación.

Soy aquel amante
que la voz no nombra,
mi sombra va errante
en pos de tu sombra.

¡Turbulenta avispa
que vuela en tu flor,
soy la roja chispa
del yunque de Thor!

De tu clara frente
me oculto en el muro,
como la serpiente
del enigma obscuro.

Soy en tu conciencia
la interrogación
a la triste ciencia
del Rey Salomón.

Sobre tu blancura,
paloma benigna,
de mi mordedura
dejaré el estigma.

El pecado enrama
mi testa. El laurel
del mundo es mi llama,
soy luz de Luzbel.

Mi frente sañuda
sostiene el abismo,
el tiempo me muda,
y soy siempre el mismo.

Cabalgo en ci viento,
con el viento voy,
y a tu pensamiento
mi forma le doy.

Profano lascivo
tu virgen entraña,
soy el negro chivo
y tu mi montaña.

Apaga mi aliento
tu roca de luz,
está tu cimiento
sobre mi testuz.

Soy el negro dueño
de la abracadabra,
y trisca en tu sueño
mi pata de cabra.

Como el enemigo,
en tu sueño estoy,
te gozas conmigo....
¡Soy el que no Soy!





ROSA DE BRONCE






La casa profané con mi lascivia,
la sangre derramé. Fui el hijo pródigo.
Encendida pantera de la Libia
se alzó mi corazón. Mi orgullo, código.

El mundo atravesé como un Atlante
cargado con las odres del pecado,
y con la vida puesta en cada instante
hice rodar la vida como un dado.

Altivo en el dolor, siempre secreta
tuve mi pena. La encendida furia
de Eros me pasó con su saeta,
y mi melancolía fue lujuria.

Llevé sobre los ojos una venda,
dando sangre una herida en el costado,
y en los hombros la capa de leyenda
con que va a sus concilios el Malvado.

Y quise despertar las negras ayes
que duermen en el fondo del abismo,
y sobre el mar, en zozobrantes naves,
ser bello como un rojo cataclismo.

De sangriento laurel alcé una rama,
con el iris del tigre en la pupila,
y dio, doncel, mi corazón su llama
con el estrago bárbaro de Atila.

Fui luzbeliano. En la contraria suerte
dictó el orgullo su sonrisa al labio,
miré la vida hermana de la muerte
y tuve al sonreír arte de sabio.






ROSA DE MI ABRIL





Fui por el mar de las sirenas
como antaño Rudel de Blaya,
y ellas me echaron las cadenas
sonoras de la ciencia gaya.

¡Divina tristeza, fragante
de amor y dolor! ¡Dulce espina!
¡Soneto que hace el estudiante
a los ojos de una vecina!

La vecina que en su ventana
suspiraba de amor. Aquella
dulce niña, que la manzana
ofrecía como una estrella.

¡Ojos cándidos y halagüeños,
boca perfumada dc risas,
alma blanca llena de sueños
como un jardín lleno de brisas!

Era el Abril, cuando la llama
de su laurel adolescente,
daba el sol como un oriflama,
en el navío de mi frente.

¡Clara mañana de estudiante
con tristezas de amor ungida,
y aquella furia de gigante
por llenar de triunfos la vida!

En mi pecho daba su canto
el ave azul de la quimera,
y me coronaba de acanto
una lírica Primavera.

Ciego de azul, ebrio de aurora,
era el vértigo del abismo
en el grano de cada hora,
y era el horror del silogismo.

¡Clara mañana de mi historia
de amor, tu rosa deshojada,
en los limbos de mi memoria
perfuma una ermita dorada!





ROSA DE ZOROASTRO





En el espejo mágico aparee
toda mi vida, y como cirio místico
aquel amor lejano aun estremece
con su luz el pleroma cabalístico.

Reza, alma triste, en sus devotas huellas,
los ecos de los muertos son sagrados,
como dicen que alumbran las estrellas,
alumbran los amores apagados.

Esta cera que enciende su lucero,
más luminoso cuanto más distante,
en el mágico circulo agorero
signa la eternidad de cada instante.

Suspende el grano en el reloj de arena,
y los enigmas de mi noche oscura alumbra
con su cirio de alma en pena,
del sellado cristal, en la clausura.

En el espejo vi la sombra mía negra,
sobre los pasos de la muerte,
y el ánima llorosa que vencía
con su oración el Sino de mi Suerte.

Aquel amor lejano, ahora vestido
de niebla sideral, su ardiente Idea
abre como un arcángel, y el sentido
inmortal de la vida en mi alma atea.

Tiembla en un zodiaco, sollozante
con sollozo de luz. Y su reflejo
circunda con un halo al nigromante
Espejo.






Ramón María del Valle Inclán


Valle Inclán, Amor y poesía, Ancile



jueves, 28 de enero de 2016

EL JARDÍN DE LUZBEL

Para la sección, Poema semanal, del blog Ancile, traemos el poema titulado El jardín de Luzbel, del libro, Los principios del tigre, 1997, 2012, 2ª edición aumentada.


Enlace a la Web Ancile



El jardín de Luzbel, Francisco Acuyo, Ancile



EL JARDÍN DE LUZBEL


El jardín de Luzbel, Francisco Acuyo, Ancile




Plotino-Diógenes


DESDE la luz el ramo de azucenas
sobre la sombra inclina
el cáliz de la vida apenas, sobre
los labios de la brisa
y el rumor laborioso de la abeja.
Edifica el espíritu la vida
sobre la soledad sonora, sobre
el color que se eleva en la pupila,
sobre el jardín del alma y sus corolas
y fuentes y luciérnagas divinas.

Todo acaece en el alma
que la aroma, la mueve y la ilumina.

En la razón divina
se nos muestra la bóveda celeste:
¡de cuántas flores y astros consumida,
de cuántas sombras la
luz inmóviles muestra peregrinas!





Francisco Acuyo, de Los principios del tigre, 1997, 2012 2ª edición aumentada







El jardín de Luzbel, Francisco Acuyo, Ancile

miércoles, 27 de enero de 2016

JOSÉ DE ESPRONCEDA, AMOR Y POESÍA

Para la sección, Amor y poesía ,del blog Ancile, traemos hoy los poemas de José de Espronceda, en antología personal y mínima, cuya temática singular del amor ocuparon un lugar de excepción en su concepción excesiva y romántica del mundo, de la literatura y de  la poesía.



José Espronceda, amor y poesía, Ancile




JOSE ESPRONCEDA, AMOR Y POESÍA






José Espronceda, amor y poesía, Ancile








A …… , DEDICÁNDOLE ESTAS POESÍAS





Marchitas ya las juveniles flores,
nublado el sol de la esperanza mía,
hora tras hora cuento y mi agonía
crecen y mi ansiedad y mis dolores.

Sobre terso cristal, ricos colores 
pinta alegre, tal vez mi fantasía,
cuando la triste realidad sombría
mancha el cristal y empaña sus fulgores.

Los ojos vuelvo en su incesante anhelo,
y gira en torno indiferente el mundo, 
y en torno gira indiferente el cielo.

A ti las quejas de mi mal profundo,
hermosa sin ventura, yo te envío:
mis versos son tu corazón y el mío.






SERENATA




Delio a las rejas de Elisa   
 Le canta en noche serena   
        Sus amores.   
     
 Raya la luna, y la brisa   
 Al pasar plácida suena 
        Por las flores.  
    
 Y al eco que va formando  
 El arroyuelo saltando  
        Tan sonoro,  
    
 Le dice Delio a su hermosa
 En cantilena amorosa:  
        «Yo te adoro».  
    
 En el regazo adormida  
 Del blando sueño, presentes  
        Mil delicias, 
    
 En tu ilusión embebida,  
 Feliz te finges, y sientes  
        Mis caricias.  
    
 Y en la noche silenciosa  
 Por la pradera espaciosa 
        Blando coro  
    
 Forman, diciendo a mi acento,  
 El arroyuelo y el viento:  
        «Yo te adoro».  
    
 En derredor de tu frente   
 Leve soplo vuela apenas  
        Muy callado,  
    
 Y allí esparcido se siente  
 Dulce aroma de azucenas  
        Regalado, 
    
 Que en fragancia deleitosa  
 Vuela también a la diosa  
        Que enamoro,  
    
 El eco grato que suena  
 Oyendo mi cantilena: 
        «Yo te adoro».  
    
 Del fondo del pecho mío  
 Vuela a ti suspiro tierno  
        con mi acento;  
    
 En él, mi Elisa, te envío 
 El fuego de amor eterno,  
        Que yo siento.  
    
 Por él, mi adorada hermosa,  
 Por esos labios de rosa  
        De ti imploro 
    
 Que le escuches con ternura,  
 Y le oirás cómo murmura:  
        «Yo te adoro».  
    
 Despierta y el lecho deja:  
 No prive el sueño tirano 
       De tu risa  
    
 A Delio, que está a tu reja,  
 Y espera ansioso tu mano,  
        Bella Elisa.  
    
 Despierta, que ya pasaron 
 Las horas que nos costaron  
        Tanto lloro;  
    
 Sal, que gentil enramada  
 Dice a tu puerta enlazada:  
        «Yo te adoro». 


EL PESCADOR




Pescadorcita mía,
desciende a la ribera
y escucha placentera
mi cántico de amor;
sentado en su barquilla,
te canta su cuidado,
cual nunca enamorado
tu tierno pescador.

La noche el cielo encubre,
y acalla manso el viento,
y el mar sin movimiento
también en clama está.
A mi batel desciende,
mi dulce amada hermosa,
la noche tenebrosa
tu faz alegrará.

Aquí apartados, solos,
sin otros pescadores,
suavísimos amores
felice te diré,
y en esos dulces labios
de rosas y claveles
el ámbar y las mieles
que vierten, libaré.

La mar adentro iremos
en mi batel cantando
al son del viento blando
amores y placer.
Regalaréte entonces
mil varios pececillos,
que al verte, simplecillos,
de ti se harán prender.

De conchas y corales
y nácar a tu frente
guirnalda reluciente,
mi bien, te ceñiré.
Y eterno amor mil veces
jurándote, cumplida
en ti, mi dulce vida,
mi dicha encontraré.

No el hondo mar te espante,
ni el viento proceloso,
que la ver tu rostro hermoso
sus iras calmarán.
Y sílfidas y hondinas
por reina de los mares
con plácidos cantares
a par te aclamarán.

Ven ¡ay! a mi barquilla,
completa mi fortuna:
Naciente ya la luna
refleja el ancho mar;
sus mansas olas bate
süave, leve brisa.
Ven ¡ay! mi dulce Elisa,
mi pecho a consolar.





LAS QUEJAS DE SU AMOR






Bellísima parece
al vástago prendida,
gallarda y encendida
de abril la linda flor;
empero muy más bella
la virgen ruborosa
se muestra, al dar llorosa
las quejas de su amor.

Suave es el acento
de dulce amante lira,
si al blando son suspira
de noche el trovador;
pero aun es más suave
la voz de la hermosura
si dice con ternura
las quejas de su amor.

Grato es en noche umbría
al triste caminante
del alma radiante
mirar el resplandor;
empero es aun más grato
el alma enamorada
oír de su adorada
las quejas de su amor.




SERENATA






Despierta, hermosa señora,
señora del alma mía:
den luz a la noche umbría
tus ojos que soles son.
Despierta, y si acaso sientes
tu corazón conmovido,
es que corresponde al latido
de mi amante corazón.
Oye mi voz.
La flor más pura y galana
que el abril fecundo adora,
al despuntar de la aurora
perfuma el primer albor:
pero es mil veces más puro
de tu boca el blando aliento
si el perfume en torno al viento
tierno suspiro de amor.
Oye mi voz.
Adiós mis dulces amores,
que envidiosa en alba fría,
ya raya el oriente el día
por turbar nuestro placer:
adiós, señora: mi alma
dejo al partirme contigo:
amante triste, maldigo,
Aurora tu rosicler,
guárdame fe.






(FRAGMENTO)





Y a la luz del crepúsculo serena 
solos vagar por la desierta playa, 
cuando allá, mar adentro, en su faena 
cantos de amor el marinero ensaya, 
y besa blandamente el mar la arena, 
la luna en calma al horizonte raya, 
y la brisa que tímida suspira, 
dulces aromas y frescor respira. 

Y húmedos ver sus ojos de ternura 
que abren al alma enamorada un cielo, 
extáticos de amor y de dulzura 
con blando, vago y doloroso anhelo: 
Magia el amor prestando a su hermosura, 
y el pensamiento deteniendo el vuelo 
allí donde encontró la fantasía 
ciertas las dichas que soñó algún día. 

Y respirar su perfumado aliento 
y al tacto palpitar sus vestidos, 
penetrar su amoroso pensamiento 
y contar de su pecho los latidos, 
exhalar de molicie y sentimiento 
tiernos suspiros, lánguidos gemidos, 
mientras al beso y al placer provoca. 
Con dulce anhelo la entreabierta boca





A JARIFA, EN UNA ORGÍA




Trae, Jarifa, trae tu mano,
ven y pósala en mi frente,
que en un mar de lava hirviente
mi cabeza siento arder.
Ven y junta con mis labios
esos labios que me irritan,
donde aún los besos palpitan
de tus amantes de ayer.

¿Qué la virtud, la pureza?
¿qué la verdad y el cariño?
Mentida ilusión de niño,
que halagó mi juventud.
Dadme vino: en él se ahoguen
mis recuerdos; aturdida
sin sentir huya la vida;
paz me traiga el ataúd.

El sudor mi rostro quema,
y en ardiente sangre rojos
brillan inciertos mis ojos,
se me salta el corazón.
Huye, mujer; te detesto,
siento tu mano en la mía,
y tu mano siento fría,
y tus besos hielos son.

¡Siempre igual! Necias mujeres,
inventad otras caricias,
otro mundo, otras delicias,
o maldito sea el placer.
Vuestros besos son mentira,
mentira vuestra ternura:
es fealdad vuestra hermosura,
vuestro gozo es padecer.
Yo quiero amor, quiero gloria,
quiero un deleite divino,
como en mi mente imagino,
como en el mundo no hay;
y es la luz de aquel lucero
que engañó mi fantasía,
fuego fatuo, falso guía
que errante y ciego me tray.


¿Por qué murió para el placer mi alma,
y vive aún para el dolor impío?
¿Por qué si yazgo en indolente calma,
siento, en lugar de paz, árido hastío?

¿Por qué este inquieto, abrasador deseo?
¿Por qué este sentimiento extraño y vago,
que yo mismo conozco un devaneo,
y busco aún su seductor halago?

¿Por qué aún fingirme amores y placeres
que cierto estoy de que serán mentira?
¿Por qué en pos de fantásticas mujeres
necio tal vez mi corazón delira,

si luego, en vez de prados y de flores,
halla desiertos áridos y abrojos,
y en sus sandios o lúbricos amores
fastidio sólo encontrará y enojos?

Yo me arrojé cual rápido cometa,
en alas de mi ardiente fantasía:
doquier mi arrebatada mente inquieta,
dichas y triunfos encontrar creía.

Yo me lancé con atrevido vuelo
fuera del mundo en la región etérea,
y hallé la duda, y el radiante cielo
vi convertirse en ilusión aérea.

Luego en la tierra la virtud, la gloria,
busqué con ansia y delirante amor,
y hediondo polvo y deleznable escoria
mi fatigado espíritu encontró.

Mujeres vi de virginal limpieza
entre albas nubes de celeste lumbre;
yo las toqué, y en humo su pureza
trocarse vi, y en lodo y podredumbre.

Y encontré mi ilusión desvanecida
y eterno e insaciable mi deseo:
palpé la realidad y odié la vida;
sólo en la paz de los sepulcros creo.

Y busco aún y busco codicioso,
y aún deleites el alma finge y quiere:
pregunto y un acento pavoroso
«¡Ay! me responde, desespera y muere.

Muere, infeliz: la vida es un tormento,
un engaño el placer; no hay en la tierra
paz para ti, ni dicha, ni contento,
sino eterna ambición y eterna guerra.

Que así castiga Dios el alma osada,
que aspira loca, en su delirio insano,
de la verdad para el mortal velada
a descubrir el insondable arcano.»

¡Oh! cesa; no, yo no quiero
ver más, ni saber ya nada:
harta mi alma y postrada,
sólo anhela descansar.
En mí muera el sentimiento,
pues ya murió mi ventura,
ni el placer ni la tristura
vuelvan mi pecho a turbar.

Pasad, pasad en óptica ilusoria
y otras jóvenes almas engañad:
nacaradas imágenes de gloria,
coronas de oro y de laurel, pasad.

Pasad, pasad mujeres voluptuosas,
con danza y algazara en confusión;
pasad como visiones vaporosas
sin conmover ni herir mi corazón.

Y aturdan mi revuelta fantasía
los brindis y el estruendo del festín,
y huya la noche y me sorprenda el día
en un letargo estúpido y sin fin.

Ven, Jarifa; tú has sufrido
como yo; tú nunca lloras;
mas ¡ay triste! que no ignoras
cuán amarga es mi aflicción.
Una misma es nuestra pena,
en vano el llanto contienes...
Tú también, como yo, tienes
desgarrado el corazón.







José de Espronceda







José Espronceda, amor y poesía, Ancile