martes, 28 de abril de 2020

¿QUÉ ES LO “DISTINTAMENTE” CRISTIANO?; POR ALFREDO ARREBOLA

Para la sección Apuntes histórico teológicos, del blog Ancile traemos el post de Alfredo Arrebola que lleva por título: ¿Qué es lo distintamente cristiano?



 ¿Qué es lo distintamente cristiano? Alfredo Arrebola




¿QUÉ  ES LO  “DISTINTAMENTE” CRISTIANO?



     “Un hombre de Dios” es -conforme a mi criterio – aquel que está fascinado por la verdad y la  encuentra plenamente en la Palabra y en la Carne de Cristo. Decía aquel atormentado filósofo y matemático  francés, Blas Pascal (1623 - 1662)  que “toda  la desdicha de los hombres se debe a una sola cosa, la de no saber estar tranquilamente en una habitación” (“Pensamientos”, E. D`Ors, 1962).  Nos encontramos sumamente afligidos por una pandemia universal que, posiblemente, el hombre no llegue  a conocer la razón última de la misma: la Ciencias avanzan mucho, pero no menos  las enfermedades. Estamos sufriendo un confinamiento impuesto: no es lo mismo la soledad elegida y poblada que la soledad impuesta. Aprovechando, pues, esta triste y  enigmática circunstancia, intentaré poner por escrito lo que desde hace muchos años se ha convertido en un perenne tormento:¿Qué es ser cristiano?

       Hace más de cinco años, bajo el seudónimo de Ambrosio Morales de la Vega, escribí “Por  qué soy cristiano”, cfr. Granada Costa, 31/01/2015; hoy, creyendo no equivocarme si digo que a  Dios – a quien nadie ha visto (Jn 1,18) – se puede llegar a través de la razón (Filosofía), o bien  por medio de la Revelación (Teología), he reflexionado, profunda y objetivamente, acerca de lo  que significa y comporta el sintagma “Ser cristiano”, porque existe mucha ignorancia sobre esta actitud humana.
      
 ¿Qué es lo distintamente cristiano? Alfredo Arrebola

     Hay quienes piensan  que se es cristiano por el solo hecho de recibir algunos sacramentos - el Bautismo, la Confirmación, el Matrimonio – en tanto que se ignora que el cristianismo es una opción fundamental por Cristo, “Camino, Verdad y Vida” (Jn 14,6). Ser cristiano no es simplemente hacer el bien y evitar el mal. Esto también lo hacen  personas de otras religiones, o de ninguna. De esto puedo dar testimonio veraz a lo largo de mi vida docente y artística. Ser cristiano no es simplemente creer en Dios. Hay quienes creen en Dios y no son cristianos. Como tampoco ser cristiano consiste en cumplir unos ritos determinados. Toda Religión posee ceremonias, ritos y símbolos; si no fuera así, se convertiría en un mero intelectualismo ético solo para minorías.

     Para ser identificado como cristiano no es suficiente haber sido bautizado, recibir la Primera Comunión, peregrinar a los santuarios marianos, asistir a las procesiones de Semana Santa. Hay quien, haciendo solo esto, cumple su cristianismo. Eso, no. Pues bien sabemos que los fariseos del tiempo de Jesús eran muy fieles en sus ritos y ceremonias y Jesús no tuvo el más mínimo reparo en denunciarlos públicamente como sepulcros blanqueados (Mt 23). Ser cristiano no se limita en aceptar unas verdades de fe, unos dogmas, incluso recitar el “Credo” o saberse el catecismo de memoria. Hay, por desgracia, muchos que profesan la doctrina cristiana, pero, en la práctica, están muy lejos del Evangelio.

     Un cristiano está obligado a conocer la fe de la Iglesia, conocer sus leyes y preceptos, pero esto no basta para “ser esencialmente cristiano”: el cristianismo no es solo una doctrina, sino praxis  evangélica. ¡Hay demasiados báculos teológicos y faltan verdaderos pastores evangélicos!. Como tampoco ser cristiano significa seguir una tradición mantenida de generación en generación, ya que toda  persona, medianamente culta, sabe que toda Religión reconoce y acepta la importancia del peso de la historia, pero el cristianismo no puede reducirse a ser  una cultura, un folclore, un arte, una costumbre transmitida a través de los tiempos. Ser cristiano, según mi corto entendimiento, no puede consistir solamente  en  prepararse para la otra vida, esperar en el “más allá”, en tanto que desinteresarse de lo presente. De ninguna manera: es, filosófico y teológicamente, bastante más.
   
   Es cierto – incluso “Dogma de fe” - que el cristianismo  admite la existencia de una vida futura y eterna, pero la esperanza de esa vida no debe amortiguar la preocupación por transformar y cambiar esta historia, como recomienda la  “Gaudium et Spes”(39), donde leemos: “Sabemos que al final de los tiempos serán restaurados el nuevo cielo y la nueva tierra; pero la espera de esto no nos dispensa de trabajar por la perfección de la tierra presente” (cfr. Documentos del Vaticano II, paǵ. 183). Por tanto, no puede llamarse cristiano quien se inhiba de las preocupaciones históricas, bajo el pretexto
 ¿Qué es lo distintamente cristiano? Alfredo Arrebola
del  cielo futuro. No puede, asimismo, considerarse cristiano quien esté al margen de la figura de Jesús de Nazaret, que murió y resucitó por nosotros y Dios Padre le hizo Señor y Cristo (Hch 2,36): Fundamento metafísico de nuestra fe.


      Hay que tener muy presente que “lo cristiano” no es simplemente una doctrina, una ética, o una tradición religiosa, sino que “cristiano” es todo lo que dice relación con la persona de Jesucristo. Sin él no hay cristianismo. Es decir, “lo cristiano” es El mismo.  Fue en Antioquía cuando los discípulos de Jesús fueron llamados cristianos (Hch 11,26). La vida es, pues, un Camino (Hch 9,22), el camino de  seguimiento de Jesús. Ser cristiano es, sencillamente, imitar a los Apóstoles en el seguimiento de Jesús (Lc 5, 11). Seguir a Jesús hoy no significa imitar mecánicamente sus gestos, sino continuar su camino. En los Evangelios se  repiten siempre las mismas palabras: Sequere me, “Sígueme” (Jn 1,39-44).

     ¿Qué es, pues, “Ser cristiano”? Seguir y vivir los consejos evangélicos, como lo hicieron los apóstoles cuando reconocieron que El era el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Jn 1,36), el Hijo de Dios, el Rey de Israel (Jn 1,49). También serán los Apóstoles quienes reconocen que Jesús es Aquel que los profetas habían anunciado como Mesías y que Juan Bautista lo había proclamado ya cercano (Jn 1,27; Lc 3, 16). Hoy el cristiano reconoce a Jesús como el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14,6), la Puerta (Jn 10,7), la Luz del mundo (Jn 8,12), el Buen Pastor (Jn 10, 11,14), el Pan de Vida (Jn 6,48), el Cristo, el Hijo de Dios Vivo (Mt 16, 16), el que existe antes  que Abrahám, el Juez de Vivos y Muertos, aunque la Teología nos enseña que Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él. Ante la luz de este Juez de misericordia – nos dice el Papa Francisco – nuestras rodillas se doblan en oración y nuestras manos y nuestros pies se fortalecen (10-11-2015 , cfr. “Evangelio 2020, pág. 150).

   Inspirados, pues, en Jesús de Nazaret, “el Hijo del hombre”, podemos hablar, sin el más mínimo miedo, de “Humanismo” solamente a partir de la centralidad de  Él, descubriendo en Cristo los rasgos del auténtico rostro del hombre. Es  la contemplación del  rostro de Jesús muerto  y resucitado la que recompone nuestra humanidad. Nadie, por tanto, que se considere verdadero y auténtico creyente cristiano, puede ignorar que la resurrección de Cristo constituye  el acontecimiento más sorprendente de la historia humana, que atestigua la victoria del amor de Dios sobre el pecado y sobre la muerte, y da a nuestra esperanza de vida un fundamento tan sólido como la roca.

Olvidaos, por un momento, - ¡amigos todos! - de la trayectoria histórica de las iglesias cristianas - Católica, Protestante, Ortodoxa – porque han sido la terrible soberbia humana y el ansia inconmensurable de poder de sus dirigentes los que rompieron – desde hace muchos siglos – aquel primitivo, puro y verdadero cristianismo, “donde todos los que habían abrazado la fe vivían unidos, y tenían todas las cosas en común; y vendían las posesiones y los bienes, y las repartían entre todos, según que cada cual tenía necesidad. Y día por día, asiduos en asistir unánimamente al templo y partiendo el pan en sus casas, tomaban el sustento con regocijo y sencillez de corazón, alabando a Dios y hallando favor cabe el pueblo”, tal como leemos en los “Hechos de los Apóstoles” 2, 44 – 47.

   Es decir, “Vivían como hermanos en república cristiana” (“La pedrada”), del malogrado poeta leonés-extremeño, José María Gabriel  y Galán (1870 -1905). Eso es lo “distintivamente” cristiano.
Ni tiaras, ni báculos, ni lumbreras teológicas definen la esencia óntica del cristianismo, sino aquel “Amaos los unos a los otros, así como yo os he amado”. Este mandamiento está registrado en  el Evangelio de San Juan (15,12) , “ el discípulo amado” de Jesús.




                                       Alfredo Arrebola

                                    Villanueva Mesía (Granada), 21 de Abril de 2020






 ¿Qué es lo distintamente cristiano? Alfredo Arrebola


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