martes, 10 de febrero de 2015

LA VÍVIDA HEREDAD: ENTRE LA RAZA Y LA RAZÓN EXISTENCIAL, EL PÓRTICO DE LA DISCORDIA.

Para la sección de De juicios, paradojas y apotegmas del blog Ancile, ofrecemos una temática controvertida y seguro muy interesante a través de una serie de reflexiones que quieren aproximarnos al ámbito de las diferencias y similitudes entre los seres humanos.




La vívida heredad: entre la raza y la razón existencial, el pórtico de la discordia, Francisco Acuyo


LA VÍVIDA HEREDAD: ENTRE LA RAZA 
Y LA RAZÓN EXISTENCIAL


I


EL PÓRTICO DE LA DISCORDIA








QUE la dinámica, tantas veces ignominiosa -y segregadora-, de la raza, traducida, por ejemplo, en la imposición tan tristemente familiar como nefanda de los nacionalismos, es (y seguramente será) origen de innumerables y seguras calamidades a lo largo y ancho del asendereado trajinar existencial de la especie humana, así tenemos constancia desde sus inicios –tribales- más rudimentarios como sociedad. El relato histórico da patente testimonio de sus miserias y estragos con tal grado de evidencia que nos parece que no mereciera crónica o exposición alguna para la reflexión que tan puntualmente queremos ofrecerles, no obstante, ha de resultar muy a propósito para exponer nuestro argumentario, basado en tan triste realidad constatable desde siglos, y de muy digna mención, sin embargo, en estos párrafos, sobre todo porque la justificación de identidades tribales como modo de desigualdad sigue teniendo una singular preponderancia en ámbitos no sólo ideológicos y políticos de la actualidad, también en lo más íntimo de la supuesta idiosincrasia de la psicología humana.

                  Discusión interesante sería indagar en las causas (culturales, sociopolíticas, ideológicas…) de la enunciada predisposición individual a verse distinto, tantas veces en virtud de la pertenencia de un determinado grupo frente a otro u otros más o menos diversos o dispersos de la comunidad humana general. Pero no será este el motivo principal de nuestra exposición, aunque sea muy digno de mención para nuestros propósitos expositivos, pues es una parte importante de lo que siempre es un controvertido asunto, a saber, el de las identidades de grupo como forma de identificación personal. No obstante, sí haré unas precisiones que parecen pasarse por alto cuando el individuo y esos grupos integradores de supuestas identidades diferenciadoras no pueden dejar de mostrar su profunda y profusa estulticia, ante todo preponderando valores sentimentales (emocionales) impuestos con los característicos instrumentos de manipulación y enajenación ( acaso de subgrupos sociales) interesados en mantener estas y otras falacias por mor de intereses –explotadores las más de las veces-, no siempre moralmente confesables. La cuestión no es en modo alguno de fácil debate en una sociedad de naciones que bajo cualquier concepto quiere hacer vales supuestas singularidades de grupo, las cuales les cualifican bajo el emblema o el signo de esta o aquella enseña -¿sagrada?- referencial.

                  La cultura es factor esencial en toda esta compleja disyuntiva, pero no es en realidad nueva la aparición de los denominados factores biológicos que, de una manera inevitable, habrían de confluir (según los defensores de estas proposiciones socio-biológicas) en la conformación de determinadas comunidades, las cuales se verían investidas de rasgos de distinción respecto a otras cualesquiera. Factores genéticos que se han venido valorando como la herencia incómoda[1] por un determinado sector científico actual que, como decimos, ha venido estudiando estas supuestas contingencias biológicas (sociobiológicas) en las diferentes razas o etnias, documentando sus tesis en
La vívida heredad: entre la raza y la razón existencial, el pórtico de la discordia, Francisco Acuyo
el supuesto de que la naturaleza humana social está condicionada por la genética, y por tanto impuesta por la selección natural, como acaso lo estuviere cualquier otro rasgo del individuo en relación a la especie de la que formare parte. Así las cosas, las razas diferencian a los grupos humanos incluso en la consecución histórica exitosa o no de sus determinadas comunidades. ¿Esto significa, de ser cierto, que hay razas superiores a otras? Como reconocen los propios científicos que defienden estas tesis sociobiológicas, en modo alguno existen razas sobresalientes o dominantes respecto a otras. En cualquier caso la controversia está servida, sobre todo porque otros sectores científicos (de sesgo sociológico) han mantenido como dogma que el constructo de raza es totalmente social.  El yugo de la cultura como marcador de las diferencias entre los diversos grupos étnicos ha sido considerado como elemento estructurador y factual de dichos grupos. La inquietud ante los estudios de la diversidad (biológica) racial es evidente (sobre todo ante los desmanes terribles de la eugenesia, sobre todo en la historia reciente) al querer imponer una supuesta preponderancia de una raza sobre otra, con las terroríficas consecuencias de todos conocidos.

                  No obstante del descubrimiento y estudio del genoma humano y de las pruebas aportadas para aceptar la igualdad (y univocidad ecuménica y de paridad) entre todos los seres humanos, creemos que dicha universalidad estará amparada no sólo bajo el ámbito de dichos estudios biológico-sociales, es más, esta perspectiva sociobiológica se ofrece, junto a los estudios culturales y antropológicos- como una nueva vía de reflexión para la correcta interpretación de la unidad e igualdad del ser humano, más allá de sus principios de análisis en interpretación científicos, cosa que veremos con mejor detalle a la mayor brevedad en el siguiente capítulo de esta singular y seguro que controvertida entrega.



Francisco Acuyo






[1] Wade, N.: Una herencia incómoda. Genes, raza e historia humana, Ariel, 2015.






La vívida heredad: entre la raza y la razón existencial, el pórtico de la discordia, Francisco Acuyo

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