lunes, 6 de octubre de 2014

DIANA DEL ESPEJO

Traemos un nuevo poema del libro No la flor para guerra 1987 en primera edición, en 1991, segunda edición aumentada, par la sección poema semanal del blog Ancile.


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Diana del espejo, Francisco Acuyo, Ancile





DIANA DEL ESPEJO




Diana del espejo, Francisco Acuyo, Ancile


                    (Orilla de la mar)  



DE la fronda alternativos,
al espejo su bandera,
de cristales y de pájaros
desataba la melena.

El aire cielo en los dedos.
La corola aspira abejas
mientras vibra sobre oscuros
laberintos de azucenas.

Suenan ahora lo mismo,
lo mismo que antes resuenan,
arcos el gesto relentes,
el silbo frío las flechas.

El aire nubes cogía
de rizos y oro que aleja
sobre el hombro de la noche
las espaldas de una estrella.

Las ramas quieren la luna
desde el viento como reja,
y la cárcel del cabello
derramaba su cabeza.

La cuerda de mis palomas,
henchida cuando de perlas,
con el aire se estremece,
transparece entre la niebla.

(Oleaje de narcisos
sobrecogen en la arena
el espejo opalescente,
y la faz niña las piedras).

La noche, mis parlamentos
de sombra quieren deshecha,
sin cadenas el reflejo,
el espejo sin cadenas.

Me ves aquí, pues que soy
la luz de tu evanescencia.
Bella fuese, mas de rosas
digo que me has hecho bella.

(Que era silencio mi amada,
el pájaro en primavera
que porta el aire indeleble
sobre sus alas abiertas).

Miraba que, siendo tarde,
cálices en tanta perla,
luz en cada paso o nubes
y un lirio de entre luciérnagas,

–mansamente, porque amor
el sueño cándido duerma–
movía la flor inmoble
con los dedos de sus yemas.

Viendo apenas esta luz,
mi mano quiere cogerla,
pero la luz sobre el aire
verse no quiere diversa.

Las olas tras de su paso
parecen cuando refresca,
no dejar al pie la rosa
ni a la espuma la azucena.

Quién, sumido entre la luna
cual tú en la luz, descubriera
cinegético el arcángel
en sueño triste de estrella.

Quería que prisionero
temeroso, tus violetas
de brisa fueran y galios,
alas en el pie ligeras.

Pretendía que un arroyo
tus ojos siempre de estrella
en el brillo temblorosa
la orilla trémulo viera.

¡Quién pudiere –dijo el aire–
en el vidrio de colmena,
dulce esposa, estar ahora
en tus flores como abeja!

Estela para las flores,
perseguidora de estelas
que no alcanzas la que sigues
y despides la que espera.

En el sueño de las olas
siglos ha que no despierta:
La besa y abre, temblando,
los ojos Diana y estrellas.

Espuma no de las flores
igual flotando en la seda,
parece lento remanso
a la malva más serena.





                                                 Francisco Acuyo





Diana del espejo, Francisco Acuyo, Ancile

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