miércoles, 21 de junio de 2017

EL SUEÑO DE LA MATERIA, Y LA MATERIA DE LOS SUEÑOS, AL ALBUR DEL ENTENDIMIENTO DE LA BELLEZA

El sueño de la materia y la materia de los sueños, al albur del entendimiento de la belleza, es el título de la nueva entrada para la sección, Pensamiento, del blog Ancile.


El sueño de la materia y la materia de los sueños, al albur del entendimiento de la belleza, Francisco Acuyo




EL SUEÑO DE LA MATERIA, 

Y LA MATERIA DE LOS SUEÑOS,

AL ALBUR DEL ENTENDIMIENTO DE LA BELLEZA







Bien, verdad y belleza, y esta última, emblemático símbolo de la perfección divina, se dice que son manifestaciones de la realidad más subida, completa y excelente. Nadie podría discutir que aquellas manifestaciones susceptibles de belleza artística, literaria o natural no sean una realidad evidente de nuestro mundo (paradójicamente unidas al dolor y al sufrimiento).

                Hablamos reiteradamente de la conciencia y el proceso de creación y percepción de lo bello[1], como imprescindible requisito para su entendimiento (también apuntábamos que acaso para la compresión de la realidad de la misma naturaleza[2]); será ahora interesante reconocer que la verdad (cuando es belleza), si pierde su carácter utilitario extrema su condición intuitiva, visionaria incluso, y eleva aún más su carácter sublime de belleza.

El sueño de la materia y la materia de los sueños, al albur del entendimiento de la belleza, Francisco Acuyo                La fruición de lo bello, también lo adelantábamos anteriormente, es un deleite que no solo es puramente sensitivo, si es que, como decía Santayana, el alma se alegra de olvidar su conexión con el cuerpo[3], por eso, más allá de su desinterés, universalidad, es interesante centrar la atención sobre su capacidad de ofrecerse como realidad independiente, como objeto, y todo esto a pesar de ser un valor que necesita de la sensibilidad y, sobre todo, de la conciencia para ser en sí mismo. Contradicción aparente que nosotros emparentábamos con la de la realidad misma de la materia, según los tratados de la ciencia física de lo infinitamente  pequeño,[4] donde la observación es de capital importancia para la percepción y entendimiento y realidad de la materia, todo lo cual pone en serio cuestionamiento  la razón convencional (sentido común) mediante la que organizamos el caos de nuestras sensaciones, haciéndose precisas las distinciones de sustancia y cualidad de aquello que tratamos de recabar sobre su realidad o apariencia. El fenómeno de la sinestesia nos puede servir como muestra de esta contradictoria manera que tenemos de discernir unos estímulos de otros en virtud de los objetos percibidos y las sensaciones acústicas, ópticas, olorosas… que acaban por entremezclarse y que, si producen el efecto de la belleza, hemos de reconocer su valor emocional o ideal de la misma.

La materia de lo bello se detecta en el color, en el sonido, en el aroma…, decíamos, mas también en la desconocida sustancia del amor, en la formas susceptibles de valor estético y que pueden apreciarse bajo formas geométricas, como también en la simetría, en la variedad de una unidad repetida o en una determinada uniformidad… Pero ¿y lo material de todas las cosas, puede ser también bello? ¿Y de ser así, participan estas de los valores de conciencia necesarios para su reconocimiento como realidad y, sobre todo como realidad susceptible de considerarse bella?

La naturaleza de la conciencia, aun siendo fundamental para el reconocimiento de la realidad de lo estrictamente material y de lo no menos extraordinario como es lo  bello, parece resistirse a una explicación completa de la misma, incluso llegando algunos a negar la posibilidad de ser computable[5]. El caso es que los estudios de estética han influido sobre quien con toda modestia hace estas exposiciones como una vía de conocimiento y explanación de la realidad de lo mundano en estrecha vinculación con el valor de la belleza, con la conciencia, aunque todo lo cual conlleve en muchos momentos a esa disonancia cognitiva de nuestro hacer y crear libres, enfrentados a una realidad física –supuestamente determinista- altamente cuestionable, sobre todo si aceptamos los presupuestos estéticos y los de apreciación consciente de la realidad como algo conformado por nuestras mismas conciencias.

La naturaleza de lo que entendemos como realidad es algo que en modo alguno está todavía resuelto: la realidad física sin la realidad de la conciencia parece resultar, más que un imposible metafísico, un inverosímil material y físico. Indagaremos sobre estas cuestiones en próximas entradas de este blog.


Francisco Acuyo



[1] En Ancile: De las propiedades de lo bello y la realidad de lo observado: http://franciscoacuyo.blogspot.com.es/2017/06/de-las-propiedades-de-lo-bello-y-la.html
[2] En Ancile: Cuando la realidad es belleza, y la belleza realidad: http://franciscoacuyo.blogspot.com.es/2017/06/cuando-la-realidad-es-belleza-y-la.html
[3] Santayana, G.: El sentido de la Belleza, Madrid, 1999, p. 50.
[4] Nos referimos a la teoría cuántica, claro está.
[5] Roger Penrouse llega a negar la posibilidad de una inteligencia artificial fuerte. Véase La nueva mente de emperador, Mondadori, Barcelona, 1999. 



El sueño de la materia y la materia de los sueños, al albur del entendimiento de la belleza, Francisco Acuyo

1 comentario:

  1. Gracias, amigo, por este interesantísimo trabajo. Creo que la Naturaleza es la artista universal. Es difícil discutir la bella perfección de una flor, y mucho más difícil de emular para los artistas. Un abrazo.

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