Aquellas tardes de amistad y poesía con Diego Jesús Jiménez permanecen intactas en el corazón y la memoria de todos los que tuvimos la fortuna de compartirlas. Tras la lectura de sus poemas y, siempre en fraternal y entretenida charla, pasábamos las más de las veces aprendiendo, si en verdad fue para nosotros maestro en ciencia y vida, de todo aquello que nos hace comunes en tanto que personas asendereadas por el trajín de lo cotidiano o la excepcionalidad del impulso creativo. Queden aquí estas sentidas líneas, imágenes entrañables y versos para nosotros del todo inestimables en este humilde pero más que merecido, y necesario homenaje para nuestro espíritu a su extraordinaria persona y no menos excepcional poesía.
Con Rafael Juárez, Mª Victoria Atencia, Antonio Carvajal y Jesús Munárriz |
BIO-BIBLIOGRAFÍA
Diego Jesús Jiménez nació en Madrid en 1942. Estudia en Barcelona el bachillerato ye en cuenca el preuniversitario e inicia su carrera poética y literaria en la ciudad de Cuenca. En Madrid, posteriormente, estudia periodismo. Fue fundador de la revista Alfa en los años setenta mientras trabajaba en la Editora Nacional, de la que fue despedido por su defensa de las libertadas durante la transición democrática. Se dedica a la poesía y la pintura plenamente desde el año 1982 . Publica entre otros los libros siguientes: "Grito con carne y lluvia", (1961), "La valija" (1962), "Ámbitos de entonces" (1963). "La ciudad" "Premio Adonais" (1964); por "Coro de ánimas" , "Premio Nacional de Poesía" (1968), Bajorrelieve" "Premio Juan Ramón Jiménez" (1990), ""Itinerario para náufragos"(1997) " Premio Jaime Gil de Biedma", "Premio de la Crítica" y nuevamente "Premio Nacional de Poesía. Fallece en septiembre de 2009.
POÉTICA
—Numerosos poetas cuentan de sus inicios
poéticos que no fue tanto buscar la poesía como que ésta los encontrara a
ellos. ¿Qué tiene de inevitable la poesía? ¿Cómo se produjo en su caso ese
encuentro?
—En un principio empiezas a escribir por que
la gente te quiera, te admire, estas cosas que son inmediatamente olvidadas
cuando te das cuenta de que la escritura es otra cosa y que no se trata de eso;
quieres expresar alguna emoción que permanezca un poco en el tiempo y,
entonces, escribes y es algo inevitable. No se escribe adrede un poema sino que
llega un momento en el que se dan ciertas condiciones con las que notas que
quieres expresar algo con intención de que permanezca en el tiempo, y comienzas
a escribirlo. Yo he tenido la impresión de ser, en cierto modo, ‘medium’ entre
lo que se llama poesía y el papel en blanco. Tengo a veces esa sensación de
estar entre las dos cosas.
—La palabra es la herramienta, la base de las
construcciones literarias. ¿Cómo hay que acercarse a ella?
—El poeta lo que necesita son palabras
vividas, no cualquier palabra, Las palabras deben ser palabras vividas por ti.
Me ha sucedido un caso muy curioso con un poema que estoy haciendo de mi época
de Barcelona. Hay un momento en que necesito palabras catalanas… manda la cosa
narices.
—¿Porque es el contexto lingüístico en que
vivió aquella experiencia?
—¡Claro! Porque ese sonido no me lo da otra
cosa que aquella palabra. Necesitas tus palabras, esas con las que has
convivido. Somos lenguaje, no somos otra cosa, y aquello que tú eres es lo que
surge luego en el poema: la palabra, el vocabulario, las imágenes en las que tú
consistes. Muchas veces no eres consciente de esto hasta que no sucede el
poema.
—Tanto en su poética como en el principio de
esta conversación ha hecho usted mención al tiempo y la perdurabilidad. ¿Cómo
una lucha contra la fugacidad el mismo tiempo?
—Vamos a ver… vamos a desaparecer todos,
esto… es relativo; puedes durar unos años más después de tu muerte porque
alguien lea el poema y le gusta, pero nada más, eso se acabará. Llegará un
momento en que ni poesía ni historia; según vamos en el mundo en que estamos…
—¿Cree usted que la poesía está abocada a la
muerte? Es que si esto es así, ya lleva con los estertores…
—Sí, claro, lleva siglos. Tal vez se explique
porque el lector es también creador. Todo aquello que escribimos atraviesa el
centro de la memoria, del mundo y las cosas que cada uno tiene. Y crea. Puede
hacer una lectura muy similar a la de otra persona, pero difieren. La lectura
es siempre un acto muy personal. Al arte se asiste; si el arte no dijera todo
lo mismo, lo podríamos contar: podríamos contar el llanto por la muerte de
Ignacio Sánchez Mejías… y eso es un disparate. Podríamos contar las Meninas de
Velázquez, o la música… una sinfonía de Beethoven… nos tomarían por locos. El
arte nos va a decir siempre algo muy personal porque es nuestra la lectura que
estamos haciendo del texto y nos capacita para volver a imaginarlo.
—Dice que el lector, al leer el texto, se
hace dueño del poema, lo vivifica y vuelve a crear. ¿Cómo animar a quienes no
tienen hábito de lectura poética, a los jóvenes que tienen por descubrir la
poesía?
—Hay que leer. Hay que leer mucho. En alguna
ocasión me comentan los profesores: “estos chicos es que no leen”. Yo les
respondo “hazles escribir”. Cuanto tengan que expresar algo y vean en el mundo
en que se meten escribiendo quizá les dé por mirar algo. Yo creo que es bueno
escribir para aficionar a la lectura. Si yo fuera profesor pondría redacciones
todos los días.
(Artes poéticas, recopilación de artes
poéticas en castellano, s.XX, Entrevista 2008)
POEMAS
EL SILENCIO
¿Dónde podré esconderme
si no es ahí, en estas
palabras de amor?
Ante vosotras,
hijas del turbio hospicio
de mi alma -mis dóciles
doncellas-, llora mi desconsuelo.
Yo les escribo
a las pequeñas manchas de tinta
de tus manos, como si fuesen
cartas que debo
contestar en la noche. Toco el falso
disfraz, el picaporte
de tu oscuro colegio; en él
suena mi vida, discurre
como un río mi vida.
Llega ya el príncipe
de tus libros azules, sobrevuelan las hadas
que te ocultan y encienden. En tu cuello alargado
se oscurecen mis sueños, tus caderas sin nadie
me preguntan; ya llegan
como calientes besos, como nubes lejanas
tus rodillas; me bendice tu sombra
clandestina. ¿Dónde
están tus ojos,
que a todo respondían?
Entonces
eran tus pechos nidos, eran pequeños pájaros
sin vuelo; eran llanuras, pueblos
deshabitados, llaves
de pequeñas iglesias, de alacenas
vacías.
Hoy,
que el deseo se cumple, este
negro silencio de la noche nieva
en el alma, nieva
sobre la oscuridad;
como la lumbre
de los romeros o de las aliagas, yo oigo
tus calladas respuestas.
De "Coro de ánimas" 1968
FIESTA EN LA OSCURIDAD
Arrodillado ante tu cuerpo. ¡Oh tú!, verdad hecha de flores, apacible paisaje
de reyes y criados dando caza
sobre el jarrón vacío del recuerdo a ciervos encantados
bajo un ciclo de nubes en jauría
y sin paz. Y así la imagen
del séquito encendiéndose
en el fondo del ojo del animal que ha muerto. Brillan las armaduras de los guerreros
que regresan; se oyen en su mirada
los cascos del caballo que cruza
y el frío del relincho. Rocío de la noche,
sueño que me ha olvidado, eres, imaginada por mi lengua, nacida en el inmenso
nublo de la memoria. Álzase en el concierto de los aires y en la luz hecha música.
Inventada apareces, ¡oh tú!, espejo de las sombras, oscuridad de invierno,
pájaro de las corrientes dibujado en el agua. Hace tiempo
matáronme. La imagen de la muerte
reposa hoy en tus ojos. Sueña
el laúd en la alfombra de la noche, olvidado.
Beso tu corta edad; subo la falda aquella de la infancia,
llora el deseo crecido en la niñez. Allá sobre el más hondo
dolor de haber vivido, yo te amo. Mientras, la luna entre los árboles
quema su sueño en libertad. Como un nido el deseo se sostiene en la cumbre
de un desnudo dichoso. Otros días
anduve entre las sábanas de la prostitución, donde se acepta nuestro beso
como negocio, no
como naufragio.
Y cae la tarde, y en los ojos del ciervo
las estrellas se olvidan. Cuántos
cuerpos que me despreciaron, desde el tuyo me aman. ¡Oh!, cuántos
rostros y pechos y desnudos
nacen de ti, silenciosa y oculta, fiesta en la oscuridad, flor que ha crecido
sin juventud, y yace
sobre la tumba de su arena, como un dios inventado.
Sobre el jardín
cae la lluvia incendiándose. Tras el disfraz de su linaje
monta el rey en las hembras
de los labriegos. Cruzan las águilas baldías
del corazón, la cumbre de la sangre. Rara es la complacencia de esta orgía
donde la servidumbre asciende, humillada entre risas
de licor medieval; movidos por los hilos del alcohol, amenazados
por la navaja del destino, bufones de este reino, donde tan sólo somos los residuos
de una hoguera apagada.
Mira nuestros desnudos, ese
reflejo de oro de nuestra pobreza, ardiendo en la mirada de cristal, tendido
[en los profundos bosques
de los ojos del ciervo que, hace años, mataron. Tu cuerpo es residencia
y es hogar de otros cuerpos. Sobre tu espalda crecen los milagros, vienen
a beber de mi sed otras espaldas. ¡Oh! mira, ésa de hombros tranquilos, llena de soledad
y de humildad, o esa
que respira en asombro, derribada y gentil; o aquella de
vuelo moreno como el del halcón; o esa otra de ahí , amiga de la noche,
que no tiene nombre, sino precio; o la que se arrodilla cuando ama, esa
que nace del olvido y ya tiembla
de amor. En tu cuello indefenso aún vive
toda la adolescencia y la inocencia
de aquellos días. Cárcel
y hospital es la luz para los sentidos. La claridad destiñe a la materia; envilece el sonido
de las palabras, quema las sombras, desvanece el recinto de los sueños
y el lecho donde amaban.
En qué perdido paraíso, sobre qué antiguas nubes
rezan por ti mis ángeles. Qué negras alas llevan
mi cerebro a tu cuerpo. En los altares de la carne cumplen
el dolor y la vida. Apaga tú esa noche, esa
que en la mentira crece, que fermenta en la nieve
del desdén y el olvido. Bajo las cumbres de la tarde
bajo esa luz que, por un momento, da color de azafrán
a la senda y al monte, la libertad nos mira
con sus ojos vacíos. Parece que no fuera
a cerrarlos jamás.
De "Fiesta en la oscuridad" 1976
POÉTICA
A Luis García Jambrina
Las gotas de rocío
caían por los pétalos de la flor del acanto; con ellas resbalaba
la imagen de los cielos. Penetrar el palacio
cerrado de las cosas; contemplarnos a solas
en sus rotos espejos; seguir con la mirada el curso de los astros
en el fondo, infinito, de las aguas de un río.
Vivir el movimiento que habita las palabras,
conocer la apariencia, amar la soledad
de los frutos caídos y que, ahora,
con la luz de la tarde
desvelan el pasado en las ruinas del tiempo.
Las mañanas nevadas congelan con su música el viento del invierno.
Las gotas de rocío
la hierba del jardín. Oyes a tu memoria
las cosas, entregarte palabras encendidas
que la muerte construye. Nunca edificarás
un poema con ellas.
Sólo esperas, vencido,
a que la noche incendie los helados colores de la tarde
con sus llamas de sombra.
II. La niebla que contemplas en los ojos del corzo...
La niebla que contemplas en los ojos del corzo
que acaba de morir; la sangre de la ortiga
que habita los aromas que descienden del monte; la imagen de la alondra,
su trino, blanco y seco, reflejado en la nieve que enciende tu recuerdo;
la fragancia del prado dibujada sin límite.
Has de mezclarlo todo, de tal forma
que cuando el gallo de la amanecida cante
macere con su grito incendiado de luces
tal locura de amor.
Hallarás junto al valle de tu cansado reino
los más frondosos bosques: descabalga y penetra su castillo de sombras.
Junto al foso en que crece el clamor del enebro
se empaña la mirada que presienten tus ojos
y jamás han de ver.
Debes cortar los pétalos, no de la flor
sino de su reflejo, al rubor de la orquídea que habita los arroyos
y obtener la fragancia de la flor de la escarcha
que sueña en el silencio recóndito del bosque.
Has llegado al lugar
donde crecen las flores, mas la flor invisible que en la brisa germina
huirá con tu presencia.
Debes, con todo, construir un altar y encender su perfume; pues su luz es la única
que hará hervir las imágenes que componen el séquito
del filtro que te ofrezco.
Da a respirar sus brumas. Más no sufras si adviertes
que has perdido tu vida; que has cortado
del recinto de sombras que te habitan -sin obtener amor-
sus flores más hermosas. Piensa
que los sueños no ofrecen
mayor utilidad a su belleza efímera.
III. Y le llamas poema...
Y le llamas poema
al placer de la mente de obtener de las cosas
un lenguaje preciso que destruya,
con el fermento de sus signos, las leyes
que edifica la muerte.
Mas al dar forma a tu espíritu, le ofreces
una mayor zozobra a tu existencia.
Y le llamas poema
a cuanto, sin pasión, representa el deseo
sobre los límites de la incertidumbre.
IV. Entornar la mirada...
Entornar la mirada
hasta ver lo impensable, es crear.
De "Itinerario para naúfragos" 1997
OFICIO DE VERANO
A Francisco Fernández
por derramar un pájaro su idioma;
roza a las flores, sufre con su aroma
la levedad de ser substancia pura.
Inclínase la flor en la amargura
de ser sólo el reflejo al que se asoma;
agua, por fin, que del estanque toma
sólo la soledad de su agua obscura.
En negras transparencias y humedades
por sonidos y sombras dibujadas
brilla la luz de un pájaro en su vuelo;
luz que en la tarde rompe las verdades
de la flor en el agua reflejadas
al deshacer su imagen y su cielo.
De "Itinerario para naúfragos" 1997
Pocas veces he leído poesía tan inspirada, que fluye como el amor; y cieera esta muestra con un soneto encantador, postre perfecto. Muchas gracias, amigo, por el regalo. Un abrazo.
ResponderEliminarMe puedes echar una mano con el poema ITINERARIO PARA NÁUFRAGOS, he de hacer un comentario de texto. Graciasss
EliminarHola,alguien entiende el poema del naufragó, que está introducido por unos versos de Pedro Salinas? ¿me podéis ayudar?
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