domingo, 15 de diciembre de 2013

LA POESÍA DE JOSÉ MANUEL BENÍTEZ ARIZA EN LA NOCHE EN BLANCO DE GRANADA


Para el blog Ancile recogemos la última entrada del blog de La noche en blanco de Granada, con los versos de Jose Manuel Benítez Ariza.
Enlace al blog de La noche en blanco de Granada.

Los versos del poeta gaditano José Manuel Benítez Ariza, en el blog de La noche en blanco de Granada.




JOSÉ MANUEL BENÍTEZ ARIZA
EN LA NOCHE EN BLANCO DE GRANADA








José Manuel Benítez Ariza (Cádiz, 1963) es escritor.

Su obra última incluye una trilogía novelística ambientada en los años de la TransiciónVacaciones de invierno (2009), Vida nueva (2010) y Ronda de Madrid (2011)– y las sucesivas entregas de su “diario abierto”, la tercera y más reciente de las cuales es La novela de K. (2013). Previamente había publicado las novelas La raya de tiza (1996) y Las islas pensativas (2000) y los libros de relatos La sonrisa del diablo (1998), El hombre del velador (1999), Lluvia ácida (2004) y Sexteto de Madrid (2007).

Ha publicado ocho libros de poesía: Expreso y otros poemas (1988), Las amigas (1991), Cuento de invierno (1992), Malos pensamientos (1994), Los extraños (1998), 
Cuaderno de Zahara (2002), Cuatro nocturnos (2004) y Diario de Benaocaz (2010). Los siete primeros están antologados en el volumen Casa en construcción (2007). En 2013 le ha sido concedido el Premio Unicaja de Poesía por su libro Panorama y perfil (en prensa).

Sus artículos, sobre cine y otros asuntos, están recogidos en La vida imaginaria (1999), Me enamoré de Kim Novak (2002), 
Columna de humo (2005) y Gigantes y molinos (2006). 


Mantiene el blog personal Columna de humo




FAUNA




Perro, han cesado tus aullidos, y esta
silueta jadeante que ha venido
a tenderse a mis pies
es el viento que duerme.

Gato, ya mi conciencia es una selva honda
en la que puedes acechar, si quieres,
la presa que ha saltado en tus pupilas.

Ruiseñor, cuando callas, ¿dónde yace
la moneda de plata de tu canto concéntrico?

Cada vez que os cruzáis en mi camino,
certeras lagartijas,
le ponéis a la frase de mi andar por el mundo
la coma que le falta.

Cierro los ojos y la noche eleva
la música insistente de sus élitros.

¿En qué sueño de siempre piafaba ese caballo?





ÉGLOGA TERCERA






Las dos hermanas bisbisean
la fórmula secreta del pastel de grosellas
y su francés se expande en la cocina
con la cadencia tibia de un trino circular
que elevase la tarde a su estado latente
de redención sonora.

Ahora están en el prado
y el sol enciende sus melenas rubias.

Y el Dios que prefiguran las postales
del ocaso encendido y sus irradiaciones
extiende un largo dedo luminoso
a través de las juntas de la persiana y prende
cien hogueras dispersas en los muebles.

Las dos hermanas miran con gesto de croupier
que se echase al sombrero esas monedas.

En qué mostrador ruedan, en pago de qué pan.

Con qué ternura desusada llueve
tras las puertas cerradas. El sol dora
los ribetes gastados de las nubes.
Y un Dios avergonzado hunde los dedos
en la tierra mojada.

La tarde es pan también y sacia un hambre antigua.
Y, como el pan, es fruto del dolor.

Las voces de las dos muchachas rubias
duelen en lo más hondo.
En los sustratos íntimos
de ese dolor florecen las adelfas.

Ese dolor, que es un arroyo seco.

Ese dolor, que es un racimo.


(De Diario de Benaocaz, Pre-Textos, 2010)




RÁFAGAS DE MADRID




La irrupción de esas caras a la entrada del centro comercial:
conchas que la resaca arrastra sobre una playa negra.

Hay titanes que luchan en las cornisas de los edificios.

A los troncos moteados de estos castaños de Indias
les falta siempre la última pincelada.

En estas plazas estrelladas
la multitud parece aguardar siempre
una inminente carga policial.

Mis pensamientos se dispersan
como una multitud en una encrucijada.

¿De qué remoto anhelo te consuela
el vuelo de una falda?

El humo de esa chimenea
se ha convertido en una bandada de estorninos.

No hay palomas monárquicas.

No hay transeúnte que no asalte bancos
con su imaginación.

Los viejos adelgazan dentro de sus pijamas
y se asombran, a ratos,
de que la calle no muera con ellos.

Esos gatos conspiran para derribar al gobierno.

He recogido muchas veces
las monedas que el sol desliza entre las hojas de los árboles.

En el fondo de aquel vaso, la noche.

Esas caras: guijarros en la arena mojada.

Para morir, cualquier portal de éstos.


(Inédito en libro)




José Manuel Benítez Ariza



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