lunes, 8 de enero de 2018

LA CONSTITUCIÓN BIO-FISIOLÓGICA FEMENINA DESDE LAS CIENCIAS EMERGENTES

La constitución biofisiológica femenina desde las ciencias emergentes, es el título de la nueva entrada para la sección, Microensayos, del blog Ancile, llevada a cabo por el profesor Tomás Moreno.




La constitución biofisiológica femenina desde las ciencias emergentes, Tomás Moreno




LA CONSTITUCIÓN BIO-FISIOLÓGICA 

FEMENINA DESDE LAS CIENCIAS EMERGENTES



La constitución biofisiológica femenina desde las ciencias emergentes, Tomás Moreno



En el siglo XIX, abandonadas ya las explicaciones teológico-religiosas y morales de esa diferencia femenina, se tratará de aportar pruebas y argumentos procedentes de las ciencias sociales, biológicas, psiquiátricas y médicas emergentes para probar su debilidad física y su desequilibrio psíquico, además de su inmadurez e infantilismo. Desde el punto de vista ideológico-social Pierre Joseph Proudhon (1809-1865), el pensador anarquista tipógrafo de Besançon y autor de ¿Qué es la Propiedad?, afirmaba que la mujer por su mera constitución física, y sin necesidad de meterse en más honduras, es inferior al hombre. Su cuerpo es una “aminoración, un suborden”, comparado con el hombre, anota en sus Carnets[1]. Su no masculinidad se evidencia en que el cuerpo de la mujer es un penoso esbozo del hombre, no tiene la firmeza ni la fuerza de éste y se caracteriza por su “blandura y su “molicie”. En efecto, en la mujer los músculos están borrados; la anchura viril se redondea; las
líneas expresivas y fuertes se dulcifican y ablandan, declara el pensador francés en su La Pornocracia o las mujeres en los tiempos modernos (1875)[2]. E incluso en su ensayo  De la Justice (1858) ignora el papel activo de la mujer en el alumbramiento de la vida humana, asumiendo la vieja doctrina aristotélica que sostenía que en la reproducción de la los hijos la mujer ejercía sólo un papel secundario: la materia pasiva de la mujer era informada por el principio activo de la semilla viril. Proudhon señala así que la naturaleza ha dado sólo “al hombre esa virtud sembradora, mientras que ha hecho de la mujer un ser pasivo, un receptáculo para ese germen que sólo produce el hombre. Un lugar de incubación como la tierra para el grano de trigo”[3].
La constitución biofisiológica femenina desde las ciencias emergentes, Tomás Moreno            Charles Darwin (1809-1882), ya en el contexto de la ciencia biológica, la definirá en1871 como inferior físicamente al varón y llegará a señalar que la selección natural, reforzada por la selección sexual, habría favorecido a los hombres de tal modo que “la diferencia fundamental entre las facultades intelectuales de ambos sexos resulta sobradamente probada por los resultados obtenidos, siempre superiores en los hombres que en las mujeres, sea cual sea la dedicación de que se trate, ya se requiera sagacidad, razón, imaginación, o el mero uso de los sentidos y de las manos” (Charles Darwin, La descendencia del hombre y la selección sexual, París, 1891) [4].
            Su seguidor, el filósofo británico Herbert Spencer (1820-1903), creador del darwinismo social, sostendrá  en su famoso tratado  Los principios de la Biología (1864-65) que las leyes de la evolución aplicadas a la relación entre sexos, conducen a un conflicto entre la producción y la reproducción, entre la fertilidad y la actividad intelectual de las mujeres y que el hecho de estar atrapadas por el papel que desempeñan como procreadoras y propagadoras de la especie, representa si no una incompatibilidad, sí un serio impedimento para su desarrollo intelectual y personal.
            Las ciencias emergentes tratarán, pues, de dar la razón a Darwin por boca de Cesare Lombroso (1835-1909), famoso criminólogo de la época, quien escribe  en un famoso tratado La donna delinquente, la prostituta  y la donna normale (1893) los resultados sobre sus estudios de anatomía y biología de la mujer en general. En la síntesis final del mismo expone que la mujer es más infantil que el hombre: el tamaño, el peso, la falta de pelo en la cara, el largo tronco con respecto a los
La constitución biofisiológica femenina desde las ciencias emergentes, Tomás Morenomiembros inferiores, el volumen y el peso de las vísceras, así lo indican, por una parte. La abundancia del tejido conectivo y graso, el número y peso específico de los glóbulos, el peso y volumen inferior del cráneo, de la mandíbula, del cerebro y el número inferior de variaciones (excepción hecha del hymen y de las ninfas), por la otra, están ahí para confirmarlo. Este infantilismo se extiende, pues, a la mayoría de sus funciones, a la circulación, a la respiración, a las secreciones, a la fuerza, etc. e incluso en su propensión a la criminalidad[5].
            En neurología y psiquiatría Charcot, Freud y Breuer,  colaboran en hacer de la  histeria una enfermedad femenina que se daba como un espectáculo y como un tema de estudio privilegiado[6]. Filósofos y pensadores del XIX Kierkegaard, Schopenhauer, Nietzsche insistirán en su consideración de la debilidad corporal femenina como una de las causas de su inferioridad general. El filósofo de Copenhague, Sören Aaabye Kierkegaard (1813-1855 en su Diario de un seductor confiesa que “una muchacha es un ser débil; después de darse enteramente lo pierde todo. Si la inocencia en el hombre es algo negativo, en la mujer es la esencia de la vida”[7]. Esa “debilidad” asemeja a las mujeres a  las plantas (a las flores y a las rosas): “Una muchacha es una planta fina y delicada, cuya vida está llena de gracia, como la de las más bellas flores”. Y concluye nuestro pensador, asimilando mujer y naturaleza, como también hará Schopenhauer, con estas ingenuas e inconsolables preguntas: “¿Por qué han de ser tan lindas las muchachas? ¿Por qué se han de marchitar las rosas tan deprisa?”[8]. (Cont.)

TOMÁS MORENO





[1] Pierre-Joseph Proudhon, Carnets, Oeuvres completes, M. Rivière, París, 1968, IV, p. 11.
[2] Pierre-Joseph. Proudhon, La Pornocratie ou les femmes dans les temps modernes, (Éd. 1875),  Hachette, París, BnF, 2012. La edición original de C. Marpon et E. Flammarion Editeurs, París, 1875 se encuentra digitalizada en Internet por  University of Otawa, 2010. Hay traducción española, La Pornocracia: o la mujer en nuestros tiempos, Madrid, Huerga y Fierro, 1995.
[3] Pierre-Joseph Proudhon, De la Justice dans la revolution et dans L’Eglise, Oeuvres completes, M. Rivière, París, IV, 1968, p. 182.
[4] The descent of Mann and Selection in Relation to Sex. Texto citado por Esperanza Bosch, Victoria A. Ferrer y Margarita Gili. en Historia de la misoginia, Barcelona, Anthropos, 1999, p. 33.
[5] Obra que Cesare Lombroso escribió en colaboración con Guglielmo Ferrero. En este estudio  (adjetivado por su autor de) científico es donde Lombroso recoge la tesis de que la prostitución es la manifestación de la estructura criminal latente en la mujer.
[6] Vid. voz “Jean Martin Charcot”, en E. Roudinesco y M. Plon, Dictionnaire de la psychanalyse, Fayard, París, 1997, p. 177.
[7] S. Kierkegaard, Diario de un seductor,  Espasa-Calpe, Austral, Argentina, 1953, pp. 144-145.
[8] Ibid, p. 134.



La constitución biofisiológica femenina desde las ciencias emergentes, Tomás Moreno

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