lunes, 2 de septiembre de 2019

EL PROBLEMA DEL MAL EN EL MUNDO


Para la sección, Pensamiento, del blog Ancile, traigo un fragmento de un texto todavía inédito, que pronto se publicará íntegramente, y que forma parte del que lleva por título: El problema del mal en el mundo.

El problema del mal en el mundo. Francisco Acuyo






 EL PROBLEMA DEL MAL EN EL MUNDO




Ni Dios, ni el más allá. Si esto es así, ¿de qué quejarse.
Las cosas no tienen ni intención, ni sentido, ni lenguaje.
No son en sí mismas ni buenas ni malas,
son lo que son y nada más. ¿Dónde está el mal?

J. Guitton
Mi testamento filosófico



                Si hubo algo realmente de utilidad vital y de interés existencial que aprendí del discurso filosófico racional, a través de los siglos de pensamiento –occidental- fue, sin duda, afrontar (o al menos intentarlo)  la idea de Dios  y la idea del mal, para distinguirlo del problema del mal. La ausencia de Dios y de sentido tenía una salida heroica (Niezstche) para dar sentido al devenir existencial. En cualquier caso, la persecución y búsqueda de la felicidad, con o sin sentido heroico, es una fuente continua de desagracia e infelicidad, no hace falta acogerse a un razonamiento oriental –budista- del asunto para ver el asunto con claridad[1].

                No nos queda, inferimos, más remedio que aceptar el problema del mal sólo si Dios existe. Sin esta idea es imposible racionalmente aceptar que existe tal problema y que en consecuencia nos lleva a la interrogante, por cierto, bastante peliaguda, de por qué Dios nos deja ser desgraciados con tanta frecuencia […][2] Es claro que el problema del mal tiene que ser consecuencia necesaria de que Dios existe.
El problema del mal en el mundo. Francisco Acuyo

                Es claro que aquí no planteamos una resolución del problema del mal, sino una constatación obvia de que este no sería una realidad sin la realidad no menos evidente de Dios. La respuesta al problema es una cuestión diferente. ¿Qué clase de  Dios hace admisible el genocidio o el sufrimiento de inocentes? Esta dramática interrogante parece claro que no acaba de encontrar humana respuesta. En una dialéctica plenamente racional que ha de desembocar necesariamente en mi incapacidad para dar respuesta y, por tanto, la de mostrar mis carencias para entender el problema. Sólo cabe la rebelión ante una realidad incomprensible que un Dios (no menos entendible) ofrece para ¿miseria?  de todas las criaturas.

                Desde luego el planteamiento gittoniano es revelador para caer en la cuenta de que el ateísmo no puede ser origen del mal mismo, ni siquiera de la duda. Como decía al inicio, el mal, el sufrimiento, el dolor… sea acaso la piedra de toque no solo de la fe, también de la propia razón y, desde luego, veremos, que de la idea y realidad misma del amor. Para esto quizá haga falta no sólo una nueva manera de pensar, de filosofía, también de ciencia, una nueva forma de afrontar y aceptar los límites de una y otra manifestación de razón ante las grandes cuestiones.

                Soy poeta. Para mí, la poesía ha sido una de las vías de elocuencia e indagación más poderosas para arrostrar, confrontar, sufrir y superar la incertidumbre de las grandes cuestiones que la razón y el concepto no han podido responder y llenar mi corazón y mi mente y, por qué no, mi espíritu desdichado, fugazmente dichoso, que aspira humildemente a entender el mundo, que será entenderme a mí mismo.

                Verán en seguida que este inciso no es inoportuno. El sufrimiento requiere el alivio de algún sentido. Es obvio que la poesía lo es. Pero acaso no por lo que, de consuno, muchos imaginan. Tiene que ver, sin embargo, con la libertad, el amor (del que avisábamos antes) y, sobre todo, la creación. [...]




Francisco Acuyo



[1] El origen de todo sufrimiento, según el budismo, radica en el apego y el deseo, o lo que es lo mismo, lo que consideramos, acaso sin mucha reflexión, que puede hacernos felices.
[2] Guitton, J.: Mi testamento filosófico, Ediciones Encuentro, Madrid, 1998, p. 98.




El problema del mal en el mundo. Francisco Acuyo


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