LA IMAGEN CORPORAL
DE LA
MUJER EN LA ILUSTRACIÓN
Durante la época Ilustrada el prejuicio de la debilidad
bio-fisiológica femenina se mantuvo sin cuestionamiento alguno. Así, en el
artículo dedicado a las “mujeres” de
su Diccionario filosófico Voltaire
llegaba a sostener argumentos como el siguiente:
En lo físico, en razón de su
fisiología, la mujer es más débil que el hombre, las emisiones periódicas de
sangre que debilitan a las mujeres y las enfermedades que se originan en su
eliminación, las épocas de embarazo, la necesidad de amamantar a los hijos y de
cuidar continuamente de ellos, la delicadeza de sus miembros, las hacen poco
apropiadas para todos los trabajos, para todos los oficios que exigen fuerza y
resistencia[1].
J. J. Rousseau sostendrá también la inferioridad
general de la mujer respecto al hombre a partir de su inferioridad física. A una mujer “que
es débil y que no ve nada fuera de sí misma”, le conviene, ante todo,
conocer “los móviles que puede poner en práctica para suplir su debilidad, y
esos móviles son las pasiones del hombre”, dice el pensador ginebrino. De ellos
podrá sacar, gracias también a su propia finura espiritual, una “moral
experimental”, que corresponderá luego al hombre sistematizar. Desde esa
debilidad o incapacidad fundará su
propia psicología “natural”, su propio conocimiento no del espíritu del hombre
en general o en abstracto sino del espíritu de los hombres que la rodean y a
los que está sometida:
Es menester que
aprenda a calar en sus sentimientos, con sus palabras, sus acciones, con sus
miradas, con sus gestos. Es preciso que con sus palabras, con sus acciones, con
sus miradas, con sus gestos, ella sepa dar los sentimientos que a él agradan
sin que parezca siquiera que piensa en ello. Ellos filosofarán mejor que ella
sobre el corazón humano; mas ella leerá mejor que ellos en el corazón de los
hombres. A las mujeres corresponde encontrar, por así decir, la moral
experimental, a nosotros reducirla a sistema. La mujer tiene más ingenio, el
hombre más genio, la mujer observa y el hombre razona (J. J. Rousseau, Emilio o de
la Educación, V, 579-580)[2].
También
Kant considera la debilidad física de
las mujeres una de las causas de su posición subordinada y sometida con
respecto al varón. En su Antropología en
sentido pragmático (1789)[3]
plantea la unidad de los sexos (o de los diversos caracteres de ambos sexos)
como una necesidad inscrita en el propio orden teleológico de la naturaleza, de
tal manera que el sexo fuerte del
varón esta llamado naturalmente a ejercer la función racional, mientras que el bello sexo de la mujer, o el sexo débil, está sometido a aquel por
una ciega inclinación natural. Por ser la mujer el sexo débil depositario de la
fertilidad, arguye Kant, requerirá del sexo más fuerte para protegerla. De esta
manera, las relaciones entre los sexos pueden encontrar un ámbito de unidad, el
matrimonio, en el que la conocida fórmula kantiana según la cual la mujer
“manda”, pero el hombre “reina”, tenga su natural realización.
Tomás Moreno
Tomás Moreno
[1]
Voltaire, Diccionario filosófico, voz
mujeres, Daimon, Barcelona, 3 vols.,
1977.
[2] J. J. Rousseau,
Emilio o de la Educación,
sexta reimpresión, prólogo, traducción y
notas de Mauro Armiño, Alianza Editorial, Madrid, 2008. A
partir de ahora citamos abreviadamente EOE,
nº de libro y nº de página.
[3] Immanuel Kant, Antropología en
sentido pragmático, versión castellana J. Gaos, Alianza Editorial, Madrid,
1991 (En adelante se citará como ASP).
Muy curiosos estos criterios que, a la vista de nuestro conocimiento actual no están excesivamente descaminados ya que la "debilidad" femenina es obvia si nos referimos a su menor desarrollo esquelético y muscular. La malinterpretación de la menstruación es una consecuencia lógica de la incultura científica sobre sus causas. Y el menosprecio de su inteligencia me parece claro que se debe a que la mujeres en estas épocas quedaban al margen de la educación, claro. Me ha llamado especialmente la atención el acusarlas de estar siempre pendientes de sus hijos y su familia y es que hoy sabemos por los estudios neurológicos que esta es precisamente una de las características esenciales del cerebro femenino y gracias a la cual la raza humana tiene hoy el éxito biológico del que gozamos. (Véase: "El cerebro femenino" de Louann Brizendine. RBA Libros. 2013.
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