HISTORIA
DE UN DIARIO:
CRÓNICAS
DE LA NACIÓN ESPAÑOLA,
O
CRONOTOPO DEL QUE FUE EL HORIZONTE
HISTÓRICO DE ESPAÑA
Las Crónicas de la nación
española, o cronotopo del que fue el horizonte histórico de España, hubo de
caer en mis manos de manera adventicia como un conjunto de legajos singular y
enigmáticamente compilados, en una suerte de extravagante jerarquía que
quisiese conformar una suerte de cuaderno de bitácora (a su vez intitulado: Historia de un diario), cuyo redactor
-¿intemporal?-[1]
diríase redactar, reunir y ordenar cronológica y geográficamente los contenidos
de sus anales. Mas, de la irregular y defectuosa traza en que parecen fueron
encontrados y, posteriormente sin duda, peor sistematizados, podía inferirse
que, no obstante, de su irregular organización, en algún momento quisieron ser
compendio exacto en volúmenes varios de una excepcional historia de España, y
que aquello que hasta nosotros hubo de llegar muy bien pudiera tener un
carácter fragmentario, y que las otras partes del corpus integral de sus textos
y comentarios hubiesen, desgraciadamente, desaparecido.
Parecía esta historia recogida en forma de
anales cuya leyenda habría de mostrase, sino confusa, sí del todo incompleta,
ya que de su hagiografía, testimonios, efemérides y comentarios parecía claro,
como decíamos, que no estaban todos los documentos que en un principio hubieron
de completarla, y de guisa tal que
diríase se redactaron con más sosiego del que había menester, aunque se
reconoce claramente que no habría menester mucho, según se infiere de la
virtuosa y preclara conciencia y conocimiento de todo aquello que quería trasladar
a los potenciales lectores de su testimonio, y cuya erudición fuese en verdad
tan admirable, que habría de causarnos no poca exasperación saber que se habían
perdido una buena parte de aquella narración tan verídica como escrupulosa en
la relación de su relato.
De la
desafortunada ausencia de tantos fragmentos y aún capítulos enteros de esta
fidedigna historia, cabría anunciar aquel proverbio de que siempre las
desdichas persiguen al buen ingenio, que así tuvo de tenerlo su desgraciado
autor, y desde luego los muchos lectores que pudiesen haberse deleitado al
completo de tan digna como segura aproximación a la realidad de los hechos que
venían a relatarse.
De forma liminar
encontramos una muy compacta relación de argumentos que, a modo de exposición
de motivos, quería animosamente introducir al ingente compendio de su ilación
histórica, y todo para mejor correspondencia del catálogo de memorias
fehacientes de nuestra historia, en cuya afinidad, trato y parentesco se
deshacía por hacer comprender a quienes verdaderamente quisieren saber de todo
lo visto y oído en el informe fidedignos de sus reales crónicas.
De aviso para
navegantes pueden tildarse las recomendaciones que pudimos extractar de los
documentos rescatados, y que todo parece indicar, pertenecen a la introducción
de la totalidad del volumen de la historia de España. A saber, al margen del
rechazo al nefando relativismo postmoderno a valores que de consuno hubieron de
ser tenidos como incuestionables por grandes sabios, doctos avezados de la
historia de anteriores épocas, de todo lo cual cabe destacarse lo siguiente, a
saber: primero, la absurda, delirante e
interesadamente tribal interpretación por parte de muchos de la historia del
más antiguo Estado de Europa; segundo, la tendenciosa proyección de España a
través del ridículo prisma que pretende abarcar la totalidad histórica del país,
en virtud de un momento significativo y desgraciadamente totalitario, y cuyo
signo ideológico, según hubiese sido distinto el acontecer de la última guerra
fraticida, podría haber sido el contrario y de igual modo con designio opresivo
y arbitrario; y, finalmente, la miserable, cobarde, ignorante tergiversación de
la historia por parte de determinados sectores de la política española que,
unos por acción y otros por pusilánime omisión, han permitido su sistemática
manipulación, desvirtuación y engaño en pos de determinados intereses políticos
totalmente espurios de la realidad histórica de nuestro país (sic).
No obstante de
todo lo antecedido, pasaremos a dar cuenta en siguientes entregas de este
fascinante hallazgo y de su particular manera de ser contado, y donde podrán
encontrar, aun en su fragmentaria recopilación, sucesión y diversas y creemos
que muy entretenidas entregas, que irán dando cuerpo en lo que de su redacción
veraz tenemos, y de los huecos
tristemente desaparecidos pondrán argumento nuestra curiosa y casi siempre insatisfecha
imaginación.
Francisco Acuyo
[1] Según cuenta en primera
persona lugares y sucesos de nuestra Nación desde el 2000 a C. hasta momentos
de muy reciente actualidad.
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