OMNIUM EX NIHILO:
LA
UNIDAD NUMÉRICA, ENTRE LA NADA Y EL TODO
QUIEN haya tenido ocasión de
acercarse al I Ching[1],
entre sus pronósticos y descripciones poéticas, el oráculo estaba fundamentado
en los famosos hexagramas (6) que se completaban con las líneas fragmentadas o
enteras, según fuesen Yin o Yang. Es claro que la analogía con el sistema
binario matemático (0 -1) es más que pertinente. La articulación de los
diversos hexagramas conllevan interpretaciones que se sitúan entre lo poético y
lo profético (dicho sea de paso, que en tantas ocasiones mantienen una estrecha
relación, sobre todo en virtud del
carácter apodíctico que tantas veces manifiesta dicho lenguaje poemático. Nuevamente
se pone especial énfasis en que, si bien la estructura simbólica de sus
patrones (binarios) está presente, no lo estará la aritmética (o matemática),
nuevamente nosotros cuestionamos esta aseveración tan extraordinariamente
drástica llevada a cabo por algunos matemáticos. En virtud de patrones
precisamente binarios se han conseguido realizar máquinas de hacer versos (que, por cierto, a más de uno
de los –que se tienen por- conspicuos poetas que conozco, les gustarían
realizar con tan grande maestría en el uso del lenguaje y en el conocimiento del
funcionamiento métrico del verso), al margen de que reconozcamos o no su
producto como literalmente poético[2].
Aquel
Omnibus ex nihilo ducendis sufficit unum[3]
del medallón binario de Leibniz, a nuestro juicio, no sólo da cuenta matemática
de que con el 0 y el 1 se puede conseguir cualquier número, amén de que se refiera a la divinidad como fuente de
creación de lo que es y de la nada misma, también daría cuenta de la
vinculación de los proceso creativos (ya sean o no matemáticos) con la
producción numérica, y a esta con la descripción de las partes de lo que es
susceptible de ser creado que, no siempre, por cierto, su totalidad tiene que
resultar de la suma de sus partes.
Un
ejemplo bastante atractivo de aquella
particularidad sería el caso de la dimensión cúbica aplicada al espacio.
Durante milenios el espacio es considerado tridimensional tal cómo lo
aproximaba Euclides. Hoy sabemos que dicha configuración espacial es parcial a
escalas cósmicas
(véase a Einstein y la concepción de la cuarta dimensión
temporal), y es que la percepción sensoria es limitada, mientras que la
capacidad de abstracción matemática (y poética) no lo es, de lo que se infiere
que la conciencia pues, juega un papel fundamental en la concepción misma de la
realidad. No en vano localizar cualquier suceso requiere (física y
matemáticamente) no tres, sino cuatro coordenadas, siendo la cuarta la que
coloca el tiempo para el momento en el que acontece el suceso a observar.
Parece pues que lo que sucede en cualquier proceso creativo se lleva a cabo no
en tres, sino en cuatro dimensiones (esto pasa en matemáticas y, desde luego,
con todas las peculiaridades que queramos, en la poesía).
El
sistema decimal en nuestra civilización es la base (10), es el cómputo numérico
más reconocido y reconocible -y que viene mostrar las unidades, decenas,
centenas…- pero es necesario advertir para los no avisados que existen otras
bases de cómputo antiguas como el 20 (mayas) o el 60 (babilonios) e incluso el
alfabeto para la designación de los mismos números (griegos), por lo que los
símbolos no se asentaron nada rápidamente, teniendo que decir que hoy mismo,
según la cultura, estos símbolos varían muy significativamente.[4]
En cualquier caso, y sea cual fuere la
base de los patrones numéricos, el número 0 (por otra parte no reconocido como
número hasta bastante más tarde de la aparición de la relación numérica 1, 2,
3, 4, ….), siguiendo la característica
notación posicional, tiene unas características extremadamente importantes y
singulares en la computación numérico matemática cualesquiera, pero también
tendrá una capital consideración en el lenguaje (literario) que afectará
también al constructo métrico poético de la manera que diremos más adelante, y
en el que el silencio, puede significarse como 0 –y al igual que la música-
resulte esencial para la construcción eurítmica del verso.
El ningún número aquí[5],
babilónico, ya fue designado con su correspondiente símbolo hace cientos de años,
y en el 876 d. C[6]. ya se
utilizaba con la designación simbólica de un círculo. No obstante, el número y
símbolo de la nada acaso sea el que mejor nos muestra que los números tienen
otros propósitos además de contar, y mucho de ello tiene la lógica matemática
que decir.[7]
En poesía su valor es esencial, sobre todo desde la óptica de la métrica (ya sea
silábica o de pies métricos…) en tanto que puede entenderse (el vacío del cero)
como la nada del silencio rítmico –reconocible en las pausas diversas del verso:
hemistiquios, finales de verso…- que, anteriormente, señalábamos, pues de
antiguo ya se reconocía en el dominio de la construcción especial del lenguaje
poético y, cuya abstracción, tiene, por tanto, una aplicación reconocible.[8]
Todo esto en cuanto al valor cuantificable del número, ya abundamos en la
cuestión lógica de su construcción en anteriores entradas, pero no este el
único campo (el de los números reales) en el que es susceptible la aplicación y
atención para el mejor entendimiento del sustrato material, lingüístico, de la
poesía, veremos que los números complejos también pueden decirnos cosas muy
interesantes sobre la construcción del verso, cuestión que trataremos en
próximas entradas de este blog.
Francisco Acuyo
[1] I Ching,
Yijing o I King, es el célebre libro oracular –y ético, filosófico y
cosmogónico- chino (también conocido como libro de las mutaciones, que se basa
en la dialéctica dinámica del flujo o movimiento de los opuestos (Yin y Yang) que
es siempre cíclico. Lo único que existe es el cambio, sería su principio
básico. Sus cálculos se basan en el sistema binario que, nos parece a nosotros
en contraste con la opinión de algunos matemáticos, sí tiene un carácter aritmético
y además geométrico (hexagramas) en sus descripciones oraculares.
[2] Acuyo,
F.: Fundamentos de la proporción en lo diverso, Universidad de Granada 2007,
Jizo ediciones, edición corregida y adaptada, Granada 2007.
[3] Para
todo lo que surge de la nada, uno basta.
[4] De los
occidentales, al árabe oriental, Persa, Chino simplificado… son claras
referencias a esta variabilidad.
[5] Con esta
descripción era referido en el número que nada contiene, es decir el cero.
[6] Aparece
en un templo Chaturbhuja, en Gwalior.
[7] Ya hablamos
de este aspecto en anteriores entradas del blog Ancile , ver, por ejemplo: Acuyo,
F.: El signo lingüístico (poético), lógico matemático: http://franciscoacuyo.blogspot.com.es/2017/01/el-signo-linguistico-poetico-logico-y.html
.
[8] Chanda-hasastra,
véase Acuyo, F:. El número en matemáticas y poesía, Blog Ancile, http://franciscoacuyo.blogspot.com.es/2017/03/el-numero-en-matematicas-y-en-poesia.html
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