Insistiendo sobre el discurso poético, para la sección, Pensamiento, traemos un nuevo post que lleva por título: Discurso sin fronteras: La perfomance de la poesía.
DISCURSO SIN FRONTERAS:
LA PERFOMANCE DE LA POESÍA
Los peligros de la palabra (de
logos) son indiscutibles en el inmoble discurso de la prosa: todo está cerrado
por la razón y sus corruptelas perceptivas de la realidad y de su
¿indiscutible? coherencia lógica. La palabra poética se mueve por derroteros bien
distintos. La oralidad late a flor de sentido en su discurso, la ambiguedad, la
analogía, el símbolo ,la metáfora… son los útiles que pone en cuestión la
autoridad de la razón y abre el cuestionamiento, la crítica, la interpretación
diversa que propicia la discrepancia. Es la voz que habla[1]
y es afín a la música, a la pintura (ut pictura poiesis), a la écfrasis, a la elevación (filosófica y religiosa) del
espíritu, a la abstracción más pura reflejada en el amor que no es sino
creación, y como creación que paradójicamente
enlaza lo concreto y cotidiano y
sencillo de la vida.
Los
sentidos rigen el entendimiento positivo racional. El poeta expresa lo
sensorial, sensible, sensitivo, mas no sólo se queda en esta esfera, baja o
sube al inframundo o hacia lo supramundano; se integra y se confunde entre los
mismos sentidos (sinestesia)en pos de una clara perfomance que confunde artes
diversas (pintura, música, escultura….)
pero también se extiende a ámbitos metafísicos: percibe, emociona y piensa no sólo con las manos, los ojos, el
oído… sino con la potencia del alma suprasensible que le conecta o, mejor, le
integra en el mundo. Son las realidades
que serán y que, si aún no han sido, es porque no han surgido del impulso
genuinamente potencial, creativo, para ser, a través es la poesía.
La
palabra poética ofrece lo que no tiene palabras en el discurso convencional. La
palabra poética es la realidad operativa que se enfrenta al sueño de lo sentido y entendido
ordinariamente. La poesía ofrece lo trascendente dentro de nosotros mismos en
el mundo y para su expresión utiliza
todos los instrumentos creativos para hacerla posible; palabra, color, sonido,
pensamiento, sueños, símbolos… la poesía es acción para la atención de lo
inmutable. Es la conciencia sin conciencia que aspira, para el iniciado, a la
conciencia total. Es, en fin, la potencia que crea realidad de la sustancia
anímica.
Que
un rasgo interesante del poema sea su carácter fragmentario es algo que para el
avisado lector de poesía resulta proverbial que muchas veces, aún con sus
trazas musicales más o menos evidentes lleva de forma paradójica, no
contradictoria, al silencio. El discurso poético no está exento del ritual, de
lo mítico, lo visionario o de cierto parentesco con el ímpetu integrador de lo
hermético. No será extraño contemplar de manera concorde en muchos poemas la
música la metafísica, el canto, la imagen, … en singular y extravagante armonía
que nos muestra un carácter performativo potente e incomparable en el discurso
(no discurso) de la poesía.
No
está exenta la poesía de una gloriosa inutilidad que nos habla de los límites de
la razón, de la lógica, de la ciencia y de la matemática misma, cuya indecibilidad
conecta con el misterio de la incitación al ejercicio mismo de la poesía (la
metafísica, la más honda filosofía, el arrobo místico, la entrega y la pasión espiritual
frente a la realidad de la existencia que no se cansa de mostrarnos la
inutilidad de estos esfuerzos mediante la realidad del dolor y de la extinción. Pero será el símbolo, la metáfora, la
sinestesia, … que impregnan de connotaciones similares a la poesía y al
discurso metafísico y filosófico.
Abundaremos
sobre estos dominios fascinantes del discurso poético y el espíritu que intenta
trascender los límites de nuestro entendimiento racional y trascenderse en orbe
existencial donde el sufrimiento y la muerte dirían marcar inexorablemente
nuestros designios.
Francisco Acuyo
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