miércoles, 6 de abril de 2016

LA REALIDAD POÉTICA Y LOS LÍMITES DE LA RAZÓN Y DE LA MISMA CIENCIA

La realidad poética y los límites de la razón y de la misma ciencia, es una aproximación al lenguaje poético y su idiosincrática forma de percibir la realidad, para la sección, De juicios, paradojas y apotegmas, del blog Ancile.

La realidad poética y los límites de la razón y de la misma ciencia, Francisco Acuyo
De Michael Cheval



LA REALIDAD POÉTICA Y LOS LÍMITES 

DE LA RAZÓN Y DE LA MISMA CIENCIA






Los límites poéticos son los límites del tiempo, de la razón y de la misma ciencia. Ya lo anunciaba en otras muchas ocasiones, los límites de la ciencia son también los del lenguaje. Cuestión que ha de ponerse en evidencia porque los límites impuestos a la propia libertad de la palabra sobrevienen de lo que el ser, más allá de un realismo contractual, sea, si es que, como todo parece indicar, hay algo en vez de nada. El universo descrito balbucientemente por los científicos (y aún por los filósofos) necesita apropiarse de otra terminología liberadora mediante la que adecuar la complejidad del mundo y distinguir el ente del ser mismo[1]: la metáfora y las descripciones se hace camino al andar, y eso es la realidad ontológica de la poesía, su entidad incuestionable se basa en este presupuesto limitador de nuestros sentidos y de nuestra razón y que debe liberarse mediante la [2] más elemental, la poesía, y es que el ser es todo de lo que se puede decir de algo y que nos trae la interrogante leibziana del por qué hay algo en vez de nada. El signo poético en verdad tendrá mucho que decir al respecto, aunque no sea este el lugar  en el que nos explayaremos al respecto, aunque advertiremos con Eco que el lenguaje (y el poético particularmente) debe plantearse y estudiarse desde una óptica filogenética, pero también resulta imposible ignorarlo desde una visión ontológica.[3] Por eso la poesía se mueve en el primer límite u horizonte cognoscible mediante el que pretendemos entender el Algo que el ser es. El lenguaje verdaderamente poético es el que en su ejercicio expresivo nos hace caer en la cuenta de que el ser es aún antes de que hablemos de él, y este reconocimiento es que le hace emparentar con una suerte de entendimiento religioso que le hace analógicas son cada vez más frecuentes y necesarias para explicar la naturaleza y dinámica de la realidad. Por eso estos límites son, en virtud del discurso poético, la senda, el camino (recuérdese su acepción y etimología vista anteriormente) de reconocimiento de los caminos por explorar gracias a la razón –o sinrazón- poética. El camino machadiano toma aquí total sentido:trascender el conocimiento científico y filosófico, ya que su capacidad de aprehensión sobreviene no por una vía de reflexión o razonamiento, sino por una cuestión de asentimiento vital, no por un cuestionamiento lógico racional, en tanto que su naturaleza vive del ser y no establece dictamen al respecto, como el ave no constituye juicios sobre su ser aéreo que en vuelo la sostiene.

La realidad poética y los límites de la razón y de la misma ciencia, Francisco Acuyo
En no pocos poemas veremos cómo la poesía acaba siendo el ser que se muestra como un efecto del lenguaje[4] y que, no obstante, se distingue, con obviedad, de los onomata –designaciones fraudulentas o falsarias- parmenidianos, pues trata -mediante su lenguaje especial- de redimirse de la perturbación o enfermedad del discurso estandarizado, no en vano es la vía idónea para salir del bucle de la aporía aristotélica en la que el ser proporciona soporte a cualquier discurso, excepto a aquél que pretendiéramos mantener sobre el ser mismo. Y es que la analogía poética en realidad es una analogía del ser y no del lenguaje. El fenómeno poético es el puente entre el ente conocido  heideggeriano y el ser que habla y se revela nombrando mediante la oscuridad luminosa de la metáfora, de la metonimia, de la analogía, del oxímoron…y que nada tiene que ver con aquella platónica gnoseología inferior platónica.
En el ámbito poético podremos constatar especialmente cómo el ser pone los límites -de igual modo que los pondría a cualquiera humano que intentase volar por medios propios (no artificiales)-, mas, lo hará mediante los instrumentos que le son propios, como la metáfora, y provendrá de su condición de libertad exigida, que es siempre absoluta; mediante el reconocimiento de esos límites será además por los que reconozcamos que hay cosas indecibles y que la polisemia poética no hace sino (entre la angustia inevitable de estar arrojado a esta libertad) advertirnos que si no hay sentido obligatorio en el ser, sí que hay (cosas indecibles) sentidos prohibidos.[5]

Los límites del tiempo se vierten como el horion griego que, no obstante, pone cierto orden más acá de la poesía (o lo que es lo mismo, en el caos de las sensaciones). Las acepciones griegas cercanas horama, horais, horizo (vista, visión, horizonte) en poesía no son los horizontes geográficos o geométricos de la ciencia: el vasto dominio de la poesía ofrece la legítima y singular y genuina manera de conocimiento y acción donde los límites reales (perceptivo-cognitivos) son franqueables mediante la imaginación reveladora que acaba poniendo sobre la mesa del saber que los límites de nuestra prisión lógico-perceptiva nos revelan lo limitado de su conocimiento y, sobre todo, su capacidad de indagar, expresar y comunicar lo que hubiere más allá de sus límites. Este es el territorio de la poesía o, lo que es lo mismo, el de la creación pura, pero con la singularidad de que en modo alguno descarta el entrelazamiento del mundo sensorial anejo a lo físico y la estructura compleja de la realidad, porque, sin embargo, se encuentran íntimamente relacionados. En verdad ese ejercicio creativo imaginativo de la poiesis no hace sino mostrarnos su estrecho vínculo con lo que sea y es la Realidad. Acaso las nocivas doctrinas positivo instrumentalistas y relativistas[6] tuvieron mucho que ver en la negación de esta realidad última[7] hacia la que el conocimiento creativo avanza sin conocer límites, porque en verdad es ahí donde comienza el infinito.



Francisco Acuyo




[1] El Seiende y el Sein heidegeriano, la distinción entre el ente y el ser mismo.
[2] Primitivo en el sentido que su fenómeno puede considerarse protosemiótico en tanto que como acto lingüístico creativo da la salida (Peirce) para convertirse en signo.
[3] Eco, U.: Kant y el ornitorrinco, De bolsillo, Barcelona, 2013, p.27.
[4] Eco, U.: , p. 38
[5] Eco, U.: p. 75.
[6] Recordemos que nada tiene sentido –según el positivismo lógico- si no puede confirmarse empíricamente, o si, las predicciones funcionan, no tiene importancia el por qué nos han llevado a ellas –instrumentalismo-, y lo que es peor, no hay afirmaciones ciertas o falsas, su legitimación pasa por el momento cultural en el que se identifican, y de la que se deduce la negación de lo físico –del ser, frente a la nada- y del conocimiento deducible de aquel.
[7] Del ser que es, en lugar de la nada hacia la que, según estas visiones pacatas del mundo, inevitablemente somos transportados.



La realidad poética y los límites de la razón y de la misma ciencia, Francisco Acuyo

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