Para la sección, Pensamiento, del blog Ancile, traemos hoy el post intitulado: Materialidad o inmaterialidad del inconsciente, abundando en la interesante temática de los contenidos de la psique humana y su peculiar naturaleza.
MATERIALIDAD O
INMATERIALIDAD
DEL INCONSCIENTE.
DEL INCONSCIENTE.
Uno de los pilares de la ciencia
encuentra fundamento en la relación experimental demostrable de cualquier
hipótesis que venga al caso verificar. No es extraño que las corrientes del
empirismo, desde finales del XVII, hayan tenido grande predicamento en los dos
siglos posteriores, pudiendo establecer sus presupuestos como primordiales en
el ámbito positivo materialista de las ciencias del siglo XIX y XX, no obstante,
no deja de resultar digno de mención que aquella tabula rasa a la que se refería el influyente John Locke en
relación a la mente del hombre (en su nacimiento), hoy no tenga la más mínima
justificación, así se encargaron de demostrar Meltzoff,[1]
así como el reconocimiento del error de
Piaget[2] (que
creía que los neonatos no entienden de manera abstracta y plena la permanencia
de los objetos), ignorando la red connatural que organiza el sistema ejecutivo
cerebral que va madurando con el paso del tiempo.
Hoy
sabemos que el desarrollo cognitivo no es sólo la compilación de recursos,
conocimientos y habilidades, es capital para ese desarrollo la represión todas
aquellas rutinas y procedimientos que imposibilitan o paralizan la expresión de
lo que ya se conoce. No nos extraña tampoco que niños de muy corta edad tengan
en su cerebro estructuras básicas matemáticas que en modo alguno han podido ser
enseñadas. Y qué decir del lenguaje, ya lo advertía Noam Chomsky[3]
y su admonición del rasgo innato que tiene el ser humano en relación a la
producción del lenguaje, por lo que el razonamiento empirista habría de ponerse
en seria consideración y que decía que todo lo lógico racional y abstracto se
adquiere después de la adquisición del lenguaje. En cualquier caso, hoy se
reconoce que las resoluciones o determinaciones del individuo pueden ser
racionales (conscientes) y otras irracionales (inconscientes). Lo que sí nos
parece muy singular de reseñar es que tanto las conscientes como las
inconscientes se atribuyan siempre al
ámbito de lo material y biológico
(cerebral), atribuyendo a meras corazonadas el ámbito de las acciones
inconscientes, aunque muchas de ellas hayan tenido como resultado la producción
riquísima de los mitos y los símbolos ancestrales que han ido arraigando en
nuestras consciencias desde tiempos inmemoriales; basan sus conjeturas en
experimentos de juegos de cartas y otros artificios y solaces de ingenio que
muestran lo más elemental de lo inconsciente como meras pulsiones arraigas a estímulos
directos e inmediatos; mas [4]
Los estereotipos neuronales son los quieren marcar la realidad última de lo
inconsciente cuando, en realidad, no hacen sino convertir –y pervertir- el
proceso psíquico para ser descrito como una máquina perfectamente descriptible
a través de sus diversos engranajes neuronales y relaciones químico sinápticas,
y, por lo tanto, siempre con un marcado carácter material y positivo, por lo
que no se cansan de referirse a la mente como una compleja red neuronal que
responde a unos mecanismos que explican sus relaciones causales.
Así
las cosas, la inhibición –inconsciente- pasa
a ser siempre producto material de nuestra ambidiestra construcción
cerebral (en donde una parte del cerebro establece los argumentos emocionales[5],
frente a otra que organiza los racionales),[6]
la tuercas de la singular máquina cerebral, en fin, ajustan cualquier parámetro
de nuestra actividad de acción y decisión, y donde la cosa inconsciente –más o
menos profunda, inferimos, es una cuestión de cultura que se entrelaza con los
engranajes bien engrasados de la máquina cerebral, quedando perfectamente claro
que hasta la misma realidad participa de dichos acoplamientos, encajes,
filetes, arandelas y demás tornillería neuronal. Esto es así hasta el punto de
que, con grandes dosis de arrogancia, son capaces de discernir milimétricamente
cuando hay o no consciencia en pacientes en coma o en estado vegetativo[7]
y es que, como es muy difícil definir lo que es la conciencia- acaso como el
tiempo- [8]
que dicen es el concepto, la idea, inexistente realidad del alma.
Así
como en un momento la física establece que el calor es un estado de la materia,
no cabe duda que también la conciencia –y lo inconsciente – se dice que no es
sino un estado material producto de la fisiología cerebral, y todo porque puede
describirse –detectarse- a través de escáneres (o resonancias) su
funcionamiento expuesta en determinadas áreas del cerebro su actividad neuronal,
y esta como única producción de la actividad consciente e inconsciente de la
psique. Las piezas independientes –neuronas- que componen el artefacto cerebral
son en definitiva el origen y el final de .
No entraremos en discusión sobre las
consecuencias que conllevan estas afirmaciones en relación a las acciones
humanas y su imposible libertad de decisión (haciendo una superficial y
bastante pedestre concepción de la cuestión del libre albedrío), pues
prácticamente toda la actividad será compulsiva e inconsciente (en el sentido
reflejo y mecánico que esto conlleva), y la conciencia como el corriente y
vulgar suplantador que hace su particular exégesis, mediante la cual se
pretende explicar las acciones que brotan a nuestra vida consciente e incluso
incons ciente. Véase si no cómo hasta la misma componenda onírica de nuestros
sueños no es más un proceso material biológico mediante el cual se elimina
deshechos y residuos (y demás tornillería superflua) del [10].
A veces me pregunto dónde estará el residuo neuromaterial en donde se forjaron
los más bellos poemas, o haciendo uso célebre paráfrasis al respecto de la
ilusión de las ideas, y saber de la materia de la cual están hechos los sueños
que una vez, gracias a ellos, hicieron bello y verdadero un teorema matemático
que, ¡oh divina providencia, antes de ser empíricamente demostrado, ya
describía la realidad material de un fenómeno!, o la concepción hermosa de una
vida más solidaria para la humanidad, etc… Todos sabemos de la importancia del
cerebro en cualquier campo de la actividad humana, pero ¿es la psique humana un
fenómeno reductible a un manual de mecánica o de ingeniería mediante el que
describir y entender su extraordinario –orgánico- y mucho más complejo
funcionamiento? ¿Los complejos comportamientos, las capacidades increíbles, los
logros impensables, las aspiraciones de trascendencia, ética y estética y,
sobre todo, el inexplicable, o, al menos extraño impulso creativo humano, son
necesariamente la génesis del funcionamiento de una máquina fabulosa impulsada
por una compleja trama de engranajes neuronales y reacciones químicas? Dejo
aquí esbozada muy tosca e impertinentemente esta interrogante, que espero
debatir en próximas entradas en este blog.
Francisco Acuyo
[1] Andrew
N. Meltzoff, psicólogo especializado en la cognición y desarrollo infantil,
quien deduce en virtud de sus descubrimientos entorno a las asociaciones
propias y ajenas, y entre distintas modalidades sensoriales, demuestra que los
neonatos eran capaces de generar abstracciones asociando acciones diversas observadas
en el exterior y de acciones propias.
[2] Jean
Piaget, epistemólogo, psicólogo y biólogo, también especializado en la
cognición infantil, la cual la describía como diferenciada del adulto, por mor
de la serie de patrones que describía como diferenciadores en las diferentes
etapas de desarrollo del individuo.
[3] Avran
Noam Chomsky, uno de los lingüistas más destacados del siglo XX, cuya gramática
generativa indagaba en los aspectos y estructuras más profundos del lenguaje de
los que se deduciría el innatismo en la adquisición del lenguaje y en la
autonomía de la gramática que bien podría postularse como universal.
[4] Véase
las relaciones estudiadas por Jung, véase, por ejemplo, Jung, C. G.: Arquetipos
e inconsciente colectivo, Paidós, Barcelona, 2010.
[5] Sigman,
M: La vida secreta de la mente, Debate, Barcelona,
2016, p. 104 .
[6] Y todo
porque en la corteza frontal y prefrontal se activan diferenciadamente, según
cuál sea el argumento a describir.
[7]
Peliaguda cuestión que en modo alguno está resuelta, véase: Bossi, L.: Historia
natural del alma, A. Machado libros, Madrid, 2008, pp.401-440.
[8] Sigman,
M: p. 123.
[9] Según
Freud había tres clase de neuronas Phi
(sensoriales, sin memoria ni conciencia), las Psi (receptoras de la historia de las sensaciones que no cambian en
el tiempo) y las omega (que sí
acumulan en el tiempo la memoria en episodios diferentes y que tienen la
facultad de saltar en el tiempo, eso sí, como la maquinaria de un reloj).
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