LA CONSTITUCIÓN BIO-FISIOLÓGICA
FEMENINA DESDE LAS CIENCIAS EMERGENTES
En el siglo XIX, abandonadas ya
las explicaciones teológico-religiosas y morales de esa diferencia femenina, se
tratará de aportar pruebas y argumentos procedentes de las ciencias sociales,
biológicas, psiquiátricas y médicas emergentes para probar su debilidad física
y su desequilibrio psíquico, además de su inmadurez e infantilismo. Desde el
punto de vista ideológico-social Pierre Joseph Proudhon (1809-1865), el pensador anarquista tipógrafo de Besançon y autor
de ¿Qué es la Propiedad?, afirmaba
que la mujer por su mera constitución física, y sin necesidad de meterse en más
honduras, es inferior al hombre. Su cuerpo es una “aminoración, un suborden”,
comparado con el hombre, anota en sus Carnets[1].
Su no masculinidad se evidencia en que el cuerpo de la mujer es un penoso
esbozo del hombre, no tiene la firmeza ni la fuerza de éste y se caracteriza
por su “blandura y su “molicie”. En efecto, en la mujer los músculos están
borrados; la anchura viril se redondea; las
Charles Darwin (1809-1882), ya en el contexto de la ciencia
biológica, la definirá en1871 como inferior físicamente al varón y llegará a
señalar que la selección natural, reforzada por la selección sexual, habría
favorecido a los hombres de tal modo que “la diferencia fundamental entre las
facultades intelectuales de ambos sexos resulta sobradamente probada por los
resultados obtenidos, siempre superiores en los hombres que en las mujeres, sea
cual sea la dedicación de que se trate, ya se requiera sagacidad, razón,
imaginación, o el mero uso de los sentidos y de las manos” (Charles Darwin, La descendencia del hombre y la selección
sexual, París, 1891) [4].
Su seguidor, el
filósofo británico Herbert Spencer (1820-1903),
creador del darwinismo social, sostendrá en su famoso tratado Los
principios de la Biología (1864-65) que las leyes de la evolución aplicadas
a la relación entre sexos, conducen a un conflicto entre la producción y la
reproducción, entre la fertilidad y la actividad intelectual de las mujeres y
que el hecho de estar atrapadas por el papel que desempeñan como procreadoras y
propagadoras de la especie, representa si no una incompatibilidad, sí un serio
impedimento para su desarrollo intelectual y personal.
Las
ciencias emergentes tratarán, pues, de dar la razón a Darwin por boca de Cesare
Lombroso (1835-1909), famoso criminólogo de la época, quien escribe en un famoso tratado La donna delinquente, la prostituta
y la donna normale (1893) los resultados sobre sus estudios de
anatomía y biología de la mujer en general. En la síntesis final del mismo expone
que la mujer es más infantil que el hombre: el tamaño, el peso, la falta de
pelo en la cara, el largo tronco con respecto a los
En
neurología y psiquiatría Charcot, Freud y Breuer, colaboran en hacer de la histeria
una enfermedad femenina que se daba como un espectáculo y como un tema de
estudio privilegiado[6]. Filósofos y pensadores del XIX Kierkegaard, Schopenhauer,
Nietzsche insistirán en su consideración de la debilidad corporal femenina como
una de las causas de su inferioridad general. El filósofo de Copenhague, Sören
Aaabye Kierkegaard (1813-1855 en su Diario
de un seductor confiesa que “una muchacha es un ser débil; después de darse
enteramente lo pierde todo. Si la inocencia en el hombre es algo negativo, en
la mujer es la esencia de la vida”[7].
Esa “debilidad” asemeja a las mujeres a
las plantas (a las flores y a las rosas): “Una muchacha es una planta
fina y delicada, cuya vida está llena de gracia, como la de las más bellas
flores”. Y concluye nuestro pensador, asimilando mujer y naturaleza, como
también hará Schopenhauer, con estas ingenuas e inconsolables preguntas: “¿Por
qué han de ser tan lindas las muchachas? ¿Por qué se han de marchitar las rosas
tan deprisa?”[8].
(Cont.)
TOMÁS MORENO
[1] Pierre-Joseph Proudhon, Carnets, Oeuvres completes, M. Rivière, París, 1968, IV, p. 11.
[2]
Pierre-Joseph. Proudhon, La Pornocratie
ou les femmes dans les temps modernes, (Éd. 1875), Hachette, París, BnF, 2012. La edición
original de C. Marpon et E. Flammarion Editeurs, París, 1875 se encuentra
digitalizada en Internet por University
of Otawa, 2010. Hay traducción española, La
Pornocracia: o la mujer en nuestros tiempos, Madrid, Huerga y Fierro, 1995.
[3] Pierre-Joseph
Proudhon, De la Justice dans la
revolution et dans L’Eglise, Oeuvres completes, M. Rivière, París, IV,
1968, p. 182.
[4] The descent of
Mann and Selection in Relation to Sex. Texto citado por Esperanza Bosch, Victoria A. Ferrer y
Margarita Gili. en Historia de la
misoginia, Barcelona, Anthropos, 1999, p. 33.
[5] Obra que Cesare Lombroso escribió en
colaboración con Guglielmo Ferrero. En este estudio
(adjetivado por su autor de) científico
es donde Lombroso recoge la tesis de que la prostitución es la manifestación de
la estructura criminal latente en la mujer.
[6]
Vid. voz “Jean Martin Charcot”, en E. Roudinesco y M. Plon, Dictionnaire de la psychanalyse, Fayard,
París, 1997, p. 177.
[7] S. Kierkegaard, Diario de un seductor, Espasa-Calpe, Austral, Argentina, 1953, pp.
144-145.
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