DE LA BELLEZA Y EL NEXO
TRASCENDENTE CON LO SUBLIME
SI para el matemático la belleza
es la señal de que en el mundo no hay
lugar para las matemáticas feas[1]
(acaso para el poeta sucede algo muy similar con la poesía), nos parece muy
clara la invitación a reflexionar, un paso más allá de las aportaciones
utilitarias reflejas en su estructuras –simetrías, patrones varios, coherencias
lógicas…-, sobre los significados de lo bello. El orden (filosófico platónico)
manifestó es una de las vertientes que pueden llamar la atención sobre la
belleza, pero también el trágico –el doloroso, manifiestamente expuesto en el
sufrimiento[2]- o el
poético al que aludiría Nietzsche, y que se caracterizará por su naturaleza
paradójica y su irreductible ambigüedad[3].
En
cualquier caso, lo bello trasciende necesariamente lo artístico, si es que en
verdad nos habla de armonía, de euritmia, elegancia, verdad, paz, unidad, ser….
es así que cualquier ley física verdadera debe contener belleza matemática,[4]
o la proporcionalidad universal del número que encontramos manifiesta en la
misma naturaleza.
Y
aunque la belleza puede manifestar un principio terrible (que nos puede abocar
al sufrimiento, a la angustia, al pánico incluso, así lo creían Rilke o Pascal,
o bien visto en aquella temible y hermosa simetría del tigre por William Blake)
no puede reducirse a una mera percepción sensorial,[5]
si es que la armonía, el ser, la verdad, son interiormente reconocibles, por lo
que será preciso poner en reconocimiento las relaciones entre belleza y razón,
belleza y emoción y, desde luego, belleza y crecimiento espiritual.
Pero,
hagamos un esfuerzo más de entendimiento y preguntémonos si esa intuición de la
belleza que no sabemos bien de donde viene deriva de un abstracto anterior a
ella[6],
o por el contrario, la belleza no contiene verdad alguna, si ella es subjetiva,[7]
y se ofrece como mero juego de las facultades, y será necesario distinguir
entre lo bello y lo sublime, o ¿no puede ser lo sublime deducido de lo bello?
Son estas cuestiones las que nos hacen barruntar que la realidad de lo bello
puedan ser contestadas desde una óptica netamente esteticista.
Lo
raro y lo bello pueden establecer conexiones clarificadoras en su manifestación
en la naturaleza, véanse los fractales, por ejemplo, o en los esfuerzos de
abstracción más pura aplicables a la realidad matemática (que en muchas
ocasiones no tienen nada que ver con la realidad de lo cotidiano) como es el
concepto –monstruoso- del infinito llevado a cabo por Cantor en 1899.
La vivencia de lo bello es o puede ser también, paradójicamente, la superación de
lo empírico, si este atado tantas veces a la convención falsaria de la
realidad, pues aspira a través de su impulso creativo a lo nuevo que aspira el
espíritu atento.
El
impulso creativo y la percepción de lo bello diríanse estar estrechamente
vinculadas a la totalidad a la que aspira todo arte (y saber) verdadero(s), en
tanto que son, ante todo, fuerzas liberadoras del espíritu, si es que en verdad
es superación de toda contradicción y sufrimiento la belleza.
Francisco Acuyo
[1] Hardy,
G. H.: Apología de un matemático,
Episteme, Madrid, 1999, p. 85.
[2] En el
blog Ancile: Pasión del dolor y la
belleza: http://franciscoacuyo.blogspot.com.es/2017/05/la-pasion-del-dolor-y-la-belleza.html
, Belleza, tiempo y trascendencia: http://franciscoacuyo.blogspot.com.es/2017/05/belleza-tiempo-y-trascendencia.html
, De la belleza inagotable en un mundo inmarcesible: http://franciscoacuyo.blogspot.com.es/2017/05/de-la-belleza-inagotable-en-un-universo.html
[3] Acuyo,
F.: Elogio de la decepción, y otras
aproximaciones a los fenómenos del dolor y la belleza, Jizo Ediciones, Granada,
2013, p. 105.
[4] Paul
Dirac reflexionaba en términos muy parecidos.
[5] Acuyo,
F.: p. 106
[6] Vico,
G.: Ciencia Nueva, Folio, Barcelona,
2002.
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